Cada año las campañas publicitarias televisivas de anuncios de juguetes empiezan a aparecer masivamente a mediados de octubre, sobretodo durante la programación matinal mientras los niños desayunan en casa antes de ir al cole.
Estás tomándote tu café con leche y las tostadas, con la mente en blanco (a esas horas no hay quien piense en nada... no hay capacidad para ello) y oyes como tus hijos van diciendo: “yo quiero este”, “me lo pido!”, “papá. Me lo traerán los reyes?”... Tu vas asintiendo con la cabeza, con los ojos semicerrados y tratando de entender cómo es posible que ellos tengan esa energía a unas horas de la mañana en las que tú no eres más que una piltrafa humana deseando que a medida que avance el día empieces lentamente a convertirte en persona.
De todos modos, y a pesar de ese estado catatónico matutino en el que los cuerpos están recién levantados de la cama, pero los cerebros permanecen aún dormidos, hay algo –que al menos a mi- no se me escapa. Imagino que será eso que llaman “deformación profesional” ya que por mi trabajo, me dediqué durante bastantes años a la publicidad, asistí a numerosas post-producciones de spots televisivos en los que había colaborado, y entre otras, mi función era la de supervisar las locuciones de los anuncios de la tele; eso que llaman “la voz en off” y que consiste en que una voz (obvio) va narrando y describiendo las virtudes de un producto a medida que las imágenes nos lo van mostrando.
Como digo, lo que a mi no se me escapa, es que “la voz” de la gran mayoría de anuncios de juguetes con los que somos acribillados cada mañana, pertenece al mismo tipo, al mismo locutor, y que no es otro –ni más ni menos- que Constantino Romero; el mismo que en las olimpiadas del 1992 de Barcelona, rogaba a los atletas que se bajasen del escenario en la ceremonia de clausura y ante la posibilidad de que este cediese debido al peso de todos cuantos andaban por ahí encima cantando el “amics per sempre naino, naino, naino-nai”, el mismo que dobla a Clint Eastwood en la versión española y que dice como nadie eso de: “Anda... alégrame el día”, y el mismo que ha presentado numerosos concursos televisivos y que en realidad, está en todas las salsas. Constantino Romero, un albaceteño que llegó un buen día a Barcelona, se quedó, y desde un estudio de grabación es capaz de llegar hasta nosotros a través de las voces de Arnold Schwarzenegger, del malo malísimo Darth Vader o de los colchones Lo Monaco.
Conocí personalmente a Constantino Romero, “Tino” (como le llaman afectuosamente en el ramo) cuando yo tenía 19 años. Por aquel entonces estaba trabajando en un estudio de publicidad colaborando en anuncios de televisión realizados en dibujos animados. Era una época gloriosa en la que se ganaba mucho dinero en ese negocio y en la que cualquiera que andase metido en publicidad podía llegar a cobrar unos sueldos que rondaban las 500.000 pesetas al mes; lo que ahora serían unos 3.000 euracos del ala. Yo tenía la mili pendiente y mi cabeza le daba vueltas a la idea de mantenerme como humorista gráfico, pero pese a ello, la publicidad me atraía, era un mundo en el que se podía aprender mucho y en el que era posible ganar un dinero que no venía mal. Yo tenía el privilegio de estar en un estudio en el que quien más y quien menos ganaba esos 3000 euracos, en el que me hacían trabajar más horas que a un reloj, en el que se me encargaban todo tipo de trabajos a horas intempestivas y en el que se me pagaban... 20.000 pesetas al mes (unos 120 euros...). Vamos, que no era yo que digamos un potentado, ya que por encima de todo mi trabajo consistía en preparar cafés y llevarles los almuerzos a los que en realidad, ganaban esa pasta gansa haciendo trabajos por los que yo hubiese dado un brazo. Eran animadores que daban vida a los personajes de los anuncios, se encargaban de realizar los decorados de las películas, de planificar y de organizar el Cristo que supone sacar adelante una mini producción de 20 segundos; en definitiva, un trabajo apasionante.
Durante algo más de tres largos meses estuvimos trabajando para una campaña de Cheetos compuesta de tres anuncios para varios de los productos: los ricitos, los torciditos y los bolitas. La cantidad de horas mensuales de trabajo de cuantos estábamos allí arrojaba una media de 17 horas diarias por persona, no es broma, trabajábamos día y noche, dormíamos escasamente tres o cuatro horas en una habitación del estudio en la que habían unas mantas y una moviola, mal comíamos, mal cenábamos, mal dormíamos, apenas nos aseábamos, pero todo esfuerzo era poco, los tres anuncios tenían que estar terminados en la fecha prevista o de lo contrario, la agencia podía poner una sanción económica al estudio y alguien podía quedarse sin sus 3000 euros; yo sin mis 120.
