viernes, 31 de mayo de 2013
La biblioteca infantil y doméstica de los 70's
Como podéis observar, el libro de Tom Sawyer lo tengo "repe". Resulta que en la biblioteca de mi barrio tenían una edición magnífica, densa y maravillosamente ilustrada, pero fui incapaz de encontrarlo en las librerías por más que me las pateé todas. En su lugar encontré una edición que por aquellos tiempos lanzó al mercado Editorial Bruguera (el de la parte superior de la imagen), pero... nada que ver. La que molaba era la edición que veis en la parte inferior de la foto y que aún conserva en su lomo las pegatinas de la biblioteca, pero que pasó a formar parte de mi propiedad porque un día... la pispé. Me arrebató la incontrolable necesidad de que ese libro tenía que ser mío, así que, podríamos decir que... lo "privaticé".
Todo lo contrario a lo que sucede en la actualidad con los libros de lectura, que en lugar de formar parte de las bibliotecas personales de nuestros hijos, han pasado a ser una posesión de las escuelas con la iniciativa de que sean "reciclados" y pasen de mano en mano sin que pertenezcan a nadie. A eso le llaman "socialización". El problema es que con una iniciativa así por parte de las AMPAS de las escuelas y gobierno -y seguro que con buena intención, pero con nefastos resultados-, las editoriales cada vez venden menos libros, las imprentas y las librerías cierran, y los autores nos vemos obligados a trabajar por amor al arte o a convertir nuestra vocación en una simple afición sin poder, ni tan siquiera, vivir en la austeridad en la que hemos estado viviendo durante muchos años; porque claro... tampoco es que hayamos estado nadando en la abundancia hasta ahora, ni viviendo del cuento por más de ellos que hayamos podido escribir o ilustrar.
Pero el problema va más allá -y eso es lo realmente importante-. No sé si el día de mañana nuestros hijos podrán mostrar una fotografía como esta que os enseño y en la que podamos ver aquellas novelas y libros en general que fueron suyos. El libro será de la escuela y en casa apenas habrán libros. Se creará en nuestros hijos la mentalidad de que los libros no se compran porque "eso es cosa del cole". Se descatalogarán libros a una velocidad fulminante debido a la falta de ventas y los autores dejaremos de escribir y no habrán nuevos autores porque quizá, los que lo somos, aprendimos a base de mirar y remirar, de leer y releer esos libros de nuestra biblioteca personal. Aprendimos de esas historias que nos acompañaron y que seleccionábamos en la librería de nuestro barrio. Sin duda, lo más probable es que yo no sería autor a día de hoy sin la existencia de mi pequeña biblioteca doméstica.
La profesionalización de la literatura pasará a mejor vida si un escritor tiene que serlo a tiempo parcial mientras trata de ganarse la vida poniendo copas en un bar o trabajando en una oficina.
Y vosotros, conserváis aún vuestra biblioteca de cuando erais niños?
viernes, 21 de diciembre de 2012
La estrella de la Navidad
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Estrella de Sheriff - Gonzalez Hermanos S.L. |
Pero si he preferido ilustrar la entrada navideña con esta estrella del sheriff, es porque de lo que se trata, teniendo en cuenta cómo nos están poniendo el panorama para el próximo 2013, es de transmitir un mensaje positivo, y esa estrella –aunque no lo parezca- forma parte importante de ese mensaje debido a que se trata de una historia de éxito.
La famosa estrella de Sheriff que todos los críos de los setenta lucimos en nuestras solapas fue el producto estrella (y nunca mejor dicho) de la fábrica de juguetes Gonzalez Hermanos S.L. Fundada en 1958 por los hermanos Antonio y Carlos Gonzalez, ambos antiguos empleados de la casa RICO, y que en su nueva compañía se especializaron en juguetes de plástico y metal y en réplicas de revólveres y escopetas del Far West. El éxito de sus juguetes les llevaron a visitar numerosas ferias internacionales hasta el punto de tener que transformar su marca en GONHER S.A (GONzalez – HERmanos, tan obvio como suena, pero que le daba a la marca un carácter así como de más allá de nuestras fronteras).
Esas chapas de Sheriff fueron unas de las más preciadas baratijas de kiosko de aquellos tiempos. Las comprábamos en el kiosko del señor Sánchez del Poble Sec y nos las poníamos perforando las solapas de nuestras trencas; aquellas horribles trencas de color azul marino o marrón, con forros de cuadros y botones en forma de cuerno de madera. Recuerdo que mi amigo José María Collado, me decía que la imagen del vaquero que aparecía en ella era la de El Virginiano. “Que no, hombre”. le decía yo. “No se parece en nada al virginiano, chaval. Estás tonto o qué”. Pero él insistía e insistía. Al final, por suerte, yo terminaba matándole porque a él siempre le tocaba hacer de indio, y en el lejano Oeste; ya se sabe... las cosas iban así.
