viernes, 20 de noviembre de 2009

Muerto el perro, se acabó la rabia

Franco, Franco que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel.
Doña Sofía lo lava con lejía y por eso el Rey se siente así de bien.

Burro, zopenco, cabest...

Huys!... Sabrán perdonar, pero no estaba al tanto de la presencia de ningún lector en este blog y heteme aquí que me hallaba canturreando esa bonita cancioncilla que entonábamos de críos en el cole y con la melodía del Himno Nacional.

El motivo de tal alarde de virtuosismo musical por mi parte es debido a que hoy, día 20 de noviembre, tienen lugar la efeméride sin parangón del 34 aniversario de la muerte de Francisco Franco. Casi, casi hacemos bisagra y estamos a punto de cumplir la misma cantidad de años que él hombre se pasó gobernando este país a sus anchas y obligando a una gran cantidad de españoles a vivir con desmedidas estrecheces.

Todo empezó en el momento en el que hizo su aparición por televisión el por entonces Presidente de Gobierno Arias Navarro y con el rostro compungido y un profundo pesar nos comunicaba eso de: “Españoles... Franco, ha muerto”. A ello le siguieron unos interminables días en los que por los dos canales de televisión sólo se daba, como única programación, el desfilar constante de seres ante el féretro del dictador dándole su último adiós, imágenes alternadas con conciertos de música clásica. No recuerdo cuantos días fueron, pero para un forofo de los dibujos animados, como era mi caso, poner la tele y encontrar el cuerpo presente de “la momia” una y otra vez... se me hizo interminable.

Valga este video para recordar, en un día como el de hoy, aquellos momentos:



Aún nadie me ha sabido explicar cómo es que aquellos que tanto le querían, le enterraron bajo una losa de granito de cinco toneladas de peso. De qué tenían miedo?

Muchos lamentaron la muerte del dictador que mantuvo a España en una realidad paralela durante 36 años; una realidad que nada tenía que ver con la realidad que se vivía en el resto del mundo a todo nivel. Muchos fueron los que creyeron a pies juntillas en esa realidad impuesta y prefabricada y los que siguieron los designios del general Franco como si de palabra u obra divina se tratasen. También fueron muchos los que lamentaron que el dictador falleciese de muerte natural en su lecho y a los 83 años de edad. Hubiesen dado cualquier cosa por contemplar una muerte ejemplar y ejemplarizante como la de Mussolini, fusilado y posteriormente colgado públicamente por los pies junto a su esposa y otros afectos al régimen. Yo creo que tampoco fue tan natural una muerte en la que se trató de mantener vivo, a toda costa y contranatura, a un ser que bien hubiese podido dejar este mundo de un modo mucho más natural de no ser por la innumerable cantidad de intereses políticos de todos y cuantos se encontraban en su entorno. Sin olvidar lo humillante que no dejaba de ser que el “equipo médico habitual”, en los días anteriores al desenlace, nos retransmitiese a diario el parte médico en el que nos relataban que el general, “había amanecido envuelto de heces en forma de melena”. Sin duda alguna que si al tipo le hubiese quedado un mínimo de energía los últimos fusilamientos hubiesen sido los de los miembros de ese equipo médico que retransmitía semejantes partes al resto de la población.

La primera vez que escuché la frase que sirve como titular a esta entrada tenía yo 12 años. La pronunció mi abuela ese 20 de noviembre de 1975 tras enterarse, como el resto de españoles y del mundo entero, de la muerte del dictador.

Mi yaya Lola despidió a mi abuelo Justo el día en que este fue a la guerra a luchar en el bando republicano. Tiempo después recibió a un hombre herido; mi abuelo fue alcanzado por una bala en la Batalla del Ebro; el proyectil le atravesó el tobillo derecho y se le alojó en el izquierdo (que ya es mala leche), pero es que además de eso, mi yaya Lola, en la calle Salvà del Poble Sec, durante el año 36, a lo largo de todo lo que duró la guerra y también durante la postguerra, vio pasar a numerosos camiones cargados de hombres en dirección al Castillo de Montjuic. Instantes después escuchaba, a lo lejos, ráfagas de disparos, y no mucho más tarde veía como esos camiones volvían a pasar por delante de sus ojos, pero con la diferencia de que el camino de regreso lo hacían de vacío. Aquellas almas, aquellos hombres transportados por los camiones habían sido fusilados, asesinados. Muchos de ellos eran exiliados republicanos que habían huido a Francia después de la sangrienta contienda y que tras ser detenidos por la Gestapo fueron devueltos a España para ser sentenciados a muerte.

No pecaré de ingenuidad asegurando que eso sólo se daba en el bando nacional; sin ningún lugar a dudas, y respaldados por esa máxima que reza que “En el amor y en la guerra, todo está permitido” ambos bandos fueron desmedidamente sangrientos, y aquel que pueda abrir su armario y no lo encuentre lleno de cadáveres, que arroje la primera piedra.


Mi Barcelona fue bombardeada durante la contienda. Se trató de la primera gran ciudad con población civil bombardeada en la historia universal de la humanidad y de forma masiva durante tres años. Las aviaciones italiana y alemana la bombardearon durante cerca de doscientas veces causando entre 2.500 y 3.000 muertos. Estos ataques se prolongaron hasta el 25 de enero del 39, el mismo día que las tropas franquistas entraron paseando por la ciudad. Con la de cosas que tenemos los barceloneses y de las cuales podemos presumir... bien podríamos habernos ahorrado esa, pero Franco quiso dar un castigo ejemplar y esa fue una muestra. Mi yaya Lola, mi madre, que por aquellos tiempos contaba con cuatro añitos escasos, sus primos y todos los vecinos del Poble Sec, así como de otros barrios de la ciudad, debían echar a correr hacia los refugios antiaéreos cada vez que el aullido de los perros y las sirenas avisaban de un bombardeo inminente; por el camino, la presencia de algunos cuerpos sin vida daban testimonio de la tragedia del momento.

Atenció, barcelonins! Hi ha perill de bombardeig, aneu amb calma i serenitat als vostres refugis, que la Generalitat de Catalunya vetlla per vosaltres”.

(“Atención barceloneses! Hay peligro de bombardeo, dirigiros con calma y serenidad a vuestros refugios, que la Generalitat de Catalunya vela por vosotros”).

En el huir constante y en ese trasiego de gente que se amontonaba en los refugios protegiéndose bajo colchones, algunos niños se escapaban y se subían a las azoteas para contemplar el espectáculo. Para ellos, en su inocencia, no dejaba de ser un juego.

Tras la guerra, y en el parte oficial que se dio el día 28 de marzo de 1939, se informaba de lo siguiente: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejercito rojo, las tropas nacionales han ocupado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. A lo que le siguieron los 36 años de dictadura militar a las órdenes y bajo el mando del señor Franco y que durante su largo mandato nos dejó algunas perlas tales como: el mensaje de su hija a los niños del mundo en el que él hacía el papel de ventrílocuo. Su discurso en inglés del que personalmente sólo entiendo un fragmento en el que dice: “this is agua”, y su último discurso a un mes escaso de su muerte y que dio como réplica a las represalias que el mundo entero le lanzó ante los últimos fusilamientos que ordenó a lo largo de un durísimo y lamentable 27 de septiembre de 1975 desatendiendo cualquier petición de clemencia. El siguiente video recoge dichas perlas, pero les añado la trascripción del discurso ya que debido al patético estado físico del tipo, apenas su palabras son entendibles:

“Todo lo que en España y Europa se ha armado obedece a una conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”

Ole sus huevos!... y se quedó tan pancho.



