Seguro que hay una imagen que han visto
en múltiples películas, o puede que incluso algunos recuerden
haberla vivido en directo y según en qué tipo de empresas hayan
trabajado. Me refiero a la imagen de “el chico de la
correspondencia”; un joven -a quien a día de hoy llamaríamos
becario-, que se paseaba por la planta de la empresa arrastrando un
carrito cargado de correspondencia de todo tipo, y que iba de
despacho en despacho repartiendo cartas, paquetes y todo tipo de
sobres.
Los encargados de cada departamento
recibían su correspondencia de manos de ese becario, algo despistado
y soñador que deseaba ocupar uno de esos despachos y recibir también
cartas en lugar de pasarse el día repartiéndolas.
El objetivo de ese muchacho llevando
arriba y abajo su carrito, era el de entregar en mano información,
notificaciones o comunicados importantes y específicos para todos y
cada uno de los ejecutivos que trabajaban en la empresa; información
en muchos casos vital para poder tomar sus decisiones; y sí... de
vez en cuando alguna postal de Navidad o de las vacaciones de amigos
y familiares.
A lo largo de los años 70;
concretamente a finales, fue cuando surgió el concepto “Nicho de
mercado”, una idea que consiste en segmentar el mercado con la
intención de identificar a los individuos o empresas con unas
necesidades y características concretas, y tratar de ofrecerles
productos o servicios que quizá no tengan del todo cubiertas.
Si lo analizamos correctamente, el
papel del chico del carrito, era el de entregar a cada ejecutivo, la
correspondencia que los distintos proveedores le remitían y en la
que trataban de ofrecerle aquellos servicios que consideraban que
serían de su máximo interés; y funcionaba, aunque esas ofertas
estuviesen mezcladas con postales, órdenes del día para reuniones
futuras, dossieres de estrategias comerciales y un largo e
interminable etcétera de más y más sobres, cartas postales y
paquetes que se acumulaban sobre la mesa de su despacho.
En el periodo de desarrolismo que
supuso la década de los 70, y más aún en la etapa de transición
política española, introducir un producto o servicio nuevo era
relativamente fácil en un país en el que estaba practicamente todo
por hacer. Algo parecido a lo que en el resto de occidente ocurrió
en la década de los 50, solo que aquí, y para variar... fuimos con
un poco de retraso. Por el contrario, a día de hoy y en pleno
proceso de globalización, la labor de autónomos o pequeñas
empresas a la hora de ofrecer sus servicios a empresas, se ha
convertido en una tarea de auténtico francotirador. Si a día de hoy
estos proveedores pretendiesen llegar a sus potenciales clientes a
través del chico del carrito, sus elaboradas cartas, folletos o
catálogos ofreciendo sus servicios a ejecutivos terminarían en el
cubo de la basura tras ser previamente examinados por un asistente
que actuaría como filtro evitando así que el ocupado ejecutivo
perdiese su tiempo revisando un montón de correspondencia dedicada
únicamente a publicidad.
No obstante, los ejecutivos y las
empresas, siguen necesitando de esa publicidad en la que se les
ofrecen esos servicios que puedan ayudarles a tomar sus decisiones
escogiendo a los proveedores más eficientes y a los servicios que
estos les puedan ofrecer. De manera que el chico del carrito pasó a
mejor vida, y en su lugar una gran cantidad de bytes de información
son los encargados de repartir esa publicidad, llegando a las
empresas a través de plataformas digitales que van desde los
teléfonos móviles particulares de cada uno de los ejecutivos, hasta
banners específicos desarrollados en páginas web, y pasando por sus
correos electrónicos. Es lo que se ha dado en llamar Email Marketing
y que exige de los proveedores el conocimiento de las estrategias
necesarias como para que el receptor, en lugar de detectarlo como una
intrusión o información no deseada, lo utilice como información
útil que le servirá para conseguir sus objetivos.
![]() |
(c) Sergi Camara |
En lo referente al buzoneo, mucho han
cambiado las cosas desde aquellos tiempos en los que nuestros buzones
aparecían repletos de publicidad, a veces de un modo arbitrario.
En la actualidad, el buzoneo se basa
en técnicas como son: el Sistema de Información Geográfica (SIG) o
el buzoneo inteligente; formas empleadas para estudiar las diferentes
zonas y el comportamiento de los que viven en ellas. Toda la
información extraida de cada zona, y a través de diversos medios,
es la que se utiliza para impactar sobre el que finalmente será el
receptor de la publicidad.
Los folletos, trípricos o catálogos
enviados a nuestros buzones por las empresas encargadas de esta
labor, vienen enfocados para que los potenciales clientes los reciban
del modo más eficaz. De este modo se trata de minimizar ese aspecto
invasivo que siempre ha acompañado a la publicidad, y que a día de
hoy sigue dándose en los medios televisivos o en las campañas
online.
Se acercan épocas navideñas, y los
correos electrónicos, así como el resto de plataformas digitales
utilizadas a diario por los ejecutivos, van a echar humo de la gran
cantidad de ofertas de servicios que van a recibir entremezclada con
todo tipo de publicidad. De manera que solo aquellos proveedores que
conozcan bien su nicho de mercado y que realicen una estrategia
directa y efectiva... podrán considerar que les ha tocado la
lotería.
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