Todo empezó porque Blake Edwards, el director del film de “La Pantera Rosa” necesitaba algo original para los títulos de crédito de su película protagonizada por Peter Sellers, y que trataba de un ladrón de joyas que deseaba hacerse con un valiosísimo diamante cuyo nombre era el que le daba el título al film. El actor Peter Sellers, encarnando a un torpe inspector, tenía la misión de recuperar la joya en la que fue una divertida comedia que dio lugar a varias secuelas que tuvieron un éxito más bien regular.
Entre cientos de bocetos realizados por varios dibujantes y diferentes estudios, Blake Edwards decidió que el personaje que encabezaría la película en sus créditos, sería la que posteriormente iba a convertirse en una estrella a nivel internacional y que fue creada por un veterano de la industria de la animación en USA, Isador “Friz” Freleng, un gran ilustrador y animador con un estilo sencillo, elegante y un peculiar sentido del humor.
La película se estrenó en el año 1963, y quizá nadie la recordaría de no ser precisamente por eso, por el personaje que abría los créditos y que causó gran impacto entre los espectadores.
Blake Edwards decidió llevar al personaje de La Pantera Rosa más allá del que fue su cometido inicial, de modo que realizó un corto titulado “The Pink Phink” que fue galardonado en 1964 con un Oscar de la academia y que sirvió de episodio piloto a la que posteriormente sería una exitosa serie de animación con cortos de aproximadamente 6 minutos y que se emitió desde 1964 hasta 1980 en un total de 124 capítulos. También recibió una nominación al Oscar el inolvidable tema musical de la serie creado por Henry Mancini,todo un clásico.
Durante los 70’s, en España, pudimos disfrutar de los episodios de este personaje con un toque británico, un andar peculiar, una elegancia exquisita y un humor que nos dejaba boquiabiertos todos los domingos por la tarde frente al televisor. El que fue conocido como “El Show de la Pantera Rosa” se convirtió en líder de audiencia en esos tiempos en los que únicamente habían un par de cadenas de televisión y en el que niños y mayores lo pasamos en grande con sus aventuras. En su Show, a la Pantera le acompañaban otros personajes tales como El inspector Clouseau y su ayudante Dodo, el oso hormiguero y la hormiga, pero el que sin duda se convirtió también en imprescindible fue el hombrecillo blanco que acompañaba a la pantera en muchos de sus episodios, y que reaccionaba coléricamente ante la flema de la protagonista.
Como anécdota personal les contaré que durante los años 1993 y 1994 tuve la posibilidad de trabajar con Art Leonardi, uno de los animadores principales de La Pantera Rosa en su época, y posteriormente director de animación de la serie en la que ambos coincidimos, concretamente “Problem Child” producida por Universal Pictures. Dicha serie constó de dos temporadas, pero Art Leonardi, otros animadores y yo, participamos únicamente en la primera de ellas compuesta por 13 episodios; imagino que en la segunda temporada trabajaron otros, pero fuimos muchos los que no pudimos soportar ni un instante más la tiranía del productor con el que nos tocó dejarnos las pestañas sobre nuestros tableros de animación. Una lástima, ya que Art Leonardi, aparte de ser una leyenda viva del mundo de la animación, fue un buen compañero de trabajo y un cuidadoso profesional que preparó unos detallados cuadernos de producción para unificar los estilos de todos los dibujantes que participamos en aquella producción. Lamentablemente, a Art y a mi, nos tocó coincidir en un proyecto en el que, al parecer, al productor tan solo le interesaba meternos prisa para terminar con aquello lo antes posible, Así que sin perder el ánimo... nos fuimos a animar a otra parte.
Les dejo con el episodio piloto y primer capítulo de la serie “La Pantera Rosa".
Adjunto también la intro y el ending que, sin duda recordarán, de “El Show de La Pantera Rosa”.
Y para terminar, un video en el que Art Leonardi realiza algunos bocetos del personaje que a día de hoy, sigue siendo considerado como la protagonista de una de las mejores series de animación.
Esta mañana he madrugado (mi abuelo me dijo siempre que madrugar no era del todo bueno, casi tan malo... como levantarse demasiado tarde). Para mi sorpresa, me he llevado uno de los sustos más grandes que recuerdo en los últimos tiempos, aunque por otra parte, debo reconocer que por un momento, se me ha hecho “casi” realidad un sueño que hace tiempo me ronda por la cabeza.
