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sábado, 30 de octubre de 2010

La Pantera Rosa

Todo empezó porque Blake Edwards, el director del film de “La Pantera Rosa” necesitaba algo original para los títulos de crédito de su película protagonizada por Peter Sellers, y que trataba de un ladrón de joyas que deseaba hacerse con un valiosísimo diamante cuyo nombre era el que le daba el título al film. El actor Peter Sellers, encarnando a un torpe inspector, tenía la misión de recuperar la joya en la que fue una divertida comedia que dio lugar a varias secuelas que tuvieron un éxito más bien regular.

Entre cientos de bocetos realizados por varios dibujantes y diferentes estudios, Blake Edwards decidió que el personaje que encabezaría la película en sus créditos, sería la que posteriormente iba a convertirse en una estrella a nivel internacional y que fue creada por un veterano de la industria de la animación en USA, Isador “Friz” Freleng, un gran ilustrador y animador con un estilo sencillo, elegante y un peculiar sentido del humor.

La película se estrenó en el año 1963, y quizá nadie la recordaría de no ser precisamente por eso, por el personaje que abría los créditos y que causó gran impacto entre los espectadores.

Blake Edwards decidió llevar al personaje de La Pantera Rosa más allá del que fue su cometido inicial, de modo que realizó un corto titulado “The Pink Phink” que fue galardonado en 1964 con un Oscar de la academia y que sirvió de episodio piloto a la que posteriormente sería una exitosa serie de animación con cortos de aproximadamente 6 minutos y que se emitió desde 1964 hasta 1980 en un total de 124 capítulos. También recibió una nominación al Oscar el inolvidable tema musical de la serie creado por Henry Mancini, todo un clásico.

Durante los 70’s, en España, pudimos disfrutar de los episodios de este personaje con un toque británico, un andar peculiar, una elegancia exquisita y un humor que nos dejaba boquiabiertos todos los domingos por la tarde frente al televisor. El que fue conocido como “El Show de la Pantera Rosa” se convirtió en líder de audiencia en esos tiempos en los que únicamente habían un par de cadenas de televisión y en el que niños y mayores lo pasamos en grande con sus aventuras. En su Show, a la Pantera le acompañaban otros personajes tales como El inspector Clouseau y su ayudante Dodo, el oso hormiguero y la hormiga, pero el que sin duda se convirtió también en imprescindible fue el hombrecillo blanco que acompañaba a la pantera en muchos de sus episodios, y que reaccionaba coléricamente ante la flema de la protagonista.

Como anécdota personal les contaré que durante los años 1993 y 1994 tuve la posibilidad de trabajar con Art Leonardi, uno de los animadores principales de La Pantera Rosa en su época, y posteriormente director de animación de la serie en la que ambos coincidimos, concretamente “Problem Child” producida por Universal Pictures. Dicha serie constó de dos temporadas, pero Art Leonardi, otros animadores y yo, participamos únicamente en la primera de ellas compuesta por 13 episodios; imagino que en la segunda temporada trabajaron otros, pero fuimos muchos los que no pudimos soportar ni un instante más la tiranía del productor con el que nos tocó dejarnos las pestañas sobre nuestros tableros de animación. Una lástima, ya que Art Leonardi, aparte de ser una leyenda viva del mundo de la animación, fue un buen compañero de trabajo y un cuidadoso profesional que preparó unos detallados cuadernos de producción para unificar los estilos de todos los dibujantes que participamos en aquella producción. Lamentablemente, a Art y a mi, nos tocó coincidir en un proyecto en el que, al parecer, al productor tan solo le interesaba meternos prisa para terminar con aquello lo antes posible, Así que sin perder el ánimo... nos fuimos a animar a otra parte.

Les dejo con el episodio piloto y primer capítulo de la serie “La Pantera Rosa".

Adjunto también la intro y el ending que, sin duda recordarán, de “El Show de La Pantera Rosa”.

Y para terminar, un video en el que Art Leonardi realiza algunos bocetos del personaje que a día de hoy, sigue siendo considerado como la protagonista de una de las mejores series de animación.

Disfruten de los videos ;-)





jueves, 14 de enero de 2010

Despertar en los setenta. Así... como quien no quiere la cosa

Esta mañana he madrugado (mi abuelo me dijo siempre que madrugar no era del todo bueno, casi tan malo... como levantarse demasiado tarde). Para mi sorpresa, me he llevado uno de los sustos más grandes que recuerdo en los últimos tiempos, aunque por otra parte, debo reconocer que por un momento, se me ha hecho “casi” realidad un sueño que hace tiempo me ronda por la cabeza.

Resulta que he salido del portal de mi casa sobre las siete de la mañana –mas dormido que despierto- y un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, con patillas, pantalones de campana, melenas al viento y demás, andaban proclamando en una no demasiado multitudinaria manifestación, no sé que consignas, a la vez que a sus espaldas un grupo de grises cargaban sobre ellos y repartían porrazos disolviendo violentamente el disturbio. En la acera se hallaban aparcados SEAT 600, 850, y 124. Todo era tan sorprendente como real. Los carteles y los escaparates de los comercios, el ambiente de la calle y la gente que contemplaba lo que en esos momentos estaba sucediendo lucían un aspecto que no dejaba lugar a dudas... esta mañana, aun no recuperado de mi estado de somnolencia y a falta de mi café matinal, me he dado cuenta de que algo extraño había sucedido y de que sin duda, en algún tramo del ascensor de mi inmueble había atravesado una puerta en el tiempo y me hallaba en plena década de los 70!!

Con la de veces que he soñado últimamente que me sucediese algo así. Que aunque sólo fuese durante 24 horas, tuviese la oportunidad de pasar unos instantes en 1970 y poder contemplar con ojos de adulto cómo era, de nuevo, la vida en los lugares en los que transcurrió mi infancia!!!


Pues bien; el ambiente setentero y todo lo que ello conllevaba, con grises incluidos, estaba allí, ante mis incrédulos ojos.

En medio de todo el alboroto alguien me gritaba.

— Apártese por favor! Va a entrar en campo!

Desconcertado he dirigido la mirada hacia una joven que me hacía unos exagerados ademanes y que tan sólo los ha interrumpido cuando una mecánica voz ha sonado de los walkie-talkie que llevaba colgados de su cintura.

En esos momentos los grises han detenido su persecución tras el grupúsculo de jóvenes, y fuerzas del orden público, manifestantes y mirones se han dirigido hacia unas mesas improvisadas en las que se encontraba un suculento catering. El aroma a café ha entrado en mis narices y casi ha sido suficiente para que empezase a percibir la realidad de todo aquello.

Numerosos miembros de un equipo técnico se sacaban los auriculares que adornaban sus orejas, dejaban sus cámaras, sus focos y sus enormes paneles reflectores y se dirigían con el resto a saborear un rico café con pastas y bocadillos de york y queso con pan con tomate.

He preguntado a la joven de los walkie que a qué se debía todo aquello, y me ha contado que se trataba de la filmación de un corto de un alumno de la ESCAC, la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya y de que he estado a punto de arruinar una escena metiéndome por medio.

A decir verdad he suspirado de alivio al darme cuenta de que me encontraba en enero de 2010 y de que todo mi desconcierto se había producido por una terrible coincidencia unida a mi falta de sueño, pero por otra parte, no he podido disimular la frustración que me ha embargado al percatarme de que mi sueño no se había cumplido y de que pese a que sería un buen argumento para una película, no dejaba de ser eso... un simple buen argumento, pero algo difícil de que suceda en la realidad.