Y para que no sea dicho. Les dejo también una imagen de la estrella de cartón setentera para felicitarles estas navidades y para desearles que el nuevo año, el 2013, no les parezca a ninguno de ustedes tan terrible como nos lo quieren vender. Que sea próspero, que lo disfruten en compañía de los suyos, que no se duerman en los laureles y que colaboremos todos en sacar esto adelante, ya que aunque no nos vayan a dar trabajo, seguro que tenemos de sobras la capacidad suficiente como para inventarlo.
Ah!... y cuidado con la estrella, no vaya a llenarles de purpurina el PC.
Créditos de las imágenes: 1.- Estrella de Sheriff, GONZALEZ HERMANOS S.L. (Colección particular) 2.- Logotipo marca GONHER 1958. 3.- El actor James Drury como EL VIRGINIANO. 4.- Estrella de Navidad para pesebre o árbol de los años 70's.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
La ranita mecánica de Geyper
A Becky le asustaban las ranas, pero a pesar de ello, las princesas de los cuentos, era a ranas a quienes debían besar para encontrar así a su Príncipe Azul. Siempre me pareció mejor el papel que interpretaban las princesas besando a ranas que el que les tocaba interpretar a príncipes como el de la Blancanieves o la Bella Durmiente a los que no les quedaba otra que tener que besar a princesas... en principio muertas.
La rana se convirtió también en protagonista de nuestros juegos; un ejemplo es la pequeña ranita a cuerda que fabricó la casa Geyper a finales de los 60 y que ilustra esta entrada.
Aunque también jugábamos con ranas de verdad. Recuerdo las excursiones al campo con padres y amigos, así como esas escapadas a las charcas o a los ríos para capturar renacuajos, o cabezudos. Los metíamos en tarros de cristal con un poco de agua, y luego en casa, los pasábamos a un cómodo balde y observábamos poco a poco su curiosísima metamorfosis. Esos renacuajos que vivían única y exclusivamente en el agua, con el tiempo perdían su cola, desarrollaban sus patas y salían del agua convertidos en ranas adultas. Una versión a cámara rápida de lo que para muchos significa el origen de la vida en la tierra y la aparición de los primeros mamíferos terrestres. Ahí es nada el espectáculo que se desarrollaba ante nuestros ojos! Entre la metamorfosis de las ranas y la de los gusanos de seda nos dimos una panzada de ver cómo evolucionaban diversos seres que convivían con nosotros en nuestras casas. No es de extrañar que a los de nuestra generación, los Pokemon nos parezcan una verdadera estafa.
Luego llegaba el instituto, y a esas pequeñas ranas que nos sirvieron de entretenimiento en nuestra infancia las extraíamos de tarros de cristal (como a nuestros renacuajos), les aplicábamos formol en el laboratorio de ciencias, clavábamos sus patas con alfileres dejándolas sobre nuestras mesas hechas un Cristo y las abríamos en canal para sacarles las vísceras. Los pobres anfibios ofrecían su cuerpo a la ciencia, cosa que ya habían hecho a lo largo de la década de los 60 en la que se les inyectaba bajo la piel la orina de una mujer para averiguar si estaba o no embarazada.
Quizá el origen de esa práctica en la que se utilizaban ranas como test de embarazo se remonte al antiguo Egipto en el que la diosa Heket, representada como una mujer con cabeza de rana, simbolizaba la fertilidad, presidía los nacimientos, asistía como comadrona en los partos y daba el soplo de vida a los recién nacidos. De este modo se la asoció como la diosa de la concepción y de los nacimientos y se vinculó a la rana con el renacer y la prosperidad.
Los romanos la usaron para protegerse de las malas influencias y para alejar las desgracias. Los chamanes encontraron en las ranas al espíritu sagrado purificador que da vida a la tierra. Por su parte, en China, la rana simbolizaba la longevidad y la buena salud, y en la práctica del Feng Shui los batracios simbolizan la abundancia y la prosperidad.
Y así, a lo largo de la historia de la humanidad y en multitud de culturas distintas, la rana siempre ha sido vista como un elemento positivo a quien se rendía culto porque deparaba cosas buenas. Bueno... no siempre, el catolicismo, sin ir más lejos, asoció a la rana con la lujuria y la hizo culpable de los mundanales y furtivos placeres, pero ya se sabe que para los católicos, todo lo que es placer es pecado, así que tampoco hay que darles demasiado crédito.
Las ranas tienen una capacidad que siempre me ha parecido admirable, y es que pueden congelarse en su charca cuando llega el invierno, permanecer criogenizadas durante todo ese periodo, y con la desaparición del hielo volver a su estado normal, continuar como si nada y ponerse a croar sobre un nenúfar anunciando el despertar de la naturaleza y la llegada de la primavera.
Ojalá pudiésemos ser ranas en épocas de crisis, todo y que con los políticos que tenemos... terminaríamos convertidos en sopa o en un plato de ancas para satisfacer su infinito, voraz e insaciable apetito.
Pongan una rana en su vida, y suerte! Seguro que su buenos augurios les traerán prosperidad, pese a todo...
Créditos imágenes: Fotografías de la rana de Geyper. Colección particular.
jueves, 6 de octubre de 2011
Mi querida Srta. Pepis.