Resulta que he salido del portal de mi casa sobre las siete de la mañana –mas dormido que despierto- y un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, con patillas, pantalones de campana, melenas al viento y demás, andaban proclamando en una no demasiado multitudinaria manifestación, no sé que consignas, a la vez que a sus espaldas un grupo de grises cargaban sobre ellos y repartían porrazos disolviendo violentamente el disturbio. En la acera se hallaban aparcados SEAT 600, 850, y 124. Todo era tan sorprendente como real. Los carteles y los escaparates de los comercios, el ambiente de la calle y la gente que contemplaba lo que en esos momentos estaba sucediendo lucían un aspecto que no dejaba lugar a dudas... esta mañana, aun no recuperado de mi estado de somnolencia y a falta de mi café matinal, me he dado cuenta de que algo extraño había sucedido y de que sin duda, en algún tramo del ascensor de mi inmueble había atravesado una puerta en el tiempo y me hallaba en plena década de los 70!!
Con la de veces que he soñado últimamente que me sucediese algo así. Que aunque sólo fuese durante 24 horas, tuviese la oportunidad de pasar unos instantes en 1970 y poder contemplar con ojos de adulto cómo era, de nuevo, la vida en los lugares en los que transcurrió mi infancia!!!
Pues bien; el ambiente setentero y todo lo que ello conllevaba, con grises incluidos, estaba allí, ante mis incrédulos ojos.
En medio de todo el alboroto alguien me gritaba.
— Apártese por favor! Va a entrar en campo!
Desconcertado he dirigido la mirada hacia una joven que me hacía unos exagerados ademanes y que tan sólo los ha interrumpido cuando una mecánica voz ha sonado de los walkie-talkie que llevaba colgados de su cintura.
En esos momentos los grises han detenido su persecución tras el grupúsculo de jóvenes, y fuerzas del orden público, manifestantes y mirones se han dirigido hacia unas mesas improvisadas en las que se encontraba un suculento catering. El aroma a café ha entrado en mis narices y casi ha sido suficiente para que empezase a percibir la realidad de todo aquello.
Numerosos miembros de un equipo técnico se sacaban los auriculares que adornaban sus orejas, dejaban sus cámaras, sus focos y sus enormes paneles reflectores y se dirigían con el resto a saborear un rico café con pastas y bocadillos de york y queso con pan con tomate.
He preguntado a la joven de los walkie que a qué se debía todo aquello, y me ha contado que se trataba de la filmación de un corto de un alumno de la ESCAC, la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya y de que he estado a punto de arruinar una escena metiéndome por medio.
A decir verdad he suspirado de alivio al darme cuenta de que me encontraba en enero de 2010 y de que todo mi desconcierto se había producido por una terrible coincidencia unida a mi falta de sueño, pero por otra parte, no he podido disimular la frustración que me ha embargado al percatarme de que mi sueño no se había cumplido y de que pese a que sería un buen argumento para una película, no dejaba de ser eso... un simple buen argumento, pero algo difícil de que suceda en la realidad.
Pensando aún en todo ello y algo traspuesto por el sobresalto, me he dirigido hacia el kiosco de la esquina para comprar algo de prensa y vaya!... parecía que el sueño continuaba y se resistía a abandonarme. Mi kioskero habitual estaba rodeado de ejemplares enfundados en enormes blisters que contenían el material de los viejos kioscos setenteros: Esther y su mundo, El Jabato, Heidi, los cuentos clásicos de Disney, etc.
— Definitivamente vuelven los 70. Eh?— me ha comentado el kioskero con complicidad.
— Bufff... y que lo digas!— he respondido.
Y no he podido evitarlo; he comprado el primer fascículo y CD de la colección de Heidi para llevarlo a casa, compartirlo con mi mujer y mis hijos y continuar reviviendo esos años, pero desde el recuerdo y sin necesidad de volvernos locos.
Les dejo el opening y el ending de esa serie que sin duda, es ya legendaria.
En su línea de productos coleccionables acompañados de un sabroso chicle de fresa, la casa Gallina Blanca con sus famosísimos chicles Dunkin, lanzó al mercado en 1968 una de las colecciones que más versiones ha tenido a lo largo y ancho de todo el mundo. Se trató de la colección de figuras monocromas de personajes de la Warner llamada “El Conejo de la Suerte”.