Pensando aún en todo ello y algo traspuesto por el sobresalto, me he dirigido hacia el kiosco de la esquina para comprar algo de prensa y vaya!... parecía que el sueño continuaba y se resistía a abandonarme. Mi kioskero habitual estaba rodeado de ejemplares enfundados en enormes blisters que contenían el material de los viejos kioscos setenteros: Esther y su mundo, El Jabato, Heidi, los cuentos clásicos de Disney, etc.

— Definitivamente vuelven los 70. Eh?— me ha comentado el kioskero con complicidad.

— Bufff... y que lo digas!— he respondido.

Y no he podido evitarlo; he comprado el primer fascículo y CD de la colección de Heidi para llevarlo a casa, compartirlo con mi mujer y mis hijos y continuar reviviendo esos años, pero desde el recuerdo y sin necesidad de volvernos locos.

Les dejo el opening y el ending de esa serie que sin duda, es ya legendaria.


sábado, 7 de noviembre de 2009

"La VOZ" de los anuncios de la tele

Cada año las campañas publicitarias televisivas de anuncios de juguetes empiezan a aparecer masivamente a mediados de octubre, sobretodo durante la programación matinal mientras los niños desayunan en casa antes de ir al cole.

Estás tomándote tu café con leche y las tostadas, con la mente en blanco (a esas horas no hay quien piense en nada... no hay capacidad para ello) y oyes como tus hijos van diciendo: “yo quiero este”, “me lo pido!”, “papá. Me lo traerán los reyes?”... Tu vas asintiendo con la cabeza, con los ojos semicerrados y tratando de entender cómo es posible que ellos tengan esa energía a unas horas de la mañana en las que tú no eres más que una piltrafa humana deseando que a medida que avance el día empieces lentamente a convertirte en persona.

De todos modos, y a pesar de ese estado catatónico matutino en el que los cuerpos están recién levantados de la cama, pero los cerebros permanecen aún dormidos, hay algo –que al menos a mi- no se me escapa. Imagino que será eso que llaman “deformación profesional” ya que por mi trabajo, me dediqué durante bastantes años a la publicidad, asistí a numerosas post-producciones de spots televisivos en los que había colaborado, y entre otras, mi función era la de supervisar las locuciones de los anuncios de la tele; eso que llaman “la voz en off” y que consiste en que una voz (obvio) va narrando y describiendo las virtudes de un producto a medida que las imágenes nos lo van mostrando.

Como digo, lo que a mi no se me escapa, es que “la voz” de la gran mayoría de anuncios de juguetes con los que somos acribillados cada mañana, pertenece al mismo tipo, al mismo locutor, y que no es otro –ni más ni menos- que Constantino Romero; el mismo que en las olimpiadas del 1992 de Barcelona, rogaba a los atletas que se bajasen del escenario en la ceremonia de clausura y ante la posibilidad de que este cediese debido al peso de todos cuantos andaban por ahí encima cantando el “amics per sempre naino, naino, naino-nai”, el mismo que dobla a Clint Eastwood en la versión española y que dice como nadie eso de: “Anda... alégrame el día”, y el mismo que ha presentado numerosos concursos televisivos y que en realidad, está en todas las salsas. Constantino Romero, un albaceteño que llegó un buen día a Barcelona, se quedó, y desde un estudio de grabación es capaz de llegar hasta nosotros a través de las voces de Arnold Schwarzenegger, del malo malísimo Darth Vader o de los colchones Lo Monaco.

Conocí personalmente a Constantino Romero, “Tino” (como le llaman afectuosamente en el ramo) cuando yo tenía 19 años. Por aquel entonces estaba trabajando en un estudio de publicidad colaborando en anuncios de televisión realizados en dibujos animados. Era una época gloriosa en la que se ganaba mucho dinero en ese negocio y en la que cualquiera que andase metido en publicidad podía llegar a cobrar unos sueldos que rondaban las 500.000 pesetas al mes; lo que ahora serían unos 3.000 euracos del ala. Yo tenía la mili pendiente y mi cabeza le daba vueltas a la idea de mantenerme como humorista gráfico, pero pese a ello, la publicidad me atraía, era un mundo en el que se podía aprender mucho y en el que era posible ganar un dinero que no venía mal. Yo tenía el privilegio de estar en un estudio en el que quien más y quien menos ganaba esos 3000 euracos, en el que me hacían trabajar más horas que a un reloj, en el que se me encargaban todo tipo de trabajos a horas intempestivas y en el que se me pagaban... 20.000 pesetas al mes (unos 120 euros...). Vamos, que no era yo que digamos un potentado, ya que por encima de todo mi trabajo consistía en preparar cafés y llevarles los almuerzos a los que en realidad, ganaban esa pasta gansa haciendo trabajos por los que yo hubiese dado un brazo. Eran animadores que daban vida a los personajes de los anuncios, se encargaban de realizar los decorados de las películas, de planificar y de organizar el Cristo que supone sacar adelante una mini producción de 20 segundos; en definitiva, un trabajo apasionante.

Durante algo más de tres largos meses estuvimos trabajando para una campaña de Cheetos compuesta de tres anuncios para varios de los productos: los ricitos, los torciditos y los bolitas. La cantidad de horas mensuales de trabajo de cuantos estábamos allí arrojaba una media de 17 horas diarias por persona, no es broma, trabajábamos día y noche, dormíamos escasamente tres o cuatro horas en una habitación del estudio en la que habían unas mantas y una moviola, mal comíamos, mal cenábamos, mal dormíamos, apenas nos aseábamos, pero todo esfuerzo era poco, los tres anuncios tenían que estar terminados en la fecha prevista o de lo contrario, la agencia podía poner una sanción económica al estudio y alguien podía quedarse sin sus 3000 euros; yo sin mis 120.

El trabajo contrarreloj, el agotamiento de todos y la necesidad de presentarse en el estudio de grabación con material bajo el brazo y completar la última etapa del proceso, hizo que por azar o mala leche, me tocase a mi personarme en el estudio y supervisar la post-producción de los tres anuncios.

—Yo?
—Si tú. Toma este dinero y píllate un taxi cagando leches. Esto tiene que estar listo a mediodía.
—Pero si yo... Ya sabré?
—Tranquilo, mientras el actor haga la locución tu estarás en una cabina con unos cascos puestos. Lo único que tienes que hacer, en cuanto él termine, es mirarle sonriente y levantar tus pulgares como haciéndole saber que lo ha hecho de puta madre.
—Y ... Ya está?... Y si no lo hace bien?
—Si no lo hace bien estamos jodidos! No hay tiempo para cambios ni revisiones, el cliente nos meterá un paquete si no tiene esto sobre su mesa antes de comer, así que tú... levanta esos jodidos pulgares!

Con tres rollos de película en una bolsa del Spar y metido en un taxi, me dirigí hacia el estudio de grabación. Y al llegar... allí estaba el incombustible Constantino Romero.

—Hola hijo. Eres tú el director de todo esto? —La voz de Clint Eastwood se estaba dirigiendo a mi. Temía tener que mentirle, pero... igual desenfundaba su Mágnum 357 y hacía en mi pecho el agujero del tamaño de un puño.
—Seeee... Si —le dije intentando transmitir convicción.
—Pues vamos allá! Esto va a ser divertido! —dijo la voz.