Mi vecina Maria Dolors era una auténtica genio con eso del Tricomarc. Resultaba alucinante verle tejer aquellos vestiditos, bufandas y ponchos para sus muñecas. Combinaba los colores a la perfección y tan pronto hacía rayas, como cuadros, como delicadas cenefas en los bordes de toda aquella ropita de juguete. Maria Dolors presumía de sus muñecas y de cómo las llevaba vestidas.
Yo me sentaba a su lado sin decir nada, ni palabra. Contemplaba el modo en como se manejaba con el ganchillo, las agujas de tejer y aquellos extraños bastidores de distintos colores y tamaños que habían en el interior de su caja del Tricomarc de la Srta. Pepis.
—Toma, prueba —me decía a la vez que me daba el ganchillo y un ovillo de lana.
—Yo? Quita, quita! Te has vuelto loca? —le respondía.
Eso de tejer era de niñas, y cualquier amigo mío que me viese haciendo bufanditas para muñecas, no hubiese dudado un solo instante en contarlo por todo el barrio y en convertirme en el marica más grande del mundo mundial.
—Así no. La lana por encima del dedo, y ahora... una vuelta —me enseñaba ella que jamás perdió la paciencia conmigo a pesar de que fui muy mal alumno.
Otro día Maria Dolors se presentaba en mi casa para jugar conmigo. Yo le abría la puerta y allí estaba ella, con el uniforme del colegio de las monjas, pintada como un cuadro, con sombra azul sobre los párpados, carmín rojo en los labios y unos coloretes rosados que le daban el aspecto de haberse bebido media botella de tintorro.
—Jugamos? —me preguntaba.
—Vale. A qué?
Yo no había reparado en que bajo el brazo traía su juego de maquillaje de la Srta. Pepis. Una enorme caja que a mi me daba cierto miedo ya que en ella había una cara en forma de máscara que servía para probar todos los potingues que incluía el set.
—Pues a qué va a ser? Nos vamos a tu habitación, y yo te pinto.
—A mi? Quita, quita! Te has vuelto loca?
Y así Maria Dolors probaba qué tono de base de maquillaje le iba mejor a mi piel, y resaltaba mis labios con ese rojo carmín que sabía a rayos.
—Por qué no pintas esa cara que va en la caja? —le preguntaba.
—Esa cara es un timo. La pintura no coge bien. Es imposible pintarla.
—Y a tu hermana? Por qué no pintas a tu hermana?
—Mi hermana es un chicazo y pasa de esto. No quiere saber nada de maquillajes ni de cosas de esas —y añadía—. Ahora estate quieto que te voy a pintar los ojos.
Alguna vez había ido yo a jugar a casa de Maria Dolors. Nos sentábamos en la alfombra que había en su habitación a los pies de su cama y leíamos tebeos hasta que se cansaba, se levantaba y se ponía a escribir en su mesita.
—Se puede saber qué escribes? —le preguntaba.
—pues una carta —me respondía.
—Una carta? A quién?
—A la Srta. Pepis —contestaba ella dejando de escribir por un instante y lanzándome un contrariado ademán con el que me indicaba que la estaba desconcentrando.
—Pero... La Srta. Pepis existe?
—Pues claro que existe! —respondía Maria Dolors dejando el lápiz en su plumier, obligándome a levantarme de la alfombra y acercándome a su mesita.
—Mira. Lo ves? En las cajas de sus juguetes hay estas cartas para que le escribamos y le hagamos consultas.
—Oh, vaya! Y qué le escribes?
Maria Dolors se hacía la interesante, apretaba sus labios, ladeaba su cabeza, encogía sus hombros y con cierto aire de suficiencia me respondía:
—Nada... cosas de chicas. Toma. Quieres escribirle una carta?
—Yo? Quita, quita! Te has vuelto loca?
Recuerdo que un mediodía, al regresar mi padre del trabajo y recoger la correspondencia del buzón de la escalera, subió a casa y me dijo que había una carta para mí. Su cara fue un auténtico poema.
—Toma, tienes una carta del consultorio de... la Srta. Pepis.
Acto seguido hizo carraspear su garganta, miró a mi madre con desconcierto y ambos se encerraron en la cocina. Yo abrí mi carta alucinado. Era cierto... la Srta. Pepis... existía!
“Querido Sergi;
Es muy normal que tu vecina Maria Dolors no quiera jugar contigo ni con cochecitos, ni con los Madelman, ni a guerras con tus soldaditos de Monta-Plex. Ten en cuenta que es una niña y que sus juegos, así como su modo de ver la vida son distintos a los tuyos.
De todos modos, y a pesar de que te quejas de ese tiempo de juego que compartes con ella, me alegra saber que accedes a tejer con su Tricomarc, a dejarte maquillar con su juego de maquillaje, e incluso a escribirme cartas. Quizá no se trate de los juegos más adecuados para un niño, pero dice mucho de lo buen amigo que eres, y estoy segura de que Maria Dolors, cualquier día de estos, jugará contigo a cosas que te gusten más.
Me he alegrado mucho de recibir tu carta y espero haberte sido útil en tu consulta.
Quedo a tu entera disposición para cuanto desees. Recibe un cordial saludo:
La Srta. Pepis”.
Pasó mucho tiempo hasta que volví a ver a Maria Dolors. La vida tiene estas cosas. Recuerdo que fue una noche en la que yo estaba haciendo cola para entrar a un teatro de Barcelona. Ella paseaba por la calle con un niño en un cochecito y acomapañada de una amiga. Nos miramos, nos reconocimos y rapidamente nos dimos un cálido abrazo. En el breve tiempo que pudimos conversar antes de que yo tuviese que sacar mis entradas en taquilla, me comentó que el niño del cochecito era su sobrino, es decir; el hijo de esa hermana que según ella, era un chicazo. Su acompañante, Carmen se llamaba, era su novia con la que vivía felizmente desde hacía tres años. Recordamos juntos aquellas tardes de juegos en su casa o en la mía. Me confesó que yo fui el primer y único chico con el que jugó a médicos; evidentemente con el maletín de enfermería de la Srta. Pepis y del modo más inocente del mundo. Finalmente nos despedimos para no volver a reencontrarnos jamás. Ya saben... la vida tiene estas cosas.
Me alegró mucho ver a Maria Dolors. Me gustó verla bien, y me dio que pensar en lo afortunados que somos.
Crecimos en una España de libertades reprimidas, de colegios de monjas, de uniformes, de clases de labores del hogar, de juguetes de la Srta. Pepis... pero a pesar de todo, Maria Dolors fue capaz de hacerle frente a la vida tomando sus decisiones del modo más natural.
Créditos Imágenes: 1) Logo de juguetes de la Srta. Pepis. 2 y 3) Tricomarc de la Srta. Pepis. Colección particular.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Libritos de la colección MINI-INFANCIA

