martes, 22 de junio de 2010

Cerrado por reformas

Hay quien dice que el odio es un mal sentimiento, una incómoda compañía, y que como consecuencia, sentir odio no es deseable, es nefasto, nos hace criar mala sangre, y a la larga... nunca puede traernos nada bueno.

En mi opinión todo eso es un grave error. Considero que sentir odio es tan necesario, benefactor, liberador de tensiones y positivo como sentir amor; en caso de que sentir amor... esté siempre exento de connotaciones negativas, cosa que tampoco creo, ya que no existe peor compañía que la de sentir un amor por el que no se es correspondido.

De algún modo ambos sentimientos serían las caras de una misma moneda, y están tan juntos y son tan indivisibles el uno del otro, que podríamos decir que son parejos, en tanto que opuestos.

Así pues –insisto, que en mi opinión- sentir amor puede estar muy bien si todo sale de perlas, o puede ser un infierno en el caso de que las cosas se tuerzan o no obedezcan a las expectativas depositadas. Del mismo modo, sentir odio puede ser un sentimiento que nos acompañe y nos torture de por vida en el caso de que se convierta en una situación no resuelta, por el contrario, si nuestro sentimiento de odio termina con una dulce venganza... puede convertirse en algo más elevado que el amor más limpio.

Creo que en esta vida es necesario sentirlo absolutamente todo; considero imprescindible amar alguna vez, odiar de vez en cuando, vengarnos cuando se tercie, experimentar la envidia, los celos, la rabia, el poder, la pérdida, la derrota, la victoria... todo. El día menos pensado Caronte, el barquero, lanzará el ancla a nuestra vera y atravesaremos junto a él la laguna que da entrada a la isla de los muertos; y sinceramente... largarse de aquí sin haberlo experimentado todo, nos traerá un amargo sabor de haber perdido el tiempo.

Además, gracias a todos estos sentimientos “malos” o políticamente incorrectos, han nacido grandes obras de la literatura universal como la Orestíada en la que la venganza constituye la columna vertebral de una gran historia, o Antígona en la que un tirano reprime con ganas a un mártir inocente, o El sueño de una noche de verano en la que las intrigas amorosas y el deseo indominable hacen que circule el amor en todas sus posibles, volubles y cambiantes formas, o el adulterio en Madame Bovary, el amor prohibido en Romeo y Julieta, el fanatismo por el poder en Macbeth, etc, etc...

Bien que disfrutamos cuando leemos en forma de tragedia, o vemos en películas, lo más ruin y oscuro del ser humano, pero poco nos atrevemos a experimentarlo en nuestras carnes. No es así? Pues todas esas sensaciones hay que sentirlas y experimentarlas alguna vez, o a ser posible todas juntas, a lo bestia, de golpe, sin duda que eso constituiría una catarsis brutal y absolutamente liberadora.

Yo conozco un modo infalible para poner a flor de piel todos los sentimientos y para dar salida de una vez por todas a lo mejor y a lo peor del ser humano:

Enfúndense un mono de trabajo, háganse con unos botes de pintura (no importa el color), brochas, rodillos, rasquetas, masilla plástica, etc; todo cuanto consideren necesario para realizar en su domicilio o lugar de trabajo una reforma en toda regla, en profundidad.

Vale, lo sé... hay a quien eso le gusta... tiene que haber gente para todo. En mi caso –y como ya quedó patente en mi entrada anterior- el bricolaje es algo que detesto tanto como ver fútbol a todas horas por televisión. El odio que siento por lo que estoy haciendo se extiende a los mirones de obras, a los dependientes de la tienda de bricolage que me tratan muy bien, me aconsejan sobre qué me irá mejor, qué necesito o dejo de necesitar para mi reforma. Tratan de ayudarme al verme “perdido”, desatienden a otros clientes para centrarse en mi; en definitiva... son odiosamente adorables.

El asco que me produce deslizar el rodillo por la pared, o tapar grietas con la masilla plástica, es inversamente proporcional al placer que podría experimentar al desflorar vírgenes o al retozar con adúlteras, simplemente... sublime.