Divertido? Yo andaba más perdido que Trazan en New York.

Los técnicos colocaron uno de los rollos de película en la moviola. Constantino se colocó frente a un atril y se puso los cascos, a mi me encerraron en la cabina de sonido familiarmente conocida como “la pecera” y junto a mi, un técnico manipulaba una mesa llena de botones, lucecitas, interruptores y palancas. Las luces de la sala descendieron su intensidad, un pequeño foco iluminó el atril en el que “Tino” tenía los papeles con el texto de su locución. La moviola comenzó a reproducir las imágenes del spot.

Yo tuve que darle la señal a Tino de cuando él tenía que inmortalizar con su voz aquel momento. Lo hice y... Eh!... lo hice bien. A la primera! Y Tino se arrancó con su portentosa voz y con su desbordante talento.

Cheetos. Los masqueseros, más que buenos, más que divertidos!

Yo estaba pendiente mientras todos: Tino, técnicos y demás asistentes me miraban.

—Ya está? —pregunté.
—Eso tú. Cómo lo has visto? Te parece bien? —me preguntó el técnico.
—Eeehh... Si... No?
—Si? —insistió.

Tino me miraba con las cejas levantadas por encima de sus gafas, su calva brillaba debido a la luz del pequeño foco, el bigote dibujaba una mueca torcida como de estar a la expectativa de mi decisión.

Le miré... le lancé una de mis mejores sonrisas, levanté mis pulgares y a partir de ahí una tensión que había reinado el ambiente durante breves minutos, se convirtió en alivio y en calma total. Era la primera vez en mi vida que yo tenía poder, la primera vez en la que bajo mi responsabilidad estaba el control absoluto de una situación, y animado por mi éxito estaba deseoso de continuar con aquello.

—Bien, perfecto! —dije, mientras que le impostaba cierta seguridad prepotente a mi voz—. Chicos... vamos a por los otros dos spots.
—Los otros dos? —Preguntó Tino.
—Si Tino —le respondí (ya éramos colegas, así que podía tratarle con familiaridad)–. Olvidas que eran tres rollos?

El técnico que me acompañaba en la pecera tapó sutilmente el micrófono de sus cascos con una de sus manos y se dirigió a mi.

—Esto... la locución es la misma para los tres. No es necesario grabar nada más, a menos, claro está, que consideres que este “take” no ha sido bueno —me aclaró.

Todo mi poder se vino abajo. Reaccioné rapidamente, como pude, tratando de enmendar mi error y de devolverme a mí mismo la autoridad que en un “plis” había tirado por tierra.

—Oh claro!... Perfecto Tino, perfecto! Todo ha salido perfecto! —mi sonrisa se quedó paralizada en mi rostro, una gota fría de sudor descendía por mi sien y mis pulgares se mantenían tiesos y petrificados. Creo que Tino pensó que tenía alguna enfermedad en los dedos, ya que desde ese momento hasta que se fue después de cobrar su talón de 150.000 pesetas, estuve levantándole los pulgares cada vez que me cruzaba con él.

150.000 pesetas, novecientos y pico euros por decir, en apenas unos segundos: “Cheetos. Los masqueseros, más que buenos, más que divertidos”. Yo había “dirigido” la locución de un tipo que había cobrado en esa sesión lo que yo tardaría en ganar en unos ocho meses de arduo trabajo.

Ese día aprendí que no porque a uno le pongan una gorra de plato se convierte en general. El poder es algo más sutil que todo eso y no siempre lo poseen aquellos que aparentamente lo ostentan.

Jodeeerr.....

Todo eso sucedió durante mi estancia en el Estudio Andreu de Barcelona. Un estudio especializado en dibujos animados y que fue de los más importantes en España en las décadas de los 70 y de los 80 desarrollando una importantísima tarea en el campo de la publicidad. Anuncios como los del Búlgaro de Cropán, los Phosquitos, los calzados deportivos Paredes, Lois Junior, los primeros Mister Proper, la ranita del Confidest, El Caserio, y un largo etcétera. El que les dejo como muestra se trata del spot de Pilé 43, realizado en Estudio Andreu y rebosante de estética setentera.



Créditos de las imágenes: Consistentes en bocetos realizados en Estudio Andreu para varias capañas publicitarias .-1) No lo recuerdo bien, pero creo que eran personajes para un spot de Cutex .-2) Fotografía de Constantino Romero bajada de Internet .-3) Cheetos, los masqueseros .-4) La ranita del test de embarazo Confidest .-5) El Caserio .-6) Mister Proper.

martes, 9 de junio de 2009

El Conejo de la Suerte DUNKIN

En su línea de productos coleccionables acompañados de un sabroso chicle de fresa, la casa Gallina Blanca con sus famosísimos chicles Dunkin, lanzó al mercado en 1968 una de las colecciones que más versiones ha tenido a lo largo y ancho de todo el mundo. Se trató de la colección de figuras monocromas de personajes de la Warner llamada “El Conejo de la Suerte”.

Esta colección se comercializó por Dunkin en sus populares colores: Rojo, verde, amarillo, azul, naranja y blanco. Constituyeron uno de los encantos kiosqueros de la época ya que por una peseta se podía gozar de las figuras coleccionables y del exquisito chicle.

Recuerdo que las figuras del coyote y del correcaminos eran motivo de avaricia por parte de los que fuimos niños en aquellos tiempos. Cierto es que Bugs Bunny era el personaje estelar, pero los dos anteriormente citados tenían sus indiscutibles puntos... “débiles”, las orejas del coyote, así como la cola del correcaminos, se rompían con gran facilidad, así que si alguien quería intercambiar figuras... el precio a pagar por una de esas dos, era considerablemente elevado.

Bugs Bunny fue el protagonista indiscutible de la colección así como de numerosas series de televisión de Warner Bros tales como Looney Tunes o Merrie Melodies, y que le valieron un Oscar de Hollywood. Los creadores del personaje se inspiraron en Grouxo Marx para dotarle de una personalidad desenfadada y capaz de bromear a pesar de que un inminente peligro estuviese amenazando. Sus andares con su zanahoria emulan, sin lugar a dudas, el característico modo de andar de Groucho con su puro.

El animador Ben Hardaway fue el creador del prototipo del personaje y el responsable de su primera aparición en un corto titulado “Porky’s Hare Hunt” (30 de abril de 1938). Mel Blanc dio la voz al personaje que ya le caracterizó siempre.

Más tarde en 1939 Chuck Jones dirigió el corto titulado “Prest-O Change-O”, donde actuaba como mascota del mago Sham-Fu. En el mismo año protagoniza su tercer cortometraje “Hare-um Scare-um” en el que el animador Gil Turner fue el primero en darle el nombre al conejo al escribir Bugs Bunny en una hoja de modelo del personaje. En los cortos anteriores era conocido como Happy Rabbit.

Se puede considerar que el primer papel de Bugs Bunny, con la personalidad y carácter completamente formado, es en el corto “A Wild Ware” (27 de julio de 1940) dirigido por Tex Avery, y en el que emerge por primera vez de su madriguera comiendo su zanahoria, para decirle al gruñón cazador Helmer... Qué hay de nuevo viejo?, siendo además, la primera vez en que ambos personajes coincidieron.