El NO-DO se encargó de mostrarnos una España idílica y de hacernos ver al dictador como al gran hombre que conseguiría el periodo de paz más largo en la historia de España. También muchos creyeron eso, se trató de los mismo que creyeron que en el país no había represión civil o ejecuciones, o que España no entró en la II Guerra Mundial gracias a una inteligente estrategia en la que el generalísimo le impuso a Adolf Hitler -su amigo- unas ambiciosas condiciones que el fhurer no tuvo más remedio que rechazar. No obstante, lo cierto fue que Franco, el amigo paleto de Hitler, le mandó a la División Azul, aproximadamente unos 40.000 españoles que partieron hacia Rusia y que lucharon en contra del comunismo al lado de las tropas nazis, y eso fue en el 41 y durante ese publicitado “periodo de paz”. Las consecuencias de esa decisión por parte del caudillo fueron nefastas tras la victoria de las fuerzas aliadas y la consiguiente derrota del eje. La URSS, Inglaterra y Estados Unidos se negaron a que España fuese admitida como miembro de las Naciones Unidas, Francia cerró la frontera con España en el 46, la ONU retiró a sus embajadores y expulsó a miembros españoles de los organismos internacionales, España fue excluida del Plan Marshall, etc. decisiones que sólo sirvieron para fortalecer aún más el régimen franquista y fomentar un exacerbado espíritu nacionalista en España.

Que duda cabe de que esta podría ser una entrada interminable. Me he limitado a resaltar unos mínimos aspectos, casi anecdóticos de lo que fue un largo periodo de algo que forma parte de nuestra historia y de la cual, por más que a muchos les pese, algunos y a pesar de nuestra infancia propia de aquella época... tenemos memoria.

En cualquier caso, hoy nos gusta creer que somos libres. Quizá lo seamos aunque me declaro también agnóstico en eso. La libertad es algo mucho más grande que lo que se nos está dando, pero... quién sabe, igual algún día la consigamos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Otra de piratas

Empezábamos esta semana con la noticia en prensa de que Ramoncín (que en su día fue el rey del pollo frito y que hoy se ha convertido en una caricatura de sí mismo), ordenaba mediante una orden judicial el cierre del canal que el semanario El Jueves tenía colgado en Youtube. El motivo era que habían algunos videos que satirizaban a su persona y a la cruzada que desde hace tiempo lleva emprendida “el rey” (risas), en contra de la piratería y de la utilización de su imagen para fines simplemente jocosos.

72 horas más tarde declaró que la cosa se fue de madre, que no pretendía el cierre del canal sino que tan solo pedía y sigue pidiendo la retirada de un par de los videos que el semanario tenía colgados en la red. Ante la retirada de la denuncia por parte... iba a escribir “del cantante”, pero me da cosilla llamarle cantante a alguien que vive de gestionar los derechos de discos que grabó en los ochenta y de esquivar tomates y demás hortalizas cada vez que trata de dar un concierto a día de hoy. Como decía, ante la retirada de la denuncia por parte del personaje en cuestión, Youtube devolvió la situación a la normalidad restableciendo el canal y devolviéndoles a los de El Jueves su espacio virtual.

Paralelamente ayer, los piratas somalíes liberaron a los pescadores del Alakrana a cambio de una cantidad de dinero que me niego a poner en este texto debido a que me duelen los dedos sólo de pensar en la posibilidad de teclear tanto número. El gobierno español no sólo ha pagado el rescate sino que además, no ha hecho como el gobierno francés que tras liberar a los suyos de manos de los secuestradores, bombardea a los piratas convirtiéndoles en alimento para los peces.

Es decir... que vivimos en un país en el que si pirateas con fines puramente lúdicos el trabajo de un seudo-autor, el peso de la ley cae sobre ti, hunde tu flota mediante recursos judiciales y tira por la borda el trabajo y el esfuerzo que hayas podido realizar durante años, y sin darle a todo ello la más mínima importancia. En cambio, si secuestras a una fragata cargada con 36 pescadores, les retienes atemorizados durante 47 días y amenazas con cortarles el gaznate, el gobierno te obsequia con una millonada de euros para que les liberes y sigas adelante en tu feliz viaje por los mares del sur, y quién sabe... en vista de lo bien que les salen las cosas, quizá con intenciones de secuestrar una nueva fragata y repetir la rentable operación. Y es que como con todo... hay piratas y piratas.

Hay que joderse! No sé que hacemos bajándonos música de internet para ahorrarnos unos eurillos en carísimos CD’s y para que no se forren cuatro autores que hace mil años que ni son autores ni son nada. Al parecer, lo que nos sugiere el gobierno de este país (dados los hechos), es que los piratas informáticos secuestren a esos autores y pidan a cambio una buena suma de dinero a cambio de su liberación; sin duda que la Carme Chacón accederá a pagar esos rescates y anunciará en rueda de prensa que los autores secuestrados “están bien” y que los piratas de contenidos están tratando con los negociadores su inminente puesta en libertad.

En caso de que dicha iniciativa tome cuerpo, me pido a Ramoncín para colgarle de los pulgares en el palo mayor de mi galeón. A Teddy Bautista y a Pilar Bardem os los dejo a vosotros, pero tampoco toméis medidas demasiado drásticas y no recurráis a la violencia ni a la agresividad física; nosotros, los piratas como Dios manda, simplemente queremos tocarles un poco las pelotas, pero ... sin acritud.

Que qué tiene que ver esta entrada con los años 70?... Nada.

Que por qué pongo hoy una entrada musical si resulta que no es viernes?... Pues porque hoy me apetece que escuchéis un tema de Ramoncin sin que os gastéis un duro por ello y porque estoy a la espera de que el gabinete de abogados del botarate ese caiga sobre mí, me cierre este blog y me ahorre el curro de tener que ir actualizándolo una media de tres veces por semana con un trabajo autoral por el que no cobro un jodido euro, pero que por otra parte... encantado estoy de que llegue a vosotros, gratis, y sin que tengáis que pagar nada por ello.

Ya de paso desde aquí, mi más sincero reconocimiento a todos cuantos os dedicáis a esto de hacer blogs y a brindar al mundo el fruto de vuestro esfuerzo de un modo desinteresado y con el único fin de comunicar, de hacer llegar contenidos, de dar a conocer vuestras inquietudes, relatos, opiniones, puntos de vista, etc. De compartir con una comunidad virtual mundial lo que os apetezca: textos, fotografías, dibujos, música, etc, y que no en pocas ocasiones son fruto de la propia creatividad de los bloggeros que por pura necesidad de expresarse se dedican a esto y sin exigir nada a cambio.

No sólo eso; lo cortés no quita lo valiente y somos muchos los que hacemos blogs “by the face” y que además, en nuestras vidas, nos ganamos el pan con trabajos creativos y para los que se requiere un cierto temperamento artístico. Creo, sin temor a equivocarme, que uno puede vivir del arte mientras se dedique a él, y que tampoco pasa absolutamente nada porque una buena parte de ese trabajo sirva para el disfrute de todos aunque no nos reporte, a los autores, ningún beneficio económico. Considero que los que tenemos el gran privilegio de ganarnos la vida haciendo lo que nos gusta y dando rienda suelta a nuestra creatividad en nuestro quehacer diario en lugar de estar picando piedra en una mina, trabajando en una fábrica o subidos a un andamio, tenemos esta obligación –casi moral- con el resto del mundo. Digamos que cosas así... entran en el sueldo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Shotgun

A peseta se vendían las pistolas de agua en los kioskos de barrio. Una suerte de baratija kioskera creada en plástico inflado de diversos colores y con el más simple de los mecanismos: extraías el pitorro que hacía las veces de bocacha a través de la cual salía disparada el agua, la llenabas en el grifo de una fuente cercana, colocabas de nuevo el pitorro y no tenías más que apretar el plástico del que estaba compuesta la pistola para empezar a disfrutar de una guerra sin cuartel con los demás niños del barrio.

