martes, 29 de septiembre de 2009

El día que le metí mano a la Virgen María

En la parroquia de Santa Madrona, en la calle Tapioles del Poble Sec, hacían sesiones cinematográficas, y como consecuencia de ello, esas eran las pocas ocasiones en las que yo entraba en una iglesia.

Recuerdo con especial agrado el pase de una de esas películas ( a decir verdad, se trata de la única que recuerdo). La peli se titulaba “El anillo de los Nibelungos”, historia de la cual se han realizado innumerables remakes, pero que creo, que la que yo vi era una producción germano-yugoslava de 1966, aunque tampoco puedo estar seguro. El caso es que disfruté como un loco de las aventuras y de los colores estridentes del film, que sin duda, si lo volviese a ver a día de hoy imagino que me horrorizaría. Quién sabe?

Esas visitas “al cine” de la iglesia de Santa Madrona solían ser organizadas por la escuela; por las mañanas el señor Rius, y profesor de religión para más señas, nos introducía en la trama de la película que iríamos a ver esa misma tarde, y por la mañana del día siguiente nos animaba a comentarla en clase.

Uno de los recuerdos que más se conserva en mi memoria de esas sesiones de película, es el hecho de que podíamos asistir a la sala con los bocadillos y las botellas de gaseosa. Ni que decir tiene que medio bocadillo era engullido, mientras que la otra mitad era deshecho en migas que lanzadas como proyectiles se estampaban en las cocorotas de los compañeros de clase que se hallaban sentados en las filas delanteras, así como en la cabeza de alguno de los profesores que en mitad de la película, se levantaba de su asiento y pedía orden del modo más infructuoso que nadie se pueda llegar a imaginar.

El señor Rius, además de tratarse de nuestro profesor de religión, era cura aunque nunca le vimos vestido con su hábito, pero... lo era, tenía toda la pinta. En una de sus introducciones a la película que íbamos a ver esa tarde de otoño de 1971, nos habló de la Virgen María y nos contó que era una joven muy hermosa, limpia de todo pecado y la escogida por Dios para... no recuerdo qué. Imagino que el señor Rius lo dijo, pero a decir verdad no presté mucha atención ya que en las últimas filas de clase -en las que yo me hallaba- se estaba fraguando una guerra de “munis” y era cuestión de ir preparando las gomas de pollo y de ponerse a doblar concienzudamente papelitos para tener un buen arsenal preparado.

Tampoco recuerdo qué película vimos por la tarde ya que había mucho que hacer en esa sala de cine: comerse medio bocadillo y preparar proyectiles con el otro medio, beberse la gaseosa, cambiar cromos con mi compañero de clase José Luís Naval, corretear entre las filas de asientos y lanzarse cuerpo a tierra en cuanto el señor Rius se ponía en pie para solicitar orden. En fin... que no se podía estar en todo.

Lo que recuerdo perfectamente, es que en la cola que formamos para salir ordenadamente del cine, una imagen de madera de la Virgen María y a tamaño natural, se hallaba allí, en pie, flanqueando la puerta que daba a la salida de la iglesia. No recordaba haber visto esa imagen en las otras ocasiones que habíamos asistido a Santa Madrona a ver una película. Posiblemente, la imagen se encontraba de paso, o quizá estuvo allí siempre, pero nunca me fijé. El caso es que con siete años y cursando 3º de EGB, pude percatarme de que realmente, la Virgen María era absolutamente hermosa.

En medio de aquella fila, iba acercándome poco a poco a aquella figura que ya ocupaba todo mi campo de visión; sus ojos miraban en dirección a un absoluto vacío y de ellos brotaban unas diminutas lágrimas en una expresión de tristeza que transmitía una gran ternura.

Recordé una frase que durante la mañana pronunció el Señor Rius en uno de esos momentos en los que yo no le prestaba atención alguna: “La Virgen María no había conocido hombre”. Y me dio por pensar que quizá por eso lloraba. No hubiese sido de extrañar ya que hasta 3º de EGB yo había asistido a colegios en los que los niños éramos separados de las niñas, pero en ese nuevo cole en el que consiguieron matricularme mis padres tras mi expulsión del colegio anterior, estábamos todos juntos, y el hecho de haber conocido a niñas y poder jugar con ellas, me resultó especialmente agradable.

