martes, 21 de julio de 2009

La conquista del espacio

Hoy se celebra el 40 aniversario de la llegada del hombre a la luna; una discutida efeméride que cambió el rumbo de la historia, que tuvo lugar en un 21 de Julio del año 1969 y que fue, sin duda, uno de los acontecimientos más importantes para todos los de la generación de mediados de los sesenta.

Hay infinidad de cosas que recordar de todo cuanto aconteció hace ahora 40 años referente a ese hecho histórico, pero me voy a quedar sólo con un par de recuerdos y de los que de un modo directo o indirecto ya hice mención en este blog, pero que hoy... es de obligado homenaje.

Por un lado está el fabuloso álbum de cromos con el que cervezas DAMM nos obsequió, titulado: “Homenaje a la conquista del espacio”, una colección de 82 cromos a través de los cuales se repasa la llegada del Apollo XI a la luna, se habla de su tripulación, de cómo era el Apollo y sus diversos módulos, etc. Un álbum que encandiló a todos los que lo tuvimos de niños y que admirados, pasábamos sus páginas deseosos de tener la colección completa y poder disfrutar de ella.

Personalmente tuve la suerte de hacerme no hace mucho con un ejemplar en el cual está la colección completa. Debo decir que lo conseguí a petición de mi mujer ya que vivió una desagradable anécdota con él.

Resulta que la publicidad del álbum aseguraba que a todos aquellos niños que completasen su colección, cervezas DAMM les obsequiaría con un juego llamado: “Viaje a la Luna”. Para ello debías darle a tu tendero tu álbum completo, él lo entregaba al distribuidor de cervezas que en su próxima visita a la tienda haría entrega del álbum y del juego para que el tendero se lo diese al niño.

Mi mujer completó la colección, hizo entrega de su álbum al tendero, y 40 años más tarde, aún está esperando la llegada del distribuidor con su álbum y su juego.

De modo que en cuanto nos pusimos en esto de recuperar juguetes y recuerdos setenteros, una de las cosas que estaba como prioritaria en su lista, era, como no... su álbum del homenaje a la conquista del espacio, y del que actualmente disfrutamos los dos.

El segundo y último recuerdo de esta efeméride proviene de la casa Monta-Plex y se trata de los modelos en plástico de figuras montables correspondientes a la cápsula Apollo XI, el módulo lunar y la araña; todo un conjunto alojado en la parte superior del cohete Saturno V, cuyas características más relevantes eran: una altura similar a la de un edificio de 35 pisos, un peso de unas 3.000 toneladas y una velocidad superior a los 40.000 Km/h. El Saturno constaba de 5 motores y su utilidad era la de trasladar todo el conjunto en su primera fase del viaje a la luna.

Durante el transcurso del viaje, cada fase del Saturno iba desprendiéndose y perdiéndose, quedando en viaje la cápsula Apollo con su módulo lunar y la araña que prosiguieron su viaje a la luna. El alunizaje se produjo con el módulo lunar y la araña mientras que la cápsula quedó orbitando alrededor de la luna. De regreso a la tierra, sólo tenía que despegar el módulo lunar quedando la araña abandonada en la superficie de la luna. El módulo lunar se adhirió nuevamente a la cápsula Apollo y siendo ésta la única pieza del conjunto que logró penetrar en la atmósfera terrestre y cayendo al mar, lugar donde fueron rescatados los astronautas. Todo salió según ese plan previsto.

Con respecto a la polémica; es bien fácil: quien aún no crea que el hombre llegó a la luna... no tiene más que darse una vueltilla por nuestro satélite y buscar la araña. En caso de no encontrarla... podemos empezar a cuestionar el tema, pero por ahora, feliz 40 aniversario! ;-)

Entradas relacionadas en este blog:
La llegada del hombre a la Luna
Llegó el Apolo XI a l Luna?














Imágenes correspondientes al álbum de cromos de cervezas DAMM y a las figuras de plástico de Monta-Plex. Colección particular.

jueves, 16 de julio de 2009

La Xibeca DAMM

En realidad, no tenía en lo más mínimo pensado dedicar una entrada a la cerveza, pero... estoy trabajando en otra que si todo va bien, postearé el próximo día 21 de este mes con motivo de la celebración de una efeméride muy importante. Adivinan cuál? El caso es que rebuscando entre la gran cantidad de material que tengo sobre el tema me he encontrado con la foto que muestro en la entrada y que me ha traído innumerables recuerdos de finales de los 60, principios de los 70.