Vivo feliz con el odio por lo que hago y con la satisfacción que me producirá el resultado final; que además... cada día está más próximo.

El caso es que quiero disfrutar a gusto de toda esta mezcolanza de emociones encontradas que recorren mi ser, y he decidido cerrar el kiosco por reformas; serán sólo unos días, no muchos ya que la trepidante sensación de morirme de asco día a día me hace actuar a gran velocidad, salvo en los momentos en los que me pongo en plan pijo, delicado, perfeccionista y soy capaz de pasar horas peleando con una grieta hasta hacerla absolutamente invisible. Que gusto me produce sentir este asqueroso placer.

De modo que les dejo unos días, y no lo olviden: ódiense, ámense pecaminosamente, vénguense y hagan absolutamente todo aquello que no harían en situaciones normales. Se acerca la noche de las brujas y todo cuanto hagamos de malo lo va a quemar el fuego, así que... aquí paz, y después gloria.

O bien... hagan refomas.

sábado, 19 de junio de 2010

Taller de bricolaje completo

Cuando uno es muy pequeño, pongamos... cuatro años, los padres andan un poco despistados ya que la labor de conocer a un hijo dura aproximadamente toda una vida. Normal teniendo en cuenta que nadie llega nunca a conocerse a sí mismo, así que menos a los demás, y aún menos a un hijo en quien siempre queremos ver a quien desearíamos ver, más que a quien es en realidad.

Imagino que en ésa lucha andarían mis padres el día que decidieron regalarme -a mis cuatro años- un taller de bricolaje completo. Hay que reconocer que resultaba vistoso el juguete. Sus vivos colores y su olor a madera quizá me parecieron atractivos en un primer momento, pero lo único que recuerdo del juego es que se quedó de adorno en mi habitación. Jamás jugué con él.

Lo tremendo del caso es que a veces, la vida se venga cruelmente de uno. El pasado vuelve inexorable y nos enfrenta a situaciones que hacen que nuestro rostro dibuje una mueca similar a la que haríamos si atravesásemos de golpe la atmósfera terrestre. Al menos, y con el tema del bricolaje... eso es lo que me sucede a mi. Cada vez que tengo que hacer de... “manitas” es como si alguien golpease mi estómago con la punta de su bota campera; y... no son pocos los ejemplos:

Recuerdo cuando en 7º de E.G.B nos hicieron hacer un trabajo en clase de esos típicos en los que uno tiene que comprar tablas, cola de carpintero, sierra de marquetería y demás chismes para construir alguna mierda infame en la que además... había que construir complicadísimos circuitos eléctricos con el fin de que conectando no sé qué, con no sé cuantos... se encendiese alguna jodida luz. Vaya... algo así como el famoso y popular Electro-L, pero en plan casero... para tocar un poco las narices.

A lo largo de mi infancia y de mi adolescencia hubieron más casos de esos, pero sin duda, el más sonado fue cuando ya -con 24 años- me dio por montar mi estudio, y por falta del maldito parné y de la posibilidad de contratar a alguien experto en la materia, me tuve que poner el mono de trabajo y liarme a hacer regatas en las paredes para camuflar cables eléctricos, lijar y barnizar puertas, arreglar un lavabo, instalar marquetería de aluminio en ventanas, etc, etc. Creo que por culpa de aquello me entró un lumbago que aún me dura.


Poco después te enamoras de alguien con quien planeas compartir esta cosa que es la vida. Llega el momento de formalizar la relación y de buscar un hogar en el que vivir. Ella te considera un “manitas” aún y que nunca te ha visto con un martillo o destornillador en la mano, pero... eres hombre y al parecer eso hay que llevarlo en los genes, al igual que el fútbol... Afortunadamente no tarda en descubrir que de “manitas” nada... más bien un “manazas”. Yo tuve la suerte de que, cuanto menos, mi mujer se puso manos a la faena tras contemplar mi poca utilidad, y dejó el pequeño piso que compramos como un auténtico pincel. Imagino que otra me hubiera dejado... y a decir verdad, no se lo hubiese tenido en cuenta.

