En los kioskos setenteros vendían antifaces en forma de murciélago y dentaduras de vampiro, todo ello por el módico precio de entre una y cinco pesetas y con el fin de que los niños de entonces emulásemos a aquellos personajes demoníacos que se dedicaban a chupar sangre de las virginales féminas que andaban por ahí despistadas.
Tampoco faltaba alguien disfrazado de Drácula en las fiestas escolares de carnaval, ni podíamos pasar un solo verano sin nuestro helado “Drácula” de la casa Frigo , que además era de color negro por fuera... y rojo intenso por dentro.
Total, que entonces y siempre, el mítico personaje creado por Bram Stoker, así como todos y cada uno de sus múltiples imitadores y sucedáneos, nos han venido acompañando como si realmente se tratasen de seres sin alma, pero poseedores de una inquietante inmortalidad.
Los más jóvenes pueden creer que todo empezó con la película “Entrevista con el vampiro” o con la más reciente “Crepúsculo”, pero no es así insignificantes mortales, ni hablar. El rollo de vampiros o “cine + vampiros” se trata de una fórmula matemática que funciona desde el principio de los tiempos -tanto en cine como en literatura- aunque muchos, insisto... jóvenes, lo desconozcan y se hayan dejado seducir por la relativamente reciente estética glamurosa que envuelve a los vampiros modernos, que... hay que reconocer –dicho sea de paso- que mola más un Tom Cruise, un Brad Pitt o un Rob Pattinson, que aquel pobre Max Scherck que encarnó a “Nosferatu” en la que quizá fue la primera incursión de un vampiro a través del celuloide por allá el año 1922 y de la mano de Friedrich Wilhelm Murnau.
Hay que decir que en ése primer “Nosferatu” de Murnau, el romanticismo ya estaba tan patente como en las últimas representaciones del “monstruo” que se hayan podido ver en las salas y en películas como la ya citada “Crepúsculo”; y es que la formula cinematográfica “amor + muerte”... o viceversa, también es de sobras rentable en ficción, y fuera de ella ya que quizá se trata de los dos puntos más importantes de destino a los que nos conduce la vida.
Pero... Qué tiene de especial la figura del vampiro? Qué le convierte en un personaje... sensual? Indudablemente el tema ese de andar por ahí mordiendo cuellos a la luz de la luna y toda la erótica que ello desprende... ya tiene su punto, pero además, el vampiro encarna la imagen viva de nuestros deseos más atávicos y bestiales que forman parte del inconsciente colectivo. Deseos que surgen de todo aquello que es tabú, a la vez que deseable, del “lado oscuro” que simboliza los impulsos e instintos más primitivos del ser humano y que suelen estar reprimidos por toda una convención infinita de jodiendas culturales, sociales, educacionales, y como no... religiosas. Dichos convencionalismos anulan un aspecto muy importante/interesante de nuestra personalidad (que inevitable cohabita en nosotros mismos) y hacen vivir al ser humano en un permanente conflicto interno frente a las normas... y el inevitable deseo de transgredirlas.
Pues bien, el vampiro las transgrede absolutamente todas; no sólo escoge a las más hermosas damas para hundir los afilados colmillos en sus esbeltos cuellos y succionar su sangre poco a poco, sin prisas, que momentos así hay que vivirlos despacio... sino que además huye de los crucifijos, duerme en ataúdes y le da un corte de mangas al destino convirtiéndose en un ser inmortal, o bueno... en un muerto en vida que pulula entre las sombras y al que únicamente es posible quitar de en medio si un desaprensivo con una estaca de fresno se acerca a él (mientras duerme) para hundírsela en el corazón. Que... también hay que tener mala leche y hay que ser un rato cobarde para eso. No hay que olvidar que las hermosas damas que caen en brazos de un vampiro suelen tener apoteósicos orgasmos, mientras que los desaprensivos que parten en busca del vampiro para darle caza, no son otros que los novios de dichas damas. Así que dejémonos de épicas heroicas ya que lo que buscan en realidad esos tipos aniquilando al vampiro, no es más que una compensación para aliviar su ego de macho herido. Que creo yo... que eso de ponerle los cuernos a un macho alfa robándole a su chica... también tiene su punto transgresor... nos ha jodido!
Personalmente, y a pesar de todo lo dicho, nunca me han fascinado las historias de vampiros, pero debido a que mi condición de insomne me obliga a ser noctámbulo... digamos que, por fuerza mayor, no me ha quedado otra que adaptarme a ello desde muy joven. Así que la pasada noche me dediqué a hacer un par de listas para comprobar el nivel de vampirismo que cohabita en mí, en un ser... aparentemente racional: en la primera desarrollé todos aquellos convencionalismos que normalmente transgredo; aquellos en los que dejo salir mi lado oscuro y salvaje, y en los que puedo desenvolverme como pez en el agua equipado únicamente con mi instinto animal. Lamento decirles que esta primera lista no la voy a compartir, ya lo siento, así que me centraré en comentarles algo acerca de la segunda.