Recuerdan los remedios caseros?

Mi yaya Lola era una experta en curarme todos los males con agua del Carmen, que al igual que los monjes de la comunidad religiosa de las Carmelitas descalzas, elaboraba ella con una receta artesanal que más o menos contenía los siguientes ingredientes:

- 1 litro de alcohol de 80 grados.
- ½ litro de agua.
- 20 cucharadas de hojas y flores de melisa trituradas.
- 40 gramos de corteza de limón.
- 10 gramos de canela.
- 10 clavos de olor.

Al parecer esa receta era la que los citados monjes llevaban elaborando desde el año 1611, pero lo importante es mantener, como dato, el primero de los ingredientes: 1 litro de alcohol de 80 grados.

También he recordado, entre otras cosas, alguna que otra merienda en la que mi bisabuela Rosario me preparaba rebanadas de pan con vino tinto y azúcar.

Curiosamente, quizá desde la última vez que mi bisabuela Rosario me preparó la última merienda, o desde la última vez que mi yaya Lola me dio agua del Carmen... apenas he vuelto a probar el alcohol en ninguna de sus múltiples variantes.

Detesto el vino; mi paladar sería incapaz de distinguir entre un tetrabrik de Don Simón y el mejor de los caldos elaborado con las más selectas uvas.

Odio las bebidas hechas a base de combinados. Cuando de joven fui a alguna discoteca (sin duda por error), lejos de pedirme un cubata o un Gintonic, acostumbraba a pedir un zumo o una Coca-Cola. Recuerdo incluso, que en una ocasión pedí un yogur... Bueno. Qué hay de malo?... me apetecía. Además... jamás he entendido esa estúpida manía de hacer polvo una buena Coca-Cola mezclándola con una mierda de ginebra o de ron... no sé.

Con el Champán o el Cava, pongo una caras de asco que tiran de espaldas, y con el wisky experimento la misma sensación que si le doy un lametón a una puerta recién barnizada.

En definitiva; que pese a que en mi infancia se me dieron rebanadas de pan con vino tinto y aguas del Carmen, está claro que no estaba llamado a darme a la bebida, ni mucho menos.

Eso no significa que no me haya cogido algún que otro pedo del quince. He sido joven y he disfrutado de esa etapa como el que más, así que cuando había que pillarla no me andaba con tonterías y la pillaba como el que más, sólo que yo agarraba mis borracheras con un estricto sentido práctico, y debido a que nada que contuviese alcohol me gustaba, tiraba por el camino más corto entre los dos puntos: punto A – estar sereno, punto B – terminar al borde del coma etílico, y esa distancia más corta siempre ha sido la línea recta, de modo que yo me apalancaba con mi botella de tequila blanco y entonando un "Viva México" a voz en grito, me agarraba mi melopea cuando se terciaba la ocasión. El tequila tiene la ventaja de que debes beberlo de un golpe, así que eso me evitaba sentir el desagradable sabor del alcohol ya que el líquido pasaba directamente del interior del vaso al interior de mi estómago sin hacer parada en el paladar.

Reencontrarme con la foto que muestro en la entrada me ha ayudado a reconciliarme con mi bisabuela Rosario y con mi yaya Lola, ya que me ha hecho recordar que en los 60 y 70, darle pequeñas dosis de alcohol a un niño era algo de lo más normal. Creen lo contrario?... miren la foto; la familia reunida en torno a la mesa y todos con unos tremendos vasos llenos de cerveza. Si la escena representa el mediodía, esos críos iban a la escuela con una mierda apoteósica, y si era por la noche a la hora de cenar, sin duda caían en la cama como angelitos, pero no sólo en brazos de Morfeo... en esa cama se encontraban Morfeo, los niños, Baco, vaya... toda una orgía!

A buenas horas en el año 2009, una marca de bebidas alcohólicas se atreve a hacer una publicidad con el eslogan: “Disfrute Ud. y sus hijos con la bebida tal” y que tal bebida contenga alcohol. Buenooooo... las asociaciones en defensa del menor saltarían sobre las yugulares de los publicistas y les harían trizas.

Los setenta... eran otra historia!