El trabajo contrarreloj, el agotamiento de todos y la necesidad de presentarse en el estudio de grabación con material bajo el brazo y completar la última etapa del proceso, hizo que por azar o mala leche, me tocase a mi personarme en el estudio y supervisar la post-producción de los tres anuncios.
—Yo?
—Si tú. Toma este dinero y píllate un taxi cagando leches. Esto tiene que estar listo a mediodía.
—Pero si yo... Ya sabré?
—Tranquilo, mientras el actor haga la locución tu estarás en una cabina con unos cascos puestos. Lo único que tienes que hacer, en cuanto él termine, es mirarle sonriente y levantar tus pulgares como haciéndole saber que lo ha hecho de puta madre.
—Y ... Ya está?... Y si no lo hace bien?
—Si no lo hace bien estamos jodidos! No hay tiempo para cambios ni revisiones, el cliente nos meterá un paquete si no tiene esto sobre su mesa antes de comer, así que tú... levanta esos jodidos pulgares!
Con tres rollos de película en una bolsa del Spar y metido en un taxi, me dirigí hacia el estudio de grabación. Y al llegar... allí estaba el incombustible Constantino Romero.
—Hola hijo. Eres tú el director de todo esto? —La voz de Clint Eastwood se estaba dirigiendo a mi. Temía tener que mentirle, pero... igual desenfundaba su Mágnum 357 y hacía en mi pecho el agujero del tamaño de un puño.
—Seeee... Si —le dije intentando transmitir convicción.
—Pues vamos allá! Esto va a ser divertido! —dijo la voz.
Divertido? Yo andaba más perdido que Trazan en New York.
Los técnicos colocaron uno de los rollos de película en la moviola. Constantino se colocó frente a un atril y se puso los cascos, a mi me encerraron en la cabina de sonido familiarmente conocida como “la pecera” y junto a mi, un técnico manipulaba una mesa llena de botones, lucecitas, interruptores y palancas. Las luces de la sala descendieron su intensidad, un pequeño foco iluminó el atril en el que “Tino” tenía los papeles con el texto de su locución. La moviola comenzó a reproducir las imágenes del spot.
Yo tuve que darle la señal a Tino de cuando él tenía que inmortalizar con su voz aquel momento. Lo hice y... Eh!... lo hice bien. A la primera! Y Tino se arrancó con su portentosa voz y con su desbordante talento.
—Cheetos. Los masqueseros, más que buenos, más que divertidos!
Yo estaba pendiente mientras todos: Tino, técnicos y demás asistentes me miraban.
—Ya está? —pregunté.
—Eso tú. Cómo lo has visto? Te parece bien? —me preguntó el técnico.
—Eeehh... Si... No?
—Si? —insistió.
Tino me miraba con las cejas levantadas por encima de sus gafas, su calva brillaba debido a la luz del pequeño foco, el bigote dibujaba una mueca torcida como de estar a la expectativa de mi decisión.
Le miré... le lancé una de mis mejores sonrisas, levanté mis pulgares y a partir de ahí una tensión que había reinado el ambiente durante breves minutos, se convirtió en alivio y en calma total. Era la primera vez en mi vida que yo tenía poder, la primera vez en la que bajo mi responsabilidad estaba el control absoluto de una situación, y animado por mi éxito estaba deseoso de continuar con aquello.
—Bien, perfecto! —dije, mientras que le impostaba cierta seguridad prepotente a mi voz—. Chicos... vamos a por los otros dos spots.
—Los otros dos? —Preguntó Tino.
—Si Tino —le respondí (ya éramos colegas, así que podía tratarle con familiaridad)–. Olvidas que eran tres rollos?
El técnico que me acompañaba en la pecera tapó sutilmente el micrófono de sus cascos con una de sus manos y se dirigió a mi.
—Esto... la locución es la misma para los tres. No es necesario grabar nada más, a menos, claro está, que consideres que este “take” no ha sido bueno —me aclaró.
Todo mi poder se vino abajo. Reaccioné rapidamente, como pude, tratando de enmendar mi error y de devolverme a mí mismo la autoridad que en un “plis” había tirado por tierra.
—Oh claro!... Perfecto Tino, perfecto! Todo ha salido perfecto! —mi sonrisa se quedó paralizada en mi rostro, una gota fría de sudor descendía por mi sien y mis pulgares se mantenían tiesos y petrificados. Creo que Tino pensó que tenía alguna enfermedad en los dedos, ya que desde ese momento hasta que se fue después de cobrar su talón de 150.000 pesetas, estuve levantándole los pulgares cada vez que me cruzaba con él.
150.000 pesetas, novecientos y pico euros por decir, en apenas unos segundos: “Cheetos. Los masqueseros, más que buenos, más que divertidos”. Yo había “dirigido” la locución de un tipo que había cobrado en esa sesión lo que yo tardaría en ganar en unos ocho meses de arduo trabajo.
