martes, 31 de marzo de 2009

Saltimbanqui DUNKIN

Imagino que todos conocemos el chiste ese que dice:

-Papá, papá... Llévame al circo!
A lo que el padre responde:
-Tranquilo hijo. Quien quiera verte que venga a casa.

Si, vale... lo sé... es viejo, pero... este blog es setentero. No? Juraría que ese chiste debe ser de esa época también, así que aunque se trate de un chiste malo... le sienta bien al blog ;-)

El caso es que con DUNKIN no era necesario que nuestros padres nos llevasen al circo, ni que nadie viniese a casa a vernos hacer el mono. DUNKIN, durante el año 1974 sacó al mercado una de sus más celebradas colecciones y que se convirtió, sin ningún género de dudas, en una estrella kioskera por excelencia que brillaba con luz propia; me refiero a los SALTIMBANQUI DUNKIN. Un sencillo juguete que demuestra que la teoría de que “menos es más” funciona de un modo casi indiscutible. Parece que actualmente los juguetes, para que sean comerciales y gusten a los niños, deben ser transformables, convertibles, sonoros, lumínicos y estar repletos de microchips en su interior que les permitan realizar múltiples funciones tales como: desplazarse solos y evitar obstáculos, responder y obedecer a nuestra voz, subir por las paredes, desviar satélites de su órbita previamente establecida por la NASA, y a ser posible... y ya puestos a pedir... que dichos juguetes hagan los deberes, la declaración de hacienda y las tareas de casa. Un juguete que no consiga eso hoy en día, está perdido y absolutamente condenado al más oscuro ostracismo.

Así parece que piensen los actuales fabricantes de juguetes, y por eso apuestan por cachivaches sofisticados, caros y en la mayoría de los casos poco duraderos. No obstante, DUNKIN partía de una base diametralmente opuesta. La idea era la de crear un producto con tres características fundamentales:

A) El producto en cuestión era una golosina, ya que principalmente, eso era lo que comercializaba la casa fabricante de DUNKIN, GALLINA BLANCA empresa especializada en alimentación y concretamente en caldos y pastas de sobre, pero dicha golosina iría acompañada de un gadged.
B) El producto tenía que ser barato.
C) El gadget/juguete debía ser funcional e incitar a la compra del producto ofreciendo una continuidad.

Todas las colecciones que GALLINA BLANCA lanzó al mercado con su chicle DUNKIN siguieron esa filosofía y todas fueron un rotundo éxito: desde sus primeras “Figuras del ZOO” (1967), las figuritas WARNER de la colección “Conejo de la suerte” (1968), los soldados de la II WW (1969), los muñequitos de ASTERIX (1970), los BEATNIKS (1971), los “Capuchones para lápiz” (1972), LUCKY LUKE (1973), el “Ajedrez” (1973), “Saltimbanquis” (1974), y los “Bustos del Far West” (1975).

Todas ellas se basaban en un atractivo sobre que contenía uno a varios chicles DUNKIN y las preciadas figuritas monocromas que incitaban a comprar nuevos sobres hasta completar las diferentes colecciones.

Los saltimbanquis DUNKIN causaron un especial furor. Cada sobre contenía dos tramos de escalera, un chicle y un saltimbanqui, todo por el módico precio de 5 pesetas. Los tramos de escalera eran de variados colores (creo que ocho distintos) y se empalmaban unos a otros pudiendo llegar a formar una escalera largíiiiisssiiimaaaaa... a través de la cual, el saltimbanqui, descendía dando divertidas volteretas.

Yo creo que no había crío que no tuviese su buen montón de escaleras y saltimbanquis de colores variados. Las horas del recreo eran de intercambio de aquellos colores que tenías muy repetidos por aquellos de los que no tenías tantos. Y que decir del chicle, un lujo para los paladares más exigentes. Los chicles DUNKIN siempre fueron buenísimos.

El tema es que los saltimbanqui DUNKIN de la foto que ilustra esta entrada se tratan de MÍS saltimbanqui DUNKIN. Me los ha vendido Javier y han venido de Madrid para mi colección de baratijas de kiosco.

En un ratito de nada, cuando llegue a casa después del trabajo, veré como mi hijo se aburre soberanamente contemplando como su transformer hace ruiditos y mariconadas; yo, en cambio, me lo pasaré a lo grande con mi saltimbanqui... igual se lo dejo ;-)



Para saber más sobre DUNKIN, sus series coleccionables y un poco de todo, no está de más visitar estos enlaces:

El Kiosko de Akela. El entrañable kioskero Akela tiene absolutamente de todo en su blog; no tenéis más que entrar en él, teclear “dunkin” en su buscador, y se os abrirán unas cuantas entradas referentes al tema. Si es que Akela... está en todo ;-)

Foro Dunkin. Un foro lleno de coleccionistas y aficionados en el que se reúnen virtualmente para intercambiar fotografías y recuerdos dunkineros.

lunes, 30 de marzo de 2009

El Kaskol



Nadie duda a estas alturas de la calidad refrescante e indiscutible de los múltiples refrescos que podemos encontrar en el mercado. Los veranos son siempre más agradables con una buena bebida de propiedades refrescantes, aunque también son las culpables de que tras el placer que nos produce beberlas, rompamos a sudar y soportemos aún menos el calor que antes de haber tomado nuestra bebida preferida. No es de extrañar que en los países en los cuales el calor está a la orden del día, el “refresco” predilecto de sus habitantes sea el té o cualquier bebida similar que se pueda tomar bien caliente. Al parecer, existe la teoría -por lo visto cierta- de que los líquidos calientes mantienen nuestro cuerpo a su temperatura normal de 36, 37 grados centígrados.

Cuando en verano, la temperatura exterior iguala o excede esos grados, es cuando nuestro cuerpo sufre espantosamente el calor. Tomarse un té caliente, aunque aparentemente pueda parecer menos agradable que tomarse un refresco, no desestabiliza nuestra temperatura interior y nos permite soportar mejor el tórrido verano.



Por el contrario, la placentera sensación que nos produce el refresco es simplemente momentánea, ya que acto seguido, nuestro cuerpo sufre un desajuste que en contraste con la temperatura exterior, nos provoca más calor, nos hace romper a sudar y como consecuencia necesitamos al poco rato de un nuevo refresco, helado o cualquier tipo de producto que nos provoque la sensación de frescor de nuevo, y así... vuelta a empezar.

Tras ése pequeño dato científico, cabe destacar que de entre todos esos productos refrescantes, en España, la COCA-COLA es la reina del baile, pero le siguen de cerca el KAS naranja y el KAS limón, productos de los cuales ya podíamos gozar en nuestra infancia y que nos ayudaban a sortear los calores veraniegos y siguen en ello a día de hoy.

Yo me considero fan de la COCA-COLA, de modo que bien podría haberle dedicado esta entrada a ella, pero he escogido el KAS por un puro recuerdo de nostalgia setentera y que a continuación pasaré a explicar:


Aunque pueda parecer imposible de creer, a principios de los 70 la COCA-COLA no se podía encontrar en cualquier parte de España, cuanto menos, no siempre o con la misma facilidad que era posible hacerlo de forma habitual en un colmado, bar o supermercado de ciudades como Barcelona, Madrid, etc. Imagino que por aquella época los canales de distribución de bebidas refrescantes, así como otras muchas cosas, funcionaban un poco por intuición, simpatía o simplemente... funcionaban como buenamente podían. El caso era que en el pueblo de mi padre (alrededor de unos 2.500 habitantes en los 70), dirigirse al SPAR y poder conseguir la deseada COCA-COLA era siempre un misterio que sólo se desvelaba cuando tras revisar a conciencia el par de pasillos de productos alimenticios tenías; o la fortuna de dar con ella, o la frustración de no encontrarla por ningún lado.