Las guerras de pistolas de agua sustituyeron durante un buen tiempo a las de piedras, y Los botiquines domésticos y el farmacéutico del barrio lo notaron debido a un increíble descenso en el consumo de mercromina y tiritas. Por otra parte, nosotros lamentábamos que las pistolas de agua, tan modernas e imprescindibles, causasen tan pocos daños; quieras que no... una brecha siempre era una brecha, y el valor de cualquier niño de barrio era proporcional a su número de cicatrices.

Llevar las modas de la calle a la escuela era algo muy común, de modo que las pistolas de agua de plástico inflado no tardaron en formar parte del diverso material bélico que se ocultaba en los cajones de nuestros pupitres: gomas de pollo y ganchos de cortina camuflados en papel; proyectiles realmente dañinos y altamente prohibidos en la escuela, pero ya se sabe que “a mayor prohibición... mayor munición”, tirachinas de plástico duro (inyectado) con canicas de piedra como los proyectiles más adecuados, y ya por fin... las maravillosas pistolillas que presuntamente, eran lo más inocuo de cuanto estaba compuesto nuestro arsenal, pero en aquellos momentos, lo más divertido.

Mis últimos años de EGB los hice en una escuela en la que estábamos separados en aulas distintas hasta séptimo de EGB, y a razón de 40 alumnos por clase. El disloque llegaba en octavo cuando nos juntaban a todos en una sola aula; es decir... a los 40 de séptimo A y a los 40 de séptimo B. Increíble, pero cierto. 80 energúmenos y energúmenas confinados en una aula en la que se suponía que debíamos preparar nuestro ingreso al bachillerato.

Ni que decir tiene que aquello era un desparrame constante en el que absolutamente en todas las clases reinaba la más pura anarquía a excepción de las clases de historia, impartidas por el señor Villa, y las de matemáticas por la señorita Isabel. Ambos eran temibles: el uno por su palmeta con la que repartía leches hasta el despellejamiento de las palmas de nuestras manos, la otra por sus manos llenas de anillos y pulseras con las que hostiaba sin la más mínima contemplación. En sus clases, pese a los 80 energúmenos hormonados que posábamos nuestros culos en los pupitres, reinaba el silencio sepulcral.

En el patio, y después de una clase de historia o de mates, nos desahogábamos con nuestras pistolas de agua. Lo poníamos todo perdido y quien más y quien menos empezaba la clase siguiente chorreando agua por todas partes. El suelo del patio quedaba absolutamente empapado hasta el punto de que en una ocasión, el señor Villa se resbaló y estuvo a un pelo de partirse la crisma. Ni que decir tiene que las guerras de pistolas de agua quedaron inmediatamente prohibidas, y eso... no sólo nos importaba más bien poco, sino que además, hacía de esas guerras algo más interesante ya que había que perpetrarlas en la clandestinidad.

80 alumnos, cerca de 40 éramos niños y el resto niñas. Ellas no cogieron una pistola de agua en la vida, pero no recuerdo que hubiese uno solo de nosotros, de los niños, que no andase con su pistolilla metida en algún bolsillo y dirigiéndose a los grifos del lavabo para recargar munición.

Pues bien... entre tanto pistolero suelto, al único que el señor Villa pilló con las manos en la masa fue a mí.

Allí estaba yo, llenando mi pistolilla en el grifo mientras silbaba la musiquilla de la serie de TV Jim West cuando noté una inquisidora mirada clavada en mi nuca, y allí estaba él, el señor Villa con los brazos en jarras, pero afortunadamente (pensé) desprovisto de su palmeta. No sé que fue peor, el señor Villa se acercó a mí con toda la disposición que muestra un toro de lidia cuando sale al ruedo, me soltó cuatro manotazos, dos de los cuales fui capaz de esquivar, pero me merendé el otro par que estallaron de lleno en mis mofletes. Hasta ahí bien, la cosa pudo haberse quedado en ese par de hostias y todos tan contentos, pero el señor Villa quería más. El tipo rondaba los sesenta años y su resbalón en el patio, aunque no fue grave, pudo haber traído consecuencias, y al parecer, yo me encargué de pagarlas en mis propias carnes. Un nuevo acercamiento del señor Villa me dejó acorralado en una esquina de los lavabos desde la que pude observar como su puño cerrado caía sobre mí dando lugar a la primera vez en mi vida... que me rompían la nariz.

La versión oficial, en casa, fue la de que me había caído jugando en el patio, pero ante el aspecto de mi nariz que quedó absolutamente doblada hacia la derecha, mis padres decidieron llevarme al médico.

Según el doc. El tiempo haría que mi nariz volviese por sí sola a su sitio, de lo contrario, una sencilla operación le devolvería su aspecto normal. En cualquier caso, pasé una buena temporada con la nariz torcida, con voz nasal, y teniendo que girar la cabeza cada vez que quería olisquear cualquier cosa.

Afortunadamente la vida puso en mi camino a buenos amigos. Recuerdo una tarde en la que José Collado y yo estábamos jugando en el patio, nos repartíamos galletazos y nos agarrábamos de las batas del cole para ver quién tiraba antes al suelo a quién; el típico juego similar al que practican los cachorros de león cuando se pelean entre ellos para de una manera indirecta poner en forma sus dotes de caza y de defensa; es decir, una pelea entre dos amigos sin mayor repercusión. El azar quiso que un tremendo cabezazo de Collado diese lugar a la segunda vez en mi vida... que me rompían la nariz.

El golpe devolvió la nariz a su lugar de origen.

Jamás le agradeceré lo suficiente a José Collado que me librase de pasar por un jodido quirófano.

Créditos de las imágenes: Pistolas de agua, colección particular.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Tú Volverás

El año 1975 fue quizá uno de los más representativos de la década de los 70.

Los que por entonces teníamos alrededor de unos 12 años disfrutábamos de un montón de cosas agradables; algunas de ellas se han ido mostrando en muchas de las entradas incluidas en este kiosko-blog, me refiero a las baratijas de kiosko, juguetes, chucherias varias, etc, pero además estábamos a punto de entrar en una dinámica en la que cada diá, en los telediarios de las dos únicas cadenas televisivas, se nos retransmitiría el parte médico sobre el estado de salud del caudillísimo Francisco Franco a cargo del “equipo médico habitual”. El hombre, aunque sobrevivió a lo indecible, estaba ahí dale que te pego echándole un pulso a la vida y firmando con mano temblorosa alguna que otra condena a muerte; eso se le dio fenomenalmente bien a lo largo de lo que fue su vida, y prueba de ello es el hecho de que continuó haciéndolo incluso estando muy cercano a su final. Algunos me sabrán perdonar si incluyo este episodio entre esas cosas agradables de lo que fue nuestra infancia, pero es que en las casas de muchos de nosotros, aunque con cierto miedo, eso se vivió como un acontecimiento digno de la más grande de las celebraciones.

Qué se puede esperar de una generación que se crió en senos familiares en los que se celebraba la enfermedad irreversible de un ser humano? Con el tiempo nos dimos cuenta de que quizá no era tan humano el tipo, entendimos un montón de cosas y comprendimos perfectamente esa alegría manifestada por nuestros padres que habían perdido a muchos de los suyos a manos del dictador. De algún modo, el tiempo hizo justicia; tarde como siempre, pero ya se sabe que en este país la ley siempre ha sido un poco lenta. Hasta la justicia divina lo es!!