Finalmente y mientras avanzaba la cola, allí estaba ella, escasamente a dos palmos de mí. No conseguí que sus ojos me mirasen por más que trataba de buscarlos con los míos, no había forma de coincidir. En el intento de captar su atención de algún modo, llegué incluso a salirme de la fila, y ya que estaba, decidí darle un rodeo a la imagen para ver cómo diablos llevaba sujeto el alo a la cabeza; algo que había visto en las estampas y en las ilustraciones de los libros de religión, pero que no había sido capaz de entender nunca.

Juro que fue sin querer, pero a pocos centímetros de mi nariz el culo de la Virgen llamó sorprendentemente mi atención. Jamás había reparado en la idea de que la Virgen pudiese tener culo, pero... vaya que si lo tenía! Un hermoso culo, terso y redondo, cubierto por un fino manto que permitía adivinar todas sus turgencias y que me hizo recordar aquella tarde en la que Ana Ochoteco y yo, jugando en el patio, nos metimos en una especie de lío en el que yo andaba tocándole el culo a ella mientras que ambos, entre risas, intuíamos que estábamos pecando y no entendiendo muy bien el por qué.

En una acto puramente cristiano, casto y con la mayor intención de solidaridad de la que fui capaz, posé mis dos manos sobre el culo de la Virgen María esperando arrancar de ella una sonrisa y borrar esa aflicción de su rostro.

Al parecer el señor Rius no lo entendió así. Me sorprendió palpando las posaderas de María, y con una expresión en su rostro más propia de un ser del infierno que del cielo, saltó sobre mí rezando a voz en grito el Ave María. En la fila, las caras de mis compañeros y compañeras de clase eran de estupefacción. Todos me miraban como a un bicho raro, a excepción de Ana Ochoteco, que para variar, se reía recordando viejos tiempos. El señor Rius agarró mi oreja como si se tratase de su paga de fin de mes y me arrastró en dirección a la calle. Apenas pude ver de soslayo el rostro de la Virgen María, pero me di cuenta de que seguía llorando. No supe en aquellos momentos si lloraba porque mi intento no había surtido efecto alguno, o si lo hacía ante aquella escena en la que un ser maligno se retorcía de ira y me arrastraba de la oreja para alejarme del lugar.

Una vez en la calle, el señor Rius me zarandeó cogiéndome de los brazos, tirándome del pelo y del cuello de mi jersey. De su boca salieron todo tipo de insultos de entre los cuales recuerdo uno que me dejó absolutamente impresionado; “hijo de Satanás!” Joder con el cura de incógnito! En un arranque de melodramatismo extremo se arrodilló en el suelo en plena calle, y en actitud de súplica al Todo Poderoso exclamó: “Dios mío! Perdona a este pobre desgraciado que no sabe lo que hace!”. Se levantó nuevamente y continuó con sus zarandeos y con todo lo más rancio que fue capaz de sacar por su boca. Yo ya estaba por echarle mano a la goma de pollo, sacar una “muni” de mi bolsillo y saltarle un ojo, pero afortunadamente una señora (gracias señora) que pasaba por la calle y que, al parecer, estaba informada por alguno de mis compañeros de cuanto allí había sucedido, se acercó al señor Rius y le dijo:

—Oiga! Deje en paz a este crío, que por más que le haya tocado el culo a la Virgen... no ha sido él quien la dejó preñada!

Preñada? Poco tiempo después me enteré de qué significaba eso, pero... No habíamos quedado en que “La Virgen María no había conocido hombre”?

Fíate tú de curas!

lunes, 28 de septiembre de 2009

Olimpiadas en los 70 y Madrid 2016

Me gustaría, de corazón, que en la ciudad de Madrid se celebrasen los próximos juegos olímpicos del 2016.

Por otra parte, quiero recordarles a los madrileños, y sobretodo a los más de 100.000 que ayer se reunieron en Cibeles para apoyar la candidatura de su ciudad, que Barcelona, antes de celebrarlas en 1992, había sido candidata en los años 1924, 1936 y 1940, vaya... que tampoco fue fácil, pero que finalmente se consiguió, y que del mismo modo lo conseguirá Madrid, y a ser posible... en este ansiado 2016.

Seguro que para entonces ya habrán dejado de marear a la estatua del oso y el madroño, a la cual, durante la pasada semana vi como la cambiaban de su lugar original para facilitar el acceso del tráfico a la calle del Carmen. También me sorprendió ver como sustituían al viejo Kilómetro Cero de la Puerta del Sol; emblema que da origen a las carreteras radiales españolas. Yo fui uno de los muchos turistas, que en su día, puse mi pie sobre ése Kilómetro Cero y pensé para mí: “Yo he estado aquí”.

