De crío me encantaba la llegada del carnaval, y con él, la idea de poder disfrazarme de los personajes que desfilaban por los televisores de nuestras casas en aquellas sesiones de tarde de los sábados. Personajes de películas que invariablemente eran: o piratas, o mosqueteros, o vaqueros del lejano Oeste (que me pregunto yo... Para los habitantes del lejano Oeste... el Oeste es lejano?).
El carnaval era la época ideal para poder salir a la calle vestido de nuestro héroe favorito y prolongar nuestro tiempo de juego incluso en las horas de clase. Un lujo el no tener que soportar las tediosas clases de historia del señor Villa, ni las cansinas clases de matemáticas de la señorita Isabel. En su lugar... esas horas eran de concursos y juegos entre un montón de críos y crías vestidos de lo más variado de todo cuanto lo que por aquel entonces era popular: princesas, caperucitas rojas, indios con arcos y flechas con ventosas, condes Drácula, zorros enmascarados, y como no... piratas, mosqueteros y vaqueros del lejano Oeste.
Los kiosqueros nos lo hacían fácil poniendo a nuestra disposición un gran surtido de indispensables complementos: antifaces, espadas de plástico, pistolas de todo tipo y de marcas míticas como Joal, Gonher, Redondo..., placas de Sheriff, cartucheras, etc.
Vaya, que la llegada del carnaval era la excusa perfecta para pasar todo el día vestido de Jim West o de princesa Blancanieves; algo a lo que pocos niños y niñas podíamos resistirnos.
El caso es que ayer iba yo por la calle de la mano de mi hija de siete años. La llevaba disfrazada de arco iris y la pequeñaja estaba encantada de la vida con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. Llegamos a la puerta de la escuela y me encontré con una situación, que a mi juicio, fue desagradable.
Una madre que llevaba a su hijo vestido de mosquetero estaba siendo increpada por una profesora. Textualmente la profesora le decía a la madre que: “O se lleva la espada del niño para casa, o se lleva al niño, pero aquí... nada de armas”.
Armas??!! Una espada de plástico perteneciente a un disfraz de mosquetero... es un arma?.
La madre fue todo lo prudente que yo no hubiese sido, le pidió a su hijo que le diese la espada y el asunto se zanjó con la entrada en la escuela de un mosquetero desarmado, cabizbajo, y haciendo pucheros ante una profesora que no cabía de gozo por haber cumplido con su obligación de restablecer la paz en el mundo, y no habiendo alimentado las ansias de lo que podría haber terminado convirtiéndose en un futuro psicópata. Realmente era necesario joderle la fiesta a un niño de siete años??!
Me adentré con mi hija hasta el interior del patio, y allí vi a unos cuantos mosqueteros, vaqueros y piratas desprovistos de sus complementos imprescindibles, les habían desarmado con esa hipócrita y ridícula pretensión de “no fomentar la violencia”.
A ver señores... que no hace falta una pistola de juguete para alimentar las ínfulas de un futuro violento, que quien lo es, se basta con sus puños o con un palo para armarla por un quítame allá esas pajas. Que no estamos haciendo un mundo mejor por no dejar que los críos disfruten como lo que son, y que lejos de aleccionarles en la paz, lo que hacemos con actitudes como estas no es más que meterles una pizca de frustración por no dejarles emular a los protagonistas de sus películas.
Afortunadamente la naturaleza es sabia y no hay quien le ponga barreras a lo que es absolutamente natural, y esos niños del patio que habían sido desarmados, la estaban montando gorda con pistolas y espadas imaginarias y convirtiendo aquello en una divertidísima batalla campal.
Vamos... que me prohíben a mí de crío, llevar mi pistola de Cow-Boy al cole en el día de carnaval, y de esa escuela no me expulsan, de esa... me despido voluntariamente.
Feliz carnaval a todos y no me sean violentos con sus disfraces de Winnie the Pooh o de Mariquita Pérez... que de todo hay.
Créditos de las imágenes: 1) Antifaz pirata kiosquero de los años 70 y complemento imprescindible del autor de este blog. Colección particular. 2) Pistola de la marca Gonher que hoy en día estaría considerada por alguna “seño” como una peligrosa arma de destrucción masiva, y no olvidemos que por evitar que alguien tuviese de eso... ya montaron un pollo. Colección particular.
jueves, 11 de febrero de 2010
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7 comentarios:
Un apunte, por curiosidad te has fijado en las pelotas y balones que se usan actualmente en los coles para impedir que los niños mueran salvajemente mientras juegan en el patio?
De chiste...
...ainss kien fuera niña o adolescente: la última vez k me disfracé fue cuando cursaba BUP: ya ha llovido ejeej Mis hijos van de Mosquetero ( me he acordado de Iñígo Montoya ) jejejej y le repetía la frase haciendo una lucha con la espada...y mi hija de princesa y más feliz k iba makillada hoy al cole...Al mediodía me llevo la cámara y mañana tb les disfrazo ( hay k amortizarlos,XD )BSS Sergi...
LLevar las cosas a los extremos es lo que tiene..además da igual, tienes
totalmente razón para un niño un boli, una pinza o el palo de la escoba se convierten en pistolas o la espada laser del mejor Jedi ! ¡ Vamos hombre que todos hemos sido niños y aqui estamos sin matar una mosca !. Disfrazarse es genial a todas las edades ;-))
Un beso.
( Echamos de menos tu contrareplicas )
Te doy toda la razón: una cosa es que esa espada fuera de metal y para evitar que pudiera hacerse daño él o a otro niño se tuviera esa previsión, pero prohibir armas de plástico que en absoluto están sacadas de contexto pues pertenecen al personaje imaginario en el que el niño ha deseado convertirse por un día... eso es confundir la gimnasia con la magnesia.
El verdadero problema está en esas personas que ven fantasmas donde no los hay y estropean con sus propios miedos y frustraciones la inocente ilusión de los niños.
Vaya, que me ha cabreao la anécdota...
¡Pobre Carnaval
siempre condenado!
lleno de letrados
que nos defienden del mal.
Son ellos el chacal
que comen los sueños,
mientras son dueños
de su bacanal.
Finales de los 90.El que suscribe va a casa de unos amigos suyos hijos de un sindicalista luchador contra el franquismo.Tanto ellos como yo tenemos la misma consola de videojuegos.Llevo algunos juegos que no tienen para que juguemos todos juntos,y entre ellos,uno basado en la última aventura de James Bond.Todos nosotros tenemos veintitantos.
Cuando la consola se enciende y las primeras imágenes del juego aparecen en la pantalla del televisor,el luchador antifranquista le dice a su hijo mayor : "Apaga eso inmediatamente. Ya sabes que no quiero juegos violentos en esta casa".Terminamos jugando al ajedrez.
Pues la profesora tenía toda la razón del mundo.
Gracias a ella, y a muchos abnegados maestros como ella, nuestros hijos no tienen juguetes que inciten a la violencia.
Gracias a ellos, y a otros como ellos, no han crecido viendo al vaquero disparando a los indios, ni a John Wayne matando japoneses, ni al Coyote intentando matar al correcaminos, sino a los Teletubbies dándose abrazos.
Gracias a ellos, y a otros como ellos, la generación de nuestros hijos se limita a pegar palizas de muerte a desconocidos, grabarlas con el móvil, y subirlas a Youtube.
Así que si ves a un maestro en contra del juguete violento, mátalo sin preguntar más. Piensa que nuestros hijos ya tienen poco arreglo, pero que lo estás haciendo por nuestros nietos.
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