Para terminar de documentar el dato anecdótico aprovecho para dejarles la siguiente información: Desde su aparición en 1968 la cerveza Xibeca fue, y sigue siendo todo un clásico para los bebedores cerveceros. Su estilo es el Pilsen caracterizado por un suave sabor y un carácter refrescante con un 4’6% de volumen de alcohol, y para su óptima consumición a una temperatura de entre los 5 y 7 grados. Ya me dirán que tal... yo me pido un zumo.


domingo, 12 de julio de 2009

Made in Spain

Clicar la imagen para verla en grande


Ayer sábado estuve trabajando y casi, terminando un libro que debo entregarle a mi editor a finales de este mes de Julio.

El caso es que siempre que trabajo en sábado (últimamente muy a menudo) me da la sensación de que estoy castigado mientras que veo como el resto de gente pasea con sus familias y disfruta de su fin de semana. Así que aunque empiezo muy bien, a medida que van pasando las horas va decayendo mi ánimo y voy dedicando lo que queda de jornada a cuestiones más... “entretenidas”.

Ayer, por ejemplo, me dio por hacer inventario de mi colección de juguetes y de baratijas de kiosco setenteras; tengo una buena colección, cosa que me alegra, pero jamás dejará de sorprenderme ver en todos los blisters, cajas, sobres, etc, esa inscripción que dice: “Made in Spain”. Actualmente ningún juguete es Made in Spain, todos vienen de la China y Taiwán.

Pues bien... me vino a la cabeza la idea de ponerme manos a la obra con este gag que aprovecho para mostrar en esta entrada; un poco como homenaje póstumo a nuestro Made in Spain, y otro poco como reflexión sobre: Qué pasaría si Dios descubriese que él no ha creado el mundo? Qué sucedería si descubriese que se trata de un producto “Made in China”?

Feliz domingo a todos ;-)

sábado, 11 de julio de 2009

Dancing in the Street


Tema compuesto en 1964 por William Stevenson "Mickey" y escrita por Stevenson y Marvin Gaye. La canción fue presentada por ambos a Martha Reeves cuando esta formó parte de los estudios de La Motown. Cuando Gaye escuchó la maqueta con la canción interpretada por Martha, ya no tuvo ninguna duda en que sería ella, junto a The Vandellas quienes grabarían el tema original.

Una segunda versión que también se convirtió en un auténtico Hit, fue el llevado a término en 1985 por Mike Jagger y David Bowie actuando en duo, e interpretando la canción para el movimiento de caridad "Live Aid". A partir de ahí, innumerables revisiones interpretadas por un sinfin de artistas han convertido a este tema en un auténtico clásico.

jueves, 9 de julio de 2009

Ojo al dardo

Al Eloy le faltaba un ojo, el derecho. Su ojo marrón había sido sustituido por uno de cristal que si mantenía quieta la mirada apenas se distinguía del bueno, del de verdad. Lo que sucedía es que cuando miraba aquí o allá, el ojo de cristal perdía ligeramente el rumbo y evidenciaba que tenía algo raro o que se encontraba allí, un poco... como de visita, pero que en ningún caso esa cuenca era, ni de coña, su espacio natural.

Eloy perdió ese ojo a los trece años en una pelea con los chicos del barrio chino. Cuentan las vecinas que desde un balcón alguien le arreó una perdigonada con una carabina de aire comprimido, le estalló el globo ocular dentro de la cabeza, y adiós ojo.

A todas luces eso de que te falte un ojo no hace ninguna gracia, pero... no sé porque extraña razón todos envidiábamos a Eloy. Era evidente que poder presumir de haber perdido un ojo en una batalla con los chicos del barrio chino, es algo de lo que se puede andar fanfarroneando toda una vida, y Eloy hacía un más que inmejorable uso de “su tara” y de su historia para lograr así el respeto de todos los que le conocían.

Eloy ligaba como pocos. A veces, nos encontrábamos un pequeño grupito de amigos sentados en el escalón de una portería y comiendo golosinas del kiosco del Sr. Sánchez cuando se nos cruzaban algunas de esas chicas del barrio. Las muy condenadas crecían como las malas hierbas, cuatro días antes habían estado jugando con nosotros a canicas, pero te levantabas una mañana y zas!, se habían convertido en hembras de las de verdad. Les habían crecido unas impresionantes tetas y sus culos nos desafiaban con un insultante vaivén en el que claramente nos decían “Aún no chicos... aún os quedan mocos por limpiar antes de magrear uno como este”. Esos culos se alejaban de nosotros mientras permanecíamos allí sentados, sin perderlos de vista hasta que desaparecían en el horizonte o doblaban alguna esquina. Allí estábamos inmóviles y salivando, o por el dulce de las chuches o por los libidinosos pensamientos que acelerados recorrían nuestras mentes. Siempre nos hacíamos comentarios uno a otro.

