viernes, 28 de marzo de 2014

“Ahí viene!”

Mark Twain, en su novela “Roughing It”, narra el viaje que realizó desde Misuri a Nevada  en busca de fortuna y en plena época de la fiebre del oro, y cuenta también como a lo largo de su ruta en diligencia, y al grito de “Ahí viene!” lanzado por el conductor, los viajeros asomaban sus cabezas por las ventanas del carromato para observar al veloz jinete de la compañía de correos Pony Express que pasaba ante ellos al galope tendido, les saludaba con la mano y desparecía a toda velocidad por el horizonte del desierto. Mientras, los viajeros, le animaban con aplausos, gritos de ánimo y boquiabiertos al ver a la asombrosa velocidad a la que se desplazaba. Contaba Mark Twain, que: “de no ser por las huellas del caballo impresas en la arena después de que la visión hubiera desaparecido como un relámpago, podríamos haber dudado si habíamos visto de verdad a un hombre a caballo, ya que todo era tan repentino que más bien parecía un destello irreal de la imaginación”.

Obviamente, entre mis lecturas de infancia en los años 70 y las películas del Oeste de los sábados por la tarde en la tele, de mayor... yo quería ser un jinete de la Pony Express.

Por entonces yo era demasiado pequeño, así que me limitaba a jugar con mi fuerte y mi diligencia de la Wells Fargo de la casa Comansi, y siempre, entre mis indios y vaqueros de plástico, había uno que era el encargado de repartir mensajes, paquetes y correos y que se trataba –ni más ni menos- que del veloz jinete de la Pony Express.

También es cierto que cuando ya tuve una edad; pero interesado siempre por todo cuanto aconteció en el Far West, leí un cartel en una vieja revista norteamericana de la época (aproximadamente del 1860) en el que se solicitaba a jóvenes que quisiesen trabajar en la compañía y en el cual se exigían los siguientes requisitos: “Jóvenes enjutos y fuertes, menores de 19 años, jinetes expertos y dispuestos a jugarse la vida todos los días. Preferentemente huérfanos”, y todo eso por 25 Dólares a la semana. Glubs! La Pony Express ya no existía porque desapareció en 1960 después de 100 años de servicio, pero aún y así... creo que no hubiese echado la solicitud.

Además, para que nos vamos a engañar, cuando por Navidad venía el cartero a casa a entregar su tarjeta postal y a pedir el aguinaldo, toda la épica de esos hombres duros, robustos y que cruzando a caballo desiertos y praderas forjaron la leyenda del fuerte individualismo norteamericano... se esfumaba en el acto. Aquel señor de uniforme azul, con gorra y cartera cruzada llena de cartas y al que mi yaya Lola despachaba dándole un par de duros, no tenía el menor aspecto de jugarse la vida todos los días enfrentándose a forajidos, salteadores de caminos ni a indios hostiles. Como mucho, los carteros que iban en bicicleta, tenían que acelerar un poco los pedales ante la ocasional persecución de algún perro que anduviese suelto por el barrio, pero poca cosa más.

Actualmente dicen que internet y las tecnologías lo pueden todo, pero curiosamente, cuando nos vemos en la necesidad de mandar un paquete, no nos queda otra que reclamar los servicios de alguna compañía de mensajería. Personalmente, mi trabajo, que consiste en escribir textos o realizar ilustraciones para editoriales, puedo mandarlo por correo electrónico o a través de Wetransfer, un servicio magnífico que por arte de magia y en ese mismo “destello irreal de la imaginación” con el que Mark Twain describía la velocidad a la que se desplazaban los jinetes de la Pony Express, mi trabajo pasa de mi mesa de trabajo a la de mi cliente, ya sea que se encuentre a escasas manzanas de distancia o en los Estados Unidos. Asombroso!

Pero a pesar de todo esto –y hasta que no sea posible escanear un paquete y literalmente, teletransportarlo-, deberemos recurrir a una empresa de mensajeros para que nuestros envíos lleguen a su punto de destino.

Eso sí... tanto si se trata de envíos nacionales, como de envíos internacionales, siempre existe alguna página web que nos permite, incluso, realizar una comparativa de las diferentes empresas de paquetería para que nuestros envíos puedan salirnos a mejor precio.

Así que, vale! Internet y las tecnologías lo pueden todo, pero hasta la fecha, siguen siendo necesarios, de algún modo... los chicos de la Pony Express.

No hay comentarios: