lunes, 9 de septiembre de 2013

"Algo" discreto donde encerrar un secreto

La Casita Blanca.
A lo largo de la dictadura española, pero concretamente durante los años 70, una pareja formada por un hombre y una mujer, adultos, no podían reservar una habitación de hotel sin la presentación previa de su Libro de Familia. Con esa medida las autoridades competentes de la época, evitaban que se pudiesen dar casos de adulterio (como si eso fuese algo evitable) en los que un señor y una señora, que no fuesen cónyuges, se lanzasen al fornicio y demás placeres que por aquel entonces, a menos que no fuese bajo la aceptación de la Sagrada Iglesia y tras el sacramento del matrimonio, estaban considerados como “pecado”.

En su defecto, la pareja en cuestión, se las tenía que ingeniar buscando estrategias de lo más curioso para desatar sus pasiones secretas. Lo típico era el apartamento del amigo progre: barbudo él, de izquierdas, vestido con sueters de cuello de cisne y que se dedicaba a alguna profesión liberal. Por regla general vivía solo, de modo que alguna que otra noche le tocaba pasearse por las calles de la ciudad con su paquete de Ducados en el bolsillo y compartiendo largas conversaciones con el sereno.


Los que no tenían la suerte del amigo progre recurrían a su vehículo utilitario, se acercaban con él al rompeolas barcelonés o a la montaña de Montjuïc y pasaban el rato empañando los cristales del coche con el vaho procedente de sus gemidos de placer; eso sí... jugándose el tipo ante la posibilidad de ser multados por escándalo público.


Como siempre ha sido y será: “Hecha la ley, hecha la trampa”. En Barcelona, y para aquellos que contaban con “posibles”, existían lugares –que presuntamente eran hoteles-, y en los que sus empleados “olvidaban” el trámite de solicitar libros de familia que pudiesen comprometer a aquellos que iban a ser sus huéspedes durante algunas horas o a lo largo de toda una noche. Uno de esos lugares en los que el sexo se dignificaba y no se penalizaba, fue La Casita Blanca.


Publicidad (posiblemente en prensa)
de La Casita Blanca.
Se trataba de un hotel (Meublé para ser más exactos) que disponía de 43 habitaciones decoradas con madera noble y situado en la calle Bolívar número 2, entre la plaza Lesseps y el puente de Vallcarca. Según una crónica del periodista Lluís Permanyer, la historia del local viene de más de cien años atrás. En sus orígenes fue una marisquería en la que se podían degustar unos deliciosos mejillones a la marinera, pero además, contaba con una planta superior en la que los comensales podían echarse la siesta o disfrutar de otro tipo de placeres, en caso de que tuviesen el cuerpo para fiestas. La marisquería fue derribada en el año 1912 y el solar fue adquirido por una familia catalana que construyó el mencionado meublé, y que al parecer le debió su popular nombre a que en su terrado, y de forma claramente visible y sin disimulo de ningún tipo, se ponían a secar los juegos de cama, de forma que era constante ver como las sábanas blancas compartían sus secretos de alcoba con el sol barcelonés y, ya de paso, se daba a los transeúntes las garantías necesarias de las más delicadas condiciones de higiene. Cabe destacar que junto a los juegos de cama ondeó una bandera catalana que también fue testigo mudo del amor inconfesable de la época.

Los catalanes y catalanas de aquellos años, así como cualquier ciudadano del mundo residente en la ciudad, o que se encontrase en ella de paso, podía reservar una de las habitaciones del conocidísimo “hotel”, y ya bien sea en compañía de sus queridas o de sus queridos, o personándose con señoritas de compañía agarradas del brazo, soltar sin tabúes y sin riesgos sus más ocultos deseos, ya que La Casita Blanca lo guardaba todo en el más absoluto secreto.


Bar Alegría. Carrer Robadors de Barcelona.
Fotografía de Sergi Càmara i Pérez.
Muchos han sido, son, y serán los casos en los que las autoridades, da igual del régimen o del color político que se tiñan, han intentado repetidamente ponerle puertas al campo y cargar contra la prostitución, locales de alterne, así como lugares en los que cualquier tipo de relación sexual se practique dentro de una "normalidad". Sin duda que en no pocas ocasiones con argumentos llenos de razón por lo que respecta a menores, mujeres secuestradas y engañadas por bandas criminales, etc. Pero en otros casos el argumento ha sido el puro hecho de aplicar políticas y medidas puritanas en base a las que preservar el espíritu patrio, que tenía (y si nos descuidamos, tiene) que ser tan blanco e inmaculado como –paradójicamente- las sábanas que colgaban del terrado de La Casita Blanca. En el año 1969 (Vaya... 69!), las Cortes Franquistas ordenaron el cierre inmediato del meublé, y fueron siete años en los que las habitaciones de La Casita Blanca se quedaron vacías y en los que los cabeceros de sus camas dejaron de golpear las paredes. En el 1975, y cuando el caudillísimo Franco ya languidecía y daba sus últimos jadeos -no precisamente de placer-, el hotelito abrió de nuevo sus puertas con muy buena acogida por parte de los barceloneses y de las barcelonesas que pudieron dejar de nuevo sus automóviles en sus plazas de parking y para mayor tranquilidad y gloria de los amigos progres que volvieron a recuperar sus apartamentos y dejaron de pasar noches al raso.