Ahora... muchos años más tarde, mi taller de bricolaje completo, ése de vivos colores y de olor a madera al que no hice el menor caso en mi infancia, se vuelve a vengar de mi.

Quieran que no nada es eterno en esta vida, y aquellas regatas con instalación eléctrica, ésas puertas lijadas y barnizadas de mi estudio, etc, y todo cuanto allí hice, hace ya un montón de años... necesita un repaso. Las paredes ya no son blancas debido a que el humo del tabaco las ha metamorfoseado en un ocre decadente (va a ser verdad eso de que fumar es malo... para las paredes lo es... sin duda, más si fueron alguna vez blancas), algunas puertas no ajustan correctamente, las instalaciones eléctricas hay que cambiarlas (queda de pena eso de que los enchufes que en su día estaban perfectamente acoplados a las paredes... ahora estén literalmente colgando), y bueno... un sinfín de cosas que delatan el paso del tiempo y la falta de ganas de coger el taladro, el destornillador y ponerse, nunca mejor dicho, manos a la obra.

Pero siempre hay un día para todo.

Esta pasada semana la he dedicado (a ratos) a hacer de manitas en mi estudio, a dejarlo como los chorros del oro, a darle un repaso a fondo y a convertirlo en un lugar habitable.

Desgraciadamente, eso de … “a ratos”, no ha funcionado bien. La cosa está jodida y exige dedicación absoluta. El puto taller de bricolaje completo del que pasé tres pueblos de niño exige una venganza total, así que a partir de hoy sábado me arremango definitivamente, me pongo las pilas, me hago los cuatro nudos en las esquinas del pañuelo, me lo calzo en la cabeza... y me pongo, con mis manazas a hacer de manitas. Puede que incluso me lleve de casa el bocadillo de tortilla de patatas envuelto con papel de periódico.

Deséenme suerte.

Curiosamente conozco a mucha gente a quienes eso del bricolaje les encanta. Acostumbran a ser los mismos que pasan los veranos en un camping o se van al Caribe con la pulserita del todo incluido; claro... Para qué vivir aventuras en vacaciones si ya se lo pasan en grande arreglando un grifo que gotea en casa? También son los mismos que de viejecitos se convierten en “mirones de obras”. Fenómeno que no he entendido aún. Por qué a los ancianos les da por contemplar como un puñado de tipos con cascos, picos y palas trabajan en una zanja en mitad de la calle? Alguien puede definirme qué placer se experimenta ante semejante visión? Y... Por qué curiosamente un 90% de esos “mirones” son jubilados?

Lo siento señores/as, pero cuando me jubile me dedicaré a las noches locas. Al bricolaje y demás historias... que les den por salva sea la parte.


Créditos imágenes: Taller de bricolaje y Electro-L descargados de internet. No existen en mi colección particular... los mandé a paseo.

viernes, 11 de junio de 2010

Gusanos de seda (V) – Cocoon Games-

(En el capítulo anterior: Benjamín superó con éxito su precario estado de salud, y pese a que probablemente se trate del único caso mundial de gusano de seda con enanismo... se puso al día con sus ejercicios, su actividad normal y su dieta).

La pasada semana dieron inicio los "Primeros Juegos Nacionales Pre-Capullo". Unos juegos de los que no se informó en su debido momento con el único fin de evitar aglomeraciones de prensa, pero sobretodo... de turistas. Es importante que los gusanos disfruten de una intimidad particular para llevar a cabo ese complejo proceso de metamorfosis, pero antes... nada mejor que dedicar unas jornadas para relajar los ánimos abandonándose al ocio con diversos festejos.

Los siete magníficos” acudieron a una proyección de la película a la que deben su nombre, concursaron en una trepidante carrera de velocidad, comieron, bebieron y bailaron hasta la extenuación. Posteriormente, cada uno de ellos escogió el rincón más adecuado para empezar a tejer su correspondiente capullo con finos hilos de seda.


El resultado es satisfactorio, todo y que algunos de ellos aún se lo están pensando y siguen devorando morera; debo decir que el tamaño de los más perezosos en realizar su capullo, es... desmesurado, y más que gusanos de seda, empiezan a parecer langostinos, así que más vale que se espabilen ahora que empieza la temporada de paellas veraniegas.

