
Doña Sofía lo lava con lejía y por eso el Rey se siente así de bien.
Burro, zopenco, cabest...
Huys!... Sabrán perdonar, pero no estaba al tanto de la presencia de ningún lector en este blog y heteme aquí que me hallaba canturreando esa bonita cancioncilla que entonábamos de críos en el cole y con la melodía del Himno Nacional.
El motivo de tal alarde de virtuosismo musical por mi parte es debido a que hoy, día 20 de noviembre, tienen lugar la efeméride sin parangón del 34 aniversario de la muerte de Francisco Franco. Casi, casi hacemos bisagra y estamos a punto de cumplir la misma cantidad de años que él hombre se pasó gobernando este país a sus anchas y obligando a una gran cantidad de españoles a vivir con desmedidas estrecheces.
Todo empezó en el momento en el que hizo su aparición por televisión el por entonces Presidente de Gobierno Arias Navarro y con el rostro compungido y un profundo pesar nos comunicaba eso de: “Españoles... Franco, ha muerto”. A ello le siguieron unos interminables días en los que por los dos canales de televisión sólo se daba, como única programación, el desfilar constante de seres ante el féretro del dictador dándole su último adiós, imágenes alternadas con conciertos de música clásica. No recuerdo cuantos días fueron, pero para un forofo de los dibujos animados, como era mi caso, poner la tele y encontrar el cuerpo presente de “la momia” una y otra vez... se me hizo interminable.
Valga este video para recordar, en un día como el de hoy, aquellos momentos:
Aún nadie me ha sabido explicar cómo es que aquellos que tanto le querían, le enterraron bajo una losa de granito de cinco toneladas de peso. De qué tenían miedo?
Muchos lamentaron la muerte del dictador que mantuvo a España en una realidad paralela durante 36 años; una realidad que nada tenía que ver con la realidad que se vivía en el resto del mundo a todo nivel. Muchos fueron los que creyeron a pies juntillas en esa realidad impuesta y prefabricada y los que siguieron los designios del general Franco como si de palabra u obra divina se tratasen. También fueron muchos los que lamentaron que el dictador falleciese de muerte natural en su lecho y a los 83 años de edad. Hubiesen dado cualquier cosa por contemplar una muerte ejemplar y ejemplarizante como la de Mussolini, fusilado y posteriormente colgado públicamente por los pies junto a su esposa y otros afectos al régimen. Yo creo que tampoco fue tan natural una muerte en la que se trató de mantener vivo, a toda costa y contranatura, a un ser que bien hubiese podido dejar este mundo de un modo mucho más natural de no ser por la innumerable cantidad de intereses políticos de todos y cuantos se encontraban en su entorno. Sin olvidar lo humillante que no dejaba de ser que el “equipo médico habitual”, en los días anteriores al desenlace, nos retransmitiese a diario el parte médico en el que nos relataban que el general, “había amanecido envuelto de heces en forma de melena”. Sin duda alguna que si al tipo le hubiese quedado un mínimo de energía los últimos fusilamientos hubiesen sido los de los miembros de ese equipo médico que retransmitía semejantes partes al resto de la población.
La primera vez que escuché la frase que sirve como titular a esta entrada tenía yo 12 años. La pronunció mi abuela ese 20 de noviembre de 1975 tras enterarse, como el resto de españoles y del mundo entero, de la muerte del dictador.
Mi yaya Lola despidió a mi abuelo Justo el día en que este fue a la guerra a luchar en el bando republicano. Tiempo después recibió a un hombre herido; mi abuelo fue alcanzado por una bala en la Batalla del Ebro; el proyectil le atravesó el tobillo derecho y se le alojó en el izquierdo (que ya es mala leche), pero es que además de eso, mi yaya Lola, en la calle Salvà del Poble Sec, durante el año 36, a lo largo de todo lo que duró la guerra y también durante la postguerra, vio pasar a numerosos camiones cargados de hombres en dirección al Castillo de Montjuic. Instantes después escuchaba, a lo lejos, ráfagas de disparos, y no mucho más tarde veía como esos camiones volvían a pasar por delante de sus ojos, pero con la diferencia de que el camino de regreso lo hacían de vacío. Aquellas almas, aquellos hombres transportados por los camiones habían sido fusilados, asesinados. Muchos de ellos eran exiliados republicanos que habían huido a Francia después de la sangrienta contienda y que tras ser detenidos por la Gestapo fueron devueltos a España para ser sentenciados a muerte.
No pecaré de ingenuidad asegurando que eso sólo se daba en el bando nacional; sin ningún lugar a dudas, y respaldados por esa máxima que reza que “En el amor y en la guerra, todo está permitido” ambos bandos fueron desmedidamente sangrientos, y aquel que pueda abrir su armario y no lo encuentre lleno de cadáveres, que arroje la primera piedra.


(“Atención barceloneses! Hay peligro de bombardeo, dirigiros con calma y serenidad a vuestros refugios, que la Generalitat de Catalunya vela por vosotros”).
En el huir constante y en ese trasiego de gente que se amontonaba en los refugios protegiéndose bajo colchones, algunos niños se escapaban y se subían a las azoteas para contemplar el espectáculo. Para ellos, en su inocencia, no dejaba de ser un juego.
Tras la guerra, y en el parte oficial que se dio el día 28 de marzo de 1939, se informaba de lo siguiente: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejercito rojo, las tropas nacionales han ocupado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. A lo que le siguieron los 36 años de dictadura militar a las órdenes y bajo el mando del señor Franco y que durante su largo mandato nos dejó algunas perlas tales como: el mensaje de su hija a los niños del mundo en el que él hacía el papel de ventrílocuo. Su discurso en inglés del que personalmente sólo entiendo un fragmento en el que dice: “this is agua”, y su último discurso a un mes escaso de su muerte y que dio como réplica a las represalias que el mundo entero le lanzó ante los últimos fusilamientos que ordenó a lo largo de un durísimo y lamentable 27 de septiembre de 1975 desatendiendo cualquier petición de clemencia. El siguiente video recoge dichas perlas, pero les añado la trascripción del discurso ya que debido al patético estado físico del tipo, apenas su palabras son entendibles:“Todo lo que en España y Europa se ha armado obedece a una conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”
Ole sus huevos!... y se quedó tan pancho.
En cualquier caso, hoy nos gusta creer que somos libres. Quizá lo seamos aunque me declaro también agnóstico en eso. La libertad es algo mucho más grande que lo que se nos está dando, pero... quién sabe, igual algún día la consigamos.