Imagino que muchos recordarán la serie de pequeños, pero densos libritos, que lanzó Editorial Bruguera a finales de los 60’s. El título genérico era: “Colección Mini-Infancia” y en ella se dieron cita numerosos personajes de las series de dibujos animados de la tele, así como de demás cuentos clásicos, dispuestos a alegrarnos el día y a poner sus aventuras en nuestras manos de un modo original, pero sencillo a la vez.
Sencillo porque se trataba de pequeños libros, que aunque albergaban más de 250 páginas, abultaban poco y cabían en un formato reducido de apenas 7x5 centímetros; vamos, a la medida de la palma de la mano. Original porque además del contenido típico y que era lógico esperar de un libro infantil: texto e ilustraciones, contenía también una divertida animación del personaje que los pequeños lectores podíamos ver pasando rápidamente las páginas y fijando nuestra atención en la parte superior derecha del libro.

Una mente lúcida, y para nada sometida a las frenéticas presiones de un mercado cambiante y en constante evolución, pudo pensar (hace poco más de 40 años) en la idea de añadir dibujitos animados en los cuentos, pero... Cómo? Era una época en la que no existían los CD Room, ni Internet, ni tan siquiera el video. Lo único que había por entonces eran las cintas de casete y los discos de vinilo, pero estos únicamente grababan y reproducían sonido. Imagino que a algún iluminado que tenga su mente apostando día a día por la tecnología, esa precariedad de entonces le hubiese hecho desistir del intento de ofrecer un producto en forma de libro, pero que fuese un poco más allá del libro propiamente dicho. No obstante, quizá debido a esa precariedad de la época, a nuestro personaje de mente lúcida se le ocurrió, que la única forma de incluir contenido “vivo” y en movimiento, en un libro, era haciéndolo en las propias páginas del libro, y así, adquiriendo las correspondientes licencias de edición a los respectivos dueños de los personajes que aparecieron en la colección, creó unos libritos con unos textos estupendamente bien redactados, con unas ilustraciones muy bien ejecutadas y con esa pequeña novedad que consistía en una animación puramente accesoria, pero que le daba al libro un valiosísimo contenido adicional en el que podíamos ver a algunos de los personajes de los cuentos en movimiento, vivos ante nuestros ojos gracias a una mínima habilidad en nuestras manos a la hora de pasar las páginas de aquel “Ipad” de papel impreso.

Bruguera lanzó el primer título en marzo de 1968. El primer personaje en incorporarse a una larga lista de “famosos” fue el popular Bugs Bunny, con un libro titulado “Las travesuras de Bugs Bunny” y que perteneció a la serie nº1 de la colección. Cada serie contenía cuatro títulos distintos, y la colección, a lo largo de sus años de vida (1968 – 1973 en su primera edición), nos ofreció 48 series con un total de 192 libritos que se podían comprar de forma individual al precio de 7,50 pesetas unidad, o a 30 pesetas la serie.

Cabe decir que previo a este exitoso producto, Bruguera realizo una edición anterior (sobre 1966). En esa ocasión la idea y los títulos eran los mismos, solo que el formato era algo mayor y quizá por eso tuvo una menor aceptación. El título genérico para esa primera tentativa fue “Tele Infancia”.
Así que ya saben; cuando lean su próximo libro ilustrado a través de su soporte digital pertinente, y alucinen con la maravilla tecnológica que supone eso de poder estar leyendo un libro y contemplar alguna de sus ilustraciones en movimiento, no olviden que ya en los 60’s, esa virguería fue posible y a unos 4’5 céntimos de Euro la unidad.
Créditos imágenes: 1) Portada del libro número 1 de la colección Mini-Infancia, titulado "Las Travesuras de Bugs Bunny" (1968). Colección particular. 2, 3, 4)Libros de mi colección particular. 5) Fragmento de la animación del libro titulado "Los Problemas de Pedro" (1970) correspondiente al número 87 de la colección.
jueves, 1 de septiembre de 2011
Anatomía Humana de SERIMA

Mayor era el impacto entre los vecinos cuando se trataba de alguno de esos juguetes con los que uno había soñado una y mil veces, pero que por razones diversas, nuestros padres, nos decían que tal regalo no nos lo podían hacer porque se trataba de un juguete muy caro, así que habría que esperar a que llegase el tío de América (que había hecho fortuna) para pedírselo a él.
Yo nunca tuve un tío en América, y nadie en mi familia hizo jamás fortuna, de modo que los juguetes caros que cayeron en mis manos, se los tengo que agradecer, en parte, a mi tía Pilar, la esposa de mi tío José que trabajaba en la Compañía de las Aguas de Barcelona y ganaba un buen sueldo. No es que mi tía Pilar estuviese haciéndome regalos caros cada dos por tres, pero quizá por el hecho de que nos veíamos de uvas a peras y que sentía un gran cariño hacia mí, cuando se daba el caso se estiraba con alguno de esos juguetes que le dejaban a uno extasiado para el resto del día.


A partir de ese día mi infancia ya nunca fue la misma. Conocer minuciosamente cómo éramos por dentro me hizo tener sentimientos encontrados con mi propia especie. Las chicas por ejemplo; eran hermosas por fuera, guapas de cara y en especial los domingos cuando salían a pasear con las trenzas y las coletas bien hechas y no a toda prisa como sucedía en los días de cole. Los modelitos por encima de las rodillas que dejaban ver sus pantorrillas, sus calcetines blancos y esos zapatitos negros de charol formaban un conjunto de lo más atractivo. Y que decir de las revistas que papá y mamá escondían por algún cajón de casa o bajo la cama, y en las que mujeres exuberantes se mostraban desnudas en provocativas poses. Todo eso era fascinante y me producía un inexplicable calor en la entrepierna, pero... ellas, las chicas... Eran por dentro igual que mi maniquí de la Anatomía Humana? En serio? Tenían ese conducto de entre 6 y 8 metros de largo llamado intestino delgado, en el interior del cual se verificaba la formación del quilio y del jugo pancreático e intestinal que contenía fermentos, invertina, lactosa y maltasa? Joder... Pues que asco!