El capullo que muestro en la imagen es el de Benjamín. Curiosamente, y a pesar de sus problemas de estaura, el tamaño del capullo es normal.

Moraleja: Se puede ser un pequeño gusano, pero ello... no impide que se pueda llegar a ser un gran capullo.

(continuará...)

miércoles, 9 de junio de 2010

La hora del vampiro

En los kioskos setenteros vendían antifaces en forma de murciélago y dentaduras de vampiro, todo ello por el módico precio de entre una y cinco pesetas y con el fin de que los niños de entonces emulásemos a aquellos personajes demoníacos que se dedicaban a chupar sangre de las virginales féminas que andaban por ahí despistadas.

Tampoco faltaba alguien disfrazado de Drácula en las fiestas escolares de carnaval, ni podíamos pasar un solo verano sin nuestro helado “Drácula” de la casa Frigo , que además era de color negro por fuera... y rojo intenso por dentro.

Total, que entonces y siempre, el mítico personaje creado por Bram Stoker, así como todos y cada uno de sus múltiples imitadores y sucedáneos, nos han venido acompañando como si realmente se tratasen de seres sin alma, pero poseedores de una inquietante inmortalidad.

Los más jóvenes pueden creer que todo empezó con la película “Entrevista con el vampiro” o con la más reciente “Crepúsculo”, pero no es así insignificantes mortales, ni hablar. El rollo de vampiros o “cine + vampiros” se trata de una fórmula matemática que funciona desde el principio de los tiempos -tanto en cine como en literatura- aunque muchos, insisto... jóvenes, lo desconozcan y se hayan dejado seducir por la relativamente reciente estética glamurosa que envuelve a los vampiros modernos, que... hay que reconocer –dicho sea de paso- que mola más un Tom Cruise, un Brad Pitt o un Rob Pattinson, que aquel pobre Max Scherck que encarnó a “Nosferatu” en la que quizá fue la primera incursión de un vampiro a través del celuloide por allá el año 1922 y de la mano de Friedrich Wilhelm Murnau.

Hay que decir que en ése primer “Nosferatu” de Murnau, el romanticismo ya estaba tan patente como en las últimas representaciones del “monstruo” que se hayan podido ver en las salas y en películas como la ya citada “Crepúsculo”; y es que la formula cinematográfica “amor + muerte”... o viceversa, también es de sobras rentable en ficción, y fuera de ella ya que quizá se trata de los dos puntos más importantes de destino a los que nos conduce la vida.

Pero... Qué tiene de especial la figura del vampiro? Qué le convierte en un personaje... sensual? Indudablemente el tema ese de andar por ahí mordiendo cuellos a la luz de la luna y toda la erótica que ello desprende... ya tiene su punto, pero además, el vampiro encarna la imagen viva de nuestros deseos más atávicos y bestiales que forman parte del inconsciente colectivo. Deseos que surgen de todo aquello que es tabú, a la vez que deseable, del “lado oscuro” que simboliza los impulsos e instintos más primitivos del ser humano y que suelen estar reprimidos por toda una convención infinita de jodiendas culturales, sociales, educacionales, y como no... religiosas. Dichos convencionalismos anulan un aspecto muy importante/interesante de nuestra personalidad (que inevitable cohabita en nosotros mismos) y hacen vivir al ser humano en un permanente conflicto interno frente a las normas... y el inevitable deseo de transgredirlas.

Pues bien, el vampiro las transgrede absolutamente todas; no sólo escoge a las más hermosas damas para hundir los afilados colmillos en sus esbeltos cuellos y succionar su sangre poco a poco, sin prisas, que momentos así hay que vivirlos despacio... sino que además huye de los crucifijos, duerme en ataúdes y le da un corte de mangas al destino convirtiéndose en un ser inmortal, o bueno... en un muerto en vida que pulula entre las sombras y al que únicamente es posible quitar de en medio si un desaprensivo con una estaca de fresno se acerca a él (mientras duerme) para hundírsela en el corazón. Que... también hay que tener mala leche y hay que ser un rato cobarde para eso. No hay que olvidar que las hermosas damas que caen en brazos de un vampiro suelen tener apoteósicos orgasmos, mientras que los desaprensivos que parten en busca del vampiro para darle caza, no son otros que los novios de dichas damas. Así que dejémonos de épicas heroicas ya que lo que buscan en realidad esos tipos aniquilando al vampiro, no es más que una compensación para aliviar su ego de macho herido. Que creo yo... que eso de ponerle los cuernos a un macho alfa robándole a su chica... también tiene su punto transgresor... nos ha jodido!