A lo largo de su dilatada carrera como actor de papel y siendo ya una estrella a nivel internacional, Bugs pasó por las manos de los mejores directores de animación de la década de los 60: Friz Freleng, Robert McKimson, Tex Avery, Chuck Jones.

El Oscar lo ganó con el corto "Knighty Knight Bugs" (1958) dirigido por Frez Freleng, pero tal vez el director que le dio mayor continuidad y proyección estelar fue el aclamado Chuck Jones, como ejemplo basta citar que uno de los clásicos de Jones con Bugs como protagonista fue What’s Opera, Doc? (1957) en el cual Bugs parodia el clásico de Wagner, El anillo del Nibelungo, y ha sido considerado “culturalmente significativo” por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y seleccionado para ser preservado en el registro nacional de películas, siendo el primer dibujo animado en alcanzar este honor.

Lo que más llegó de Bugs Bunny y del resto de los personajes Warner a nosotros, en ese periodo de nuestra infancia, fueron los cortometrajes que desde 1948 formaron parte de Looney Tunes y Merrie Melodies, dentro de un espacio televisivo que los agrupaba junto con nuevas obras y titulado: “El Show de Bugs Bunny” que se empezó a emitir en 1960 y permaneció en antena durante, ni más ni menos... 40 años.

En 1981 La casa de pastelitos Ortiz lanzó al mercado una nueva reedición de los personajes utilizando los viejos moldes Dunkin y devolviendo el recuerdo a los que fueron niños en esa generación. Si vale... no estuvieron mal esos muñequitos de Ortiz, pero. Para qué negarlo? Los que crecimos con los Dunkin de 1968 lo hicimos con los genuinos y originales... siempre nos quedará eso aunque desconocíamos el nombre de algunos personajes, Ortiz llevaba en cada pastelito un cromo a modo de catálogo en el que los dichosos nombres aparecían para poner las cosas más fáciles. Y es que a nosotros... no se nos lo tenía que dar todo hecho :-D

A continuación tres videos que no debería perderse ningún nostálgico como Dios manda:

El primero es el anuncio de televisión con el que Dunkin promocionaba su producto y subido a internet por Quatermass al que nunca se le podrá estar lo suficientemente agradecido por ese detalle.

El segundo se trata de la intro de “El Show de Bugs Bunny” que popularizó a los personajes entre nosotros y que llenó de alegría nuestras tardes de merienda.

El tercero es el ending de “El Show de Porky”, otro de los populares personajes aparecidos en la colección de figuras monocromas Dunkin. Ahí les dejo en buena compañía y con gratos recuerdos.







Créditos de las imágenes: 1.- Sobre de chicle Dunkin "Conejo de la suerte" subido al foro de Dunkin por Javier 1704 / 2.- Colección particular de figuras de "El conejo de la Suerte" Dunkin del Kioskero del Antifaz / 3.- Hoja modelo de animación de Bugs Bunny extraida del libro "Chuck Reducks" / 4.- Fotografia en su mesa de trabajo de Chuck Jones extraida del libro "Chuck Amuk" / 5.- Colección de figuritas Warner de Ortiz (1981) subida al foro Dunkin por Javier 1704.

Y ya saben... Eso es to, eso es to, eso es todo amigos ;-)

lunes, 25 de mayo de 2009

Los Picapiedra

La famosísima serie televisiva Los Picapiedra (The Flintstones), fue creada por William Hanna y Joseph Barbera, ambos creadores de los estudios de animación estadounidenses Hanna-Barbera Enterprises. Los fundadores del estudio se conocieron en 1939 trabajando para la Metro-Goldwyn-Mayer. En 1944 crearon su propio estudio dedicándolo inicialmente a la realización de comerciales televisivos y alternándolo con su trabajo en la productora hasta que en el 1957, el departamento de animación de la MGM cerró y William y Hanna se dedicaron a sus proyectos a tiempo completo e iniciaron la producción de series para televisión.

Los Picapiedra fue una de las series de televisión que ha gozado de mayor éxito en la historia. La cadena estadounidense ABC la emitió por primera vez el 30 de septiembre de 1960 llegando a emitir hasta un total de 166 episodios.

Lo curioso fue que la serie estaba prevista para un público adulto, los personajes no sólo aparecieron en varios anuncios de la compañía de cigarrillos Winston, sino que además, el show fue presentado por dicha marca durante un largo período de tiempo. También hay que destacar el dato de que Pedro y Vilma Picapiedra fueron la primera pareja de dibujos animados en aparecer juntos en la misma cama. No obstante, el éxito fue tal que pronto gozó del favor de todos los públicos llegando a ser la primera serie de animación que se emitió en horario prime time.

A partir de 1962, los Picapiedra fue el primer dibujo animado en emitirse en color.

Lo primero que muestro de la fabulosa serie de animación de la que pudimos disfrutar durante finales de los 60's y los 70's, se trata de un spot original de la marca de cigarrillos Winston.



Seguidamente la cabecera inicial que daba lugar a los episodios de la serie.


A continuación, un episodio inédito. Se trata del capítulo piloto, el primer capítulo de los Picapiedra que se realizó para ver qué tal daban los personajes en pantalla. Como podemos observar son ligeramente distintos a los que finalmente fueron los auténticos, pero se trata de una copia de trabajo simplemente. Este capítulo se reincorporó posteriormente a la serie (el tercero de la primera temporada) con los personajes tal y como los conocemos.




Y para terminar, como no, el famoso ending que cerraba los episodios con Pedro Picapiedra gritando su archiconocido: “Vilma... abreme la puertaaaaaa!!!”.



En CanalRetro, a través de Youtube, podemos disfrutar de todos los episodios de las 6 temporadas de la serie, además de algunos especiales.

martes, 21 de abril de 2009

Aceitunas "La Española". Una aceituna como ninguna.


Los sábados por las mañanas acompañaba a mi abuela a hacer la compra; mis padres trabajaban los sábados, así que iba con ella y de ése modo no me quedaba sólo en casa, tenía apenas cuatro años.

Pasábamos por el puesto de frutas y verduras, por la pescadería, por la carnicería... recorríamos el mercado de parte a parte y mi abuela iba pidiendo tanda en los diferentes puestecillos, esperaba su turno mientras hablaba con alguna vecina hasta que le tocaba pedir y hacer su compra.

Siempre me gustó ir con ella a comprar. De vez en cuando pedía una bolsa extra en alguna tienda, metía en ella una lechuga o alguna cosa que pesase poco y me la daba para que la llevase yo.

—Anda... ayuda a la yaya —Me decía.

Y yo me sentía el niño más útil del mundo pudiendo colaborar y “repartiendo” el peso de la compra con ella.

Todo iba bien hasta que llegábamos al puesto de olivas. Me alucinaba mucho ver tantas variedades diferentes de esas cosas en todas las tonalidades posibles de verde, amontonadas en tarros de cristal o en bandejas de plástico y semiflotando en pringoso aceite. Ignoro que obsesión extraña tendrán los vendedores de olivas, pero siempre... absolutamente siempre que un crío se acerca a su puesto, ellos se arman con una cuchara enorme de plástico llena de agujeros en su base, la sumergen en uno de esos recipientes, extraen un par o tres de olivas, e invariablemente dicen:

—Toma bonito. Unas olivitas?