En ese mismo año, 1975, Joan Manuel Serrat dedicó una canción al que fue el meublé más antiguo y famoso de Barcelona y posiblemente de toda España. La canción se titulaba “La Casita Blanca”, tema incluido en su álbum “Para piel de manzana”, grabado por Serrat y editado por Ariola. El título de esta entrada proviene de un fragmento de la letra de ese tema y que les enlazo al final.

Ponerle los cuernos a la parienta durante los partidos era un clásico. Los maridos dejaban a sus esposas en casa con el pretexto de: “me voy a ver el partido” y mientras hacían ver que estaban en el campo de fútbol animando a su equipo, retozaban con sus queridas entre sábanas blancas. No obstante, conocer los resultados de los encuentros era vital, de modo que La Casita Blanca instaló unas pantallas a través de las cuales se podían conocer los resultados finales de los partidos, y de ese modo, cuando los maridos regresaban a casa podían contar que su equipo, en esa tarde noche, había metido tres; y quien sabe... quizá fue ese el verdadero resultado.


La Casita Blanca en 2011.
Fotografía de Christian Gómez.
Finalmente llegó el fatídico año 2011 en el que el “Hay-untamiento” de Barcelona expropió el edificio de La Casita Blanca. Por desgracia no fue para que sus políticos se desahogasen con la placentera práctica del sexo; más bien fue para darle rienda suelta al único placer que conocen y que no es otro que el de especular. Los motivos para la demolición del local fueron “razones urbanísticas”, y así, sin más, La Casita Blanca pasó a ser historia.

En el Poble Sec, en mi barrio, existe aún hoy en día un antiguo y también conocido meublé llamado La França, así que para aquellos que necesiten un lugar en el que pasar momentos con sus parejas (o con las parejas de otros), que sepan que en Barcelona, la tradición de crear lugares de regocijo carnal sigue viva y coleando; nunca mejor dicho, y que también está el no menos conocido La Vie en Rose, por citar otro, y que por lo que yo sé de La Casita Blanca (de oídas, eh... de oídas), el personal de todos estos lugares de placer está altamente profesionalizado, las medidas de higiene cuidadísimas al detalle y la discreción asegurada. En La Casita Blanca el acceso podía hacerse a pie o en coche, y para ambos casos los empleados hacían entrar a sus clientes a través de un complicado sistema de laberintos de modo que nunca pudiesen cruzarse con otros ni ser vistos por nadie. Curioso que en un mundo en el que se está tratando de encontrar los apoyos necesarios para armar una guerra... debamos mantenernos ocultos para practicar el sexo. Reflexionemos.


7 comentarios:

Antonio Saz dijo...

maravilloso post querido Tío Akela

Antonio Saz dijo...

Perdón, que este kiosko es el del antifacero!!!, sorry, un saludo, gran post!

Sergi Camara dijo...

No problem, Antonio ;-)

JuanRa Diablo dijo...

Interesantísimo, Sergi, y tan bien documentado como acostumbras.

Es la primera vez que leo esa nueva forma de escribir Ayuntamiento, Me ha parecido buenísima xDD

Un saludo

Sergi Camara dijo...

Gracias, JuanRa. Honrado como siempre de tenerte por Aquí. Ya ves que yo voy yendo y viniendo, pero en la medida que puedo... no abandono ;-)

Saludos!!!

Ad dijo...

buen post, pero porque sale por encima de algodiscreto.com ¿?!

Anónimo dijo...

Es mentira como cuenta en este escrito el narrador, que en 1969 las “Cortes franquistas” cerraron La Casita Blanca durante 7 años; seguro que quien cuenta la historia no gozaba ni de conocimientos madurez ni criterio para asegurar ese hecho; únicamente solo pretende colar una opinion política donde no viene a cuento de nada. Si hubo algún cierre esporádico por alguna razón, no política, sería por muy poco tiempo.