Otra de las cosas agradables que sucedió durante ese año fue la participación en el festival de Eurovisión del dúo formado por Sergio y Estíbaliz. La pareja de cantantes se separaron del grupo Mocedades, sacaron sus dos primeros singels: “Búscame” y “Piel”, pero se presentaron al festival con el tema “Tu Volverás” consiguiendo un décimo puesto. Ese año el festival se celebró en Estocolmo, la ganadora de esa edición fue la cantante holandesa Tech In con un tema titulado “Ding-a-Dong” que posiblemente recordará muy poca gente, no así el tema de nuestros artistas que gozó de una aceptación excepcional en España y América Latina convirtiéndose en uno de los más vendidos durante ese año.

A mi padre le daba cierto mal rollo el título: “Está a punto de morirse Franco y ahora salen estos con una canción titulada ‘Tu Volverás’... Malditas las ganas!” exclamaba mientras que en el comedor de casa y frente al televisor les oíamos cantar el día de la gala.

El festival de Eurovisión de ese año tuvo lugar un 7 de abril y aunque no se pudo celebrar la victoria del dúo, nos agradó que el tema se convirtiese en un reconocido éxito. Para la otra celebración hubo que esperar un poco más, no fue hasta el 20 de noviembre de ese mismo año, pero bien es cierto que antes de su final y cada vez que el caudillo aparecía en su balcón y se dirigía a la multitud con sus gafas de sol y el tembleque de sus manos, ya no había miedo, al menos... no tanto.

Que por cierto... Nadie le dijo nunca a Sergio que cantaba fatal?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Los Kalkitos

Los Kalkitos fueron una de mis grandes pasiones infantiles. Un invento que la división de papelería de la casa Gillete Española S.A repartió por todos los kioscos y papelerías a finales de los años 70.

Un fondo, un decorado desplegable en formato panorámico y una lámina llena de adhesivos que podías ir colocando aquí y allá del modo en que a cada crío se le antojase e imaginando así su propia historia. El funcionamiento era muy simple: desplegabas el fondo, colocabas la lámina con los adhesivos en el lugar en el que deseabas transferir uno de los personajes, y con el lápiz lo rascabas hasta que pasaba de la lámina al fondo. Había que tener cuidado y rascar bien ya que en no pocas ocasiones algún personaje quedaba desprovisto de alguna de sus extremidades!

Lo genial era tener temas de Kalkitos repetidos para poder añadirlos a tu diorama original y dotarlo de más entidad, pero evidentemente no era cuestión de abigarrar la escena y convertirla en algo incomprensible, así que los que sobraban y que no sabías donde meter... iban a parar a los carpesanos, las libretas, las paredes de la habitación, los cristales de las ventanas, etc, etc.

Los temas eran muy variados y habían para todos los gustos: desde fútbol hasta carreras de Fórmula 1, historias de batallas épicas, guerras medievales, napoleónicas o contemporáneas; sin dejar de lado, claro está, los personajes de las series que veíamos en televisión: El Gato Silvestre, Los Picapiedra, El Oso Yogui, etc, etc. Ni que decir tiene que estos últimos y los dedicados al Oeste... eran mis preferidos: Búfalo Bill, El General Custer, Pancho Villa, La Conquista del Oeste... una infinidad.

Con el paso del tiempo descubrí que la dinámica de los Kalkitos guardaba “cierto parecido” con el modo de hacer dibujos animados en el sistema clásico y tradicional; un decorado y sobre él, una sucesión de personajes en celuloide que eran filmados fotograma a fotograma. Quién sabe... quizá por eso me apasionó ese mundo y lo convertí en mi profesión desde hace ya casi 30 años.

Bien se podría decir que llevo toda mi vida jugando con los Kakitos ;-D

Créditos de las imágenes: Kalkitos "Búfalo Bill". Colección particular.

sábado, 7 de noviembre de 2009

"La VOZ" de los anuncios de la tele

Cada año las campañas publicitarias televisivas de anuncios de juguetes empiezan a aparecer masivamente a mediados de octubre, sobretodo durante la programación matinal mientras los niños desayunan en casa antes de ir al cole.

Estás tomándote tu café con leche y las tostadas, con la mente en blanco (a esas horas no hay quien piense en nada... no hay capacidad para ello) y oyes como tus hijos van diciendo: “yo quiero este”, “me lo pido!”, “papá. Me lo traerán los reyes?”... Tu vas asintiendo con la cabeza, con los ojos semicerrados y tratando de entender cómo es posible que ellos tengan esa energía a unas horas de la mañana en las que tú no eres más que una piltrafa humana deseando que a medida que avance el día empieces lentamente a convertirte en persona.

De todos modos, y a pesar de ese estado catatónico matutino en el que los cuerpos están recién levantados de la cama, pero los cerebros permanecen aún dormidos, hay algo –que al menos a mi- no se me escapa. Imagino que será eso que llaman “deformación profesional” ya que por mi trabajo, me dediqué durante bastantes años a la publicidad, asistí a numerosas post-producciones de spots televisivos en los que había colaborado, y entre otras, mi función era la de supervisar las locuciones de los anuncios de la tele; eso que llaman “la voz en off” y que consiste en que una voz (obvio) va narrando y describiendo las virtudes de un producto a medida que las imágenes nos lo van mostrando.

Como digo, lo que a mi no se me escapa, es que “la voz” de la gran mayoría de anuncios de juguetes con los que somos acribillados cada mañana, pertenece al mismo tipo, al mismo locutor, y que no es otro –ni más ni menos- que Constantino Romero; el mismo que en las olimpiadas del 1992 de Barcelona, rogaba a los atletas que se bajasen del escenario en la ceremonia de clausura y ante la posibilidad de que este cediese debido al peso de todos cuantos andaban por ahí encima cantando el “amics per sempre naino, naino, naino-nai”, el mismo que dobla a Clint Eastwood en la versión española y que dice como nadie eso de: “Anda... alégrame el día”, y el mismo que ha presentado numerosos concursos televisivos y que en realidad, está en todas las salsas. Constantino Romero, un albaceteño que llegó un buen día a Barcelona, se quedó, y desde un estudio de grabación es capaz de llegar hasta nosotros a través de las voces de Arnold Schwarzenegger, del malo malísimo Darth Vader o de los colchones Lo Monaco.

Conocí personalmente a Constantino Romero, “Tino” (como le llaman afectuosamente en el ramo) cuando yo tenía 19 años. Por aquel entonces estaba trabajando en un estudio de publicidad colaborando en anuncios de televisión realizados en dibujos animados. Era una época gloriosa en la que se ganaba mucho dinero en ese negocio y en la que cualquiera que andase metido en publicidad podía llegar a cobrar unos sueldos que rondaban las 500.000 pesetas al mes; lo que ahora serían unos 3.000 euracos del ala. Yo tenía la mili pendiente y mi cabeza le daba vueltas a la idea de mantenerme como humorista gráfico, pero pese a ello, la publicidad me atraía, era un mundo en el que se podía aprender mucho y en el que era posible ganar un dinero que no venía mal. Yo tenía el privilegio de estar en un estudio en el que quien más y quien menos ganaba esos 3000 euracos, en el que me hacían trabajar más horas que a un reloj, en el que se me encargaban todo tipo de trabajos a horas intempestivas y en el que se me pagaban... 20.000 pesetas al mes (unos 120 euros...). Vamos, que no era yo que digamos un potentado, ya que por encima de todo mi trabajo consistía en preparar cafés y llevarles los almuerzos a los que en realidad, ganaban esa pasta gansa haciendo trabajos por los que yo hubiese dado un brazo. Eran animadores que daban vida a los personajes de los anuncios, se encargaban de realizar los decorados de las películas, de planificar y de organizar el Cristo que supone sacar adelante una mini producción de 20 segundos; en definitiva, un trabajo apasionante.