—Eh!... Has visto a la Mercé? Está como un queso.
—Joder que si la he visto... no podía dejar de mirar.
—Yo me “la hacía” sin pensármelo dos veces.

Y siempre, invariablemente siempre... se rompía el encanto.

—Tarde... creo que es novia del Eloy. Mi hermano les vio metiéndose la lengua hasta la traquea.
—También? Todas son novias del Eloy! Eso de tener una tara mola...
—Estás seguro? “Jimmy el dos pistolas” no se come una rosca.

Y todos nos echábamos a reír. “Jimmy el dos pistolas” era un tipo de mediana edad, se llamaba Jaume y había sido trabajador en la Philips, pero no sabemos en que mierda de máquina perdió los dos brazos, justo por encima de los codos. Cuentan las vecinas que había hecho más horas extraordinarias de las que un cuerpo podía soportar, finalmente se quedó dormido mientras manipulaba la máquina, una manga de su mono de trabajo se enganchó en un engranaje y para cuando sus compañeros pudieron reaccionar, unos amasijos de carne colgaban de sus hombros, y adiós brazos.

Nuestra única tara por aquel entonces era nuestra edad; unos malditos once años que no servían absolutamente para nada. Demasiado críos para andar pensando en culos, demasiado mayores para comer golosinas, y por encima de todo, demasiado estúpidos para dejar de hacer ninguna de ambas cosas. Echábamos mano a nuestros bolsillos a ver qué podíamos comprar más, ya que a falta de un buen par de tetas, las gominolas del Sr. Sánchez estaban para chuparse los dedos, así que tomamos de nuevo el kiosco al asalto para llenarnos el estómago de porquería y luego... a pelear con las madres por dejarnos las insulsas lentejas de la cena.

—Hostias! Qué es eso? —todos teníamos nuestros ojos puestos en las golosinas, pero el Boliche tenía ojos para todo.
—Son dardos —dijo el Sr. Sánchez —. Me los han traído esta mañana.

Y allí estaban, unos dardos de plástico, la cosa más simple del mundo compuesta de un cuerpo, un cabezal y en su interior un clavo de ferretería, pero nos parecieron magníficos.

—Y para qué sirven Sr. Sánchez? —preguntó Alberto.
—Pues para lo que sirven los dardos. Puedes clavarlos en una diana, en una puerta... —El Sr. Sánchez siempre tenía respuestas.
—Y qué valen? —pregunté.
—Un dardo tres pesetas, dos un duro.

Inmediatamente hicimos cuentas y podíamos comprarnos uno para cada uno y aún sobraba algo para gominolas.

Nuestras tardes con los dardos kiosqueros fueron divertidas, al principio buscábamos alguna tabla vieja, pintábamos en ella una diana con tiza y hacíamos puntería. Luego, aburridos de la normalidad, empezamos a lanzar los dardos sobre cualquier superficie para comprobar si se clavaban o no, pero finalmente... las guerras de dardos se convirtieron en lo normal. Correteábamos por las calles formando dos equipos, fuimos comprándonos más y más dardos hasta poseer un auténtico arsenal. Había que andar listo a la hora de esquivar, no llegaban a clavarse en los brazos o en las piernas, pero el pinchazo dolía una barbaridad.

Nuestras madres se echaban las manos a la cabeza cuando nos veían desnudos por casa.

—Hijo!... Qué son esos pinchazos?
—Qué sé yo mamá?... serán las chinches
—Chinches? Oye desgraciado! que en esta casa somos pobres, pero tu madre es muy limpia!

Inevitablemente terminaron descubriendo que el motivo de los pinchazos eran los dardos. Nuestras madres salían a tender a los balcones, mantenían sus charlas con las vecinas de al lado y de enfrente, y nos veían a nosotros enfrascados en nuestras batallas.

—Queréis dejar de jugar con esas mierdas? Os vais a sacar un ojo!!

Hey!... un ojo!... A todas luces eso de que te falte un ojo no hace ninguna gracia, pero... no sé porque extraña razón todos pensamos que sin un ojo, quizá existía la posibilidad de ver más de cerca... uno de esos culos.

Dardos kiosqueros de los años 60 y 70. Colección particular.

lunes, 6 de julio de 2009

Fin de curso y... vacaciones

Hace escasamente una semana que tenemos a los hijos en casa. Terminó el cole y las vacaciones -para ellos- ya son una realidad.