En la segunda lista calculé mi edad biológica con mi edad “real” tomando como base las horas de sueño. Me explico:
Resulta que el día tiene 24 horas, y no sé porque razón, están divididas en tercios de ocho: ocho horas para trabajar, ocho horas para el ocio, ocho horas para dormir. Ésa es la norma, pero... no hay ninguna ley que prohíba que uno pueda hacer con su tiempo lo que le venga en gana, así que personalmente me lo gestiono según me conviene: suelo dedicar más o menos horas al trabajo o al ocio en función de lo apretado de mi agenda; eso suele ser imprevisible y va a temporadas, pero en lo referente al sueño... soy absolutamente incapaz de dormir más de cuatro horas. En realidad hay muchas noches en las que duermo tres, pero bueno... para hacer una media... pongamos cuatro.
Tampoco faltaba alguien disfrazado de Drácula en las fiestas escolares de carnaval, ni podíamos pasar un solo verano sin nuestro helado “Drácula” de la casa Frigo , que además era de color negro por fuera... y rojo intenso por dentro.
Total, que entonces y siempre, el mítico personaje creado por Bram Stoker, así como todos y cada uno de sus múltiples imitadores y sucedáneos, nos han venido acompañando como si realmente se tratasen de seres sin alma, pero poseedores de una inquietante inmortalidad.
Los más jóvenes pueden creer que todo empezó con la película “Entrevista con el vampiro” o con la más reciente “Crepúsculo”, pero no es así insignificantes mortales, ni hablar. El rollo de vampiros o “cine + vampiros” se trata de una fórmula matemática que funciona desde el principio de los tiempos -tanto en cine como en literatura- aunque muchos, insisto... jóvenes, lo desconozcan y se hayan dejado seducir por la relativamente reciente estética glamurosa que envuelve a los vampiros modernos, que... hay que reconocer –dicho sea de paso- que mola más un Tom Cruise, un Brad Pitt o un Rob Pattinson, que aquel pobre Max Scherck que encarnó a “Nosferatu” en la que quizá fue la primera incursión de un vampiro a través del celuloide por allá el año 1922 y de la mano de Friedrich Wilhelm Murnau.
Hay que decir que en ése primer “Nosferatu” de Murnau, el romanticismo ya estaba tan patente como en las últimas representaciones del “monstruo” que se hayan podido ver en las salas y en películas como la ya citada “Crepúsculo”; y es que la formula cinematográfica “amor + muerte”... o viceversa, también es de sobras rentable en ficción, y fuera de ella ya que quizá se trata de los dos puntos más importantes de destino a los que nos conduce la vida.
Pero... Qué tiene de especial la figura del vampiro? Qué le convierte en un personaje... sensual? Indudablemente el tema ese de andar por ahí mordiendo cuellos a la luz de la luna y toda la erótica que ello desprende... ya tiene su punto, pero además, el vampiro encarna la imagen viva de nuestros deseos más atávicos y bestiales que forman parte del inconsciente colectivo. Deseos que surgen de todo aquello que es tabú, a la vez que deseable, del “lado oscuro” que simboliza los impulsos e instintos más primitivos del ser humano y que suelen estar reprimidos por toda una convención infinita de jodiendas culturales, sociales, educacionales, y como no... religiosas. Dichos convencionalismos anulan un aspecto muy importante/interesante de nuestra personalidad (que inevitable cohabita en nosotros mismos) y hacen vivir al ser humano en un permanente conflicto interno frente a las normas... y el inevitable deseo de transgredirlas.
Pues bien, el vampiro las transgrede absolutamente todas; no sólo escoge a las más hermosas damas para hundir los afilados colmillos en sus esbeltos cuellos y succionar su sangre poco a poco, sin prisas, que momentos así hay que vivirlos despacio... sino que además huye de los crucifijos, duerme en ataúdes y le da un corte de mangas al destino convirtiéndose en un ser inmortal, o bueno... en un muerto en vida que pulula entre las sombras y al que únicamente es posible quitar de en medio si un desaprensivo con una estaca de fresno se acerca a él (mientras duerme) para hundírsela en el corazón. Que... también hay que tener mala leche y hay que ser un rato cobarde para eso. No hay que olvidar que las hermosas damas que caen en brazos de un vampiro suelen tener apoteósicos orgasmos, mientras que los desaprensivos que parten en busca del vampiro para darle caza, no son otros que los novios de dichas damas. Así que dejémonos de épicas heroicas ya que lo que buscan en realidad esos tipos aniquilando al vampiro, no es más que una compensación para aliviar su ego de macho herido. Que creo yo... que eso de ponerle los cuernos a un macho alfa robándole a su chica... también tiene su punto transgresor... nos ha jodido!
Personalmente, y a pesar de todo lo dicho, nunca me han fascinado las historias de vampiros, pero debido a que mi condición de insomne me obliga a ser noctámbulo... digamos que, por fuerza mayor, no me ha quedado otra que adaptarme a ello desde muy joven. Así que la pasada noche me dediqué a hacer un par de listas para comprobar el nivel de vampirismo que cohabita en mí, en un ser... aparentemente racional: en la primera desarrollé todos aquellos convencionalismos que normalmente transgredo; aquellos en los que dejo salir mi lado oscuro y salvaje, y en los que puedo desenvolverme como pez en el agua equipado únicamente con mi instinto animal. Lamento decirles que esta primera lista no la voy a compartir, ya lo siento, así que me centraré en comentarles algo acerca de la segunda.