No hay vendedor de olivas sobre la faz de la tierra que no repita ése ritual ante la presencia de un niño. A qué disfunción cognitiva, o trastorno de la personalidad obedecerá semejante conducta?

Lo más sorprendente para mí, era ver que al resto de niños eso les parecía normal y como impulsados por algún resorte o mecanismo del cual yo carecía, se ponían de puntillas, alargaban el brazo, metían la mano en el interior del cucharón y devoraban con apasionado afán esas bolitas con hueso e independientemente de que fuesen verdes, negras, rotas, relucientes, etc.



A mí habían especialmente dos cosas en el mundo que me daban un asco sobrehumano: la primera era la de caminar delante de alguien y oír como a mis espaldas... ése alguien, cargaba su gaznate con un potente moco, lo llevaba hasta su boca con un carraspeo más o menos intenso de su garganta y lo escupía “supuestamente” sobre el asfalto; siempre me dio la sensación de que el salivazo en cuestión había ido a parar a mi espalda, o que al llegar a casa me lo encontraría aferrado al talón de mi zapato, palpitante y casi, casi... hasta mirándome. La segunda cosa -que si cabe... me daba más asco aún-... eran las olivas.

—No gracias, no le de olivas que no le gustan —decía mi abuela cuando veía que el hombre cargaba con su cucharón en ademán de introducirlo en uno de los recipientes.

—Que si mujer! Cómo no le van a gustar las olivas? Te gustan verdad? —Ellos insistían siempre presos de esa disfunción de la cual eran víctimas y sin ser capaces de pensar que podía existir en el mundo un niño, aunque sólo fuese uno, al que no le gustasen.

—No gracias... no me gustan —respondía yo tímidamente.

Y eso... era lo peor que le podías decir a un vendedor de olivas. Sus sonrisas de comerciantes amables y su expresión de “voy a tirarme el rollo con el nene” se tornaban en un rictus de desaprobación. Me repasaban con la mirada como si estuviesen delante de un niño marciano o de alguna clase de ser escapado de un circo y agarrado de la mano de una anciana.

—Oh vaya!... Pues ya es raro... a todos los niños les encantan —remataban con esa frase e inmediatamente pasaban de mí y se centraban en mi abuela —Qué desea la señora?

Me mataba eso de que “a todos los niños les encantan”... Y una mierda! Yo era un niño, y sí a mí no me gustaban, eso significaba que NO les gustaban a todos. O es que acaso mi opinión no contaba? No formaba parte de ésa curiosa estadística, aunque sólo fuese por tratarme de la excepción que confirmase la regla?

Durante un tiempo los vendedores de olivas y los tipos que escupían por la calle fueron mis peores enemigos. De haber tenido poder con mis apenas cuatro años de edad, hubiese desterrado a esos individuos; a unos y a otros. Les hubiese embarcado a todos rumbo a una isla desierta sin posibilidad de retorno y mientras que unos se pasarían el resto de sus vidas sumergiendo sus cucharones en los recipientes de olivas, los otros irían escupiéndoles y haciendo puntería sobre sus calvas.


Un domingo venían mis tíos a comer y en casa se preparó un aperitivo previo a los platos principales. Yo andaba jugando por mi habitación y mi padre me llamó desde el comedor.

—Cariño, ven!

Salí de mi cuarto con mi gorro de vaquero y haciendo ver que galopaba sobre un caballo negro mientras que con la boca iba simulando el golpear de los cascos contra el arenoso suelo de Texas “cotocloc, cotocloc, cotocloc...” Al llegar donde se hallaba mi padre mi corcel frenó y exhaló un potente relincho “IIIiiiiIIIIIiiiiii.... BBBRRRrrrrrrrrr...”

—Abre la boca y cierra los ojos —Me solicitó mi padre.

—Un Sugus... —Pensé yo. Le hice caso, cerré los ojos con todas mis fuerzas y abrí la boca tanto como pude.

De inmediato noté como algo viscoso, pequeño y ovoide se me resbalaba torpemente entre la lengua y el paladar, pero... no era posible; mi padre conocía perfectamente mi aversión hacia esas cosas llamadas aceitunas y sí bien me quería, nunca hubiese sido capaz de meterme una en la boca y asaltarme así, a traición. De inmediato la hubiese escupido, pero eso iba diametralmente en contra de mis principios. Odiaba a la gente que escupía! No habíamos quedado en eso?

La mordí y un mundo de sensaciones me inundó por dentro, me elevó espiritualmente, me hizo tocar el cielo e incluso creo que desde entonces, me convirtió en mejor persona. Las olivas; más concretamente las aceitunas “La española” pasaron a ser lo más grande de este mundo y el mejor invento después de la mercromina que lo curaba todo.


—Para de comer olivas que no vas a dejar sitio para la carne —Me dijo mi tío durante la comida.

Fue curioso experimentar el hecho de que algo pueda no gustarte cuando lo que sucede en realidad es que no lo has probado nunca, pero lo más revelador de todo fue empezar a considerarme un niño normal, llegar al puesto de olivas agarrado de la mano de mi abuela y dejar de ser un esperpento circense o un marciano. Ponerme de puntillas, alargar el brazo, meter la mano en el cucharón y devorar con pasión esas dos o tres aceitunas que el vendedor de olivas me daba con esa expresión de “vamos a tirarnos el rollo con el nene” para posteriormente añadir:

—Es que no falla... a todos los niños les encantan.

Y sí!... Por fin formar parte de ésa estadística, ser uno más y sentirme plenamente identificado con el resto de los niños del mundo que con tres o cuatro años y con sus cortos cuellos hundidos en sus bufandas, se zampaban con ése afán y con los carrillos hinchados las deliciosas olivas: verdes, negras, rotas, relucientes... daba igual, el caso es que las aceitunas y los vendedores de olivas fueron inmediatamente indultados gracias a mi imaginario poder. Les rescaté de la isla desierta con un trasatlántico de lujo lleno de mujeres semidesnudas, combinados de deliciosas frutas tropicales, música hawaiana y les traje de regreso a sus puestos en los mercados para que siguiesen haciendo felices a todos los niños. Allí se quedaron, y siguen estando, los lanzadores de salivazos a los que además... dejé sin olivas.



No está de más hacer una visita por el museo virtual de "Aceitunas la española". Una interesante visita desde los años 40 hasta la actualidad, y además muy divertida ;-)

Imágenes de esta entrada de procedencia desconocida (extraidas de internet).

NOTA: A día 25-7-2009. Esta historia pasa a formar parte del V certamen "Escribe tu hitoria" , iniciativa perteneciente al blog: "El Mosquitero". Ánimo y suerte a todos lo participantes ;-)

martes, 24 de marzo de 2009

Flaggolosina

Yo no sé si alguien fue capaz de llegar a casa, abrir el frigo, poner en él las alargadas bolsitas de Flaggolosina, esperar eternamente a que el frío del congelador hiciese la función de convertir en helado el líquido de su interior, y finalmente, y después de la merecida espera... devorar con ansia el polo del sabor elegido y disfrutar del helado casero anunciado por televisión y de venta en todos los kioscos y tiendas de chucherías de nuestra infancia.

El señor Sánchez, era el kiosquero proveedor de todo el material dulce y rico en colesterol para toda la criaturada del barrio del Poble Sec en el que nací. Era mi kiosquero preferido y uno de los tipos a los que más envidiaba por la sencilla razón de que su trabajo, consistía en vivir rodeado de chuches, tebeos, juguetes, baratijas de Monta-Plex y de todas aquellas cosas, absolutamente todas, que yo deseaba con fervor.