Esta colección se comercializó por Dunkin en sus populares colores: Rojo, verde, amarillo, azul, naranja y blanco. Constituyeron uno de los encantos kiosqueros de la época ya que por una peseta se podía gozar de las figuras coleccionables y del exquisito chicle.
Recuerdo que las figuras del coyote y del correcaminos eran motivo de avaricia por parte de los que fuimos niños en aquellos tiempos. Cierto es que Bugs Bunny era el personaje estelar, pero los dos anteriormente citados tenían sus indiscutibles puntos... “débiles”, las orejas del coyote, así como la cola del correcaminos, se rompían con gran facilidad, así que si alguien quería intercambiar figuras... el precio a pagar por una de esas dos, era considerablemente elevado.
Bugs Bunny fue el protagonista indiscutible de la colección así como de numerosas series de televisión de Warner Bros tales como Looney Tunes o Merrie Melodies, y que le valieron un Oscar de Hollywood. Los creadores del personaje se inspiraron en Grouxo Marx para dotarle de una personalidad desenfadada y capaz de bromear a pesar de que un inminente peligro estuviese amenazando. Sus andares con su zanahoria emulan, sin lugar a dudas, el característico modo de andar de Groucho con su puro.
El animador Ben Hardaway fue el creador del prototipo del personaje y el responsable de su primera aparición en un corto titulado “Porky’s Hare Hunt” (30 de abril de 1938). Mel Blanc dio la voz al personaje que ya le caracterizó siempre.
Más tarde en 1939 Chuck Jones dirigió el corto titulado “Prest-O Change-O”, donde actuaba como mascota del mago Sham-Fu. En el mismo año protagoniza su tercer cortometraje “Hare-um Scare-um” en el que el animador Gil Turner fue el primero en darle el nombre al conejo al escribir Bugs Bunny en una hoja de modelo del personaje. En los cortos anteriores era conocido como Happy Rabbit.
Se puede considerar que el primer papel de Bugs Bunny, con la personalidad y carácter completamente formado, es en el corto “A Wild Ware” (27 de julio de 1940) dirigido por Tex Avery, y en el que emerge por primera vez de su madriguera comiendo su zanahoria, para decirle al gruñón cazador Helmer... Qué hay de nuevo viejo?, siendo además, la primera vez en que ambos personajes coincidieron.
A lo largo de su dilatada carrera como actor de papel y siendo ya una estrella a nivel internacional, Bugs pasó por las manos de los mejores directores de animación de la década de los 60: Friz Freleng, Robert McKimson, Tex Avery, Chuck Jones.
El Oscar lo ganó con el corto "Knighty Knight Bugs" (1958) dirigido por Frez Freleng, pero tal vez el director que le dio mayor continuidad y proyección estelar fue el aclamado Chuck Jones, como ejemplo basta citar que uno de los clásicos de Jones con Bugs como protagonista fue What’s Opera, Doc? (1957) en el cual Bugs parodia el clásico de Wagner, El anillo del Nibelungo, y ha sido considerado “culturalmente significativo” por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y seleccionado para ser preservado en el registro nacional de películas, siendo el primer dibujo animado en alcanzar este honor.
Lo que más llegó de Bugs Bunny y del resto de los personajes Warner a nosotros, en ese periodo de nuestra infancia, fueron los cortometrajes que desde 1948 formaron parte de Looney Tunes y Merrie Melodies, dentro de un espacio televisivo que los agrupaba junto con nuevas obras y titulado: “El Show de Bugs Bunny” que se empezó a emitir en 1960 y permaneció en antena durante, ni más ni menos... 40 años.
En 1981 La casa de pastelitos Ortiz lanzó al mercado una nueva reedición de los personajes utilizando los viejos moldes Dunkin y devolviendo el recuerdo a los que fueron niños en esa generación. Si vale... no estuvieron mal esos muñequitos de Ortiz, pero. Para qué negarlo? Los que crecimos con los Dunkin de 1968 lo hicimos con los genuinos y originales... siempre nos quedará eso aunque desconocíamos el nombre de algunos personajes, Ortiz llevaba en cada pastelito un cromo a modo de catálogo en el que los dichosos nombres aparecían para poner las cosas más fáciles. Y es que a nosotros... no se nos lo tenía que dar todo hecho :-D
A continuación tres videos que no debería perderse ningún nostálgico como Dios manda:
El primero es el anuncio de televisión con el que Dunkin promocionaba su producto y subido a internet por Quatermass al que nunca se le podrá estar lo suficientemente agradecido por ese detalle.