Personalmente, y a pesar de todo lo dicho, nunca me han fascinado las historias de vampiros, pero debido a que mi condición de insomne me obliga a ser noctámbulo... digamos que, por fuerza mayor, no me ha quedado otra que adaptarme a ello desde muy joven. Así que la pasada noche me dediqué a hacer un par de listas para comprobar el nivel de vampirismo que cohabita en mí, en un ser... aparentemente racional: en la primera desarrollé todos aquellos convencionalismos que normalmente transgredo; aquellos en los que dejo salir mi lado oscuro y salvaje, y en los que puedo desenvolverme como pez en el agua equipado únicamente con mi instinto animal. Lamento decirles que esta primera lista no la voy a compartir, ya lo siento, así que me centraré en comentarles algo acerca de la segunda.

En la segunda lista calculé mi edad biológica con mi edad “real” tomando como base las horas de sueño. Me explico:

Resulta que el día tiene 24 horas, y no sé porque razón, están divididas en tercios de ocho: ocho horas para trabajar, ocho horas para el ocio, ocho horas para dormir. Ésa es la norma, pero... no hay ninguna ley que prohíba que uno pueda hacer con su tiempo lo que le venga en gana, así que personalmente me lo gestiono según me conviene: suelo dedicar más o menos horas al trabajo o al ocio en función de lo apretado de mi agenda; eso suele ser imprevisible y va a temporadas, pero en lo referente al sueño... soy absolutamente incapaz de dormir más de cuatro horas. En realidad hay muchas noches en las que duermo tres, pero bueno... para hacer una media... pongamos cuatro.

El tema está en que si tomo esas cuatro horas de sueño que no utilizo y las computo como horas “útiles” agregándolas al total de la jornada, un día mío consta de 28 horas, ya que las cuatro que gasto en dormir me bastan y me sobran, luego... me las cuento como si se tratase de las ocho convencionales. Eso hace que al cabo del año y de sus respectivos 365 días, mis años consten de 426 días. Y si a todo esto le sumo que no me voy a ir de paseo con la parca antes de los 90; básicamente porque no me va a dar la gana hacerlo antes... pues resulta que superaré con creces los 100 años, y eso... me da pleno derecho a sentirme, cuanto menos, algo vampiro.

Así que hermanas y hermanos... me voy con mi lívido y pálido aspecto a buscar un libido cuello en el que reclinar mi rostro, sentir su aroma, susurrarle al oído, despertar una sonrisa... y asestar un letal mordisco que me alimente y que funda un cuerpo de fémina a mi ser inmortal.

Tiembla mundo... que el vampiro vuela.

Créditos imágenes: Fotografía nº 1: Baratijas kioskeras de mi colección particular, fotografías 2, 3 y 4: "vampirizadas" de internet.

viernes, 4 de junio de 2010

Fort Grande... Fort Grande??

Cuando llego a casa después del trabajo suelo encontrarme a mi mujer echándole un vistazo a mi blog. Ella hace poco que ha llegado de su trabajo también, así que después de vestirse con ropa cómoda, se sienta frente al ordenador y se pone al día de mis entradas y de las de otros blogs que sigue con frecuencia.

Yo acostumbro a dirigirme a la habitación y prepararme para una ducha o para unos arrumacos con mis hijos, pero en ocasiones me planto delante de ella esperando su “veredicto” sobre alguna entrada del blog en concreto.

—Me gusta —suele decir—. Lástima que escribas sin revisar nada. Normalmente todos los textos que revisas o reescribes suelen quedarte mejor. Deberías tener un blog con tus relatos.