Para los padres eso es una prueba de fuego en la que nuestros nervios, o resisten... o nos hacen perder los papeles en más de una ocasión, soltar cuatro gritos y dejar escapar alguna que otra colleja. Es el momento en el que más queremos a nuestros hijos por el hecho de compartir más horas con ellos, pero a la vez, el momento en el que más deseamos tenerlos lejos ya que evidentemente... son muchas horas!!!

Cuando las vacaciones son para todos la cosa ya es distinta y se comparten la mayoría de momentos buenos, pero... llegar de trabajar, encontrar a la pequeña llorando porque su hermano le ha sumergido a su muñeca en la bañera, o comprobar que ninguno de los dos ha hecho sus tareas a lo largo de todo el día, ni se han ordenado su habitación... es para coger y regresarse al trabajo ya que al menos allí puedes mandar a hacer puñetas a algún cliente y no verle más el pelo si se pone más borde de la cuenta, cosa... que no puedes hacer con un hijo. Que lindos! Home Sweet Home!!

De todos modos... nunca está de más recurrir a los rincones de nuestra memoria y recordar qué éramos nosotros cuando teníamos más o menos esas edades, y cuanto tenían que morderse los lábios nuestros padres, contar hasta 10... e incluso hasta 100 antes de soltarnos un sonoro galletazo.

La siguiente historia hizo que yo pasase a convertirme en la mayor frustración de mi padre y que practicamente no me dirigiese la palabra durante un año.

Mi padre nunca llegó a entender esa obsesión mía por dejar los estudios. Para él, estudiar, matricularme en medicina, hacerme médico y ganar una fortuna montando mi propia clínica en el futuro... era tan sólo cuestión de proponérmelo. Así de fácil!

El caso es que llegaron las notas finales de 8º de E.G.B y mi graduado escolar con un suficiente pelado andaba por dentro de mi cartera puesto de cualquier manera, arrugado y algo manchado del chocolate, que como consecuencia del calor, se había desparramado del Bimbollo que no me comí a la hora del almuerzo.

Cuando de mi mano, mi padre recibió mis notas y ese graduado que parecía salido de una pelea de gallos, la cara de papá se convirtió en un poema.

—Hijo, parece mentira que no te des cuenta lo que podrías hacer con tu futuro y no haces —me dijo.

Yo tenía algo de prisa por meterme en mi habitación, encender mi radiocasete y colocar en él alguna cinta de Soul o de Blues, desde entonces y hasta día de hoy, siempre he sido un auténtico fan de la música negra y de todo aquello que tiene que ver con los negros en general. Imagino que algo influenciado por algunos que vivían en mi barrio y porque tenía una edad en la que las chicas empezaban a ser algo realmente importante, y en mi caso, las chicas negras lo eran de una manera especial. Pero mi padre quería dar inicio a eso de... mantener una charla paterno filial.

—Yo no te exigiría absolutamente nada sí viese que no puedes hijo, pero... un suficiente. Con un poco más que te hubieses esforzado esta nota podría haber sido muy superior. No te das cuenta? —preguntó. Y al rato, con mi graduado entre sus manos, exclamó —. Además. Crees que estas son formas de guardar esto? Míralo... está sucio, arrugado, manchado! Que desastre Señor... que desastre!

Mi madre contemplaba la escena en silencio apoyada en el quicio de la puerta de la cocina. Con su mirada estaba diciéndome: "Que ganas de hacer sufrir a tu padre. Con lo poco que te costaría tenerlo contento". Cosa que me había repetido una y otra vez, casi como quien dice... desde el parvulario. Y es que en esto de no dar la talla en un aula... yo fui un niño precoz.

—Vamos a ver —mi viejo trataba de poner orden a sus pensamientos y de justificar "algo", lo que fuese, con el fin de encontrar una explicación —. No te das cuenta de que podrías ser lo que te diese la gana en esta vida? Aunque lo parezcas... no eres tonto. A ver, dime!... Que te gustaría ser? —preguntó —. Seguro que te darás cuenta de que cualquier cosa se puede conseguir con algo de esfuerzo —e insistió en la pregunta —. Dime. Qué te gustaría ser?.

Pensé durante unos instantes mientras trataba de recordar el título de una de las canciones de Robert Johnson que me apetecía escuchar en el casete.

—Negro. Me gustaría ser negro —le contesté.

Imágenes correspondientes a material escolar de los 60 y los 70. Colección particular.