El segundo se trata de la intro de “El Show de Bugs Bunny” que popularizó a los personajes entre nosotros y que llenó de alegría nuestras tardes de merienda.
El tercero es el ending de “El Show de Porky”, otro de los populares personajes aparecidos en la colección de figuras monocromas Dunkin. Ahí les dejo en buena compañía y con gratos recuerdos.
Créditos de las imágenes: 1.- Sobre de chicle Dunkin "Conejo de la suerte" subido al foro de Dunkin por Javier 1704 / 2.- Colección particular de figuras de "El conejo de la Suerte" Dunkin del Kioskero del Antifaz / 3.- Hoja modelo de animación de Bugs Bunny extraida del libro "Chuck Reducks" / 4.- Fotografia en su mesa de trabajo de Chuck Jones extraida del libro "Chuck Amuk" / 5.- Colección de figuritas Warner de Ortiz (1981) subida al foro Dunkin por Javier 1704.
Y ya saben... Eso es to, eso es to, eso es todo amigos ;-)
Los viernes acostumbran a ser días para el relax en este espacio nostálgico. El fin de semana está a la vuelta de la esquina y quien más y quien menos tiene ganas de liberarse de tensiones, de quitarse de encima la presión acumulada durante la semana y de abandonarse tranquilamente en brazos de la pereza. Por eso normalmente los viernes les dejo en compañía de algún tema musical de la época en la que fuimos preadolescentes y en la que la única presión era la que ejercían nuestras efervescentes hormonas. También es cierto que si los viernes les dejo en esa compañía musical es por una promesa que le hice a Ana y que pienso seguir cumpliendo a pesar de que hoy hago una excepción. Sin duda que Ana sabrá entender y disculpar este pequeño devaneo, pero la actualidad obliga aunque a veces, la jodida actualidad no sea necesariamente... alegre. De modo que la música prevista para hoy será posteada mañana y la presente entrada irá dedicada a un lamentable acontecimiento que tuvo lugar ayer en Bangkok.
Quizá algunos recordarán las aventuras de Kwai Chang Caine, y aunque así a primer vistazo no sepan de quien les hablo, seguro que reaccionan de inmediato si añado que el nombre, es el del personaje protagonista de la serie Kung Fu que catapultó a la fama al actor David Carradine encargado de dar vida al “pequeño saltamontes” a través de la pequeña pantalla. Una serie que dio aventura y emoción a un montón de críos que quedábamos literalmente atrapados frente a los televisores.
Prueba del gran éxito que la serie tuvo entre nosotros fue que en los kioscos, no tardaron en aparecer las insignias del tigre y del dragón que distinguían a los grandes luchadores, o los pins con los rostros de los personajes.
Pues bien, aunque los 60 episodios de la serie dejaron de emitirse en los setenta, ahora... ya será imposible que sus productores puedan plantearse una secuela con su protagonista casi 40 años más tarde, al menos con quien fue su protagonista genuino, David Carradine.
El actor se encontraba en Tailandia desde el pasado martes con motivo del rodaje de una nueva película, pero desafortunadamente fue hallado muerto en su habitación ayer día 4 de junio. El cuerpo apareció ahorcado con los cordones de las cortinas de la que era su lujosa habitación de hotel hasta que pasó a ser el escenario de una muerte en extrañas circunstancias, aunque todo parece indicar que el ahorcamiento fue voluntario según información del diario Tailandés “La Nación”.
Cierto es que la carrera del actor fue tremendamente desigual, pero seguro que eso no fue más que un grano de arena en la terrible montaña de conflictos que debieron ofuscar a su ser para llegar a tan terrible desenlace. El personaje en la serie Kung Fu que le llevó a la fama, le colgó a la vez una enorme etiqueta de la que ya no pudo desprenderse jamás. Todo su éxito cosechado le sirvió tan solo para rodar más de un centenar de películas de artes marciales de bajo presupuesto, pero pocas veces fue llamado para esos proyectos que consolidan a un actor y que le hacen merecedor del más digno de los respetos. Quentin Tarntino (nostálgico setentero donde los haya), le recupero en Kill Bill. Sin duda que para Tarantino, el actor ya tenía ese respeto, ya que al igual que muchos de nosotros se deleitó viéndole esquivar flechas y era uno más de sus muchos fans.
Curiosamente, “el pequeño saltamontes” no tuvo la misma habilidad para esquivar algunos de los muchos traspiés que da la vida.