—Ya, pero... para esto sirve un blog. Para escribir lo que te pasa por la cabeza sin ninguna otra pretensión, y menos literaria... al menos, no para este blog —le comento.

—Vale, pero cuando reescribes te queda mejor —insiste.

Eso acostumbra a suceder después de ése “me gusta” inicial; es decir... que después del... “me gusta”... hay un “pero”. De modo que cuando no le gusta... que les voy a contar. Por poner un ejemplo:

—Ultimamente en el blog estás muy trascendental —me dijo a principios de esta semana.

—Trascendental? —pregunté en un intento de eludir cualquier aclaración o de ganar tiempo para poder dar una buena respuesta.

—Si, trascendental. A qué viene contar cosas pretendidamente profundas en un blog que haces con la intención de que sea un simple entretenimiento?

—Bueno... también puede haber entretenimiento en cosas pretendidamente profundas... No? —traté de darle la vuelta a la tortilla, cosa que con mi mujer... difícilmente me funciona.

—Vale, pero... te da por contar intimidades como la de que si te circuncidaron de niño, conversaciones que tienes con tu hijo... Que sé yo, un día de estos eres capaz de escribir sobre las conversaciones que mantenemos tú y yo.

—Hummmm... no, yo jamás haría esto —le dije muy convencido.

—Ni se te ocurra. Eh? —me insistió con tono, mirada y ademán amenazante.

—Mira cielo... Esto del blog para mí es algo de tipo terapéutico. Me ayuda a tomarme el pulso. Cómo te diría yo?... Si un día me apetece hablar de algo, pues lo hago, y lo único que intento es relacionarlo o tratarlo directamente sobre el punto de vista de los años 70 para no perder el hilo con el que se inició, pero... joder!... es mi blog y tampoco quiero obligarme a nada.

—Terapéutico? —preguntó.

—Eh? —murmuré sin saber siquiera ni si yo le estaba hablando de eso.

—Has dicho que tu blog es algo así como terapéutico. Desde cuándo necesitas tú terapias?

—Mujer... a mi modo... Todos necesitamos algo terapéutico de vez en cuando.

—Bueno... haz lo que quieras. Como bien dices es tu blog, pero me gusta más cuando tratas con humor historias de tu infancia, o cuando comentas algo sobre juguetes de aquellos que había en nuestra época.

—Ya...

—Que por cierto... Para qué pusiste la encuesta en el blog? No ves que lo que la gente más está pidiendo son juguetes setenteros? Por qué no haces más entradas dedicadas a ellos?

—Bueno, pues...

—Y el palomitón Payá? —me interrumpió—. Me dijiste que estabas preparando una entrada sobre mi palomitón Payá, pero de eso... anda que no hace meses.

—Estoy en ello, de veras... estoy en ello, pero por lo de la encuesta... pues no sé... la puse por ver qué tal, pero... eso no significa que deba de atarme de pies y manos.

—Ya... tu y esa manía de hacer siempre lo que te da la gana. Que ya me gusta... te hace especial, pero que sepas... quiero que la próxima entrada sea de algún juguete setentero; y ya no sólo porque éso es lo que voté yo en la encuesta, si no porque es lo que pide la mayoría —me dijo con una de esas rotundidades inapelables. Ya saben, de esas... que apetece desobedecer.

—Bueno, bueno... pues no se hable más. En la próxima entrada ya pondré uno de esos jodidos juguetes y así, tanto tú como los que han votado en la encuesta... estaréis contentos. Vale?

—Pues claro hombre, si total... no te cuesta nada.

Mi mujer se levantó de la silla frente al ordenador tras pedirme que me pusiese cómodo para la cena. Antes de salir de la habitación se detuvo junto a la puerta y se giró contemplando cómo yo estaba allí, con el mirar perdido.

—Que conste que también me gusta que te pongas... “trascendental”, pero creo que en el blog... pues no toca —me aclaró por si no me había enterado y prosiguió su marcha en dirección a la cocina.

—Vale... lo tendré en cuenta —contesté.

—Ah!... y ni si te ocurra hablar nunca de mí en tu blog. Que te veo venir.