Obviamente, ya por aquellos tiempos la oferta de productos similares era extensa y bien te podías hacer con una FANTA, una MIRINDA, o un KAS. Algunos dirán: “Bueno... y con una PEPSI. No?” Pues no, rotundamente NO. Un integrista de la COCA-COLA como yo jamás hubiese accedido a tomarse una PEPSI y cometer semejante acto hereje. Antes sería preferible estar condenado a pasar una sed monstruosa e incluso a morir de deshidratación que ingerir ése asqueroso líquido. Así que lo que tocaba era buscar al sucedáneo de la COCA-COLA y que no supusiese terminar bailando con su rival más dura; la PEPSI, que intentaba hacerse la reina de la fiesta a codazos, la muy estúpida...

Lo terrible era que si el refresco tenía que ser de cola (y en mi caso tenía que ser de cola si o si), no tocaba más remedio que bailar con la más fea... el KASKOL!

Dios!... aún recuerdo su repugnante sabor. Cada sorbo era como tragar ungüento para las heridas. Sus burbujas eran gordas y lejos de provocarte ese picorcillo agradable que producían las burbujillas de una buena COCA-COLA, te encontrabas con aquella explosión de cargas marinas que se colaban por tu garganta, descendían por el esófago y terminaban retumbando en el estómago dando al traste con lo que debería haber sido una agradable digestión.

Pase que el KAS naranja y el KAS limón estén de vicio y puedan arreglarnos la sed, pero en los 70... tener que meterse entre pecho y espalda un KASKOL!!, era como ir al infierno y constatar que, contrariamente a lo que algunos creemos, es más aburrido aún que el cielo.

Jamás olvidaré la imagen de esos veranos en el pueblo, de esos fatídicos días en los que el maldito camión de la COCA-COLA había pasado de largo y en el SPAR no había más remedio que hacerse con un KASKOL. Recordaré de por vida como esa pócima bajaba por el cuello de la botella e iba llenando poco a poco el vaso verde de DURALEX y como esas enormes burbujas iban explotando con su ensordecedor ruido. Aún me estremezco al reencontrarme en mi memoria con ese sabor y su peculiar olor dulzón y empalagoso. Puaj!

Afortunadamente el KASKOL desapareció de nuestras vidas posiblemente porque a muchos les producía la misma sensación nauseabunda que a mi, y los expertos en marqueting de la casa KAS decidieron finiquitarlo para siempre. Afortunadamente, con la edad, uno aprende que los integrismos sólo sirven para complicarse la vida. De modo que si hoy, en algún lugar no tienen COCA-COLA y en su defecto me ofrecen una PEPSI, dejo a un lado mi fe “religiosa” y cedo gustosamente a bailar con quien sea... menos con la más fea.

sábado, 28 de marzo de 2009

Mamas & the Papas "Monday, monday"

En el Poble Sec de Barcelona nunca vi a hippies ni a progres. Eran los finales de los 60 y principios de los 70 y allí en mi barrio, todo el mundo andaba demasiado ocupado en buscarse la vida, en sobrevivir, y no había tiempo para las sustancias ni para el amor libre.

No sé cómo, ni de dónde, pero a mis 15 años mi padre reunió el dinero suficiente para llevarme a una escuela de pijos. El pobre estaba desesperado al ver que su pipiolo (es decir... yo) era expulsado de todas las escuelas y pensó que quizá, en un colegio “bien” mi preparación para el día de mañana correría mejor suerte.

Allí fue donde conocí a los hippies, que en realidad, resultaron ser niños bien, muy pacifistas y muy vegetarianos, y que se podían permitir el lujo de ser hippies gracias a las tarjetas Visa de sus padres. Con ellos aprendí a cantar en torno a una hoguera mientras alguno tocaba la guitarra, me lancé con ganas a descubrir el amor y tuve mis primeros y únicos escarceos con los psicotrópicos de los cuales prescindí rápidamente tras comprobar que yo... ya nací “colocado” y que no necesitaba absolutamente de nada externo a mí para coger el tono.


Debo reconocer que terminaron cayéndome muy bien aunque hoy en día todos sean directores de banco. Pero siempre me ha encantado la humanidad y he tenido claro que mi animal de compañía preferido es el ser humano... preferentemente hembra ;-)

De esas noches en la playa en torno al fuego de una hoguera, guardo el recuerdo del tema que pongo en esta entrada. Se trata de “Monday, monday” de Mamas & the Papas; tema de 1965, pero que se hizo popular en nuestra España a finales de los 70. Como siempre, andábamos con algo de retraso, pero daba igual, había que ser hippie aunque fuese a destiempo.


viernes, 27 de marzo de 2009

Los papeles pintados de los 70

Resultados de la encuesta sobre “Qué fue lo más hortera de los 70?”

A pesar de que la lucha entre las patillas jamoneras y los papeles pintados ha sido encarnizada e igualada hasta el último momento, finalmente los papeles pintados se han impuesto como ganadores en la encuesta referente a lo más hortera de los 70 con 8 votos, frente a los 7 votos de las pobres (pero horteras) patillas jamoneras.

En un digno tercer lugar han quedado los pantalones de campana en un empate en 2 votos con las corbatas.

Un cuarto lugar ha sido para los peinados “arriba España” con un sólo voto, y sorprendentemente, nadie, absolutamente nadie, ha votado por los grupos musicales suecos. Debo reconocer que cuando preparé la encuesta creí sinceramente que dichos grupos quedarían en un segundo o tercer lugar, de modo que el resultado de cero votos ha sido, para mí, una absoluta sorpresa. Leí en algún lugar que los grupos suecos de los 70 podrían haberse ido con la música a otra parte, pero que en lugar de eso... se hicieron los suecos y allí se quedaron, dale que dale, con sus vestimentas horteras y sus no menos horteras canciones. Al parecer el revival que ABBA ha tenido en estos últimos años les ha puesto en el candelero y los votantes de la encuesta han tenido una inesperada compasión.


Esta entrada refleja, por una parte el resultado de la encuesta, y por otra, va dedicada a los papeles pintados de los 70 como dignos ganadores elegidos por los 20 valientes que clicaron y realizaron su voto.

No es de extrañar que los 70 fuesen una década especialmente movida, llena de acontecimientos y que la mayoría de ellos fuesen decisivos para el curso de la historia:

La guerra de Vietnam, el conflicto árabe e israelí, las disposiciones de la OPEP que arrastraron a una terrible crisis a los países más industrializados (vaya... y parece que éso sólo pase ahora), los primeros indicios de desintegración del bloque comunista formado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el caso Watergate, el Ayatolá Jomeini tomando el control de Irán y su consecuente radicalización ante lo más profundo de la ley islámica, el golpe de estado en Chile, la muerte de Franco, etc, etc, etc...

Pero todo tiene una explicación, y sin ningún género de dudas, la culpa de tanta movilización la tuvieron... los papeles pintados de los años 70.


A ver quién es capaz de llegar a casa agotado del trabajo, y de sentarse en el sillón de su salón a relajarse un poco con todo aquel batiburrillo de flores, figuras geométricas y motivos extraños y surrealistas que ocupaban las paredes desde el zócalo del suelo hasta las no menos horteras cenefas del techo. Era para volverse loco, paranoico perdido, salir a la calle preso de una extraña sensación de histeria y organizar cualquier movida, que cuanto menos, ocupase las primeras páginas de los rotativos de la época.

Hay que reconocer que en cierto sentido tenían su cosilla, es incluso normal que los recordemos con cariño y nostalgia, pero... si nuestras casas siguiesen empapeladas con semejantes alardes de barroquismo Pop, sería muy posible que hoy en día todos fuésemos peinados como David Lynch como muestra evidente de nuestro desfase emocional.

Lo más sorprendente del caso es que la humanidad, no cediendo jamás en ese empeño de acabar cada día más loca, está tratando quieras que no, de poner nuevamente de moda algunos aspectos setenteros. Debo reconocer que hay cosas que no estaría nada mal recuperar, pero... Los papeles pintados??? Puedo jurar que he visto catálogos de papeles pintados actuales que como último grito nos proponen volver a los 70. De dónde creen sino que he sacado las imágenes que ilustran esta entrada?



Allá la conciencia de cada cual. Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su salud mental, así que si alguien quiere terminar como el tipo de la imagen que ilustra esta entrada, y que no es otro que el anteriormente citado David Lynch, pues ya saben... pongan esos papeles en sus paredes y preparémonos para una segunda década del siglo XXI llena de acontecimientos a porrillo.

Luego... no me digan que no se lo advertí ;-)

miércoles, 25 de marzo de 2009

Los coleccionistas

Esta será la entrada número 25 en este blog setentero. El 25, sin ser nada especial, no deja de ser una cifra particular. Es algo así como una coma, un punto y aparte, la cuarta parte de algo, etc. De modo que, en la medida de lo posible, trataré de utilizar las entradas 25, 50, 75, 100... y sucesivas, para hacer un alto en el camino y reflexionar un poco en torno al mundo de los nostálgicos, los recuerdos y los coleccionistas. Como se puede apreciar por el título de la entrada, esta vez toca hablar de estos últimos.

Según el diccionario de la Real Academia de la lengua española, coleccionista es: “Persona que colecciona”...

Bien es cierto que tratándose del DRAE uno esperaba una definición algo más explicativa del tema, pero al parecer, ninguno de los ilustres letrados miembros que ocupan los diversos sillones de la Real Academia debe ser coleccionista de nada y es, quizá por eso, que se limitan a una definición tan... básica. Qué le vamos a hacer. Posiblemente pasan tanto tiempo currándose las definiciones de los distintos términos y palabras que no les queda espacio para el ocio, claro que... si tanto tiempo ocupan en pensar sus definiciones... con la de “coleccionista” no les ha salido ninguna hernia, eso sin duda.

De todos modos hice un nuevo intento; el DRAE... es el DRAE, y no es posible que a uno le dejen insatisfecho de ese modo, así que busqué el término “Coleccionar” en el que sin duda... serían más explícitos y satisfarían mi curiosidad:

coleccionar.

  1. tr. Formar colección. Coleccionar monedas, manuscritos.

Esto es lo que encontré, y en un arrebato de frustración miré al techo y a todo pulmón grité:

- A hacer puñetas el DRAE y todo ese montón de gruesos y peludos culos que reposan sobre sillones con nombre de letra! Ésos son los literatos e ilustrados caballeros (y alguna dama) que se supone saben de letras y de definiciones más que nadie?... Y les pagan por ello?


Aproveché también para acordarme de la santa madre de Felipe V que fue (él... no su madre) quien dio consentimiento para la fundación de la academia y quien la acogió bajo su amparo y protección.

Acto seguido, y tras quitar de “mis favoritos” la web de la RAE, me dediqué a documentarme para escribir esta entrada y que los coleccionistas pudiésemos saber de una vez por todas, que clase de bichos somos:

No deja de ser curioso que aquel que se dedica a coleccionar sellos, monedas o sillones de Luis XV, sea visto como alguien culto, interesado en la historia, documentado y respetado por el colectivo de la sociedad. Lo mismo sucede con quien colecciona antigüedades o con los coleccionistas que se dedican a comprar seudo-cuadros o seudo-esculturas de artistas de arte contemporáneo; si... esos que exponen en galerías importantes, pero que si los mismos objetos los encontrásemos en una tienda de los chinos... no pagaríamos por ellos ni 50 céntimos. Todos esos coleccionistas parecen, y probablemente son, ciudadanos respetables en contraste a otros coleccionistas que se dedican a amontonar figuritas de Star-Trek o de Star Wars y que son vistos como auténticos frikis y personas obsesivas y extravagantes.


Pues a mí que me da que los Thyssen son tan frikis como los coleccionistas de Star Trek, y que además, sus intenciones son mucho más especulativas que las de aquellos a los que les nace una pura y sana afición por coleccionar.

El caso es que me quedo con la explicación que da sobre coleccionismo el experto en REAMSA, y a la vez coleccionista, Juan Martín García y que creo que es absolutamente convincente:

Según él existen tres tipos de coleccionistas:

A) Los coleccionistas emocionales: Se trata del grupo de personas que coleccionan aquellos juguetes de su infancia y que desean incorporar a su colección un determinado artículo por factores puramente emocionales. En su afán, procuran tener un ejemplar de cada artículo e ir completando poco a poco su colección.

B) Los coleccionistas anticuarios: Cuyas colecciones siguen una evolución más o menos coherente, coleccionando todo tipo de juguetes nacionales o internacionales. El factor que prima en la decisión de comprar un artículo o no, es su antigüedad.

C) Los coleccionistas inversores: Son los que basan sus decisiones a la hora de comprar los juguetes en base al precio que pagarán por ellos. De modo que sólo adquieren aquellos que puede encontrar en grandes lotes y a bajo precio, y no les importa comprar artículos que ya poseen con tal de que el coste sea bajo.

A grandes rasgos éstos serían los tres arquetipos de coleccionistas, más o menos limitados cada uno de ellos por el poder adquisitivo de cada cual.

El papel del colectivo de coleccionistas emocionales es vital, ya que conservan las figuras durante el largo período de tiempo que aún no tienen interés para los coleccionistas anticuarios. El valor social de estos últimos coleccionistas anticuarios se halla en que dotan de sentido y coherencia a las colecciones, lo que permite ver - si nos muestran su colección - de una forma clara la evolución histórica de las diferentes marcas, juguetes, objetos, etc.

Añadiría a la magnífica explicación de Juan Martín, que el valor de un coleccionista inversor, es el de poner a disposición de coleccionistas emocionales y anticuarios aquellos artículos que adquieren con cualquiera de sus intenciones previamente citadas, pero que permiten que se hagan realidad sus colecciones, que vayan creciendo poco a poco y que exista una circulación en el mercado de dichos artículos que les haga perdurar por los siglos de los siglos...


Personalmente me considero coleccionista emocional, y lo sé porque soy de los que cuando encuentra un objeto relacionado con mi infancia no puedo evitar el impulso de comprarlo. Un sudor frío empapa mi nuca, los nervios se amontonan en mi estómago y me entra esa sensación del “cague” típico de que alguien pueda terminar adquiriéndolo antes que yo. Sensación a la que por otra parte hay que acostumbrarse debido a que siempre hay coleccionistas más rápidos o con más presupuesto disponible... lamadrequelosparió ;-)

En cualquier caso, cuando alguien me acusa diciéndome: “Eres un fantástico coleccionista, pero un poco friki”, yo suelo responderles que a lo largo de mi vida me han acusado de muchas cosas, pero... nunca de “Fantástico”.

Créditos de las fotografías: Nº 1 – Fira de la joguina de Castellcir. Nº 2 – Fira de la joguina de Figueres. Nº 3 – Autor desconocido. Procedencia internet. Nº 4 – Pablo Alberto Salguero (El Rastro de Madrid).

martes, 24 de marzo de 2009

Flaggolosina

Yo no sé si alguien fue capaz de llegar a casa, abrir el frigo, poner en él las alargadas bolsitas de Flaggolosina, esperar eternamente a que el frío del congelador hiciese la función de convertir en helado el líquido de su interior, y finalmente, y después de la merecida espera... devorar con ansia el polo del sabor elegido y disfrutar del helado casero anunciado por televisión y de venta en todos los kioscos y tiendas de chucherías de nuestra infancia.

El señor Sánchez, era el kiosquero proveedor de todo el material dulce y rico en colesterol para toda la criaturada del barrio del Poble Sec en el que nací. Era mi kiosquero preferido y uno de los tipos a los que más envidiaba por la sencilla razón de que su trabajo, consistía en vivir rodeado de chuches, tebeos, juguetes, baratijas de Monta-Plex y de todas aquellas cosas, absolutamente todas, que yo deseaba con fervor.