Durante algo más de tres largos meses estuvimos trabajando para una campaña de Cheetos compuesta de tres anuncios para varios de los productos: los ricitos, los torciditos y los bolitas. La cantidad de horas mensuales de trabajo de cuantos estábamos allí arrojaba una media de 17 horas diarias por persona, no es broma, trabajábamos día y noche, dormíamos escasamente tres o cuatro horas en una habitación del estudio en la que habían unas mantas y una moviola, mal comíamos, mal cenábamos, mal dormíamos, apenas nos aseábamos, pero todo esfuerzo era poco, los tres anuncios tenían que estar terminados en la fecha prevista o de lo contrario, la agencia podía poner una sanción económica al estudio y alguien podía quedarse sin sus 3000 euros; yo sin mis 120.

El trabajo contrarreloj, el agotamiento de todos y la necesidad de presentarse en el estudio de grabación con material bajo el brazo y completar la última etapa del proceso, hizo que por azar o mala leche, me tocase a mi personarme en el estudio y supervisar la post-producción de los tres anuncios.

—Yo?
—Si tú. Toma este dinero y píllate un taxi cagando leches. Esto tiene que estar listo a mediodía.
—Pero si yo... Ya sabré?
—Tranquilo, mientras el actor haga la locución tu estarás en una cabina con unos cascos puestos. Lo único que tienes que hacer, en cuanto él termine, es mirarle sonriente y levantar tus pulgares como haciéndole saber que lo ha hecho de puta madre.
—Y ... Ya está?... Y si no lo hace bien?
—Si no lo hace bien estamos jodidos! No hay tiempo para cambios ni revisiones, el cliente nos meterá un paquete si no tiene esto sobre su mesa antes de comer, así que tú... levanta esos jodidos pulgares!

Con tres rollos de película en una bolsa del Spar y metido en un taxi, me dirigí hacia el estudio de grabación. Y al llegar... allí estaba el incombustible Constantino Romero.

—Hola hijo. Eres tú el director de todo esto? —La voz de Clint Eastwood se estaba dirigiendo a mi. Temía tener que mentirle, pero... igual desenfundaba su Mágnum 357 y hacía en mi pecho el agujero del tamaño de un puño.
—Seeee... Si —le dije intentando transmitir convicción.
—Pues vamos allá! Esto va a ser divertido! —dijo la voz.

Divertido? Yo andaba más perdido que Trazan en New York.

Los técnicos colocaron uno de los rollos de película en la moviola. Constantino se colocó frente a un atril y se puso los cascos, a mi me encerraron en la cabina de sonido familiarmente conocida como “la pecera” y junto a mi, un técnico manipulaba una mesa llena de botones, lucecitas, interruptores y palancas. Las luces de la sala descendieron su intensidad, un pequeño foco iluminó el atril en el que “Tino” tenía los papeles con el texto de su locución. La moviola comenzó a reproducir las imágenes del spot.

Yo tuve que darle la señal a Tino de cuando él tenía que inmortalizar con su voz aquel momento. Lo hice y... Eh!... lo hice bien. A la primera! Y Tino se arrancó con su portentosa voz y con su desbordante talento.

Cheetos. Los masqueseros, más que buenos, más que divertidos!

Yo estaba pendiente mientras todos: Tino, técnicos y demás asistentes me miraban.

—Ya está? —pregunté.
—Eso tú. Cómo lo has visto? Te parece bien? —me preguntó el técnico.
—Eeehh... Si... No?
—Si? —insistió.

Tino me miraba con las cejas levantadas por encima de sus gafas, su calva brillaba debido a la luz del pequeño foco, el bigote dibujaba una mueca torcida como de estar a la expectativa de mi decisión.

Le miré... le lancé una de mis mejores sonrisas, levanté mis pulgares y a partir de ahí una tensión que había reinado el ambiente durante breves minutos, se convirtió en alivio y en calma total. Era la primera vez en mi vida que yo tenía poder, la primera vez en la que bajo mi responsabilidad estaba el control absoluto de una situación, y animado por mi éxito estaba deseoso de continuar con aquello.

—Bien, perfecto! —dije, mientras que le impostaba cierta seguridad prepotente a mi voz—. Chicos... vamos a por los otros dos spots.
—Los otros dos? —Preguntó Tino.
—Si Tino —le respondí (ya éramos colegas, así que podía tratarle con familiaridad)–. Olvidas que eran tres rollos?

El técnico que me acompañaba en la pecera tapó sutilmente el micrófono de sus cascos con una de sus manos y se dirigió a mi.

—Esto... la locución es la misma para los tres. No es necesario grabar nada más, a menos, claro está, que consideres que este “take” no ha sido bueno —me aclaró.

Todo mi poder se vino abajo. Reaccioné rapidamente, como pude, tratando de enmendar mi error y de devolverme a mí mismo la autoridad que en un “plis” había tirado por tierra.

—Oh claro!... Perfecto Tino, perfecto! Todo ha salido perfecto! —mi sonrisa se quedó paralizada en mi rostro, una gota fría de sudor descendía por mi sien y mis pulgares se mantenían tiesos y petrificados. Creo que Tino pensó que tenía alguna enfermedad en los dedos, ya que desde ese momento hasta que se fue después de cobrar su talón de 150.000 pesetas, estuve levantándole los pulgares cada vez que me cruzaba con él.

150.000 pesetas, novecientos y pico euros por decir, en apenas unos segundos: “Cheetos. Los masqueseros, más que buenos, más que divertidos”. Yo había “dirigido” la locución de un tipo que había cobrado en esa sesión lo que yo tardaría en ganar en unos ocho meses de arduo trabajo.

Ese día aprendí que no porque a uno le pongan una gorra de plato se convierte en general. El poder es algo más sutil que todo eso y no siempre lo poseen aquellos que aparentamente lo ostentan.

Jodeeerr.....

Todo eso sucedió durante mi estancia en el Estudio Andreu de Barcelona. Un estudio especializado en dibujos animados y que fue de los más importantes en España en las décadas de los 70 y de los 80 desarrollando una importantísima tarea en el campo de la publicidad. Anuncios como los del Búlgaro de Cropán, los Phosquitos, los calzados deportivos Paredes, Lois Junior, los primeros Mister Proper, la ranita del Confidest, El Caserio, y un largo etcétera. El que les dejo como muestra se trata del spot de Pilé 43, realizado en Estudio Andreu y rebosante de estética setentera.



Créditos de las imágenes: Consistentes en bocetos realizados en Estudio Andreu para varias capañas publicitarias .-1) No lo recuerdo bien, pero creo que eran personajes para un spot de Cutex .-2) Fotografía de Constantino Romero bajada de Internet .-3) Cheetos, los masqueseros .-4) La ranita del test de embarazo Confidest .-5) El Caserio .-6) Mister Proper.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Una de piratas

Las tardes de sábado eran realmente especiales porque después de comer, echaban “la película” de la tele, y las mejores tardes de sábado eran aquellas en las que la película... era de piratas.

Errol Flynn o Burt Lancaster con películas como “La hija del corsario verde” o “El temible burlón”. La célebre novela del escocés Robert Louis Stevenson titulada “La isla del tesoro” y llevada al cine en diferentes versiones. “La canción del pirata” de José de Espronceda que nos hacían estudiar en el colegio... todo apuntaba a que los piratas eran grandes aventureros con una reconocida amoralidad y unas dosis importantes de pillería y malas pulgas, pero aventureros al fin.