La serie Kung Fu fue producida en los Estados Unidos entre 1972 y 1975. Fue creada por Ed Spielman y Jerry Thorpe, y coproducida y escrita por Herman Miller. La trama nos cuenta las aventuras de un monje Shaolín que viajaba por tierras del viejo Oeste y cuyas únicas armas eran su destreza en las artes marciales y la fuerza interior de su poderosa filosofía. El vagar del protagonista tiene como objetivo el reencontrarse con su hermano, Danny Caine y empezar una nueva vida en familia.
Sirva esta entrada como recuerdo de la serie y de las baratijas de kiosco con las que pasamos inolvidables momentos. A la vez, sirva también como homenaje personal al actor y para que se apunten a él cuantos lo deseen dejando sus comentarios.
Larga vida y buen trayecto por el inescrutable camino del tigre y del dragón.
Creditos de las imágenes: 1ª Fotograma de la serie de TV Kung Fu, 2ª Pegatinas adhesivas del tigre y el dragón y pin de plástico de David Carradine encarnando al protagonista de la serie; ambas de mi colección particular.
La famosísima serie televisiva Los Picapiedra (The Flintstones), fue creada por William Hanna y Joseph Barbera, ambos creadores de los estudios de animación estadounidenses Hanna-Barbera Enterprises. Los fundadores del estudio se conocieron en 1939 trabajando para la Metro-Goldwyn-Mayer. En 1944 crearon su propio estudio dedicándolo inicialmente a la realización de comerciales televisivos y alternándolo con su trabajo en la productora hasta que en el 1957, el departamento de animación de la MGM cerró y William y Hanna se dedicaron a sus proyectos a tiempo completo e iniciaron la producción de series para televisión.
Los Picapiedra fue una de las series de televisión que ha gozado de mayor éxito en la historia. La cadena estadounidense ABC la emitió por primera vez el 30 de septiembre de 1960 llegando a emitir hasta un total de 166 episodios.
Lo curioso fue que la serie estaba prevista para un público adulto, los personajes no sólo aparecieron en varios anuncios de la compañía de cigarrillos Winston, sino que además, el show fue presentado por dicha marca durante un largo período de tiempo. También hay que destacar el dato de que Pedro y Vilma Picapiedra fueron la primera pareja de dibujos animados en aparecer juntos en la misma cama. No obstante, el éxito fue tal que pronto gozó del favor de todos los públicos llegando a ser la primera serie de animación que se emitió en horario prime time.
A partir de 1962, los Picapiedra fue el primer dibujo animado en emitirse en color.
Lo primero que muestro de la fabulosa serie de animación de la que pudimos disfrutar durante finales de los 60's y los 70's, se trata de un spot original de la marca de cigarrillos Winston.
Seguidamente la cabecera inicial que daba lugar a los episodios de la serie.
A continuación, un episodio inédito. Se trata del capítulo piloto, el primer capítulo de los Picapiedra que se realizó para ver qué tal daban los personajes en pantalla. Como podemos observar son ligeramente distintos a los que finalmente fueron los auténticos, pero se trata de una copia de trabajo simplemente. Este capítulo se reincorporó posteriormente a la serie (el tercero de la primera temporada) con los personajes tal y como los conocemos.
Y para terminar, como no, el famoso ending que cerraba los episodios con Pedro Picapiedra gritando su archiconocido: “Vilma... abreme la puertaaaaaa!!!”.
En CanalRetro, a través de Youtube, podemos disfrutar de todos los episodios de las 6 temporadas de la serie, además de algunos especiales.
Corría el año 1976 y por los kioscos de toda España empezaron a aparecer unas navajas de plástico (las de la imagen), fabricadas por "Plásticos Domingo" y que emulaban a la navaja trapera con la que Curro Jiménez desbarrigaba a todo aquel que se cruzaba en su camino con malas intenciones. El bandolero enrollaba su manta a un brazo para bloquear los navajazos enemigos, mientras que con su otra mano blandía una descomunal trapera del tamaño de un cuchillo jamonero. Nosotros, en los patios de colegio nos enrollábamos las batas o los abrigos, y con aquellas navajillas de plástico, y poniendo cara de niños malos, nos “matábamos” con aquella peculiaridad sólo típica de los dibujos animados de que a los 10 segundos volvíamos a estar en pie, “resucitados” y dispuestos para una nueva pelea
Las aventuras y desventuras del barquero de Cantillana, fueron en nuestra infancia algo así como las películas del Far West: Un bandido “a la fuerza” de principios del siglo XIX que se vio obligado a echarse al monte perseguido por la ley. Un forajido, un personaje legendario igualito a los de las películas del Oeste que tanto admirábamos, pero con la diferencia importante de que éste, se trataba de un producto nacional y genuino al 100%. Curro Jiménez era, ni más ni menos, que un “Outlaw” Made in Spain y andaluz para más detalles.