En la segunda lista calculé mi edad biológica con mi edad “real” tomando como base las horas de sueño. Me explico:
Resulta que el día tiene 24 horas, y no sé porque razón, están divididas en tercios de ocho: ocho horas para trabajar, ocho horas para el ocio, ocho horas para dormir. Ésa es la norma, pero... no hay ninguna ley que prohíba que uno pueda hacer con su tiempo lo que le venga en gana, así que personalmente me lo gestiono según me conviene: suelo dedicar más o menos horas al trabajo o al ocio en función de lo apretado de mi agenda; eso suele ser imprevisible y va a temporadas, pero en lo referente al sueño... soy absolutamente incapaz de dormir más de cuatro horas. En realidad hay muchas noches en las que duermo tres, pero bueno... para hacer una media... pongamos cuatro.
El tema está en que si tomo esas cuatro horas de sueño que no utilizo y las computo como horas “útiles” agregándolas al total de la jornada, un día mío consta de 28 horas, ya que las cuatro que gasto en dormir me bastan y me sobran, luego... me las cuento como si se tratase de las ocho convencionales. Eso hace que al cabo del año y de sus respectivos 365 días, mis años consten de 426 días. Y si a todo esto le sumo que no me voy a ir de paseo con la parca antes de los 90; básicamente porque no me va a dar la gana hacerlo antes... pues resulta que superaré con creces los 100 años, y eso... me da pleno derecho a sentirme, cuanto menos, algo vampiro.
Así que hermanas y hermanos... me voy con mi lívido y pálido aspecto a buscar un libido cuello en el que reclinar mi rostro, sentir su aroma, susurrarle al oído, despertar una sonrisa... y asestar un letal mordisco que me alimente y que funda un cuerpo de fémina a mi ser inmortal.
Tiembla mundo... que el vampiro vuela.
Créditos imágenes: Fotografía nº 1: Baratijas kioskeras de mi colección particular, fotografías 2, 3 y 4: "vampirizadas" de internet.
Créditos imágenes: Fotografía nº 1: Baratijas kioskeras de mi colección particular, fotografías 2, 3 y 4: "vampirizadas" de internet.
6 comentarios:
Vaya semanita que llevo: entre tus vampiros y mis momias, voy a empezar a temblar. Que sepa usté, vampiro Sergi, que me quedo con muchas ganas de conocer la primera lista y soy capaz de ofrecerle mi alma -el cuerpo no vale más que para lo justo- con tal de conocer alguno de sus detalles.
Por cierto, los "drácula" helados ya no son lo que eran. O he cambiado yo. O las dos cosas. Un saludo.
Pues aparte del romanticismo de Bram Stocker y el abuelo de la familia Monster que parecia muy simpatico todos los vampiros me dan "repeluco".
Los de Crespusculo son muy "ligh" y para jovencitas y los de Entrevista..un poco teatrales. Si representan el lado oscuro y salvaje..bueno vale. Pero lo de chupa-sangres me da mal rollo..vampirizar a la gente no puede ser bueno ¿ o si..?
Lo tuyo parece mas erotico-festivo ja ja....:-))Cuidado con las ojeras...!
( Lo Siento no me funcionan los acentos )
Enhorabona, tens una vida molt longeva i una vitalitat que fa por.
Jo fins ara pensava que els terratrèmols eren accidents naturals, però ara ja sé qui els provoca, he, he, he.
Una entrada molt divertida!
Yo sí me siento muy atraido por todo lo relativo a estos seres abyectos que parecen sufrir lo indecible a causa de su inmortalidad, a pesar de que por mucho cuello apetitoso que uno llegara a morder, vivir siglos y siglos sin fin... eso debe aburrir cosa mala, ¿no crees?
Pero no te las des de vampiro, Sergi, que para eso te tendrías que acostar a dormir antes de que despuntara el sol y no volver a abrir los ojos hasta que se ocultara. Me parece que tantas horas con los ojos cerrados no aguntas tú ni loco, jeje.
Eso sí, tú dí que eres vampiro. Yo dogo que soy diablo y cuela :D
¡Mi querido Nosferatu! Ya sé que su belleza no es muy comprendida por la moda actual (Max, tu no les hagas caso, sigue afeitàndote la cabeza y jamás vayas al dentista, que con esos colmillos frontales sigues siendo the King, muchacho).
Pero no habrá vampiro que lleve un ataud por la calle con un donaire (esa profesionalidad que sólo adqueiren los mejores) como él. Ni un chavalete lleva una barra de pan encargada por su madre con tanta ligereza!
Felices mordiscos a todos, todas.
No veas el helado de dracula que bueno esta. Para rey los vampiros de 30 dias de oscuridad
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