Como ya indiqué en una entrada anterior, lo que resultaba más frustrante del juego de Anatomía Humana, fue el descubrir que el maniquí no tenía pito. No había colgajo alguno y en el manual de instrucciones, pese a detallar minuciosamente: el esqueleto, el aparato respiratorio, el digestivo, el sistema circulatorio, el sistema nervioso, excretor, endocrino, los músculos, etc, no decía ni palabra sobre los órganos sexuales, de modo que no había más remedio que creer a pies juntillas lo de la cigüeña y olvidar todas esas teorías perversas que apuntaban a que hombre y mujer se unían en un acto de cópula sexual para tener hijos. Una vez más la iglesia tenía razón en aquella España en la que la iglesia SIEMPRE tenía razón. Sin duda que aquello que me colgaba a mi entre las piernas no era más que algún tipo de malformación que era mejor no tocar, ya que en caso contrario se ponía duro, se marcaban las venas y se procedía al secado automático de la médula espinal y terminaba produciendose una irreversible ceguera.


Créditos de las imágenes: 1, 2, 3, 4) Juego de la Anatomía Humana de SERIMA. Colección particular de El Kioskero del Antifaz. 5) Ilustración de Sergi Càmara. 6) Librito explicativo correspondiente al juego de Anatomía Humana y que proponía aprenderse el nombre de todas las partes del cuerpo. Para ello, los nombres de los diversos huesos, órganos, músculos, etc, estaban rotulados en rojo, y gracias a una filmina transparente del mismo color, quedaban ocultados a la lectura de modo que nos facilitaba su memorización.
jueves, 25 de agosto de 2011
Lulu y el génesis

Sí recuerdo el día que encontré a Lulu en la estantería de mi habitación. Alguien se había apiadado de ella y la había rescatado de la caja para darle algún tipo de utilidad, ni que fuera de adorno. Acepté con agrado la nueva ubicación de mi cadernera metálica hasta el punto que pese a que la decoración de mi habitación iba cambiando con el paso de las décadas de los 70’s y parte de los 80’s, Lulu permaneció allí. Primero haciéndoles compañía a mis Madelman, posteriormente a los útiles de vidrio de mi juego de química, al lado de la rejilla para los tubos de ensayo. Más tarde compartió espacio con una minúscula colección de latas de cerveza vacías y posters de grupos de música Heavy, y así hasta que un día desapareció de forma definitiva, quizá por ser un objeto demasiado infantil para la habitación de un adolescente que empezaba a traer a casa a alguna que otra amiga. El caso es que le perdí la pista a Lulu. Mucho me temo que la abandoné en algún cajón y que con el tiempo fue a parar a alguna de esas bolsas de basura en la que terminan algunos juguetes e inician ese irremediable viaje sin posible retorno.

Hará pronto cuatro años que tuve algo en común con Lulu y con todos los juguetes que van a parar a "la caja”. Estuve, por decirlo de alguna manera... en el limbo y con inciertas posibilidades de regreso, pero regresé para disfrutar de lo que tienen de bueno las segundas partes (por más que haya quien diga que nunca segundas partes fueron buenas). Por experiencia puedo decir que no hay nada como una nueva oportunidad para poder vivir sin necesidad de preocuparse tanto por el futuro que es y será siempre incierto y para disfrutar más del presente que para lo bueno o para lo malo es, cuanto menos, palpable. Imagino que de ese breve viaje que hice por “tierra de nadie” nació también la vena nostálgica que me movió a recuperar parte del pasado para convertirlo en presente y plasmarlo poco más tarde en este blog en el que uno de mis primeros objetivos era precisamente el de poder escribir esta entrada. Lulu fue el primer juguete que busqué y busqué para mi colección que en sus orígenes no pretendía llegar a ser una colección. Se trataba únicamente de un intento por reencontrarme con años vividos, de recuperar formas, olores y sonidos de tiempos felices de esa infancia en la que los juguetes son inseparables compañeros con los que vivir inolvidables momentos.
Lulu, quizá por ese desapego que tuve con ella desde el día en que nos vimos por primera vez, se resistía a ser encontrada. Se negaba a formar parte de mi presente después de haberla desterrado a “la caja” tras un par o tres de días de haber jugado con ella. Pero Lulu, sin duda consciente de la importancia que tiene eso de ser un juguete para un niño mayor, cedió finalmente a mis búsquedas y se dejó encontrar para traerme con ella esas formas, olores y sonidos de tiempos felices, y para recordarme una vez más que todo es posible en esta vida y que incluso, en momentos difíciles, se puede salir de “la caja” y seguir haciendo camino.
jueves, 16 de junio de 2011
Cine NIC

—Yaya... Van a tardar mucho los papas?
—Me lo acabas de preguntar hace un rato, así que... ya queda un rato menos— me respondía ella desde la cocina.
Era lógico que esperase con ansia su llegada. Yo tendría unos siete u ocho años y no me dejaban jugar solo con mi Cine Nic, las veces que lo había sacado de su caja sin permiso y me había puesto a ver películas con él, los resultados habían sido desastrosos: o bien me quemaba con su chapa recalentada por la bombilla de 40 vatios, o bien me cortaba con la fina hojalata de sus aristas. Así que no había otra; si quería ver alguna película con el Cine Nic... tenía que esperar a papá o a mamá, ya que mi Yaya Lola no podía dejar sus quehaceres para estar dándole a la manivela del pequeño proyector.
No fueron pocas las veces que me acosté sin ver la esperada película, los motivos eran varios, pero el más recurrido era el típico: “bufff cariño, ahora no, venimos muy cansados. Después de cenar. Vale?”. Yo cenaba a la velocidad del rayo, ya tenía bastante con esperar la llegada de ellos, así que las albóndigas desaparecían de mi plato en un visto y no visto. Aún y así, cuando la cena ya estaba terminada venía la segunda parte del eterno pretexto: “Cielo, a lavarte los dientes y a dormir que mañana tienes cole. Ya te pondremos alguna película el domingo que papá y mamá tendremos fiesta”. Creo que por eso siempre odié el trabajo de mis padres.