Tal y como dice una maldición gitana: “juicios tengas, y los ganes”. Al buen Curro Jiménez, una serie de injustos pleitos le dejaron sin su barca, sin su medio de vida, y no tuvo otra alternativa que la de la venganza y la posterior huida y consiguiente vida al otro lado de la ley.
Con la navaja trapera, el pistolón en la faja, y a lomos de su caballo, Curro Jiménez galopaba por la Serranía de Ronda acompañado de su fiel banda de forajidos compuesta por: El Estudiante, El Algarrobo, El Fraile y El Gitano; interpretados por los actores: Sancho Gracia, José Sancho, Álvaro de Luna, Francisco Algora y Eduardo García respectivamente, y asumiendo magistralmente sus roles como indómitos bandoleros.
La serie fue emitida por Televisión Española entre 1976 y 1978 en tres temporadas que completaban un total de 40 episodios. Posteriormente, en 1995 Antena 3 produjo y emitió una nueva temporada compuesta de 12 episodios bajo el título de “Curro Jiménez, el regreso de una leyenda” en un intento de repetir el éxito de antaño, pero sin demasiada repercusión.
La serie se inspiró en la vida de Andres López Jiménez, un barquero que por culpa de un posible crimen pasional, tuvo que huir de su pueblo y convertirse en un conocido bandolero.
Las navajas de la primera imagen corresponden a mi colección particular de baratijas de kiosco; un par de ellas las compré hace tiempo, el resto fueron un obsequio que agradezco profundamente a Juan pliego de "La Isla"
Una serie de grato recuerdo que durante la década de los 70 mantuvo encandiladas frente al televisor a la gran mayoría de familias españolas. No faltaron, practicamente en ningún capítulo, los elementos dramáticos necesarios como para hacernos soltar alguna que otra lagrimita en las sobremesas de los domingos. Afortunadamente la familia Oleson, y principalmente la repelente Nellie Oleson, daban la pizca de ingrediente comico necesario para compensar el conjunto y crear unos argumentos bastante equilibrados.
La serie giraba entorno a la familia Ingalls encabezada por Charles Ingalls, su esposa Caroline y sus tres hijas, Mary, Laura y Carrie que juntos deciden trasladarse a Minnesota en busca de prosperidad y bienestar. Michael Landon no solo era el personaje protagonista, sino que además, fue el productor, director y guionista. Fue a principios de los 70 cuando la serie se planificó en la NBC norteamericana tomando como argumento unos textos originales escritos por la verdadera Laura Ingalls en los que narraba el estilo de vida en la frontera americana.
En el pueblo de Walnut Grove, cercano a la solitaria casa de la pradera en al cual vivía la familia Ingalls, se agolpaban una serie de personajes que se hicieron muy populares entre la audiencia de la que por entonces era la cadena única, Televisión Española. Dichos personajes, episodio tras episodio iban ganando personalidad propia y convirtiéndose, de algún modo, en protagonistas imprescindibles: la ya citada familia Oleson, el reverendo Robert Alden, el doctor Hiram Baker, Lars Hanson el fundador del pueblo, y un largo etcétera de personajes peculiares que nos acompañaron durante los fines de semana hasta principios de los 80.
Recuerdo con cariño esta serie de televisión que veía cuando era niño.
En una ocasión mis padres salieron una noche a cenar con unos amigos y me dejaron con mi yaya Lola en casa viendo la tele un rato más de lo normal; esa noche... hacían El Santo.
A la mañana siguiente me obsequiaron con una figurita de El Santo que habían comprado en algún kiosco que encontraron abierto. Bueno, yo era fan de la serie y me paseaba por el pasillo de casa tarareando la melodía de la cabecera, de modo que la ilusión que me hizo la figurita, fue tremenda.
Creo recordar que llegué a tener alguna más, ya que esa baratija de kiosco, además de hacerla en diferentes colores, el personajillo realizaba diversas actividades.