El señor Sanchez era mayor. Todo el mundo era mayor cuando yo era pequeño. Recuerdo que mientras yo iba comprando sus golosinas me dejaba guiar por varias sensaciones: algunas las compraba porque me atraía su color, otras por su olor, algunas ya las había probado y las compraba por repetir el placer que me habían proporcionado en ocasiones anteriores, e inevitablemente, otras las compraba por el precio y la disponibilidad de mi capital en ese momento. Como decía; mientras yo iba eligiendo de aquí y de allí, el señor Sanchez trataba de hacerme entender que no hiciese el animal y que me comiese el Flaggolosina helado, que era mucho más bueno que del modo en como me lo tomaba. Yo asentía con la cabeza, pero sin perder de vista los tarros, botes, envases, packs, y demás objetos contenedores de tanto vicio.

Sin duda, el señor Sanchez sabía de sobra que lo primero que yo haría al salir a la calle, sería buscar el primer portal en el que sentarme, colocar sobre mi regazo la bolsa de chuches, agarrar por banda mis alargadas bolsitas de Flaggolosina, arrancar de un bocado una esquina del plástico y succionar el preciado líquido de su interior como si me fuese la vida en ello.

Repito que no sé si alguien fue capaz de llegar a casa y celebrar todo el ritual para el cual había sido concebido el Flaggolosina, pero por favor, si alguien tuvo esa enorme dosis de serenidad... Qué tal fue esa experiencia?


sábado, 21 de marzo de 2009

Marioneta del boxeador Urtain

De pequeño, mi padre me llevaba a la sala Price de Barcelona, y allí asistíamos a las veladas de boxeo de los domingos por la mañana. Quizá ahora estaría muy mal visto si un padre llevase a su hijo de entre 6 y 12 años al boxeo... Quizá no supondría problema alguno, en cambio, que me hubiese llevado al fútbol a ver como el publico arrojaba objetos al campo, o contemplar como más de uno vomitaba su bilis sobre las madres de los árbitros o de los futbolistas de uno u otro equipo, pero no... mi padre nunca me llevó al fútbol ya que a él le gustaba, le sigue gustando el boxeo, y me transmitió esa afición por ese deporte, hasta el punto de que incluso llegué a practicarlo.

Personalmente pude ver mucha agresividad en el cuadrilátero, y también mucha –entre comillas-... “violencia” por parte de los dos gladiadores que se enfrentan entre sí. Lo que jamás llegué a presenciar, a mi tierna edad en una velada boxística, fue la violencia que a través del televisor, puedo ver en las gradas de un estadio de fútbol; violencia injustificada y motivada únicamente por grupos aislados de fanáticos que llegan al integrismo más absurdo y sobrecogedor, ocasionando lesiones a los deportistas que simplemente tratan de meter goles o la muerte, en no pocas ocasiones, de algunos espectadores.

En honor a la verdad, y en una época (nuestros 70) en la que un boxeador tenía una fama equiparable a la de cualquier astro del fútbol, jamás vi semejante animalismo en los combates de boxeo a los que asistí. No obstante, algún “iluminado” determinó en su momento que el boxeo era un deporte que incitaba a la violencia e incluso lo prohibió (y sigue prohibido) en algunas zonas de nuestra geografía.

Las añoradas y desaparecidas veladas del Price, empezaban con algunos asaltos de lucha libre, posteriormente algún que otro enfrentamiento con púgiles no excesivamente conocidos, y finalizaba siempre con el combate estrella que terminaba bien entrado el mediodía.

Sobre la lona del Price vi literalmente “bailar” al gran José Legrá, campeón mundial del peso pluma en 1968 y nuevamente en 1971. También pude ver a José Manuel Urtain, pero desgraciadamente andaba ya cerca de su decadencia y sólo llegué a presenciarle como catcher de lucha libre.



No recuerdo bien cuando fue ni con motivo de qué, pero un día apareció mi padre por casa con una marioneta de Urtain en la mano. Me quedé extasiado al ver que lanzaba sus puños con fuerza debido a un mecanismo que llevaba en su espalda, y que al accionarlo con los dedos índice y corazón provocaban que el muñeco dejase ir unos “Japs” que posiblemente le harían temblar las piernas a más de uno.

Esa marioneta de Urtain fue uno de los regalos de mi padre que he recordado siempre con más cariño, y uno de los juguetes que quedó hecho polvo de lo mucho que llegué a jugar con él.

Lo último que me esperaba hace un par de meses, en una de esas búsquedas de recuerdos por internet, era encontrarme con un coleccionista que vendía su marioneta de Urtain en perfecto estado, idéntica a la que yo tuve y con alguna información al respecto de su procedencia y en la que explicaba que era de finales de los 60, principios de los 70, fabricada por “Creaciones Cremeal” y que se trataba de un juguete, escaso, histórico y muy difícil de encontrar.



José Manuel Urtain fue campeón de Europa de los pesos pesados en 1970. Gozó de gran fama y popularidad, pero fracasó estrepitosamente en los negocios que decidió llevar a término y al margen de su carrera boxística. Un día de 1992, “algo” en su cabeza le hizo saltar al vacío desde el décimo piso de su domicilio en el barrio del Pilar de la ciudad de Madrid.

De modo que el campeón ya no está con nosotros, pero mi marioneta... está nuevamente conmigo, por siempre jamás.

jueves, 19 de marzo de 2009

NO-DO


El NODO fue el NOticiero DOcumental que se creó por la Vicesecretaría de Educación Popular del gobierno franquista allá por el año 1942 y cuya primera proyección (obligatoria en los cines antes de empezar la película) tuvo lugar un 4 de enero de 1943 y fue de visionado “obligado” hasta 1976, aunque por cosas del destino permaneció en las salas cinematográficas hasta 1981.

Lo que personalmente recuerdo del NODO se reduce a la época de los setenta, y me consta que sirvió para dar una peculiar visión de España en contraste con el resto del mundo a los propios españoles; una España que aparentemente progresaba a pasos agigantados. Una España a la que el turismo internacional acudía en masa para disfrutar de su gastronomía y de sus fiestas populares que, en la mayoría de los casos, quedaban reducidas a las corridas de toros, las procesiones de Semana Santa y al jolgorio en las playas. Una España en la que se inauguraban embalses, en la que se fabricaban coches utilitarios al alcance de los bolsillos de todos los españoles, en la que la unidad familiar era, sin lugar a dudas, como “Dios manda”, en la que se ensalzaba a las escasas glorias nacionales como si se tratasen de las únicas glorias existentes en el panorama mundial, ya bien fuese en el terreno de los deportes, del espectáculo, de las ciencias o de la política; a excepción clara de aquellas estrellas internacionales del mundo del cine o de la canción (preferentemente hembras) que visitaban esa España y que casualmente siempre se veían envueltas en algún que otro affaire con algún torero español, prototipo por excelencia del macho autóctono. Una España para la cual el resto del mundo era pequeño e insignificante ya que ella, por si sola, era una Grande y además... Libre.

Con todo, el recuerdo de esa España de pan con chocolate, pantalón corto, y colegio de curas, es un recuerdo grato para mí, ya que afortunadamente predominan los recuerdos de una infancia feliz por encima de los recuerdos de represión y de total abuso. Recuerdos, estos últimos de los cuales, los de mi generación no fuimos víctimas directas ya que vivíamos arropados por los brazos de una ingenuidad absoluta y propia de nuestra edad.

No obstante, hoy, día del padre; es casi obligado felicitar a todos los padres que contribuyeron a minimizar en nosotros la frustración que nos podría haber causado vivir en una España enrarecida, y más aún, felicitar también a los abuelos que en no pocas ocasiones nos hicieron de padres y que conjuntamente con nuestras madres y abuelas, hicieron de la mayoría de nosotros niños y niñas felices hasta el punto de que en este presente, recordamos con cariño y con nostalgia esos años.

