En Barcelona, durante los sesenta y en mi piso de la calle Salvà del Poble Sec, no teníamos un mal lavabo en el que desahogar nuestros cuerpos con una comodidad medio decente. En su lugar había un pequeño cobertizo afuera, en el balcón, y con una letrina compuesta de una tabla de madera con un agujero sobre el que uno podía sentarse y deshacerse de sus “interioridades” para posteriormente perderlas de vista a base de cubos de agua. Acudir a ese cobertizo en invierno significaba terminar con el culo congelado, mientras que en verano, una cantidad de indescriptibles malos olores podían hacerte perder el sentido como no andases ligero en hacer tus necesidades. Los esfuerzos de mi bisabuela Rosario para mantener limpio todo aquello eran indescriptibles, pero las condiciones insalubres siempre terminaban ganando la batalla. Todo eso provocó que “aliviarse” siempre fuese sinónimo de tener que ir con prisas y de que yo estuviese a punto de perderme una de las cosas más maravillosas de la infancia de cualquier niño de aquella época: la lectura y relectura por una y mil veces de los tebeos al tiempo que nuestras cachas reposaban sobre una hermosa, blanca y reluciente taza de váter.
Mucho se ha escrito y se ha dicho al respecto de que los tebeos han sido los que han creado generaciones de lectores; ya saben: “Se empieza por tebeos y se termina leyendo libros”. No voy a quitarle gran parte de verdad a tal afirmación, pero yo... que sé de que hablo... creo que lo que en mayor medida ha contribuido a que existan lectores, han sido sin duda, los cómodos váteres.
Leer en una acogedora sala de estar, sentado o semitumbado sobre un sofá y con una iluminación adecuada, es... contrariamente a lo que se piensa, un modo erróneo de enfrentarse a la lectura. Pregúntense a ustedes mismos cuántas veces no se han encontrado releyendo por segunda vez un párrafo entero, o más de dos o tres páginas debido a que tanta comodidad se les ha llevado el santo al cielo, han perdido el hilo de la lectura y sus mentes se han distraído con los problemas acontecidos durante la jornada.
Eso jamás sucede en un váter ya que allí lo que se produce no es otra cosa que una combinación místico-metafísica provocada por un fenómeno al que podríamos denominar de “expulsión / imbución” en virtud del cual la excreción de algo material y sucio, deja espacio y cabida para algo espiritual, limpio y en un estado puro. Se trata de un proceso filosófico comparable a los fundamentos más profundos del taoísmo encontrados en la representación gráfica del Yin y el Yang como su esencia. Por decirlo de otro modo: sería como si la mierda –porque no tiene otro nombre-, transmigrase hacia un macrocosmos universal para terminar convertida en conocimiento. Un final feliz para nuestros excrementos y una experiencia verdaderamente religiosa.
No se dejen engañar, ir a cagar es ir a enriquecerse y a crecer como persona. Nuestras heces son el abono que dan como fruto nuestro conocimiento y nuestra sabiduría.
Indudablemente uno de los días más felices de mi vida fue aquel en el que mi Yaya Lola y mi padre, se pusieron de acuerdo para hacer obras en casa y llamar a unos albañiles para que construyesen un lavabo. Derribaron el cobertizo del balcón y le restaron algo de espacio a la cocina para crear un pequeño cubículo en el que instalar una pica, un armario tipo romy, un mini plato de ducha y un inodoro. Se termino eso de lavarse las manos y los dientes en la pica de fregar platos, asearse adoptando difíciles posturas en el interior de un balde y desenjabonarse a cubetazos de agua calentada en los fogones de la cocina, pero por encima de todo... se terminó el rollo de poner el culo al aire ante las inclemencias del tiempo y con ello, llegó la posibilidad de leer compulsivamente todo cuanto caía en mis manos gracias a disponer en casa del lugar ideal, único e inmejorable para tal fin: un váter en condiciones y con una taza de la casa Roca, blanca, brillante, con una tapa en color verde claro sobre la que se me dormirían una y otra vez las piernas de los interminables ratos que invertí en esa época en la que justamente estaba aprendiendo a leer.
Poco más tarde, en 1969, llegó una gran novedad a los hogares de los privilegiados del barrio que teníamos un váter en el que pasarnos las horas. Se trataba ni más ni menos que del papel higiénico “El Elefante”, con su celofán de color amarillo y ese elefante rojo diseñado por el gran pintor Manuel Marcos. Limpiarse el culo con semejante invento era como quitarle el barniz a una puerta, pero contribuyó al crecimiento personal ya que a partir de ese momento ya no sólo era leer, yo podía encerrarme en el lavabo y aprovechando la fuerte textura de ese papel... podía escribir e incluso dibujar en él.