—Tranquila cariño... yo ya sé cómo eres tú para tus cosas y eso... no se me ocurriría en la vida.

Así que como pueden comprobar, esta no es más que la entrada referente a un juguete setentero. El Fort Grande. Un fuerte que no era de la casa Comansi, un fuerte de los baratitos, pero fabricado de buena madera y que forma parte de mi colección particular.

En caso de que alguien desee saber más sobre él, no tiene más que clicar este enlace y conocerá mi historia con el Fort Grande, un juguete setentero de esos que les gusta... a la mayoría.

También les dejo con it's Raining Men, un tema que compusieron en 1979 Paul Jabara y Paul Shaffer. La versión del video es la que popularizaron en 1982 las Weather Girls.

Que a veces me pregunto... Cómo es posible que a un chica a la que le llovían los hombres por todas partes y a la que le sobraban pretendientes... fuese a escogerme a mi?

Será porque siempre le hago caso... o no.


martes, 1 de junio de 2010

Cómo... que no hay futuro?...

Clicar la tira para verla en grande

Mi hijo, que actualmente tiene 13 años, me dijo este domingo que si el día de mañana tuviese que hacer un blog sobre la década en la que pasó de ser niño a adolescente, lo resolverá esencialmente en tres entradas:

La primera: de niño me lo pasaba muy bien sentado en el sofá viendo el Disney Channel mientras merendaba.

La segunda: Cuando era algo más mayorcito me lo pasaba muy bien en el sofa; o bien espatarrado y jugando con la Nintendo DS, o bien, algo más activo, pero tampoco tanto... jugando con la Wii.

La tercera: En mi adolescencia también lo pasé muy bien en el sofá retozando con algunas de mis novias o cascándomela con el portátil sobre mi regazo y descargándome pelis “guarras”.

Fin del blog.

En parte le entiendo. Él alucina cuando lee las historias de este blog y se da cuenta de lo distinta que fue mi época con respecto a la suya, pero no deja de ser cierto que la falta de perspectiva, a veces, nos hace ver las cosas de una manera que no son, y para muestra... basta con echar un vistazo a la tira cómica que encabeza esta entrada. La hice con 20 años para un semanario alemán. No entiendo aún cómo me la publicaron ya que evidentemente el contenido era muy localista, muy “español” y poco tenía que ver (creo) con la realidad de la juventud alemana de aquellos años. Imagino que como se trataba de una serie de tiras que se iban publicando semanalmente y yo hacía mis entregas en cantidades industriales para abastecer a mi editor, algunas de ellas, como esta... quizá pasaron desapercibidas al filtro del revisor y al del traductor... no sé, el caso es que se publicó y nadie se quejó de nada.

Para los que a mediados de los 80’s teníamos 20 años, caló muy hondo en nosotros aquello que los Sex Pistols cantaban de “No Future”, lema que alzó al movimiento Punk a lo más transgresor entre los años 1976 – 1979 y que nos hacía ver no sólo que no íbamos a ninguna parte, sino incluso algo peor... y era que tampoco veníamos de ningún punto concreto, o cuanto menos... interesante.

Veíamos que la década de los 70’s había sido algo anodino y desesperanzador, cuando en realidad se trató de una década de lo más singular. Cierto era que no habíamos vivido una guerra, ni fuimos lo suficiente adultos como para sufrir, de lleno, en nuestras carnes la represión de una dictadura, pero de ahí a no tener historia, de ahí a no poder desarrollar unos ideales de cualquier tipo, o asegurar que nos lo dieron todo hecho... hay un abismo. Además... ni puta falta hace tener que pasar por tantas calamidades. La vida se hace día a día y como bien decía Lennon: “La vida es lo que nos está pasando mientras hacemos planes para el futuro”, así que quizá lo mejor es no preocuparse tanto y dejar fluir poco a poco ya que inevitablemente, todo... nos termina llevando a alguna parte.