Todos deseábamos ser piratas y surcar los mares del Caribe a bordo de nuestros galeones cargados de balas de cañón, de barriles de ron y de ratas. Nos fabricábamos nuestras espadas de madera o comprábamos las de plástico que nos vendían en los kioscos, nos anudábamos un pañuelo en la cabeza y provistos de un parche para el ojo y de una bandera pirata, nos lanzábamos a la imaginaria aventura con nuestros amigos y con dos objetivos primordiales: encontrar el tesoro enterrado en una isla, o rescatar a una joven dama inglesa de las garras de un capitán de fragata inglés que se quería casar con ella, a la fuerza. Los piratas eran poco menos que unos pillos muy simpáticos, que aún y a pesar de andar todo el día medio borrachos y de pasar por la quilla a algún que otro europeo no perdían nunca su sentido del humor, sus ganas de juerga y su particular sex appeal.

Algo así debe seguir pensando de los piratas la ministra Carme Chacón cuando ayer, en rueda de prensa y después de que 36 marineros del atunero Alakrana llevan 37 días secuestrados y amenazados de muerte por piratas somalíes, nos decía que los marineros "están bien".

La ministra debe sentirse como la joven dama inglesa deseosa de caer en los brazos de su pirata que aunque sudoroso y algo zafio, despierte su desatada pasión. Al menos eso parecía desprenderse de esas declaraciones al respecto de que ante la humillante situación de secuestro y de amenaza, los pescadores del Alakrana “están bien”. Bien? Por qué?

Quizá porque las fragatas españolas Canarias y Méndez Núñez, así como el avión P-3 Orion andan vigilando la zona y tienen a los piratas bajo los puntos de mira de sus cañones. Quizá porque son muchos (cerca de una docena) los barcos secuestrados en la zona, más los que cayeron en sus manos con anterioridad y los piratas, a día de hoy, aún no han pasado por la quilla a ningún secuestrado. Probablemente porque los piratas, y debido a su fama de bravucones, no hablaron en serio cuando dijeron que iban a matar a tres de los secuestrados españoles y luego a tres más y así hasta el final, a menos que los dos piratas detenidos por las autoridades españolas no fueran puestos en libertad. O quizá simplemente por lo que dijo la ministra, porque los secuestrados... “están bien”. Tan bien como las familias de los mismos que escucharon –vía telefónica- como sus maridos, padres, hijos... les pedían ayuda con la voz ahogada en llanto, mientras que de fondo se escuchaba el sonido de fuego de los Kalashnikov y la explosión de alguna que otra granada. Claro que están bien, están viviendo una cojonuda aventura pirata como la que la ministra soñó con vivir algún día y bajo esa idea que aún conserva de que los piratas son como Burt Lancaster o Errol Flynn.

La Carme me cayó bien desde el principio a pesar de esa mierda de la “discriminación positiva” que no garantiza en absoluto que alguien tenga que valer para el cargo que se le otorga, pero me cayó bien porque formaba parte de esa idea del “talante” que contrastaba con la desmedida y dura actitud de la oposición. Quizá hay veces en las que es necesario dejar de lado el talante y tomar decisiones; decisiones de verdad.

Los que de niños jugábamos a piratas, a estas alturas andamos por los cuarenta y nos hemos dado cuenta de que las pelis, pelis son y de que la realidad supera a la ficción con creces. Espero por el bien de los secuestrados que la ministra haya crecido también y deje de jugar, ya que como decía Serrat: “no hay historia de piratas que tenga un final feliz”. Esperemos que éste, no sea para los 36 pescadores secuestrados, el final de esta historia.

Y como es viernes y toca música... ahí va un tema de piratas de 1981.



Ilustraciónes: Sergi Càmara.

martes, 3 de noviembre de 2009

BIMBOVISION y el jodido... 140

No podía sustituir a las interminables programaciones de cine de reestreno con su doble sesión ni a las series de la tele, pero el Bimbovisión era como poder llevar la magia del “cine” en la cartera del cole y nos permitía la posibilidad de cambiar cromos con el resto de los compañeros de clase. No había nadie que no los coleccionase y que no alucinase con el sencillo invento que estaba formado por un visor y una extensa colección de cromos en forma de diapositivas que versaban en torno a diferentes temas: animales salvajes, flores, monumentos, razas caninas, razas y tipos humanos, interpretes famosos, aviones y coches antiguos.

160 filminas, diapositivas o simplemente cromos que aparecían en los pastelitos de la casa Bimbo, los deliciosos Bony, Bucanero y Tigretón que nos pusieron el colesterol y los triglicéridos por las nubes a toda una generación a la que ahora, quieren obligarnos a hacer deporte y a consumir Danacol para bajar nuestros niveles de grasas saturadas en sangre. Con lo que nos costó taponar nuestras arterias! Con lo difícil que fue hincharnos de pastelitos hasta completar la colección! Ahora parece que si no estás bajo mínimos con eso del colesterol no eres nadie, pero... Quién en su sano juicio se negaba a sucumbir ante el placer de devorar uno de esos pastelitos? Quién hubiese completado su colección de diapositivas si hubiese estado obsesionado con la paparrucha esa de estar sano?


La cantinela en el patio o a la salida del cole era siempre la misma: “tengui, tengui, tengui, tengui, tengui... FALTIII!!” y así, intercambiando con los compañeros nuestras diapositivas repes éramos capaces de terminar la colección y conseguir el cromo número 22 de la carpobrotus acinaciformis, una planta rastrera perenne con flores de 8 a 10 centímetros que vive en las arenas y rocas del litoral y originaria de América del Sur. Todos sabíamos que ésa diapo era la número 22, pero ninguno la conocíamos por su nombre... “carpobrotus acinaciformis”... joder! O el número 101, el cromo de José María Iñigo presentador por aquellos tiempos del programa de televisión “Directísimo” y que un sábado por la noche nos trajo a aquel tipo llamado Uri Geller, capaz de doblar cucharas con el simple roce de las yemas de sus dedos, o de arreglarnos -vía ondas cósmicas- todos los relojes de casa. El 56 con las murallas de Ávila, el 60 el de la torre Eiffel, el 97 con los indios Urus, etc, etc...

Poner una diapositiva en la ranura del visor, enfocarlo hacia una luz y mirar a través del objetivo era toda una experiencia. Marcar en la agenda Bimbovisión los cromos que ya teníamos e ir descubriendo que cada vez quedaban menos para tener la colección completa, era una emoción tan indescriptible como la que nos produjo el momento de acercarnos a nuestro colmado con 10 pesetas en la mano y los envoltorios de 3 pastelitos que canjeamos por nuestro fantástico visor, y a ser posible el rojo que era el que figuraba en la caja. Algunos lo tenían en verde o en azul, pero molaban menos; los rojos... los que teníamos el visor rojo éramos los putos amos.

159 de 160... A día de hoy, en mi agenda Bimbovisión sigue faltando por marcar la diapositiva perteneciente al jodido número 140, un maldito avión Lockheed F-80 que jamás llegué a conseguir por más y más sesiones de “tengui, tengui, falti, tengui” que me marqué dentro y fuera de clase con los compañeros, en las calles del barrio con vecinos, en casa de mis tíos con mis primos, pero nada... todo fue inútil, el 140 se me resistió entonces y se me sigue resistiendo ahora, no hay forma humana de encontrarlo. El Vallcanera lo tenía y alguna vez me lo pasaba por delante de las narices, me lo mostraba y en tono guasón me canturreba: “Tengo el 140, ale, ale, ale, y tú nooo”. El Vallcanera era uno de mis mejores amigos, pero durante una buena temporada se estuvo jugando una brecha en la ceja por hacer el chorra de esa manera. Hay cosas... con las que no se juega.