También es muy posible que para el 2016, los madrileños hayan encontrado el tesoro que andan buscando por la ciudad y dejen de hacer socavones a diestro y siniestro. Quizá también, con suerte, para entonces Espe ya sea historia, aunque a decir verdad, la veo yo muy incombustible a ella, y lo que aún es peor... con muchas ganas de guerra.

En cualquier caso, y al margen de los muchos intereses políticos que rodean un evento de semejante magnitud, Madrid merece esas olimpiadas, y los madrileños merecen contemplar como su ciudad sufre una transformación para bien. Y lo que es más importante aún, en un (relativo) corto espacio de tiempo ver como grúas y boquetes desaparecen de sus calles; ya que si algo de bueno tiene un acontecimiento tal, es el de observar como finalmente se reactivan y se dinamizan todas esas obras por la vía pública que ahora... parecen eternas.

Personalmente me la repampimfla bastante el tema deportivo en cuestión. En su día no fui un gran entusiasta de que se celebrasen las olimpiadas en mi ciudad, Barcelona. No obstante, debo reconocer que el cambio de imagen que se le dio a la ciudad y su definitiva apertura hacia el mar, fue algo necesario que hoy en día se agradece. Así pues, estoy convencido de que los madrileños que hoy tuercen el morro ante el evidente disloque que suponen unas olimpiadas en cualquier lugar, estarán encantados de la vida al contemplar la innumerable cantidad de deseables cambios.

Volviendo a los 70, cabe recordar que durante ésa década tuvieron lugar dos juegos olímpicos que marcaron la actualidad del momento; más por cuestiones políticas, que por acontecimientos deportivos.

Munich 1972

La XX edición de los juegos olímpicos marcaron a fuego la fecha del 5 de septiembre de 1972. Un grupo terrorista palestino, denominado “Septiembre negro” y compuesto por 8 integrantes, secuestraron a 11 atletas del equipo olímpico israelí. Tras un fallido intento de rescate perpetrado por las autoridades alemanas, se arrojó un balance de 16 muertos (los 11 atletas y 5 de sus secuestradores) y sólo 3 de los terroristas fueron capturados con numerosas consecuencias, que a posteriori, se sucedieron en años sucesivos y en las que se incluyeron bombardeos, asesinatos, atentados, coches bomba, detenciones, etc. Vaya, que no fue para medalla, por decirlo de algún modo.




Como nota positiva cabe destacar la actuación del Atleta Mark Spitz, nadador estadounidense de origen judío que se hizo con 7 medallas de oro en natación, y que rompió las anteriores marcas mundiales con cada uno de sus triunfos. El nadador pasó a la historia de ése fatídico año olímpico llenando álbumes de cromos, programas de televisión y portadas de revistas setenteras.

Los trágicos sucesos de aquel año olímpico en el que tan sólo se suspendieron los juegos y demás eventos durante 24 horas tras los terribles acontecimientos, no lograron enturbiar la merecida victoria del nadador y su capacidad de esfuerzo.






Montreal 1976

24 países africanos se retiraron de las competiciones y se largarón de Canadá con motivo de que Nueva Zelanda no fue excluida de los juegos. Las delegaciones africanas solicitaron dicha exclusión ya que la selección de Rugby Neo Zelandesa había jugado contra la de Sudáfrica, país excluido del Comité Olímpico Internacional por su política racista.

Para más razón de males, Montreal no logró saldar las deudas contraídas durante la inversión en infraestructuras de sus juegos hasta el año 2006. Un puñado de preciosos años que los ciudadanos canadienses han estado “pagando el pato”.




De las olimpiadas de Montreal, siempre nos quedará el recuerdo de la gimnasta rumana Nadia Comaneci, que con sus 14 años consiguió unos rotundos 10 puntos; primeros en la historia olímpica tras una actuación perfecta sobre las barras asimétricas.

Sus méritos deportivos la llevaron a ser considerada una de las más grandes gimnastas del siglo XX. Ahí es nada.

En este orden de cosas, y tras las malas experiencias de las olimpiadas de los 70, cabe recordar nuevamente, y para buena referencia a los madrileños, lo que fueron las olimpiadas de Barcelona 92, consideradas en su día las mejores de la historia, y convirtiendo a mi ciudad en un punto visible y admirado a nivel internacional.