Parece mentira que hoy en día, si un cuarto de baño no tiene bañera con jacuzzi, nos parece que ni es cuarto de baño ni es nada. Que blandos nos hemos vuelto!
Créditos de las imágenes: 1).- Papel"El Elefante" de 1969. Colección Particular. 2).- Ilustración: Sergi Càmara.
lunes, 26 de octubre de 2009
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12 comentarios:
Nunca he entendido eso de leer en el water, pero tengo que decirte que has firmado uno de tus mejores post: excelentemente escrito e ironizado.
Pues yo estoy contigo. Un lugar excepcional para leer. Yo de hecho soy incapaz de "sentarme" sin algo que llevarme a los ojos... y cuando se me ha olvidado la revista, el libro... lo que sea... tiro de botes de champú o gel. No puedo evitarlo.
Ese papel, madre mía, qué recuerdos de los baños del colegio. Era auténtico papel de lija!!!
Genial post, kioskero, genial.
...ejjee el principio del post al describir la letrina me ha recordado el lavabo de L´Ovella negra ( la k está más próxima a les Rambles ) no la otra k hicieron en el Poblenou ( k ya es más moderna ) ;)Petonets
¡¡jajjajajaj!!! nosotros eramos bastante de familia así que no podíamos " perder" tiempo en esos menesteres en el único vater de casa, lo que sí que solia hacer y agradezco a mi madre que no me lo reprochara nunca, era leer mi Mortadelo mientras comía o merendaba, era lo que más me gustaba en el mundo, esa combinación de bocadillo con disfraces era ideal.
saludos
Que recuerdos me trae el rollo del elefante.....
Además de leer.............yo he echado horas hasta estudiando.
De todo tiene que haber .........
Saludos
Raquel
Tengo un primo que siempre ha piropeado a las chicas que le han gustado con un "estás más buena que un buen cagar". A ellas nunca les ha hecho gracia que les diga tal cosa, pero él se explicaba diciendo que no había nada mejor en el mundo que sentarse en un vater cuando tienes muchas ganas y aliviarse soltando lastre.
Ahora leyendo tu entrada no me cabe duda de que tú le darías la razón.
Pero todo ese karma metafísico y de pureza mental sentados en el trono de Roca se derrumbaba a la hora de usar el elefante, ¿no crees? :D
Saludos Sergi!
La Chica: debes probar.. prueba a llevarte un buen libro y ya me contarás ;-)
Rocío: Tremenda coincidencia... yo también me leo los envases del gel y de los champús. Eso seguro que es una enfermedad, y además... debe tener algún nombre :-D
Núria: Joeerrr... l'Ovella negra... Buffff... la de tiempo que hace de tó.
María José: Yo era hijo único, pero aún y así... formaba colas en el lavabo. Quizá por eso nunca me dejaron leer en la mesa con la comida puesta.
Lourditascustom: Ves... yo de estudiar no estudiaba mucho, pero al igual que María José... me tragaba los Mortadelos enteros!
JuanRa: No comparto el piropo con tu primo aunque aquí en Catalunya es un clásico. No obstante coincido contigo en eso de que "el elefante" era algún tipo de castigo por algo malo que hicimos en una vida anterior :-D
Saludos a todos y gracias por los comments.
Nada mejor para ilustrarse que un buen
TBO sentado en el " trono "..
¡ Un clásico ! Y desde luego los rollos servian para todo menos para
lo que estaban destinados ( al menos
por su " agradable textura " ) En casa tambien utilizabamos cuadernillos para dejarnos notas con
dibujos..¡ qué recuerdos ! ( Me encanta tu ilustración )
¡ Gracias por las risas !
Un abrazo.
¡Me ha encantado la entrada! Nada como una buena idea de bola llevada al misticismo, y paradójicamente relacionada con la escatología. Me he revuelto sólo de pensar en tus aventuras higiénicas (soy muy escrupuloso en cuanto a la pulcritud, y aunque no dudo que fueras limpio... visto así desde la lejanía, me tira todo para atrás), pero me han encatado.
Un saludo kioskero ;)
Abril: Si es que no es lo mismo leer un libro a la sombra de un pino... que plantando un buen pino :-D
Peibol: Pues que no te hacía yo a ti tan escrupuloso con estos temas, mira tú por donde ;-) Mucho me temo que además de la entrada te has leído el relato que he enlazado en hipertexto. Aiissss... Mira que he avisado. Eh? ;-)))
En casa se usaba ese papel. Y lo de leer en el baño es una sana costumbre que aún practico.
jajajaja, hoy en día siue uno igual aunque marca distinta de papel
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