Afortunadamente, eso de que nos hayamos quedado con lo bueno de todo aquello, se lo debemos a ellos.


martes, 17 de marzo de 2009

La casa de la pradera

Una serie de grato recuerdo que durante la década de los 70 mantuvo encandiladas frente al televisor a la gran mayoría de familias españolas. No faltaron, practicamente en ningún capítulo, los elementos dramáticos necesarios como para hacernos soltar alguna que otra lagrimita en las sobremesas de los domingos. Afortunadamente la familia Oleson, y principalmente la repelente Nellie Oleson, daban la pizca de ingrediente comico necesario para compensar el conjunto y crear unos argumentos bastante equilibrados.

La serie giraba entorno a la familia Ingalls encabezada por Charles Ingalls, su esposa Caroline y sus tres hijas, Mary, Laura y Carrie que juntos deciden trasladarse a Minnesota en busca de prosperidad y bienestar. Michael Landon no solo era el personaje protagonista, sino que además, fue el productor, director y guionista. Fue a principios de los 70 cuando la serie se planificó en la NBC norteamericana tomando como argumento unos textos originales escritos por la verdadera Laura Ingalls en los que narraba el estilo de vida en la frontera americana.

En el pueblo de Walnut Grove, cercano a la solitaria casa de la pradera en al cual vivía la familia Ingalls, se agolpaban una serie de personajes que se hicieron muy populares entre la audiencia de la que por entonces era la cadena única, Televisión Española. Dichos personajes, episodio tras episodio iban ganando personalidad propia y convirtiéndose, de algún modo, en protagonistas imprescindibles: la ya citada familia Oleson, el reverendo Robert Alden, el doctor Hiram Baker, Lars Hanson el fundador del pueblo, y un largo etcétera de personajes peculiares que nos acompañaron durante los fines de semana hasta principios de los 80.


sábado, 14 de marzo de 2009

¿Se hacían en color los dibujos animados cuando nuestros televisores eran en blanco y negro?


No sé si alguien se habrá formulado en alguna ocasión esta pregunta. Tampoco sé si a alguien puede interesar la respuesta, pero en mi caso, y teniendo en cuenta que me dedico a esto de hacer dibujos animados desde hace algo más de 25 años, descubrir todo eso fue algo que me sorprendió cuando empecé a recorrer algunos estudios de animación con mis dibujos y en busca de mi primer empleo como aprendiz.


Antes que nada sería necesario dejar caer un par de datos importantes:

La llegada del color al mundo de los dibujos animados en el cine, se produjo en 1932, y la primera película que se rodó con el nuevo sistema del Technicolor fue un cortometraje de la casa Disney titulado Árboles y flores (Flowers and trees). Curiosamente su incorporación al cine de imagen real se produjo pocos años más tarde, en 1935 se rodó “La feria de las vanidades” de Rouben Mamoulian, pero el esplendor de la nueva técnica llegó al gran público en el 1939 con “Lo que el viento se llevó”. No obstante, el color en el cine no se impuso hasta que no fue posible equiparar los gastos de la nueva técnica con los del tradicional (hasta entonces) blanco y negro.



Con respecto a la televisión se llevaba investigando con el color desde el año 1928, pero los primeros resultados medianamente óptimos y comercializables a nivel industrial no empezaron a producirse hasta 1950. En España, pudimos gozar del invento a partir de 1972 y el primer programa que se emitió a color en Radio Televisión Española fue el “Un, Dos, Tres, Responda otra vez”, creado por Narciso Ibañez Serrador y presentado por Kiko Ledgar. Pero...

… Si bien es cierto que independientemente de que la tele fuese en blanco y negro o color; los actores, presentadores, azafatas, concursantes, cantantes, etc, no iban paseándose por las calles o los platós de televisión en blanco y negro... Qué sucedía con los personajes de dibujos animados?

La animación exigía, y exige aún hoy en día, un proceso lento y laborioso. Para conseguir recrear en pantalla “la ilusión del movimiento” durante un sólo segundo de proyección, se requieren una media de 12 dibujos, variando dicha cantidad en función de si la animación es más limitada, o si es más fluida y pudiendo llegar en éste último caso a los 24 dibujos por segundo; es decir, a un dibujo por cada fotograma teniendo en cuenta que la velocidad normal de proyección es de 24 fotogramas por segundo.


Antiguamente los animadores trabajábamos en un soporte especial compuesto de un disco giratorio instalado en una mesa que nos permitía dibujar comodamente, y con una instalación de luz por debajo para conseguir la transparencia necesaria para crear una pose del dibujo en relación con la anterior.

Los dibujos del animador eran pasados a tinta sobre acetatos o láminas de celuloide transparente. Seguidamente eran coloreados por todo un equipo de asistentes con el fin de filmarlos y que la transparencia de los acetatos, en los cuales se hallaban los personajes, permitiesen ver claramente los distintos fondos y decorados que eran utilizados en la toma de cada plano.




El proceso de filmado se realizaba con una cámara de 35 milímetros suspendida sobre un stand denominado “truca” y que permitía, además de tomar los fotogramas necesarios de cada dibujo, realizar los distintos movimientos de cámara.

Puestos ya en antecedentes, y volviendo a la parte del color realizado por los asistentes sobre los mencionados acetatos, os muestro una selección de unos que pertenecen a mi colección particular de material de dibujos animados.


Los acetatos en cuestión corresponden a un anuncio de televisión que fue realizado para la empresa de helados CAMY y más concretamente para un helado del que pudimos disfrutar en nuestra infancia: el “CAMY PACHÁ” que ofrecía como novedad, la idea de que se trataba de dos helados unidos entre sí, pero que era posible compartir con los amigos ya que disponía de dos palos. Lo recuerda alguien?

Pues bien, el anuncio del Camy Pachá fue rodado a principios de los setenta en un estudio de animación de Barcelona, y como se puede comprobar... los asistentes que se ocuparon de darle "color" a los celuloides, lo hicieron tal y como iba a ser percibido por el ojo del espectador; es decir, en blanco y negro.


Para qué invertir en color cuando el medio en el que se iba a emitir el anuncio no disponía de este sistema? Ya bastante costosa era la producción de un spot como para gastar más tiempo y más dinero en algo que nadie iba a poder apreciar.

Hay que aclarar que esto sucedía en publicidad para televisión, mientras que en cine el color se venía utilizando desde mucho antes. Concretamente en España, y a pesar de que el cine de animación español no cuenta con una gran historia, ya se utilizó el color en el que fue el primer largometraje de dibujos animados español “Garbancito de la Mancha” de 1945, dirigido por Artur Moreno y producido en los estudios barceloneses de Balet y Blay.


Para terminar dejo un pequeño gif animado con los acetatos previamente mostrados y pertenecientes al spot del popular Camy pachá de los años 70.


Camy Pacha

Teniendo en cuenta que el anuncio era en blanco y negro y que logicamente no se puede intuir cuales eran los sabores del helado... Alguien los recuerda? :-D


ANIMATED CARTOONS HISTORY
Clicando este banner podréis acceder a una historia... muy animada.

viernes, 13 de marzo de 2009

Un globo, dos globos, tres globos


Fue el programa infantil que quizá dedicó más tiempo a los niños y no tan niños de la casa, ya que a lo largo de algo más de una hora, y de lunes a viernes, destinaba su programación a tres franjas de edad diferentes. Un globo, era para los más pequeños e incluía los primeros “Barrio Sésamo” que se emitieron en España. Dos globos, estaba dedicado a los que ya eran algo más creciditos, y los tres globos incluía programación para los preadolescentes.

El programa se empezó a emitir en 1974 y permaneció en antena hasta el 1979, conducido por la añorada y prematuramente desaparecida María Luisa Seco y acompañada por Manolo Portillo. La letra de la canción estaba escrita por la poetisa infantil por excelencia, Gloria Fuertes.