Aunque no puedo ocultar el secreto deseo de que lo hagan un poco peor que los barceloneses (no jodamos... que para algo somos ciudades rivales ;-), les deseo muy sinceramente, la mejor de las suertes a todos los madrileños.

Ánimo en este empeño que esas olimpiadas ya son vuestras (nuestras)... tengo una corazonada ;-)

sábado, 26 de septiembre de 2009

Sweet Caroline

Con apenas 5 años esta canción me erizaba el vello. Les pedía a mis padres discos de Neil Diamond mientras que ellos insistían una y otra vez en recordarme que no teníamos tocadiscos y que ya tenía bastante con escucharla por la radio, cosa que afortunadamente... sucedía muy amenudo. Por aquellos tiempos, 1969, año en el cual este tema fue un auténtico Hit, recuerdo que era poner la radio... y sonar el Sweet Caroline.

Tampoco sabía entonces que significaba eso del “touching me, touching you” que decía la canción, pero ya intuía que eso, tenía que molar.

Con 7 años mi tío Montano me regaló un radiocassete de la marca Telefunken y dejé de escuchar el Sweet Caroline a través del transistor a pilas. Con el Telefunken enchufado a la corriente eléctrica y con la cinta de cassete que finalmente conseguí que mis padres me comprasen, tenía el poder y podía escuchar a Neil Diamond y a su Sweet Caroline a todas horas y por todos los rincones de la casa. La discografía del autor / cantante / actor / productor, pasó por mi radiocassete una y otra vez hasta que un día mi madre me explicó que había otra gente que se dedicaba a eso de hacer música. Bueno... a decir verdad yo ya lo sabía, pero es que en esos momentos Neil, era mucho Neil.

Imagino que por el motivo de que Elvis Presley versionó el tema, empecé a interesarme también por él, y como consecuencia, y dadas sus influencias, por la música negra que de algún modo es la que a día de hoy sigue acompañándome a todas horas.

No sé exactamente que pasó. Mi cuerpo sufrió los cambios típicos de la edad preadolescente, mis sentidos estaban ubicados única y exclusivamente en mis hormonas y Neil pasó a un segundo plano. No obstante, ese “touching me, touching you”... empezó a cobrar un importante significado.


martes, 22 de septiembre de 2009

Vida y Color

Recorrer el FNAC en busca de alguna película o de algún libro, merece la pena en ocasiones.

Hará un par de semanas compré a precio de saldo (5 €uros), la película VIDA Y COLOR escrita y dirigida por Santiago Tabernero, un riojano especializado en programas y reportajes de contenido cinematográfico para la 2 de TVE, y que en los 90 inicia una buena labor como guionista colaborando en diversos largometrajes. En el 2005 dirige su primer largometraje: VIDA Y COLOR.

No soy gran amante del cine español. Reconozco que me pone nervioso el sonido directo que, a estas alturas, los técnicos aún no han aprendido a manejar, y que no son pocas las películas españolas que deberían ser subtituladas para poder entender fragmentos importantes de los diálogos de los actores. Me pone nervioso también el carente sentido “del espectáculo” que poseen algunos directores de cine español, que no se dan cuenta de que una película es una historia que además de mostrárnosla, ha de apetecer verla. Y por encima de todo, no soporto sentarme en una sala de cine y apreciar a esos directores contemplándose el ombligo en lugar de transmitirnos algo a los que en realidad hemos pagado la entrada.

De modo, que no me extrañó encontrar la ópera prima de Santiago Tabernero a 5 €uros, mientras que otras, realizadas en el mismo año, seguían vendiéndose a 11, 17, e incluso 20 €uracos del ala. Claro, la mayoría de ellas eran norteamericanas, y a decir verdad, grandes películas para las que no pasa el tiempo.

Entre mi colección de objetos setenteros el álbum de cromos VIDA Y COLOR ocupa un lugar importante. Se editó en España en el año 1965 por “Álbumes Españoles S.A, Barcelona” en una primera edición de la cual tengo un ejemplar completo y en un estado impecable. Sus ilustraciones me atrajeron de pequeño y me siguen atrapando hoy en día, y a pesar de que la técnica de la ilustración la conozco un poco, -aunque sólo sea por obligación profesional- esos cromos fueron, son, y seguirán siendo una maravilla por los siglos de los siglos.