Si alguien tiene el Lockheed F-80 de las narices y no le importa desprenderse de él que me lo haga saber. Se acerca Navidad y no estaría mal volver a creer un poco en la magia de los Reyes Magos.

Se lo voy a tener que pedir a Uri Geller?



Créditos de las imágenes: 1).- Publicidad de BIMBOVISION de una revista infantil de la época. 2 y 3).- Cromos y colección "casi" completa de BIMBOVISION. Colección particuar.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Ya soy practicante... aunque no creyente

No hace demasiado tiempo que si les pedía a mis amistades y allegados las fotos del último acontecimiento en el que habíamos participado juntos, se organizaba una cena en casa de alguien, nos reuníamos y las contemplábamos en torno a una mesa repleta de exquisitos manjares regados con excelentes caldos (la cosecha de Atlanta siempre fue mi preferido).

Hoy, les pides las fotos a los colegas y te dicen: “Ah, las fotos... las tengo en el Facebook”.

Así que ni cena, ni caldos, ni reunión, ni tertulia, ni hostias.

Esa ha sido una de las razones por las que finalmente, me decidí a abrir una sucursal del kiosko en la jodida red social y poder compartir virtualmente, aquello que antes -a mi juicio- se compartía de un modo más ameno e interesante.

Adaptarse o morir!... es lo que hay ;-)

Sin duda que esto (como todo) también tendrá sus cosas buenas. Imagino que gracias al Facebook me reencontraré con gente con la que se perdió el contacto por aquellas cosas que pasan. Me servirá para encontrar alguna red o comunidad de frikis que compartan mi afición setentera y quien sabe, igual encuentro alguno de los objetos de la época que ando buscando y que no localizo ni en mercadillos ni en subastas.

De todos modos... pasé un buen rato de la tarde de ayer tratando de encontrar la verdadera y genuina utilidad de esto de las redes sociales, y sinceramente... a día de hoy me declaro escéptico con el tema. Quién sabe si el día de mañana el Facebook será mi nirvana, pero por el momento, si alguien asiduo a las redes sociales o simplemente, aquel que tenga una buena teoría al respecto y sepa de qué va todo esto; ruego por favor que la exponga, la comente y nos haga ver la luz a todos aquellos que estamos ciegos por nuestra propia ignorancia y que aún no le encontramos su cosa al invento.

En cualquier caso... el Kiosko está en la red social, por lo que pueda ser ;-)

viernes, 30 de octubre de 2009

Es cosa de hombres


Terminaron las vacaciones y tocaba incorporarse a un nuevo curso escolar, así que allí estábamos todos estrenando aula para el que iba a ser nuestro último año de permanencia en aquella escuela y pasar a lo que entonces se llamaba el BUP. Los pupitres revelaban el paso de anteriores alumnos que con las agujas del compás habían dejado sus nombres grabados y reseguidos con la tinta de los bolis Bic. También habían escritas algunas divertidas obscenidades y algún que otro apunte o fórmula matemática que tenía todas las pintas de ser alguna chuleta en vistas a un examen.


Aún no eran las nueve en punto de la mañana, la Señorita Isabel no había llegado todavía y algunos compañeros iban entrando y ocupando los sitios vacíos tratando de ponerse al lado de los que eran sus más afines. Cristina hizo su aparición en clase y pasó a acaparar la atención de cuantos allí estábamos. Durante ese verano entre séptimo de EGB y octavo, después de casi tres meses sin verla, había dado un cambio total. Siempre destacó por su naturalidad, desparpajo y saber estar, pero en esas vacaciones la naturaleza se había esmerado con ella moldeándola a conciencia. Las peculiaridades de la nueva aula ocuparon un segundo plano ante esa Cristina que en Julio se despidió de nosotros siendo una niña y que aparecía, ahora, convertida en una espléndida mujer. Cris, que así era como la llamábamos, era un pedazo de chica de quitarse el sombrero, y al parecer, eso no había afectado en absoluto a su simpatía y a esa manera que tenía tan particular de mostrarse amable con todo el mundo.


Sus amigas y compañeras que habían compartido con ella desde primero de EGB fueron las primeras en saludarla, en lanzarse a sus brazos y en mostrarse encantadísimas de volver a verla. Incluso alguna lágrima se derramó por parte de algunas que se sintieron súper emocionadas por el feliz reencuentro. Los tíos no llorábamos por eso. Nos alegraba reencontrarnos también, y nos dábamos collejas, empujones o lo que fuese necesario, pero... Llorar? Menuda mariconéz.


Con el paso de los días y del normal devenir del nuevo curso, las mismas amigas que se deshicieron en halagos ante lo hermosa que estaba Cristina, no tardaron en empezar a comentar por los rincones que al parecer, ese verano, la Cris... se lo había montado con más de uno en el pueblo de su madre. La Asun -su amiga del alma- llegó a decir que hasta había perdido la virginidad y que lo sabía de buena tinta ya que la propia Cris se lo había contado. Alguno preguntó que qué era eso de la virginidad, y como era de esperar en un cole de barrio, la respuesta no pudo ser más clara:


—Pues que se la han follado. Capullo!

El único pecado que cometió Cristina durante ese verano, lo que realmente sus amigas no le pudieron perdonar jamás, fue que les había tomado la delantera, y que mientras que ellas continuaban luciendo unas piernas escuálidas, unas formas rectas y unos pechos planos, Cristina mareaba con sus curvas incluso al “profe” de geografía del que todas, sin excepción, estaban loquitamente enamoradas.

Tal fue la propaganda a la que toda la clase fue sometida durante ese primer trimestre sobre los excesos que, al parecer, la Cris había cometido en el pueblo, que la falacia fue cobrando un incuestionable aspecto de realidad. La Cris se levantaba para tirar algo a la papelera y a la Asun le faltaba tiempo para llamar la atención de todos cuantos estaban sentados en los pupitres cercanos.

—Mirarla, mirarla como mueve el culo. Hay necesidad de exhibirse tanto? Ha vuelto hecha una puta!

Tanto se repitió que “la Cris va salida, la Cris va salida, la Cris va salida” que le cayó el apodo de “Crisálida”. No hay que decir que el primer golpe que recibió fue cuando se enteró de a cuento de qué se le había puesto ese mote. Recuerdo que rompió a llorar no entendiendo el motivo de semejante escarnio al que hasta ese día, ella había estado completamente ajena. Por fortuna, allí estaba Asun para consolarla y para decirle que no se preocupase y que quienes le decían eso lo hacían simplemente por envidia.

Tres pupitres por detrás se encontraba el Ortega. El pobre ya había sido un aspirante a gusano en quinto de EGB, en sexto se consolidó como tal. En séptimo fue un gusano profesional y en octavo le hubiesen podido llegar a dar un master. Su aspecto de macarra barato lo decía todo de él, y por lo que se ve, junto a sus secuaces había planeado calzarse a la Cris a lo largo de ese último curso en la escuela.


—A esta me la tiro yo por mis cojones.

—No hay huevos tío. Demasiado mujer para ti.

—Seeh, ya, pero... Qué no veis que es una guarra? A esta le entro bien y me la follo fijo.


Cristina, que ya era plenamente consciente de todo y cuanto se decía de ella, fue dejando poco a poco de ser esa chica tan extrovertida, se le agrió algo el carácter y empezó a desconfiar de todos en general. Alguna vez, no obstante, había conseguido hacerla reír con alguna de mis payasadas, y la clase, el patio, o la estancia en la que nos hallásemos, por amplia que fuese, se iluminaba con su amplia sonrisa y el brillo de sus ojos, pero... Asun seguía siendo su confesora, su paño de lágrimas y su hombro amigo sobre el que llorar; luego, le faltaba tiempo para largarles a los demás su maliciosa versión de todo cuanto su amiga le había confiado.