El señor Sanchez era mayor. Todo el mundo era mayor cuando yo era pequeño. Recuerdo que mientras yo iba comprando sus golosinas me dejaba guiar por varias sensaciones: algunas las compraba porque me atraía su color, otras por su olor, algunas ya las había probado y las compraba por repetir el placer que me habían proporcionado en ocasiones anteriores, e inevitablemente, otras las compraba por el precio y la disponibilidad de mi capital en ese momento. Como decía; mientras yo iba eligiendo de aquí y de allí, el señor Sanchez trataba de hacerme entender que no hiciese el animal y que me comiese el Flaggolosina helado, que era mucho más bueno que del modo en como me lo tomaba. Yo asentía con la cabeza, pero sin perder de vista los tarros, botes, envases, packs, y demás objetos contenedores de tanto vicio.

Sin duda, el señor Sanchez sabía de sobra que lo primero que yo haría al salir a la calle, sería buscar el primer portal en el que sentarme, colocar sobre mi regazo la bolsa de chuches, agarrar por banda mis alargadas bolsitas de Flaggolosina, arrancar de un bocado una esquina del plástico y succionar el preciado líquido de su interior como si me fuese la vida en ello.

Repito que no sé si alguien fue capaz de llegar a casa y celebrar todo el ritual para el cual había sido concebido el Flaggolosina, pero por favor, si alguien tuvo esa enorme dosis de serenidad... Qué tal fue esa experiencia?


sábado, 14 de marzo de 2009

¿Se hacían en color los dibujos animados cuando nuestros televisores eran en blanco y negro?


No sé si alguien se habrá formulado en alguna ocasión esta pregunta. Tampoco sé si a alguien puede interesar la respuesta, pero en mi caso, y teniendo en cuenta que me dedico a esto de hacer dibujos animados desde hace algo más de 25 años, descubrir todo eso fue algo que me sorprendió cuando empecé a recorrer algunos estudios de animación con mis dibujos y en busca de mi primer empleo como aprendiz.


Antes que nada sería necesario dejar caer un par de datos importantes:

La llegada del color al mundo de los dibujos animados en el cine, se produjo en 1932, y la primera película que se rodó con el nuevo sistema del Technicolor fue un cortometraje de la casa Disney titulado Árboles y flores (Flowers and trees). Curiosamente su incorporación al cine de imagen real se produjo pocos años más tarde, en 1935 se rodó “La feria de las vanidades” de Rouben Mamoulian, pero el esplendor de la nueva técnica llegó al gran público en el 1939 con “Lo que el viento se llevó”. No obstante, el color en el cine no se impuso hasta que no fue posible equiparar los gastos de la nueva técnica con los del tradicional (hasta entonces) blanco y negro.



Con respecto a la televisión se llevaba investigando con el color desde el año 1928, pero los primeros resultados medianamente óptimos y comercializables a nivel industrial no empezaron a producirse hasta 1950. En España, pudimos gozar del invento a partir de 1972 y el primer programa que se emitió a color en Radio Televisión Española fue el “Un, Dos, Tres, Responda otra vez”, creado por Narciso Ibañez Serrador y presentado por Kiko Ledgar. Pero...

… Si bien es cierto que independientemente de que la tele fuese en blanco y negro o color; los actores, presentadores, azafatas, concursantes, cantantes, etc, no iban paseándose por las calles o los platós de televisión en blanco y negro... Qué sucedía con los personajes de dibujos animados?

La animación exigía, y exige aún hoy en día, un proceso lento y laborioso. Para conseguir recrear en pantalla “la ilusión del movimiento” durante un sólo segundo de proyección, se requieren una media de 12 dibujos, variando dicha cantidad en función de si la animación es más limitada, o si es más fluida y pudiendo llegar en éste último caso a los 24 dibujos por segundo; es decir, a un dibujo por cada fotograma teniendo en cuenta que la velocidad normal de proyección es de 24 fotogramas por segundo.


Antiguamente los animadores trabajábamos en un soporte especial compuesto de un disco giratorio instalado en una mesa que nos permitía dibujar comodamente, y con una instalación de luz por debajo para conseguir la transparencia necesaria para crear una pose del dibujo en relación con la anterior.

Los dibujos del animador eran pasados a tinta sobre acetatos o láminas de celuloide transparente. Seguidamente eran coloreados por todo un equipo de asistentes con el fin de filmarlos y que la transparencia de los acetatos, en los cuales se hallaban los personajes, permitiesen ver claramente los distintos fondos y decorados que eran utilizados en la toma de cada plano.




El proceso de filmado se realizaba con una cámara de 35 milímetros suspendida sobre un stand denominado “truca” y que permitía, además de tomar los fotogramas necesarios de cada dibujo, realizar los distintos movimientos de cámara.

Puestos ya en antecedentes, y volviendo a la parte del color realizado por los asistentes sobre los mencionados acetatos, os muestro una selección de unos que pertenecen a mi colección particular de material de dibujos animados.


Los acetatos en cuestión corresponden a un anuncio de televisión que fue realizado para la empresa de helados CAMY y más concretamente para un helado del que pudimos disfrutar en nuestra infancia: el “CAMY PACHÁ” que ofrecía como novedad, la idea de que se trataba de dos helados unidos entre sí, pero que era posible compartir con los amigos ya que disponía de dos palos. Lo recuerda alguien?

Pues bien, el anuncio del Camy Pachá fue rodado a principios de los setenta en un estudio de animación de Barcelona, y como se puede comprobar... los asistentes que se ocuparon de darle "color" a los celuloides, lo hicieron tal y como iba a ser percibido por el ojo del espectador; es decir, en blanco y negro.


Para qué invertir en color cuando el medio en el que se iba a emitir el anuncio no disponía de este sistema? Ya bastante costosa era la producción de un spot como para gastar más tiempo y más dinero en algo que nadie iba a poder apreciar.

Hay que aclarar que esto sucedía en publicidad para televisión, mientras que en cine el color se venía utilizando desde mucho antes. Concretamente en España, y a pesar de que el cine de animación español no cuenta con una gran historia, ya se utilizó el color en el que fue el primer largometraje de dibujos animados español “Garbancito de la Mancha” de 1945, dirigido por Artur Moreno y producido en los estudios barceloneses de Balet y Blay.


Para terminar dejo un pequeño gif animado con los acetatos previamente mostrados y pertenecientes al spot del popular Camy pachá de los años 70.


Camy Pacha

Teniendo en cuenta que el anuncio era en blanco y negro y que logicamente no se puede intuir cuales eran los sabores del helado... Alguien los recuerda? :-D


ANIMATED CARTOONS HISTORY
Clicando este banner podréis acceder a una historia... muy animada.

viernes, 13 de marzo de 2009

Un globo, dos globos, tres globos


Fue el programa infantil que quizá dedicó más tiempo a los niños y no tan niños de la casa, ya que a lo largo de algo más de una hora, y de lunes a viernes, destinaba su programación a tres franjas de edad diferentes. Un globo, era para los más pequeños e incluía los primeros “Barrio Sésamo” que se emitieron en España. Dos globos, estaba dedicado a los que ya eran algo más creciditos, y los tres globos incluía programación para los preadolescentes.