Ese día aprendí que no porque a uno le pongan una gorra de plato se convierte en general. El poder es algo más sutil que todo eso y no siempre lo poseen aquellos que aparentamente lo ostentan.
Jodeeerr.....
Todo eso sucedió durante mi estancia en el Estudio Andreu de Barcelona. Un estudio especializado en dibujos animados y que fue de los más importantes en España en las décadas de los 70 y de los 80 desarrollando una importantísima tarea en el campo de la publicidad. Anuncios como los del Búlgaro de Cropán, los Phosquitos, los calzados deportivos Paredes, Lois Junior, los primeros Mister Proper, la ranita del Confidest, El Caserio, y un largo etcétera. El que les dejo como muestra se trata del spot de Pilé 43, realizado en Estudio Andreu y rebosante de estética setentera.
Créditos de las imágenes: Consistentes en bocetos realizados en Estudio Andreu para varias capañas publicitarias .-1) No lo recuerdo bien, pero creo que eran personajes para un spot de Cutex .-2) Fotografía de Constantino Romero bajada de Internet .-3) Cheetos, los masqueseros .-4) La ranita del test de embarazo Confidest .-5) El Caserio .-6) Mister Proper.
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9 comentarios:
Siempre me dejas con la boca abierta
con tus historias..
Y desde luego eso de que " Clint Eastwood " protagonize tantos anuncios tiene su punto..¡ Imagino
que te sentirias " como el rey del mambo " en el trabajo a partir de
ese momento. ;-)
Qué gusto que todo esto te haya llevado hasta aqui y que puedas contarnoslo !!
Un abrazo Sergi.
Cuando tengo el día aburrido y quiero añadirle unas sonrisas, me paso por el blog del Kiosquero, cómo no.
Sergi, según iba leyendo el comienzo de la entrada y sin saberlo, inmediatamente he pensado en Contastino, su voz es todo un clásico.
Tu vida parece una secuencia de sorprendentes casualidades.
Besos. Loli
La voz de Constantino la tenemos grabada en el subconsciente. Pero, ¿quién no recuerda la voz del NODO? Una historia con mucho "recao", Sergi. Enhorabuena. Un saludo.
La de Constantino es una de esas voces universales inconfudibles, que parecen acompañarnos allá donde vamos. La otra que está también hasta debajo de las piedras, y que debe hacer la mitad de los anuncios radiofónicos, es la del doblador de Johnny Depp. Tiene una mezcla entre neutra y suave con toques graves que me encanta. ¡Sería capaz de comprarle cualquier cosa! XD
Un saludo
PD. Gracias por tus palabras en la votación del Premio Diablog :).
Esta entrada no sólo me parece buenísima, sinó incluso necesaria. Esto de vivir la historia entre bambalinas tiene su punto, pero saberlo compartir con todos de esta manera es, del modo en que lo has hecho, no sólo divertidísimo, sinó muy instructivo. Esa anécdota tenías que contarla algún día. ¡Olé!
Por cierto: ¡Felicidades por el libro sobre el dibiujo de humor! Se que esta no es la entrada adecuada, pero ahora no tengo tiempo de ir a buscarla.
Buenos días, y no te atragantes con los Cheetos ;D
Ave. Te imagino como el Cesar de Asterix, con tu toga y tuo corona de laurel, presidiendo el circo romano. Constantino como un gladiador y..., los leones merodeando por tus tobillos. Y tus pulgares, finalmente salvando la vida del gladiator Eastwood. ¡Qué tensión me has hecho pasar!
Gracias por los comments ;-)
Abril: Me alegra que te gusten estas historias que no pretenden nada más que mostrar el lado bueno de las cosas, por más que a veces... ese lado bueno se resista en hacer su aparición. Siempre, al final... termina saliendo ;-)
Loli: Un placer que este blog te divierta, para eso está. La vida entera, toda ella, es una casualidad!
Iconos: La voz del NODO tenía su "miga", además... en todos los sentidos.
Peibol: nada que agradecer, a cada cual lo suyo.
Florenci: tú de sobras sabes de qué hablo. Más de una vez hemos tenido que compartir "pecera" y siempre es una experiencia!!! Cuando no con actores, con músicos o efectos de sonido... siempre es un Cristo de collons!
Alfonso: Vaya cagarruta de Cesar!! ;-) Pero realmente me gustaba ese tabajo, y lo empecé a pasar bien a medida que fui encontrándole "el tranquillo"
"Guerra a la vulgaridad!". Guaaa, ha sido como vivir un deja vu.
Casualmente mi padre también conoció a Constantino Romero pues fue seleccionado y viajó a Barcelona para participar en el concurso "Alta tensión" que él presentaba.
Un día de estos me gustaría colgar algunos momentos de aquellos en mi blog. Sería una risa.
Gran anécdota ésta, kioskero.
El Mr Proper bueno el Don Limpio
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