Innumerables recuerdos me vienen a la memoria; recuerdos de llegar corriendo del cole y sentarme frente al televisor para ver el programa, recuerdos de pan con chocolate, de vaso de leche con Nesquik, y sobretodo... de televisión en blanco y negro, pero con la esperanza puesta en un futuro con algo más de color.

He podido encontrar varios Blogs que de un modo u otro hacen mención del programa y lo recuerdan. Me alegra encontrar tanta nostalgia por internet y me alegra ver que el recuerdo que dejó en todos los que lo vimos es grato.

Como buen nostálgico y poseedor para siempre jamás de una infancia feliz (éso ya no me lo quita nadie), no podía dejar de dedicarle una entrada a este querido programa.



miércoles, 11 de marzo de 2009

THINK

Think es el título del single grabado por la cantante Afroamericana de R&B y Soul Aretha Franklin. El tema fue escrito por Aretha y por Teddy White y alcanzó el número 7 en el Bilboard Pop Singles Chart en el año 1968. La canción procede del álbum titulado Aretha Now.


Siempre he pensado que sí Dios existe debe ser negro.

Es incluso probable que Dios no exista, pero de lo que no me cabe duda es de que efectivamente hay una Diosa, y no es otra que... Aretha.

lunes, 9 de marzo de 2009

La tía Paquita y el Geyper factory



La tía Paquita era la típica que se presentaba en casa una vez al mes a visitar a mí abuela porque era su prima hermana. Aprovechaba para quedarse a comer, o en el caso de llegar más tarde, hacía la sobremesa de café con pastas y alargaba hasta casi, casi la hora de la cena.

En casa, yo escuchaba como mi abuela le decía a mi madre.

— Oh vaya! Viene la Tía Paquita.

— Qué dices? — Preguntaba mi madre como en un intento de que al oír de nuevo, la frase que acababa de pronunciar la abuela fuese otra bien distinta.

— Que viene la tía Paquita.

No, mamá no había escuchado mal. Efectivamente venía la tía Paquita y eso, era algo que ya nadie podía remediar.

Estaba claro que en casa, no hacía mucha gracia que viniese la tía. La pobre siempre hablaba de sus enfermedades y achaques, de lo sola que se encontraba, de que sus hijos parecían darle de lado después de todo lo que ella había hecho por ellos, y de lo que echaba de menos a su marido en ésos tres años que hacía que había enviudado.

La tía Paquita era querida, pero... de lejos. Estaba bien verla en bodas, bautizos y comuniones, pero tenerla en casa una vez al mes... la pobre venía siempre el día más inoportuno, y por encima de todo... hablaba, hablaba y hablaba.

No obstante, para mí, era una gran alegría saber que venía la tía Paquita. Llegaba por la tarde del cole deseando que aún no se hubiese ido, o si venía en sábado estaba todo el rato pendiente de que sonase el timbre de la puerta con su característico Ding-Doooooonnngggg... Notaba como los nervios se apoderaban de mí y no hacía más que salir de mi habitación y dirigirme a la cocina.

— Mama... Cuándo llegará la tía Paquita?

— No creo que tarde. Has terminado los deberes?

— Si. Claro que he terminado (mentira gorda. Lo más probable era que no los hubiese empezado, pero es que... el día que venía la tía Paquita... era día de fiesta grande).

No tranquilo con la respuesta de mi madre, ya que eso de: “no creo que tarde” era un concepto del paso del tiempo algo abstracto. Me dirigía a la habitación de mi abuela.

— Yaya... Cuándo vendrá la tía Paquita?

— No creo que tarde. Has terminado los deberes?

— Joooo! Yo quiero que llegue ya la tíaaaa.



Madres y abuelas se confabulaban en contra nuestra para no definirse en sus respuestas, pero sí para hacernos muy conscientes de nuestras obligaciones. Deberes! Quién podía pensar en deberes con la tía Paquita a punto de llegar?

De pronto: Ding-DOOoooonnnng...

— LA TÍA PAQUITAAAAA!!!!!

Por más que corría, el pasillo de casa se hacía eterno hasta llegar a la puerta del recibidor. Mi abuela ya estaba allí con ella dándole un par de besos en las mejillas y haciéndola pasar al salón.

En realidad la tía Paquita tendría unos sesentaypocos, pero yo la veía muy mayor. Siempre vestía un abrigo largo de color gris, bolso y zapatos negros, y el cabello teñido de un color a juego con el abrigo y absolutamente cubierto de laca. Un cabello acartonado que me gustaba zarandear de vez en cuando para comprobar que efectivamente era imposible menear o despeinar... aquello. La tía me soltaba algún manotazo y apartaba de inmediato la cabeza, parecía como si eso de despeinarla iba a quitarle algo de su integridad personal, pero en el fondo y a pesar de mis impertinentes magreos sobre su cabeza, la tía se alegraba de verme, y yo, estaba encantado de verla a ella.




La tía se acercaba a mi mirándome a través de los cristales de sus gafas bifocales. El olor de su colonia me envolvía por completo, una colonia fuerte, “de vieja” como decía mi madre. Un olor a colonia que permanecía en casa mucho rato después de que la tía se hubiese ido.

La tía Paquita me daba un par de besos con sus labios pintados, dejaba en mis mejillas parte de ése olor a su colonia y parte de esa capa de carmín rosado, pero además, detrás de su espalda siempre llevaba escondida una de sus manos en la cual había algo para mí y que me daba a la vez que me miraba fijamente. Yo casi ni alcanzaba a ver ése puente de oro que ocupaba parte de su dentadura, ya que mi mirada se concentraba automáticamente en la caja, cajita, sobre, bolsa o bolsita que sostenía en su mano y que movía a medida que me lo aproximaba al entrecejo hasta el punto de hacerme bizquear.

— Toma... Qué te ha traído hoy la tía?

Creo que jamás llegue a responderle ésa pregunta a la pobre tía. Ése paquete del que me hacía entrega tiraba de mí con una fuerza sobrenatural y me llevaba de camino a mi habitación a la velocidad del rayo. Una vez allí, encerrado en la intimidad de mi cuarto y con el paquete perfectamente envuelto y entre mis manos, la tía Paquita pasaba a la historia hasta la siguiente visita del próximo mes.



Quizá el juguete que recuerdo con más satisfacción de todos cuantos me regaló la tía, fue el Geyper-Factory. A mí no me han gustado nunca los coches, ni el fútbol. Cualquier regalo relacionado con alguna de ambas cosas era rápidamente abandonado, dejado de lado y al instante, olvidado. No obstante, después de la primera mueca de desaprobación que le hice al Geyper-Factory, le siguió otra de “a ver que tal?”; algo así como levantar las cejas mirándome al juguete con suficiencia, pero con un ligero interés en ver si de eso se podía sacar algo. Qué quedaba sino? Hacer los deberes?... Antes me pasaría horas con los cochecitos del Geyper-Factory, eso estaba claro.

El caso fue que le encontré la gracia a ése juguete, a ver cómo se construían los coches por piezas a medida que avanzaban por una cinta transportadora. Al finalizar la fabricación de cada uno de ellos sonaba un “Diiiinnnngggg” y el cochecito se deslizaba por una rampa para dejar paso al siguiente vehículo terminado. A decir verdad no es que el juguete ofreciese mucha interacción. La única posibilidad era la de cambiar colores y escoger entre un montón de distintas combinaciones, pero... sucedía con el Geyper-Factory algo similar a contemplar el fuego de la chimenea, era verdaderamente hipnótico y alucinante.