—Oye! No tuerzas el morro por todo. Me oyes?— me decía mi padre mientras que con un aspecto cabizbajo y arrastrando mis pies, desparecía por la oscuridad del pasillo.
—Jo!... es que...— mascullaba yo.
—Es que. Qué? A ver si aún voy a tener que darte un sopapo!— amenazaba mi padre sentado desde el sofá. Se giraba hacia mi madre y proseguía —Pero qué se ha creído este crío?... Será posible?
Afortunadamente el paso del tiempo tiene de bueno eso de que te pone años, cosa muy importante cuando uno es pequeño, no puede hacer según qué, y está deseando hacerse mayor. Así que entre momentos buenos, momentos malos, notas bajas y demás, pasaron un par de años, y entonces ya si, ya nada ni nadie podía impedir que le echase mano a la caja de mi Cine Nic y me organizase mi propia sala de proyección en mi habitación o en el comedor de casa. Tenía un buen montón de películas que podía ver una detrás de otra, y si me quemaba o me cortaba con la chapa del proyector, ya a nadie le importaba debido a que no me quejaba ante la posibilidad de ser obligado a desprenderme nuevamente de mi juguete.

Mi madre se ocupó de proveerme de papel vegetal durante un tiempo. No recuerdo si lo vendían ya o no en las papelerías, imagino que si, pero una vez comprobado que el papel con el que se envolvía el pescado en la plaza otorgaba la textura y el grado de translucidez idóneo para la realización de los primeros films, era fácil conseguir la materia prima con la que me iniciaría en esta empresa.

—Oh gracias! Mi hijo estará encantado— le decía mi madre.
—Que por cierto... Para qué quiere tu hijo papel para envolver pescado?— preguntaba extrañada la pescadera.
—Lo quiere para hacer películas— respondía mi madre no dándole mayor importancia.
“Películas?” pensaría la pescadera quedándose con cara de merluza, no entendiendo nada y volviendo, como si tal cosa, a propinarle hachazos a un pobre pescado abierto en canal sobre la madera de cortar.
No conservo ninguna de esas viejas películas que hice con el papel del pescado y aprovechando los cartuchos de películas Nic originales, que una vez destrozadas de tanto pase, formaban parte de mi departamento de reciclaje para convertirse en películas nuevas y caseras. Recuerdo especialmente una que tuvo una gran aceptación por parte del público, compuesto principalmente por vecinos del barrio, compañeros de clase y por mis padres, que mira tu por donde, pasaron de proyectarme las películas en esos días en los que no me dejaban tocar el proyector, a ser espectadores en un momento en el que ya era yo quien no dejaba que lo tocasen ellos. La película en cuestión se trataba de un plagio que hice, bueno... mejor dicho: “homenaje” o “remake”, de una de las películas clásicas del Cine Nic y que se titulaba “La isla del tesoro”, la mía se titulaba igual y la trama era más o menos la misma. Substituí a los anodinos personajes de la película original por piratas (creo que me pareció más comercial), y el final de la película en la que los protagonistas encuentran un mensaje de lo más ejemplarizante de la época, lo cambié por un final en el que mis piratas encontraban un cofre con un buen montón de monedas de oro; ya saben, el clásico final feliz, o “Happy End”.
No sé si fue por culpa, o gracias a, mi Cine Nic, pero a día de hoy, 36 años más tarde de jugar con mi proyector, sigo haciendo dibujos animados. Será cierto que un juguete es mucho más importante de lo que en un principio nos puede parecer.
Seguidamente muestro un par de peliculas NIC; la primera es la original, realizada en la factoria del Poble Sec y de la cual hice mi particular Remake y que lleva por título "La isla del tesoro". La segunda se trata de una de las muchas que la empresa NIC adaptó de los estudios Walt Disney, y se trata del popular cortometraje de "Los tre cerditos".

Tomàs era industrial e ingeniero textil, y en la empresa Nic se ocupó de todo lo referente a la dirección general, así como a escribir los guiones y a realizar las adaptaciones para las películas. Josep Maria era ingeniero industrial y se responsabilizó de las tareas administrativas, y finalmente, Ramón, que era arquitecto y poseía buena habilidad para el dibujo, fue el autor de los dibujos de casi todas las películas de la primera época, hasta mediados de los años 40.

A lo largo de los cuarenta y tres años de existencia del proyector Nic fueron patentados una veintena de modelos distintos, algunos de ellos sonoros gracias a la incorporación de un soporte en el que se ponía un disco de piedra que giraba, al igual que la película, con el golpe de manivela, de forma que imagen y sonido se sincronizaban.
El Cine Nic se convirtió en un juguete de gran éxito que se comercializó también en Francia, Alemania, Portugal, Gran bretaña, Italia, Suiza, Cuba. México, Japón y Estados Unidos entre otros países. Su nombre cambió según el punto geográfico en el que se hallaba, pero siempre bajo la licencia cedida por los hermanos Nicolau. Así el cine Nic, en función del país, pasó a llamarse: Ciné Selic, Cine Tom, Eagle, Star Cinema, Topolino NIC, etc.
Al margen de las muchísimas películas creadas desde Barcelona por los dibujantes y equipo artístico de Nic, la factoría obtuvo de la Walt Disney Merchandising Divison, la licencia para la adaptación y reproducción de sus films, llegando a publicar un total de doscientos títulos de la Disney desde 1942 y empezando por la Blancanieves, hasta la última película realizada en vida de Disney, El Libro de la Selva, además de numerosos cortometrajes.
Algunos de los personajes creados por el equipo de Nic fueron: Tom el Cowboy, Miau, Nikito, Perro sabio, manolín, Pulgarcito, etc. Y se comercializaron títulos y series tales como: Dongo el hombre de la selva, Planeta K-10, Muñeco de nieve, Grandes cacerias, Coronel Cody, El viejo cañón, etc.
Créditos imágenes: 1) Proyector Cine Nic años 70. Colección Particular. 2) Proyector Cine Nic años 50. Colección Particular. 3) Proyector Cine Nic años 30. Colección Particular. 4) Peliculas para Cine Nic. Colección Particular. 5) Gif animado realizado por Sergi Càmara. 6) Logo de la marca Nic diseñado en 1932 por el ilustrador publicitario Eduard Jener (1882-1967). 7) Una de las múltiples imágenes realizadas para la adquisición de la patente.
Otros créditos: Películas extraidas del canal de Youtube de Salvi Jacomet.
Documentación y reseñas procedentes del libro titulado "El cine NIC, una joguina històrica del Poble-Sec", escrito por Jordi Artigas i Candela, y editado por L'Ajuntament de Barcelona en 1998.
miércoles, 20 de abril de 2011
Tai-Pan de juguetes Gracia