El programa se empezó a emitir en 1974 y permaneció en antena hasta el 1979, conducido por la añorada y prematuramente desaparecida María Luisa Seco y acompañada por Manolo Portillo. La letra de la canción estaba escrita por la poetisa infantil por excelencia, Gloria Fuertes.

Innumerables recuerdos me vienen a la memoria; recuerdos de llegar corriendo del cole y sentarme frente al televisor para ver el programa, recuerdos de pan con chocolate, de vaso de leche con Nesquik, y sobretodo... de televisión en blanco y negro, pero con la esperanza puesta en un futuro con algo más de color.

He podido encontrar varios Blogs que de un modo u otro hacen mención del programa y lo recuerdan. Me alegra encontrar tanta nostalgia por internet y me alegra ver que el recuerdo que dejó en todos los que lo vimos es grato.

Como buen nostálgico y poseedor para siempre jamás de una infancia feliz (éso ya no me lo quita nadie), no podía dejar de dedicarle una entrada a este querido programa.



sábado, 7 de marzo de 2009

Palotes de Palín


Los Palotes, conjuntamente con los PEZ, los CHUPA CHUPS y pocos más, son los caramelos supervivientes por excelencia; algunos de ellos (como los PEZ) desde el año 1927. Pocos años más tarde, en 1930, empezó la industria “caramelera” en España.

Los inmortales Palotes fueron creados por la casa “DAMEL” en Elche durante los años 60. Los disfrutamos nosotros en nuestra infancia y los disfrutan también nuestros hijos... y bueno, yo al menos, aún no he dejado de saborear alguno de ellos de vez en cuando.

Nuestros padres solían darnos algún montoncito de monedas entre las cuales se encontraban, generalmente pesetas, pero también algún que otro duro. El duro acostumbraba a caer los domingos, a decir verdad de lunes a sábado eran pesetas e incluso algún día -hay que reconocer- que se escaqueaban de darnos ni cinco con aquella frase tan típica de: “Sí quieres chuches, no haberte comido todas las que te compraste ayer”. Yo odiaba profundamente ésa frase, ya que a pesar de las baratijas de kiosco o de los juguetes “caros”, las chuches eran y siguen siendo mi delirio.


El caso es que con ese montoncito de monedas apretado en el interior de nuestro puño sudoroso ante la emoción de invertir “ésa pasta” en golosinas, corríamos como poseídos hasta el kiosco. Al llegar a él la frenada era tan apoteósica que no pocas veces dejábamos en el asfalto la marca de la suela de nuestros zapatos “Gorila” ÑÑÑiiiiieeeeecK! El quiosquero separaba ligeramente la mirada del periódico que estaba leyendo, nos miraba por encima de la montura de sus gafas, y ante nuestra impaciencia lo dejaba todo para atendernos. Hay que ver la paciencia que tenían los quiosqueros de entonces.

Podíamos llegar a comprar lo que fuese hasta agotar el diminuto presupuesto del que disponíamos. Había gran variedad y nuestros ojos andaban locos recorriendo absolutamente todos los rincones del kiosco en busca de la chuche más deseable. Se nos hacía la boca agua con el olor a confite y ante la visión tan colorida de los distintos recipientes que albergaban aquellos objetos de nuestro deseo, pero a pesar de la gran cantidad, casi siempre, o mejor dicho... NUNCA salíamos del kiosco sin algún que otro Palote entre nuestras manos.

No sólo el caramelo era y sigue siendo delicioso, sino que además, en el interior de sus envoltorios habían cámaras fotográficas, pelotas, canoas hinchables, muñecas, gafas submarinas... Por si fuera poco, te podía tocar una de las camisetas de “Palotes de Palín” o el magnífico castillo que salía en el anuncio de la tele.

A decir verdad... yo nunca conseguí ninguno de esos premios puesto que no participé en ninguno de los sorteos, ni mandé jamás los envoltorios. Yo ya tenía mi premio... mi caramelo Palotes!

miércoles, 4 de marzo de 2009

Los Spaghetti Western


Fueron películas en su mayoría financiadas por productoras españolas o italianas y consideradas como un subgénero de los Westerns Made in USA. El fenómeno Spaghetti Western tuvo su origen en los años 60 y se prolongó hasta los 70, pese a que en esta segunda década empezó también su decadencia.

Despectivamente se denominaban “Spaghetti Western” a las íntegramente italianas y “Chorizo Western” a las españolas. Pero el máximo exponente en el género y que a largo plazo se ganó el respeto de público y crítica norteamericanos fue la saga dirigida por Sergio Leone y protagonizada por Clint Eastwood: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965), y El bueno, el feo, y el malo (1966), conocidas como “La trilogía del dolar”. Sergio Leone rodó también en 1968 el film titulado “Hasta que llegó su hora” protagonizado esta vez por Charles Bronson junto con Henry Fonda y Claudia Cardinale, y considerada una obra maestra del “subgénero”. Por su parte Clint Eastwood, tras su aparición en estos films, dejó de ser un actor de teleseries para convertirse en una de las estrellas con más poder en Hollywood y llegar a ser, a día de hoy, uno de los grandes directores (para mi el más grande) de la historia del cine americano.

Los Spaghetti western fueron rodados mayoritariamente en los estudios Cinecitta de Italia y en Almeria. Se caracterizan por su estética sucia que difería de los westerns rodados hasta el momento en USA; los personajes de las películas italianas o españolas eran sudorosos, lucían barbas de cuatro días (o más), su vestimenta y su aspecto eran notablemente distintos a los de Gary Cooper, Alan Ladd o John Wayne. Los poblados, desiertos y localizaciones en general eran desolados y polvorientos. Los protagonistas se caracterizaban por su dureza y su absoluta falta de moral. En definitiva... el Spaghetti Western utilizaba los tópicos del Western americano, pero creando con ellos un estilo propio.

Personalmente; como fan del mal llamado subgénero, no pude evitar la tentación en el año 2004, de rodar mi propio “Spaghetti Western”. Hay que decir que “mi película” se rodó íntegramente en mi estudio de Barcelona y que en tierras catalanas nos encanta la pasta italiana, pero mucho más aún nuestro plato tradicional: la Escudella i Carn d'Olla. De modo que a lo que en realidad yo rodé... prefiero denominarlo: “Escudella Western”.

Mi película (por llamarla de algún modo), trata de ser un humilde homenaje al género, a Sergio Leone, a Clint Eastwood y a Enio Morricone, como los más admirados por este Kioskero setentero, pero nunca sin olvidar que además de ellos, se realizaron alrededor de unos 77 films durante los 60, más unos 41 en los 70. A todos ellos va dedicado mi particular “Escudella Western” y para el cual conté con la colaboración de mi hijo en el guión (de 8 años de edad por aquel entonces).

Ahí os dejo la peli, prepararos unas palomitas, apagar las luces de la sala y dejaros llevar por el silbido de las balas cuando pasen por encima de vuestras cabezas.




Para conseguir toda la información del mundo mundial sobre los Spaghetti Western os dejo este enlace: 800spaghettiwesterns

domingo, 1 de marzo de 2009

Chicles Niña















E
n respuesta a la nostálgica Loli, possedora de uno de los blogs de recuerdos más entrañables de la red.

Le dedico esta entrada con alguna información sobre los fabulosos "Chicles Niña".