Enamorado del álbum de cromos en cuestión, pero habiendo dejado pasar, en su día el estreno de la película en las salas comerciales, no pude por menos que adquirirla, total... 5 €uros que en un momento dado siempre se pueden recuperar, en parte, cambiándola por otro DVD en el mercado de San Antonio. Así que me dirigí hacia la caja con la peli, con el dinero y con muy poca confianza depositada en ella, todo y que, en su época, las críticas que leí la ponían bastante bien, pero claro; si no te puedes fiar de un director de cine español... ve a fiarte de un critico!


Esa misma noche, mi mujer, mi hijo y yo, vimos la película, y puedo decir que hubiese pagado por ella los 11, 15 o 17 euros que costaban las demás. Cuando uno tiene la posibilidad de disfrutar de una buena historia, y encima bien contada, el momento no tiene precio.

Cierto que adolece de esa terrible lacra del sonido directo en algunos momentos (afortunadamente con el DVD puedes rebobinar y enterarte bien de qué han dicho los actores en un momento dado), pero lo fundamental es el buen hacer de su autor a través de toda la trama. Lo bien contada que está y la gran labor de los actores que intervienen en ella, y que parece ser, se nota, que eran conscientes de que estaban trabajando al servicio de lo que sería una buena película.

VIDA Y COLOR gira en torno a Fede, el personaje principal de la obra y que está a punto de dejar atrás sus miedos preadolescentes, a la vez que de un modo paralelo, la España en la que vive está emergiendo lentamente de los años de dictadura que han marcado su historia. Todo ello narrado a través de una simbología acertada que empuja la trama, la hace avanzar y engancha al espectador a través de las vivencias del protagonista y de los propios recuerdos.

Uno de los muchos símbolos que aparecen en la película es el álbum de cromos que da título al film VIDA Y COLOR y que sirve de hilo argumental y se entrelaza con alguno de los demás símbolos utilizados como por ejemplo “el esqueleto”, e incluso con la propia inquietud de Fede en dar con el único cromo que le falta para completar su colección; el del cráneo frontal de la sección de anatomía humana, y del cual sólo existen 10 en todo el mundo.

En definitiva, una película que nos transporta a la España de mediados de los 70’s, una historia limpia, sin trampas, un director al servicio de su obra, como debe ser y no a la inversa, y una recomendación: hay que verla!

lunes, 14 de septiembre de 2009

De cómo a los humoristas gráficos, hay quien se los toma... demasiado en serio

Desde finales del pasado año he estado trabajando en un libro que ahora, y una vez terminado, me gustaría darles a conocer, ya que para mi tiene mucho que ver con los años setenta, los años en los que me inicié como humorista gráfico aunque luego, la vida... da muchas vueltas.

Se trata de un libro de alrededor de 200 páginas, editado por Parramón Ediciones, y que saldrá al mercado en el mes de noviembre tras darse una vuelta por la feria internacional del libro de Frankfurt. En él he intentado explicar qué es y cómo se hace humor gráfico, y lo he ilustrado con un centenar de los gags que he ido creando desde finales de los años 70 hasta la actualidad, además de numerosísimas ilustraciones realizadas para explicar los diversos procesos de elaboración de un chiste de prensa.

Quiero agradecerles muy sinceramente a mis editores la oportunidad que me han dado al dejarme hacer este libro y el placer que he experimentado recuperando mi faceta como humorista gráfico. Faceta que nunca ha dejado de estar ahí en mi quehacer diario, pero que debido a mis diversas inquietudes profesionales, ha ido alternándose con las películas de dibujos animados, los cuentos infantiles y demás historias.


También quiero dejarles en este blog la introducción que escribí para el libro, ya que de algún modo, se trata de un relato que gira en torno a un recuerdo setentero que convendría no olvidar jamás... por si las moscas.

En los estertores de la dictadura española, aproximadamente entre 1972 y 1975, se inició lo que se dio en llamar “la edad dorada del humor gráfico español” que duró aproximadamente hasta 1978 ya en plena transición hacia una nueva era de deseada democracia. Durante ese periodo numerosas revistas de humor gráfico cargadas de sátira salieron al mercado con la intención de agitar las conciencias de un pueblo temeroso aún de abrirse y de “ver mundo”. Por esa época yo contaba con apenas trece años y una abultada carpeta repleta de dibujos, lamentables en su mayoría, pero cargados de ilusión.

Recuerdo que haciéndome pasar por un adolescente de dieciséis años me puse en contacto telefónico con la redacción de una de esas revistas de humor con la intención de poder pasarme por allí y mostrar mis trabajos. La secretaria con la que hablé concretó esa cita entre el editor y yo para un 20 de septiembre de 1977 a mediodía.