Se trató de un juguete premonitorio de lo que sin duda terminaría sucediendo. Fue un estertor, un grito desesperado de la empresa juguetera española que nos preparaba para lo que terminaría siendo la desaparición del “Made in Spain” y de la llegada del “Made in China” que a día de hoy resulta ser ya algo imparable.
La caseta de tiro de juguetes Gracia nos presentaba a cinco chinos que impertinentemente, y gracias a un sofisticado sistema mecánico accionado por una pila de petaca, asomaban en forma alterna sus cabezas sonrientes y nos retaban a que disparásemos certeramente en su entrecejo. Aún y así, los niños de la época no pillamos el mensaje. Nos limitamos a jugar con el Tai-Pan como si se tratase de un juguete más, cuando en realidad, lo que el fabricante nos estaba lanzando era el mensaje de que China, empezaba a tomar posiciones para llegar a convertirse en la primera potencia mundial. Nos decía que ese lejano y milenario país empezaba a abrazar la economía capitalista, y que no se conformaría con las copias malas de marcas internacionales que venderían a precio de saldo en mercadillos y bazares, sino que además, terminarían fabricando nuestros productos, tomando posesión de nuestros comercios, apropiándose de nuestros bares e incluso dejando a un lado al Chop- Suey para cocinarnos tortillas de patatas en el bar, que antes era “Bar Manolo” y que ahora, aunque mantenga el cartel de su antiguo propietario, el actual dueño es un chino.

Además consiguen cosas imposibles. Consiguen que nos olvidemos de que China es una dictadura comunista que pisotea los derechos humanos. Que se trata del país que ejecuta en pena de muerte a más personas que el resto del mundo en su conjunto, aunque las cifras totales siguen siendo un oscuro secreto. Consiguen también que todo occidente mire hacia otro lado mientras ellos expolian y reprimen (desde hace más de 70 años) al pueblo tibetano en una invasión que ha supuesto la destrucción de monasterios actualmente reconvertidos en sedes oficiales del Gobierno chino, además de millares de asesinatos y de todo tipo de vejaciones que van desde las persecuciones y los encarcelamientos, hasta la tortura o el confinamiento de miles de tibetanos en campos de trabajo forzoso. Claro que mientras nos vayan dando parné... todo esto no importa, o importa poco.

Así pues, somos los únicos culpables de haber cedido todo este terreno. Nadie nos ha puesto (todavía) una pistola en la sien para que les cedamos nuestros negocios a cambio de un fajo al contado, ni de que con tal de producir más barato hayamos trasladado nuestras fábricas allí empobreciendo nuestra capacidad productiva de un modo irrecuperable.
Eso nos pasa por fiarnos de quienes nos ofrecieron arroz tres delicias y flipamos con eso. Para nuestra sorpresa, algunos seguimos estupefactos aún al descubrir que las tres delicias no eran más que: tortilla, jamón York... y guisantes.
Imágenes: Tai-Pan de juguetes Gracia años 70's. Colección particular.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Madelman

Por muchos motivos fueron un juguete de indiscutible interés por su realismo en general, pero por encima de todo en sus manos, sus ropas perfectamente cosidas, los complementos cuidados hasta el más mínimo detalle, e incluso lo atractivo de sus presentaciones en esas cajas magistralmente ilustradas, troqueladas, plastificadas, con el muñeco o muñecos colocados cuidadosamente y sujetos gracias a unas gomas que les mantenían allí, desafiantes y dispuestos para la acción. Todo eso hacía de los Madelman un juguete impresionante, pero quizá, lo más destacable, lo que le hacía especial y único, era su genial sistema de articulaciones que le permitía adoptar cualquier postura por increíble que pareciese.

Además, y por si eso fuera poco, habían cajas de accesorios y complementos para completar los equipos Madelman, no sólo con detalladísimos y pequeños artilugios, sino que también se podía disponer –en caso de contar con un buen presupuesto- de automóviles Jeep de campaña o safari, cañón, scooter submarino, lancha, etc, etc.


En 1966, y tras un viaje de Arnau a los Estados Unidos, el empresario regresó impresionado por el éxito que un muñeco de acción estaba causando en el continente americano. Se trataba de G-I JOE, una figura articulada que le inspiró para lo que sería la creación de los Madelman. Inmediatamente los diseñadores de la casa EXIN se pusieron a trabajar en un prototipo que rompió las reglas de los juguetes de ese estilo comercializados hasta entonces, ya que su tamaño era inferior (el G-I JOE medía unos 30 centímetros), permitiendo una mejor jugabilidad, y sus articulaciones a base de rótulas de plástico autoengrasadas permitían una mejora considerable en poses más realistas y estabilidad, en contraste con las articulaciones de gomas elásticas que ofrecían los otros muñecos.