Simon Templar era el personaje principal de esta televisiva serie de ficción. Se trataba de un hombre apuesto, adinerado, sofisticado y culto que se convertía en un ladrón de guante blanco y bondadoso en favor de los más desfavorecidos. Una especie de Robin Hood moderno que en ocasiones, debía emplear métodos poco ortodoxos para conseguir sus objetivos.
El personaje de El Santo (apodo que venía de las iniciales del nombre de su protagonista “ST” Simon Templar), fue sin duda uno de los personajes de ficción más famoso de todos los tiempos; en primer lugar a través de los relatos escritos por Leslie Charteris (creador del personaje) en los años 30, Luego por una famosa serie radiofónica de la década los 40 que contaba con la voz de Vincent Price, y finalmente por la serie de televisión de producción británica y que se emitió en los Estados Unidos a principios de los 60.
En España pudimos disfrutar de ella a partir de 1969, se emitieron 71 episodios en Blanco y negro y 47 en color protagonizados, entre otros, por el actor Roger Moore que estuvo siempre acompañado de lujosos coches, encantadoras mujeres, y de una aureola que coronaba su cabeza y que pese a ella... no se despeinó jamás en ninguna de las trepidantes aventuras que vivió y que pudimos vivir con él
Ser niño es una etapa en la que uno puede quedarse si quiere. No hay ninguna ley que lo prohíba, y para ello... no hay más que cerrar los ojos con fuerza y pedirlo con convicción.
No hay nada malo en hacerse mayor; al contrario, pero el único pecado real que existe, es el de borrar al niño que fuimos de nuestra memoria.
Hay algo que no encuentras? Entra en el almacén y a ver si hay más suerte
MICROMO
En busca de las seis etapas esenciales de la vida:
Una infancia feliz.
Una adolescencia promiscua.
Una juventud exitosa.
Una madurez serena.
Una vejez lúcida.
Una muerte digna.
El Kioskero del Antifaz.
EL ÁLBUM DE FOTOS
Me equivoco si afirmo que todos estos recuerdos son comunes para la mayoría de nosotros?
A dormir pequeñin
Vamos... que uno acababa de llegar a este mundo y en lo único que pensaban nuestros progenitores era en hacernos dormir. El pretexto era que ellos necesitaban hacer lo mismo, pero... Quién en su sano juicio iba a desperdiciar tantas horas durmiendo con todo lo que había por ver?
La hora del baño
Siempre era inoportuna, siempre nos pillaba a destiempo y nos apetecía más cualquier otra cosa antes que la hora diaria del baño. Nuestros padres nos llenaban la "bañera" de juguetes de plástico con los que entretenernos; a veces esa táctica daba resultado, pero otras... no.
La hora del paseo
Nos encantaba que nuestros padres nos sacasen a pasear. Sin duda hubiese sido una experiencia mucho más gratificante si no fuese porque se empeñaban en ponernos siempre... esos dichosos gorros :-(
El poema de Navidad
En la escuela nos enseñaban un poema de Navidad que nosotros recitábamos en familia. Yo aún recuerdo uno de ellos que decía más o menos así: "Ya vienen los reyes por el arenal y al niño le traen oro, pan, vino y pañal. Oro le trae Melchor, incienso Gaspar y olorosa mirra le trae Baltasar".
De bruces con la realidad
De pequeño ya aprendí que siempre hay alguien que tiene las pelotas más grandes y que la competencia en la vida iba a ser dura.
Yo tuve un SIMCA
"Que difícil es hacer el amor en un Simca 1000, en un Simca 1000..." Ya lo decían los Inhumanos en su canción... Si, si, pero eso llegó algo más tarde, lo que realmente era bonito era... jugar con él ;-)
Cuando mi Simca se estropeaba era posible arreglarlo con escasos conocimientos de mecánica, pero es que entonces, nuestros juguetes no llevaban microchips.
También tuve un triciclo
Ya por aquel entonces las suelas de mis botas estaban llenas de polvo y de asfalto. Harley-Davidson's Kid... así me llamaban los que bien me conocían y sabían de sobra que era un tipo duro.
El estrecho balcón que servía de lugar ideal para nuestros juegos representaba para nosotros algo más que la legendaria Ruta 66.
La merienda
No es que hubiese mucho para comer, pero nunca faltaba una buena rebanada de pan con Nocilla para dejar la tripa llena.
Cumpleaños feliiiiizzz...