Los 70’s, en realidad, y con la perspectiva de ahora, ligeramente alejada de la de un joven influenciado por el Rock & Roll, fue una de las décadas quizá más importante del pasado siglo, más densa y en la que más hubo de todo:

Los 70’s fueron, en parte, felices ya que los españoles se encontraron con una España distinta, una España en pelotas y a la que había que proveer absolutamente de todo a nivel político, cultural, filosófico, social, etc. Se trataba de una España más cercana a Europa que a las sombras en las que había estado escondida durante las décadas anteriores. Un país en el que se terminaron, casi a la par, la dictadura y el dictador, se aprobó la reforma política, llegó la democracia; una democracia que finalmente hasta pareció que iba en serio con la legalización del partido comunista y todo, y sin necesidad de quemar ni a curas ni a iglesias, pero sí quitándoles parte de su extremo protagonismo.

Los 70's fueron, en parte, lamentables ya que vinieron precedidos de unos 60's en los que aún estaba todo por hacer, pero en los que había trabajo, dinero, y en los que la gente que se echaba a la calle no lo hacía para pedir justicia o pan, sino para exigir libertades en nombre de la revolución y a porrazos con los gendarmes. Los conflictos bélicos quedaban muy lejos, y aunque los primeros jóvenes norteamerticanos regresaban de Vietnam en bolsas de plástico no nos afectaba de un modo directo ya que tampoco se trataba de una guerra emitida a lo “Reality Show” a través de la televisión. Así que los setenteros se las imaginaban muy felices hasta que los países pobres empezaron a reclamar parte del pastel aumentando el precio del petroleo y metiéndonos, a los países ricos, en una crisis que mandó muy lejos a las vacas gordas de los opulentes 60's y que pusieron patas arriba la economía a nivel mundial.


De modo que con la perspectiva de hoy, el joven autor de ésa tira cómica (que de cómica... tiene más bien poco) queda muy, pero que muy lejos. Tenemos historia sobre la que aferrarnos a unos ideales. Vivimos ésa época que fue nuestro presente y con él hemos construido nuestro futuro y más de lo mismo que como siempre... está aún por venir. Incluso a algunos... ni nos fue necesario recurrir a las drogas, que quieran que no, pero éso de poder vivir las cosas sin un estado alterado de conciencia, tiene más de bueno que todas las cosas.

Así que hijo... no te preocupes por ése blog de tu paso por la infancia a la adolescencia que posiblemente no terminarás haciendo ya que habrán cosas más interesantes que hacer. Limítate a vivir el día a día ahora, a disfrutar de las cosas que tienes al alcance de tu mano, vívelo todo con ganas y con intensidad -no vas a tener más que una oportunidad de hacerlo, y sería muy estúpido desaprovecharla-. Graba en tu memoria todos los momentos buenos para disfrutarlos cuantas más veces mejor, graba también los malos, que de esos se aprende. No te tomes demasiado en serio a ti mismo ni les des mayor importancia a los éxitos que puedas tener –son efímeros en su mayoría-, valora más los fracasos y aprende a zafarte de sus redes y a salir de ellos con una sonrisa. Lucha por lo que quieres, pero sin prisas, sin fanatismos, sin necesidad, lucha simplemente para llegar a sentirte autosuficiente y que no llegue ni a importarte si el día de mañana algunos de tus sueños no han llegado a cumplirse; tampoco es bueno que se cumplan todos y siempre te quedará el saber que lo has intentado, y eso... no es poco. Comparte, por encima de todo... comparte lo bueno ya que si te lo quedas sólo para ti tampoco te habrá merecido la pena. Respeta a todas las personas, leyes y cosas, pero por encima de todo a aquellas personas, leyes o cosas que consideres que son merecedoras de ése respeto, pero el resto... mándalo a la mierda ya que total... te va a dar lo mismo.

En cualquier caso... haz lo que debas. Se va a tratar de tu vida y lo único que espero yo de ella es que la vivas feliz y que sepas hacer felices a cuantos te rodean.

Ahora aún es demasiado pronto, pero cuando decidas mirar atrás a través de ése blog tuyo... o lo que sea, si realmente puedes llegar a poner bastantes más que esas tres entradas... habrá merecido la pena.

Siempre hay un presente que termina siendo pasado y que da lugar a un futuro.

Dorm tranquil, cel. Tens futur i tan sols està a les teves mans que sigui un futur esplèndid.