Como si se tratase de una aventura real, los orígenes de los Madelman fueron antológicos y los dos impulsores del proyecto, los ya citados Arnau y Campos, contaron para esta aventura con dos hombres de indiscutible valía que serían los encargados de sentar las bases para un juguete que no será nunca olvidado por los que entonces fuimos niños.

Un escultor que heredó de su padre –también escultor- la especialización por las tallas religiosas. Nacido un 9 de abril del año 1925 en la calle Verdi del barcelonés barrio de Gracia, su obra se encuentra desperdigada por la geografía española, así como en Estados Unidos, pero desafortunadamente, por el hecho de trabajar siempre para terceras personas que le subcontrataban para la realización de algunos trabajos, su nombre ha pasado injustamente desapercibido.
El verano de 1966 recibió de la casa Exin el encargo de crear las articulaciones para lo que sería una nueva figura de acción, y que terminaría convirtiéndose en el juguete más recordado de todos los tiempos.
Alfonso Díaz, poseedor de una inagotable fuente de ingenio y de una habilidad poco común que le llevaba a ser algo más que un escultor, -podríamos decir que se trataba, sin duda alguna, de un inventor en toda regla-, empezó a tallar las diversas partes del cuerpo del muñeco en madera. Una vez confeccionadas las diferentes piezas realizó moldes de yeso para su posterior fabricación en plástico, pero lo más anecdótico o impresionante estaba aún por venir.

Las bolitas, las cuentas de rosario, serían las estructuras esféricas, unidas por ejes, y en torno a las cuales pivotarían el resto de piezas anatómicas previamente creadas por el artista. De ese modo se conseguiría crear una articulación única que a día de hoy, cuarenta años más tarde, aún no ha sido superada por ningún otro muñeco articulado.
Alfonso Díaz siguió colaborando con las casas Madel y Exin, y confeccionando algunos de los accesorios más destacables del muñeco como las cartucheras, cascos, prismáticos, o las características botas de la gran mayoría de los modelos.
Años más tarde, el taller familiar en el que Alfonso imaginó, diseñó y creó innumerables obras, sufrió un lamentable accidente en el que se perdió gran parte de su trabajo, así como los bocetos gráficos que el artista había realizado de la articulación del Madelman y demás diseños de su anatomía. Sólo una oxidada caja de galletas pudo ser recuperada y en la cual se hallaban los primeros prototipos realizados en aquel verano del 66, y que sin duda, nos sirven como testimonio de que Alfonso fue, junto con los impulsores del proyecto, el inventor del Madelman.

Nació en Barcelona y a los 17 años inició su trayectoria profesional junto a reconocidos dibujantes publicitarios de la época. A sus 20 años formaba parte del taller de la Cúpula del Gran Teatre del Liceu, colaborando como pintor y escenógrafo.
Trabajó para las agencias publicitarias más destacadas de la época de Barcelona, Madrid y París.
Durante más de veinte años fue el ilustrador de las cajas de Scalextric, Ibertren, Tente y Madelman, otorgándoles a todos esos juguetes una formidable estética que las han convertido en la actualidad en auténticas piezas de coleccionista.
Inicialmente la casa Exin había encargado las ilustraciones de las cajas a la agencia Reclamo en la que Lluis Bargalló trabajaba como director de arte, pero un día, Josep Maria Arnau le lanzó la propuesta de que se ocupase personalmente de las ilustraciones trabajando desde la propia casa Exin. Lluis vendió su participación como socio de Reclamo y desde entonces se dedicó a lo que realmente le gustaba, ilustrar sin la necesidad de mandar a ningún equipo artístico y disfrutar plenamente de su trabajo.

Gran parte de la documentación que Bargalló utilizó para sus ilustraciones se la proporcionaba un amigo suyo que trabajaba en el cine y que era propietario de una tienda en la calle Aribau de Barcelona, de ahí el parecido de los personajes ilustrados en las cajas con algún que otro actor de Hollywood.
En la segunda época de Madelman Lluis Bargalló continuó ilustrando las cajas -no hay que olvidar que fue en esa época cuando aparecieron los muñecos femeninos-. En líneas generales la relación entre Bargalló y Arnau fue excelente, pero debido al recato del señor Arnau, Bargalló tuvo que subir algún escote y alargar alguna que otra falda.
Las ilustraciones de las cajas de Madelman, fueron espectaculares por su estilo suelto, de ejecución efectista y que a través de su realismo transmitían la verdadera esencia para la que fueron concebidos los Madelman; la acción sin límite que hacía honor a su eslogan de lanzamiento: “Los Madelman lo pueden todo”.

Les dejo con algunos de los anuncios de televisión de Madelman, y con un agradecimiento extremo hacia Pedro Lozano Crespo, José Gracia y José Maria Padilla, auténticos coleccionistas Madelman que han aportado gran cantidad de documentación. También al Capitan Madelman y al Profesor Quatermass por los anuncios, y muy especialmente a Manuela Díaz Guillem, hija de Alfonso Díaz Alarcón y que ha puesto a disposición de los madelmaníacos las imágenes de los prototipos que realizó su padre.
Relación de las imágenes: 1) Logotipo Madelman. 2) Formatos de cajas. Imagen extraída del catálogo Madelman de 1975. 3) Cajas de los primeros Madelman comercializados en las navidades de 1968, y caja del Madelman astronauta vendido en subasta en el año 2007 por 3.210 €. 4) Primer anuncio publicitario realizado para los Madelman y que apareció en diversas revistas del sector juguetero en diciembre de 1968. 5) Portada y contraportada del catálogo Madelman de 1975. 6) Alfonso Díaz Alarcón. 7) Prototipos creados por Alfonso Díaz Alarcón para los muñecos Madelman y sus articulaciones. 8) Lluis Bargalló. 9) Imágenes de algunas cajas ilustradas por lluis Bargalló y extraidas del catálogo Madelman de 1975. 10) Colección particular.