Por qué negarlo? Aunque ahora éso de cumplir años sea, para algunos, un engorro; de pequeños era motivo de fiesta y gran alegría: la tarta, invitar a los amigos, recibir regalos... siempre caían baratijas de kiosco a manos llenas, algún que otro juguete "de los caros", y como no... la típica tía que siempre nos regalaba ropa pensando que nos haría ilusión. Y evidentemente que por aquel entonces nada de "Happy Birthday", lo que se cantaba entonces era el "Feliz, feliz en tu día..." de los Payasos de la tele, faltaría más!
Los parques de atracciones
Una nube de algodón de azucar, una vuelta al Tio-Vivo, cuatro topetazos en los autos de choque y media docena de caramelos del tiro-Pichón, con eso... éramos los niños más felices de la tierra. Ahora no, ahora si no les llevas a Dineylandia no son nada. Los muy...
Los parques de columpios
Ya por aquellos tiempos se practicaban los deportes de riesgo de los que tanto se habla ahora. Quizá no estaban de moda el Puenting y el Rafting, pero el Toboganing... éso eran palabras mayores!
Montar en ése columpio al que me llevaba mi abuela alguna tarde, siempre fue para mi como cabalgar a lomos de mi caballo y atravesar las Montañas Rocosas.
Wild West
Todos queríamos ser Cow-Boys, desenfundar a gran velocidad nuestro Colt-35 de Joal y decir aquello de: "Ya te dije que no quería volver a verte a este lado del Mississippi... forastero"
Los veranos en la playa
Nosotros nos bañábamos en el mar y nos rebozábamos en la arena, mientras nuestras madres montaban las toallas y las sombrillas y nuestros padres gritaban eso de: "Que vienen las suecaaassss!!"
Los veranos en la piscina
Algunos veranos tocaba ir de "Ruta por España", pasar unos días de hotel, sumergirse en la piscina y ponernos morenitos con el sol de agosto. Yo llevaba siempre conmigo mi piragua hinchable de color verde con la cual flotaba en el agua de las piscinas, pero esa era sólo la realidad. En mi imaginación era un temible pirata que a bordo de su galeón surcaba los mares del sur. Por cierto... perdonarme si en la foto... os doy la espalda.
Los veranos en el pueblo
Los veranos en el pueblo quizá son los más gratamente recordados. Muchos de nosotros pasábamos parte de nuestras vacaciones en el pueblo de alguno de nuestros padres (concretamente yo iba al de mi padre; un pequeño pueblo bañado por las aguas del río Ebro). Allí vivíamos nuestras primeras experiencias en casi todo, nos reencontrabamos año tras año con nuestros amigos, y cargábamos las pilas para el regreso a la cotidianeidad de la ciudad.
La vuelta al cole
Terminadas las vacaciones, con nuestro plumier nuevo y nuestros zapatos "Gorila" recién estrenados, nos disponíamos a volver al cole y a respirar de nuevo ese aroma que era una mezcla entre lápiz de madera, goma Milán de nata y bimbollo de la casa Bimbo
Y llegaron ellas... Las mujeres!!
El primer contacto solíamos tenerlo con las primas; y claro, "cuanto más primo... más me arrimo".
Seguidamente les tocaba el turno a las vecinas. Terete fue mi primera novia (Bendita inocéncia). Era mi vecina y sus padres y los míos se hicieron amigos y nos hicieron pasar muchas horas juntos.
Paseábamos con los elementos imprescindibles que nos asegurasen una buena tarde: un juego de lanzar aros, una comba, un Madelman y... la atenta mirada de nuestras madres.
Ellas llevaban siempre la voz cantante, y bastaba un deseo suyo para que nosotros estuviésemos "a sus órdenes"
Un día ella te dice "Deja de llamarme Terete, me llamo Tere" (se empieza a hacer mayor y tú sigues siendo un crío). Sus padres se mudan a otra parte de la ciudad, se termina todo contacto, y llega... aissss... el primer desengaño amoroso.
La pandilla
Los inseparables que nos pasábamos el día jugando a los piratas, a indios y vaqueros y reviviendo innumerables aventuras con los Madelman y épicas batallas con los soldaditos de Monta-Plex. De izquierda a derecha: Laura, Alberto, el Kioskero del antifaz y Miguel Ángel.
I'm the king of the world!
Desde nuestra infancia, veíamos el futuro como algo alcanzable. Bastaba con estirar bien el brazo... y atraparlo!