En realidad eran chicles para niñas debido a que las diversas colecciones de cromos que aparecieron en el interior del chicle consistían en vestiditos recortables para muñecas, o en cromos corrientes para pegar en diferentes álbumes que aparecieron durante la década de los setenta.

Lo cierto es que a pesar del cromo (del cual los críos pasábamos olímpicamente), los chicles eran devorados por cantidad de niños, entre ellos yo, ya que su magnífico sabor a fresa era comparable a los "Dunkin" y a los "Bazoka", pero existía la leyenda popular de que los "Niña"... hacían los globos más grandes.

La casa "Fleer Española" era quien fabricaba y distribuía ésos chicles y realizó con ellos varias colecciones: "Trajes de época", Trajes mundiales", "Vestidos preferidos", etc, etc.

Mi esposa recuerda otra colección que consistía en un álbum en forma de casita (Victoriana?). Me cuenta que ella la tuvo y que los cromos se utilizaban para amueblarla y decorarla. Ya de paso... si algún nostálgico posee información, fotografías o cualquier cosa que sirva para poder documentar éste recuerdo, será muy bienvenida su colaboración.

sábado, 28 de febrero de 2009

La Casa del Reloj

El primer programa infantil que recuerdo fue el de “Los Chiripitifláuticos”que se emitió entre 1966 y 1970. No obstante, en 1971 apareció “La casa del reloj” a partir del cual, la salida del cole y el pan con chocolate, nunca volvieron a ser lo mismo para mi. Sin duda “La casa del reloj” fue especial durante un periodo comprendido entre mis 6 y 9 años de edad ya que en 1974 desapareció de la programación de Televisión Española.

Los guionistas fueron Encarnación Martinez y Lolo Rico (autor posteriormente del mítico “La bola de cristal”), Miguel de la Hoz como realizador y Manuel García a cargo de la música.

Cuando en la intro de presentación la voz en off decía: “Entramos en la casa del reloj”, recuerdo con asombrosa nitidez cómo yo entraba de manera literal y a partir de ese momento me dejaba seducir absolutamente por los trabajos manuales que hacían los presentadores, los juegos, el modo en cómo nos enseñaban a usar el calendario a través de uno muy curioso compuesto por un bastidor en el que se hallaban tres rectángulos adornados con los divertidos dibujos de unos gusanos; al girar cada uno de los rectángulos, alguno de los presentadores del programa nos enseñaba los días de la semana y el número de día y mes del año.

El programa, como no, contaba con tres muñecos como máximos protagonistas (en aquellos tiempos, eso de que en un programa infantil hubiesen marionetas o muñecos... era novedoso!), los personajes eran: Marta, una muñeca de trapo con coletas, Poppy, una especie de calabaza, y Manzanillo, un burrito de trapo. Los tres, junto con los presentadores, cantaron canciones inolvidables que seguro aún resuenan en algún recóndito lugar de nuestra memoria:

“Redondo es, redondo es, redondo, re, redondo, redondo es...” Con canciones de este estilo nos enseñaban de un modo ameno las diversas figuras geométricas simples.

“Marta Poppy, Manzanillo, Marta, Poppy, Manzanillo, están cambiando las letras y las ponen del revés, porque no saben que hacer...” Y esta otra servía para que ordenásemos letras y formásemos sencillas palabras.

Y que no decir de los presentadores que posteriormente al programa continuaron sus carreras en el mundo de la televisión y en terrenos bien diversos, por ejemplo: Miguel Vila se dedicó a los programas deportivos en radio y televisión. Pedro Meyer pasó a ser años más tarde, el presentador del telediario; también fue asesor en el Ministerio de Defensa, volviendo de nuevo a la televisión, a la radio y siendo en el 2004, director de programas de Radio Nacional de España. Paula Gardoqui continuó presentando programas infantiles después de la casa del reloj, al igual que Manolo Portillo que se incorporó al programa “Un globo, dos globos, tres globos” junto con María Luisa Seco. Mercedes Ibáñez se especializó en la realización y a desempeñar un importante papel detrás de las cámaras. Y finalmente Pepa Palau que tras su aparición en el programa fundó una compañía de teatro dedicada a las representaciones para el público infantil.

La casa del reloj fue sin duda, un programa infantil que marcó las pautas para muchos de los que siguieron después, e incluso de los que se siguen haciendo hoy en día.

viernes, 27 de febrero de 2009

El Cine Exin


Hoy me he comprado un Cine Exin. Reconozco que en mi infancia fui fan del Cine Nic, los tuve ambos y me lo pasé bien con los dos, pero... el Cine Nic era único, especial, más de autor; mientras que el Cine Exin era más... comercial.

Cine Nic tengo uno que aparecerá tarde o temprano en este blog. Así que debía comprarme un Cine Exin también y darle la justicia que se merece como uno de los juguetes más emblemáticos de nuestra infancia. Las tardes de domingo con primos o amigos en casa nunca hubiesen sido lo mismo sin esas películas de Disney, el pájaro loco, Charlot, Popeye, la Pantera Rosa, etc. Además, el balnco y negro de las primeras películas y el creck,creck,creck,crek del paso de la manivela te hacía sentir como si estuvieses en una proyección de cine mudo en los años 30.

En una época en la que no existían los videos ni los aparatos de DVD y apenas habían televisores en todos los hogares, aparatos como el Cine Exin eran un modo sensacional de llevarnos los dibujos animados a casa y con la magia esa de que nosotros mismos creábamos la ilusión del movimiento dándole vueltas a la manivela y viendo en pantalla divertidísimas aventuras.

Hoy, cuando he aparecido por casa con el Cine Exin; mi mujer, mis hijos de doce y seis años y yo, nos hemos sentado en el suelo del comedor, hemos apagado las luces y hemos vivido unos momentos de magia irremplazables proyectados en la parte interior de la caja del juguete que hacía las veces de pantalla.

Hemos visto: Charlot patinador, Charlot y su rival y Pluto y el flotador guasón. Para el domigo tenemos nueva sesión con: Jaimito y los bandidos y el rescate de Minnie (imagino que prepararemos unas palomitas).

A mis hijos les ha hecho tanta ilusión como me hizo a mi hace treintaitantos años atrás. Sólo por ver sus caras... ha merecido la pena comprarlo.

martes, 24 de febrero de 2009

Vamos a la cama

Quizá uno de los dibujos animados más entrañables, más queridos y recordados fue (y para algunos de nosotros sigue siendo) el del mensaje que Radio Televisión Española nos mandaba cada noche a las 20:00 horas, para que los más pequeños nos fuésemos a la cama de la mano de Cleo, la mayor de “La família Telerín”, seguida del resto de sus hermanos: Teté, Maripí, pelusín, Colitas y Cuquín.

La pequeña obra de arte animada fue creada en 1964 por los hermanos José Luís y Santiago Moro en sus estudios de Madrid y nos dio las buenas noches durante los 60 y los 70.
Posteriormente la familia Telerín tuvo una aparición estelar en el largometraje animado “El mago de los sueños”, un film realizado en los estudios Macián de Barcelona y dirigido por Francisco Macián en 1966. Como ya he mencionado en un post anterior, éste largometraje, formado por una serie de historias breves inspiradas en cuentos clásicos de Hans Christian Andersen, gozó de gran éxito internacional, pero sobretodo por parte del público hispanoamericano.