Existen esas ocasiones en las que las cosas parecen llegar justo a tiempo; ni demasiado pronto ni lo suficientemente tarde. Sencillamente... a tiempo.
Ése fue el caso del barco de Wickie, un prodigio de cartón, recortable, de fácil montaje, resistente a pesar de lo endeble de su material, y acompañado de las figuritas de los protagonistas de la serie de televisión. Se trató precisamente de eso, de un juguete que llegó... en su preciso momento.
Yo ya rondaba mis 12 años cuando aquel maravilloso blister que contenía semejante tentación se exhibía colgado de los kioscos por allá... el 1976. Una época en la que ya me empezaba a plantear otras cosas que poco tenían que ver con juguetes. Seguía pasando mis horas con mis Madelman, pero a excepción de mis hombres de acción, el resto del tiempo lo pasaba haciendo ver que estudiaba, sacando los cursos con gran dificultad y por los pelos, pero por encima de todo dejándome llevar por la que hasta día de hoy ha sido... y es... mi gran pasión: dibujar.
La llegada del magnífico drakkar viquingo me retuvo un instante más en la infancia. Se trató de algo así como de un aviso: “Eh!... Dónde vas? No tengas prisa en hacerte mayor tan pronto, ya que en cuanto empieces a serlo... lo vas a ser ya para el resto de tu vida”. Decidí hacerle caso, me tomé un tiempo más, ni poco ni demasiado, el justo para sacarle más provecho a lo que aún era niñez, echar mano de mi bolsillo y hacerme con las 100 pesetas que costaba el blister... y llevarlo a mi casa para la que quizá sería la recta final por una infancia que recuerdo muy feliz.
Jugando se estaba muy bien. Uno podía inventar historias y vivirlas a través de los muñecos de plástico monocromo de la colección, así que sin estar demasiado seguro de ello (ha pasado demasiado tiempo), pero quizá sí que fue el barco de Wickie el juguete kiosquero que me dio un respiro, que me permitió relajarme un poco y terminar la EGB e incluso llegar a empezar el BUP (etapa de estruendoso fracaso... todo hay que decirlo). Ya luego habría tiempo para colocarse la carpeta debajo del brazo y empezar a llamar a las puertas de las editoriales y comprobar si mis dibujos servían para algo.
El pasado año conocí a Rafa. Un tipo que tiene una tiendecita en el rastro madrileño y que poseía alguno de esos viejos barcos de Wickie en perfecto estado. Sin dudarlo me hice con uno de ellos y fue uno de esos momentos mágicos en los que uno se reencuentra con viejos juguetes, y en la mente aparecen infinitas escenas que andaban por ahí ocultas en algún lugar de la memoria.
La sorpresa me vino al revisar el Blister con detalle: Ediciones Recreativas S.A era la casa fabricante, pero en realidad, el lanzamiento del juguete al mercado se realizó a través de una empresa con la que años después de jugar yo con mi drakkar vikingo, entablé relaciones laborales como dibujante. Wooww... resulta que había trabajado para esa empresa y yo... sin saberlo hasta que el juguete no se halló de nuevo en mis manos.
Debo decir que el recuerdo que conservo de ésa época de trabajo no es especialmente bueno. El dueño de la empresa y yo estuvimos incluso de juicios, y por el camino tuvieron lugar algunas escenas escalofriantes que no vienen al caso, pero que fueron dignas de la más cruel película de gangsters... Baste decir que “el caso en cuestión” fue tema de debate en el Parlament de Catalunya. A pesar de todo, la verdad es que cuando ese blister me reveló su identidad y me “habló” de cuáles eran sus orígenes... ya todo daba igual. A mi me encantó ese juguete y por él... lo perdoné todo.
Para qué conservar un mal recuerdo, habiendo tantos de buenos?
Créditos de las imágenes: Fotografías de "El Barco de Wickie". Colección particular.
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6 comentarios:
Welcome Kioskero ! Se echaban de menos tus entradas y recuerdos..Éste como no podia ser menos tan interesante y curioso. ¡ Cuántas sorpresas nos depara la vida ! Pero tienes razón ( y no te la doy porque sí )lo mejor de la memoria es que es selectiva...¡ Nos quedamos con lo mejor que para eso es nuestro " cine particular ".
Un abrazo :-))
Veo que igual que Wendy se fugó un tiempo al país de Nunca Jamás para ser un ratillo más una niña, tu país de Nunca Jamás fue el barcp de Vickie. La diferencia es que aunque Wendy tuvo algún problema de comunicación con Peter, no llegó la cosa a los tribunales. Además Peter tenía a Campanilla. Bueno, tú tenías el boxeo... Bueno, lo importante era jugar. Abrazos
Yo era muy feliz con el coche de los picapiedra de profidén.
También estaban las figuritas de los personajes. Me gustan tus historias, kioskero.
Si es que la vida da una de vueltas... ¿Quién te iba a decir que en el futuro te reencontrarías con tu pasado y a la vez con un pasado más pretérito? :O
No recuerdo este barco recortable, pero desde luego es igual al de la serie, que por supuesto seguí.
Supongo que tenerlo de nuevo en tus manos te haría exclamar "Estoy entusiasma-DO! :D ¿Recuerdas?
Pura ley de la atracción: sin saberlo, aunque la experiencia dices no fue demasiado grata, trabajaste para uno de tus recuerdos. Las experiencias se conectan y, además, has conseguido salvar la parte positiva. Ahí está la clave. Un abrazo Kioskero.
Los juguetes de antes tnian imaginacion a la hora de hacer y personalidad propia
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