En los días que quedaban para la deseada entrevista fui preparando más material tratando de afinar los contenidos de mis gags con el tono satírico de la revista en la que deseaba con todas mis fuerzas que fuesen publicados.

El lunes día 19 por la mañana, la amable secretaria me volvió a llamar aplazando mi reunión un día más, dejándola así para el miércoles día 21 y con el motivo de que el día 20 (día inicialmente propuesto para la cita) había consejo de redacción y editor, dibujantes y demás colaboradores, tenían que permanecer reunidos para revisar contenidos.

Ese día 20 a mediodía, los noticiarios de las cadenas de televisión, informaban que en la redacción de esa revista, EL PAPUS, y a la hora en la que yo hubiese tenido mi primer encuentro con el editor, un grupo terrorista había colocado una bomba que causó la muerte del conserje del edificio y dejó una docena de heridos entre los cuales se encontraba la secretaria con la que justamente había hablado en dos ocasiones anteriores. Al parecer salió despedida por la ventana del edificio y salvó milagrosamente su vida cayendo sobre el capó de un turismo que se encontraba estacionado en la calle. La redacción de la revista EL PAPUS quedó literalmente destruida, y gracias a que todos sus colaboradores se hallaban reunidos en una zona algo alejada de la explosión consiguieron salir ilesos del desastre.

Tres años más tarde; cuando en realidad ya era un adolescente de dieciséis, conseguí publicar mis dibujos en tres de las revistas de esa misma editorial.

No obstante, aquel día, el de la bomba, aprendí dos cosas: la primera: que el dibujo humorístico es una profesión de alto riesgo, similar a la de los detectives privados de las teleseries norteamericanas, pero con la diferencia de que los humoristas gráficos, en lugar de ir trajeados y cargar con pistolas, vestían pantalón tejano, lucían pobladas barbas y sus armas eran lapiceros, pinceles, e ingenio. La segunda: descubrí que hay gente aquejada de un terrible enfermedad denominada “falta de sentido del humor”, gente que persigue y lanza bombas contra aquellos que utilizan la sátira gráfica para ayudar a una sociedad a pensar por sí misma. Seres intolerantes contra los que el humor gráfico, al parecer, es un arma poderosamente efectiva, o cuanto menos... molesta.

Link al blog de humor gráfico: SERGI CARTOONIST

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Come Back Again

Tal y como era de esperar la normalidad termina imponiéndose absolutamente siempre. A veces, dicha normalidad es deseable ya que nos mantiene en un equilibrio emocional y en una estabilidad que nos hace estar dentro de “lo normal”. Pero en otras ocasiones, la normalidad significa el final de algunas etapas verdaderamente sublimes de nuestras vidas.

Después de un viaje como el de la Ruta 66 volver a la normalidad resulta más bien molesto. Es algo así como despertar de un bonito sueño, tratar de dormir de nuevo para recuperarlo y no llegar a conseguirlo. Y es que efectivamente... el viaje ha terminado, la normalidad se ha impuesto, y lo que queda ahora es simplemente el grato recuerdo de 22 maravillosos días vividos que han pasado como un suspiro.

Afortunadamente quedan cosas importantes, cosas como las experiencias vividas, los recuerdos que permanecerán ahí almacenados en algún lugar de la memoria, y todo aquello que constituirá un sedimento de vida y que arrastraré conmigo a lo largo de mi existencia, al igual que les sucederá al resto de mis compañeros.

Nuestros cuerpos se han desplazado a lo largo de este viaje, parte de nuestras almas se ha quedado allí y nuestras pisadas permanecerán por siempre jamás a lo largo de los cerca de 4.000 kilómetros de aventura por tierras norteamericanas.

Ahora es momento de agarrarse con fuerza a la realidad, como de costumbre. Retomar la cotidianeidad y como no... seguir recordando lo 70’s.

Me tomaré unos días para hacer una necesaria “descompresión” de las emociones vividas durante esta breve, pero intensa etapa y para poner al día algunas obligaciones laborales. Seguidamente, espero y deseo que pronto, volverán los recuerdos setenteros.

Muchos besos.

Créditos de las imágenes: 1) El Kioskero del Antifaz. Autor: Gerard Càmara. 2) Los siete magníficos. Autor: Un indio Navajo que... pasaba por allí.