A saber qué fue de mi Geyper-Factory. Seguro que fue regalado a algún vecino o tirado a la basura, pero el mes pasado, trasteando por internet, me reencontré con él (con uno igual a él), me enamoré de nuevo y lo compré. Es el que podéis ver en las fotografías de esta entrada. Creo que no fue por aquella época un juguete de esos que tuvimos todos y con el que podemos compartir miles de recuerdos, pero me apetece mostrarlo y sí alguien más lo tuvo, le gustó como me gustó a mí y lo recuerda con ésa nostalgia y cariño que el Geyper-Factory se merece, pues que nos lo cuente.

domingo, 8 de marzo de 2009

8 de Marzo. Día de la mujer trabajadora y otras hierbas "políticamente correctas"

Nos da la sensación, a veces, de que las cosas suceden a gran velocidad, de que los cambios nos desbordan o de que el planeta gira a nuestros pies más aprisa de lo que nosotros podemos sostenernos sobre él. Pero simplemente se trata de éso... de una sensación. La realidad es bien distinta.

La realidad es que en los 60 y en los 70, cuando íbamos “al cole”, los niños desparramábamos nuestra ingenua crueldad los unos sobre los otros, pero sin el menor problema aparente, y al que llevaba gafas le llamábamos “gafotas” o “cuatro ojos”, al gordito que se caía por la escalera de camino al comedor y que a su paso arrollaba a media docena de nosotros le llamábamos “el boliche”. Recuerdo que había uno que siempre llevaba un par de enormes mocos colgando y al que le llamábamos “el velas”. Alguna vez, cuando uno de nosotros le decía: “Cuidado tío que te los vas a pisar!”. “El velas” sorbía con fuerza sus mocos y los devolvía a su nariz de origen. O eso... o se los limpiaba con la manga del jersey.

En los pueblos éso de ponerle un mote a alguien estaba a la orden del día ya que era el mejor modo de identificar de una forma genérica a toda una saga familiar: si los bisabuelos habían sido molineros, los abuelos eran también “los molineros”, y con ese mote se conocía a los padres, a los hijos y a los nietos; todos eran “los molineros” y en el caso de confundir a unos de una estirpe familiar con otros, todo se solucionaba inmediatamente aclarando: “No, yo no soy 'molinero', yo soy 'pastor' de toda la vida". A lo que la persona confundida respondía: “Ah!... Si hombre, es cierto, nieto de 'los pastores'. Es verdad, tienes la misma cara que tu abuelo”. Y ya no había duda de quien era quien.

Al pueblo de mi padre llegó en una ocasión un forastero; encontró empleo, se casó, se estableció definitivamente y tuvo allí a sus hijos. Pero su llegada fue triunfal ya que al parecer, estaba una noche tomando un vino en el bar del pueblo, y conocedor de ésa costumbre de ponerle un mote a todo el mundo, se dirigió a los que echaban la partidita al tute con él y les dijo: “En éste pueblo... no hay quien tenga la suficiente leche en los huevos como para ponerme a mí un mote”.

Desde ése día todo el pueblo le llamó “elpocaleche”, no “el-poca-leche” no... “elpocaleche”, así, todo junto. Su mujer fue “lapocaleche” y sus hijos y nietos siguen siendo conocidos hoy como “lospocaleche”. Y cuidado con meterse con alguien de la familia que enseguida salta uno u otro y te dice éso de: “Eh!... que soy 'pocaleche' así que conmigo pocas tonterías. Vale?". Es decir... que aunque en un principio ésos motes pudiesen llegar a sentar mal, al final eran motivo de orgullo, distinción, y eran defendidos por sus poseedores con una dignidad aplastante.


En la actualidad no han cambiado las cosas, simplemente se han maquillado con esa especie de potingue llamado “lo políticamente correcto” y que es de muy mal llevar. Dicho potingue sólo sirve para dar la sensación de que todo cambia más aprisa de lo que parece, pero en realidad no sirve para nada más que para no hacer absolutamente nada al respecto de nada. Por ejemplo:

Actualmente en los colegios, además de los que llevan gafas, de los gorditos y de aquellos a los que les cuelgan los mocos, también van niños y niñas de raza negra, árabe, china, etc, no obstante no es “políticamente correcto” llamar negro a un negro y hay que llamarle “de color”. Tampoco en clase puede haber uno que sea “el moro” o “el chino”, hay que llamarles por sus nombres aunque a veces... sean impronunciables, pero hay que hacer lo imposible con tal de no llamarle de un modo que la ley de “lo políticamente correcto” pueda denominar como “despectiva”, vaya... como si fuese despectivo ser de una raza u otra.

Es decir, que en los 60 – 70 que todos éramos iguales, o extremamente parecidos, podíamos distinguirnos entre nosotros por nuestro mote. Hoy, que vivimos inmersos en una rica variedad y enriquecedora para todos, distinguirnos por nuestro color de piel o por nuestro lugar de procedencia está mal visto y es mejor hacer ver que no nos hemos dado cuenta de que nuestro mejor amigo es negro.


Lo mismo sucede con los homosexuales y las lesbianas a quienes hay que llamar de una manera “políticamente correcta”... “colectivo gay”.

Y desafortunadamente, y a pesar de ser 8 de marzo, a la mujer que trabaja en su hogar, a la “ama de casa”, hay que llamarla “mujer trabajadora” y embarullarla y meterla en el mismo saco que al resto de mujeres que trabajan fuera de sus casas y que cobran un sueldo inferior al de un hombre en no pocas ocasiones. Pero está claro que para nuestros gobernantes, da igual cual sea su color ideológico, es mejor y más fácil maquillar la imagen de la mujer de toda la vida y denominarla “mujer trabajadora”, antes que normalizar una situación salarial en perfecta equidad con sus compañeros varones, o que estudiar seriamente una remuneración, con seguridad social y pensión de jubilación para todas aquellas que por necesidad o elección propia deciden ser “amas de casa”.

Y es que está claro, los gobiernos creen que como se trata de mujeres, un buen “maquillaje”... lo soluciona todo.

(Fotografías 1 y 2 tomadas de UP Comillas. Centenario de ICAI)


Os dejo un anuncio de "Cocinas Corcho" emitido en los 60 y que a mi juicio, muestra cómo era vista la mujer en ésa década. Una imagen bien distinta a la actual, está claro, pero... Quién sigue ocupándose hoy en día de la mayoría de hogares en España?

sábado, 7 de marzo de 2009

Palotes de Palín


Los Palotes, conjuntamente con los PEZ, los CHUPA CHUPS y pocos más, son los caramelos supervivientes por excelencia; algunos de ellos (como los PEZ) desde el año 1927. Pocos años más tarde, en 1930, empezó la industria “caramelera” en España.

Los inmortales Palotes fueron creados por la casa “DAMEL” en Elche durante los años 60. Los disfrutamos nosotros en nuestra infancia y los disfrutan también nuestros hijos... y bueno, yo al menos, aún no he dejado de saborear alguno de ellos de vez en cuando.

Nuestros padres solían darnos algún montoncito de monedas entre las cuales se encontraban, generalmente pesetas, pero también algún que otro duro. El duro acostumbraba a caer los domingos, a decir verdad de lunes a sábado eran pesetas e incluso algún día -hay que reconocer- que se escaqueaban de darnos ni cinco con aquella frase tan típica de: “Sí quieres chuches, no haberte comido todas las que te compraste ayer”. Yo odiaba profundamente ésa frase, ya que a pesar de las baratijas de kiosco o de los juguetes “caros”, las chuches eran y siguen siendo mi delirio.


El caso es que con ese montoncito de monedas apretado en el interior de nuestro puño sudoroso ante la emoción de invertir “ésa pasta” en golosinas, corríamos como poseídos hasta el kiosco. Al llegar a él la frenada era tan apoteósica que no pocas veces dejábamos en el asfalto la marca de la suela de nuestros zapatos “Gorila” ÑÑÑiiiiieeeeecK! El quiosquero separaba ligeramente la mirada del periódico que estaba leyendo, nos miraba por encima de la montura de sus gafas, y ante nuestra impaciencia lo dejaba todo para atendernos. Hay que ver la paciencia que tenían los quiosqueros de entonces.

Podíamos llegar a comprar lo que fuese hasta agotar el diminuto presupuesto del que disponíamos. Había gran variedad y nuestros ojos andaban locos recorriendo absolutamente todos los rincones del kiosco en busca de la chuche más deseable. Se nos hacía la boca agua con el olor a confite y ante la visión tan colorida de los distintos recipientes que albergaban aquellos objetos de nuestro deseo, pero a pesar de la gran cantidad, casi siempre, o mejor dicho... NUNCA salíamos del kiosco sin algún que otro Palote entre nuestras manos.

No sólo el caramelo era y sigue siendo delicioso, sino que además, en el interior de sus envoltorios habían cámaras fotográficas, pelotas, canoas hinchables, muñecas, gafas submarinas... Por si fuera poco, te podía tocar una de las camisetas de “Palotes de Palín” o el magnífico castillo que salía en el anuncio de la tele.

A decir verdad... yo nunca conseguí ninguno de esos premios puesto que no participé en ninguno de los sorteos, ni mandé jamás los envoltorios. Yo ya tenía mi premio... mi caramelo Palotes!

jueves, 5 de marzo de 2009

George Baker "Little Green Bag"

George Baker de origen holandés, fue el cantante principal del grupo llamado Soul Invention que más tarde cambió su nombre a George Baker Selection. Su primer álbum les dio su primer éxito con el single “Little Green Bag” situándose en el TOP 100 de los Estados Unidos y llegando a vender más de un millón de copias a nivel mundial. En 1972 recibió un disco de oro.

No sé, pero es un tema que al escucharlo (personalmente a mi), entran ganas de hacer algo productivo, así que... voy a trabajar un rato ;-)

Eso si... con el “Little Green Bag” destrozando los altavoces de mi ordenador.

Además se trata de uno de los temas favoritos de mi hijo, así que... Carinyito... va per tú ;-)

miércoles, 4 de marzo de 2009

Los Spaghetti Western


Fueron películas en su mayoría financiadas por productoras españolas o italianas y consideradas como un subgénero de los Westerns Made in USA. El fenómeno Spaghetti Western tuvo su origen en los años 60 y se prolongó hasta los 70, pese a que en esta segunda década empezó también su decadencia.

Despectivamente se denominaban “Spaghetti Western” a las íntegramente italianas y “Chorizo Western” a las españolas. Pero el máximo exponente en el género y que a largo plazo se ganó el respeto de público y crítica norteamericanos fue la saga dirigida por Sergio Leone y protagonizada por Clint Eastwood: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965), y El bueno, el feo, y el malo (1966), conocidas como “La trilogía del dolar”. Sergio Leone rodó también en 1968 el film titulado “Hasta que llegó su hora” protagonizado esta vez por Charles Bronson junto con Henry Fonda y Claudia Cardinale, y considerada una obra maestra del “subgénero”. Por su parte Clint Eastwood, tras su aparición en estos films, dejó de ser un actor de teleseries para convertirse en una de las estrellas con más poder en Hollywood y llegar a ser, a día de hoy, uno de los grandes directores (para mi el más grande) de la historia del cine americano.

Los Spaghetti western fueron rodados mayoritariamente en los estudios Cinecitta de Italia y en Almeria. Se caracterizan por su estética sucia que difería de los westerns rodados hasta el momento en USA; los personajes de las películas italianas o españolas eran sudorosos, lucían barbas de cuatro días (o más), su vestimenta y su aspecto eran notablemente distintos a los de Gary Cooper, Alan Ladd o John Wayne. Los poblados, desiertos y localizaciones en general eran desolados y polvorientos. Los protagonistas se caracterizaban por su dureza y su absoluta falta de moral. En definitiva... el Spaghetti Western utilizaba los tópicos del Western americano, pero creando con ellos un estilo propio.

Personalmente; como fan del mal llamado subgénero, no pude evitar la tentación en el año 2004, de rodar mi propio “Spaghetti Western”. Hay que decir que “mi película” se rodó íntegramente en mi estudio de Barcelona y que en tierras catalanas nos encanta la pasta italiana, pero mucho más aún nuestro plato tradicional: la Escudella i Carn d'Olla. De modo que a lo que en realidad yo rodé... prefiero denominarlo: “Escudella Western”.

Mi película (por llamarla de algún modo), trata de ser un humilde homenaje al género, a Sergio Leone, a Clint Eastwood y a Enio Morricone, como los más admirados por este Kioskero setentero, pero nunca sin olvidar que además de ellos, se realizaron alrededor de unos 77 films durante los 60, más unos 41 en los 70. A todos ellos va dedicado mi particular “Escudella Western” y para el cual conté con la colaboración de mi hijo en el guión (de 8 años de edad por aquel entonces).

Ahí os dejo la peli, prepararos unas palomitas, apagar las luces de la sala y dejaros llevar por el silbido de las balas cuando pasen por encima de vuestras cabezas.




Para conseguir toda la información del mundo mundial sobre los Spaghetti Western os dejo este enlace: 800spaghettiwesterns

martes, 3 de marzo de 2009

El Santo


Recuerdo con cariño esta serie de televisión que veía cuando era niño.

En una ocasión mis padres salieron una noche a cenar con unos amigos y me dejaron con mi yaya Lola en casa viendo la tele un rato más de lo normal; esa noche... hacían El Santo.

A la mañana siguiente me obsequiaron con una figurita de El Santo que habían comprado en algún kiosco que encontraron abierto. Bueno, yo era fan de la serie y me paseaba por el pasillo de casa tarareando la melodía de la cabecera, de modo que la ilusión que me hizo la figurita, fue tremenda.

Creo recordar que llegué a tener alguna más, ya que esa baratija de kiosco, además de hacerla en diferentes colores, el personajillo realizaba diversas actividades.

Simon Templar era el personaje principal de esta televisiva serie de ficción. Se trataba de un hombre apuesto, adinerado, sofisticado y culto que se convertía en un ladrón de guante blanco y bondadoso en favor de los más desfavorecidos. Una especie de Robin Hood moderno que en ocasiones, debía emplear métodos poco ortodoxos para conseguir sus objetivos.

El personaje de El Santo (apodo que venía de las iniciales del nombre de su protagonista “ST” Simon Templar), fue sin duda uno de los personajes de ficción más famoso de todos los tiempos; en primer lugar a través de los relatos escritos por Leslie Charteris (creador del personaje) en los años 30, Luego por una famosa serie radiofónica de la década los 40 que contaba con la voz de Vincent Price, y finalmente por la serie de televisión de producción británica y que se emitió en los Estados Unidos a principios de los 60.

En España pudimos disfrutar de ella a partir de 1969, se emitieron 71 episodios en Blanco y negro y 47 en color protagonizados, entre otros, por el actor Roger Moore que estuvo siempre acompañado de lujosos coches, encantadoras mujeres, y de una aureola que coronaba su cabeza y que pese a ella... no se despeinó jamás en ninguna de las trepidantes aventuras que vivió y que pudimos vivir con él


lunes, 2 de marzo de 2009

California Sun

1964, Indiana, USA. Después de la grabación de “California Sun”, Forston (el vocalista), dejó el grupo para unirse a las fuerzas de la Infantería de Marina.

Imagino que con otro nombre (“The Rivieras”... poco comercial), y sin el abandono del cantante, el grupo hubiese obtenido el merecido éxito que no llegó a tener aunque sonó y llegó a alcanzar importantes puestos en las listas de éxitos.

Un buen tema para empezar un lunes. Un buen tema para escuchar a través de nuestro reproductor de mp3, con los auriculares puestos y observar las caras de los que viajan con nosotros en la línea de metro; ellos con cara de lunes... nosotros como si fuésemos a practicar un ratito de surf y a lanzarnos de cabeza con la llegada de la ola madre.