A los oídos de Ortega llegó el rumor de que si la Cris estaba triste, era porque se moría por sus huesos, pero que como él era el más chulo de la clase, lo más probable sería que no quisiese saber absolutamente nada de ella. Desde el día en que Ortega ante sus amigos sentenció cuales eran sus intenciones con respecto a Cris, que ya había dado algunos pasos tanteando el terreno, pero después de conocer esa noticia no le quedó la menor duda de que la chica andaba por él, pero que aún y a pesar de ser un zorrón no se atrevía a lanzarse de lleno.


—Claro —pensaría Ortega—. A lo mejor es que me ve demasiado hombre para ella.


Ortega se dispuso a cumplir con su objetivo convencido de su éxito y no dudando ni por un solo instante de sus posibilidades.


Una tarde, en el patio de la escuela, andábamos cada uno a la nuestra y en los grupitos habituales de siempre; el Vallcanera, el Boliche y yo nos encontrábamos sentados en nuestra esquina comiendo nuestro bocadillo y charlando de nuestras cosas. El resto de chicos jugaban a la pelota y las chicas aunque simpáticas en general, estaban deseando terminar octavo, pasar al instituto y tener la posibilidad de conocer a chicos mayores, nosotros empezábamos a ser poca cosa.


Al poco rato unas voces llamaron la atención de todos. Alguien estaba discutiendo cerca de la puerta de los lavabos y la cosa parecía ir en serio.


—Suéltame idiota! —Cris le gritaba a Ortega que la tenía cogida de uno de sus brazos.

—Pero que coño te pasa tía?

—Que me sueltes te digo! —insistía.


Sin soltarle el brazo Ortega levantó su puño por encima de su cabeza y lo descargó con todas sus fuerzas sobre el rostro de Cristina desarbolándola completamente y tirándola al suelo. Seguidamente se giro y se dirigió a los suyos, tieso y triunfante como si se hubiese tragado el palo de una escoba.


—Será puta la asquerosa esta? No te jode la tía? —iba diciendo con una media sonrisa en su cara mientras se acercaba a un puñado de espectadores satisfechos.


Ortega no consiguió su trofeo, pero aquella acción viril le hizo revalidar ante sus amigos el título de macho alfa.


—Haz algo tío —me dijo el boliche en voz baja y sin dejar de mirar como Cristina lloraba arrodillada en el patio.


Me levanté y me acerqué a ella. No sabía esa vez cómo podría arrancarle una sonrisa. El Ortega me daba absolutamente igual; ni me planteé encararme con él en ningún momento. Cristina estaba ahí y ninguna de sus amigas se acercaba ni a ver qué tal estaba.


—Y tú? Qué quieres tú? —me preguntó clavándome sus ojos llorosos—. Déjame en paz. Quieres?


El timbre anunció el final del patio y de regreso a clase algunas compañeras miraban a Cristina como pensando “Tía... no puedes andar calentando a un tío para luego nada”.


El paso del tiempo determinó que Cristina "crisálida" terminase convirtiéndose definitivamente en mariposa y tomando el control de una vida; su vida. Ortega, el gusano... no pasaría nunca de capullo y terminó ocupando durante una buena temporada una celda de la prisión Modelo de Barcelona por un largo sinfín de asuntos sucios. Pero en aquel momento y ante una compañera llorando en el suelo del patio de la escuela, nada pude hacer. Estaba de más mi actuación o la actuación de cualquiera en una España en la que aporrear a una mujer... tenía premio.



miércoles, 28 de octubre de 2009

Del cosmos vinieron, y un buen día... desaparecieron

Me declaro enemigo absoluto de los chicles sin azúcar y con propiedades (que aún no sé de dónde sacan) capaces de limpiarnos los dientes mientras los masticamos. Detesto que hoy en día los anuncios de chicles sean más parecidos a los de pastas dentífricas que a otra cosa, y por encima de todo... odio; ODIO que desapareciese de nuestras vidas el único e inimitable chicle Cosmos.

No dejaba de ser inquietante la idea de meterse en la boca un chicle de color negro, pero su prolongado sabor a regaliz nos transportaba al infinito del infinito. Nadie nos contó nunca de qué estaba hecho ese chicle, cuáles eran sus ingredientes principales ni su cantidad de calorías, azúcares, grasas saturadas, etc. Los jarabes de glucosa y los aromas y colorantes autorizados nos sonaban bien e ignorábamos que eran los E-XXX. Por aquel tiempo los productos no llevaban DNI y era imposible saber poco más que de dónde venían.

El caso de los cosmos era claro; venían de una empresa llamada “Chicles americanos” afincada en Pinto (MadriZ), y tal como llegaron del espacio sideral, un buen día y para desgracia de todos... se fueron. Trágico.

A los adultos de hoy nos han quitado “los chuches”! y tenemos que soportar el ver como nuestros hijos consumen (casi como quien dice) productos de farmacia.

Quiero un Chicle Cosmos, y lo quiero... Ya!

Nota: El señor del video que parece que está tratando de sacar un demonio del interior del cuerpo de ese niño... reconozco que me da cierto miedo. Eso de que se declare tan "amigo de los niños" y de que se lleve tan bien con los curas... además, seguro que nos terminará por dar cualquier cosa, pero no “los chuches”; esos se los quedará para él como irremediablemente hacen todos.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cagando se aprende

En Barcelona, durante los sesenta y en mi piso de la calle Salvà del Poble Sec, no teníamos un mal lavabo en el que desahogar nuestros cuerpos con una comodidad medio decente. En su lugar había un pequeño cobertizo afuera, en el balcón, y con una letrina compuesta de una tabla de madera con un agujero sobre el que uno podía sentarse y deshacerse de sus “interioridades” para posteriormente perderlas de vista a base de cubos de agua. Acudir a ese cobertizo en invierno significaba terminar con el culo congelado, mientras que en verano, una cantidad de indescriptibles malos olores podían hacerte perder el sentido como no andases ligero en hacer tus necesidades. Los esfuerzos de mi bisabuela Rosario para mantener limpio todo aquello eran indescriptibles, pero las condiciones insalubres siempre terminaban ganando la batalla. Todo eso provocó que “aliviarse” siempre fuese sinónimo de tener que ir con prisas y de que yo estuviese a punto de perderme una de las cosas más maravillosas de la infancia de cualquier niño de aquella época: la lectura y relectura por una y mil veces de los tebeos al tiempo que nuestras cachas reposaban sobre una hermosa, blanca y reluciente taza de váter.

Mucho se ha escrito y se ha dicho al respecto de que los tebeos han sido los que han creado generaciones de lectores; ya saben: “Se empieza por tebeos y se termina leyendo libros”. No voy a quitarle gran parte de verdad a tal afirmación, pero yo... que sé de que hablo... creo que lo que en mayor medida ha contribuido a que existan lectores, han sido sin duda, los cómodos váteres.

Leer en una acogedora sala de estar, sentado o semitumbado sobre un sofá y con una iluminación adecuada, es... contrariamente a lo que se piensa, un modo erróneo de enfrentarse a la lectura. Pregúntense a ustedes mismos cuántas veces no se han encontrado releyendo por segunda vez un párrafo entero, o más de dos o tres páginas debido a que tanta comodidad se les ha llevado el santo al cielo, han perdido el hilo de la lectura y sus mentes se han distraído con los problemas acontecidos durante la jornada.

Eso jamás sucede en un váter ya que allí lo que se produce no es otra cosa que una combinación místico-metafísica provocada por un fenómeno al que podríamos denominar de “expulsión / imbución” en virtud del cual la excreción de algo material y sucio, deja espacio y cabida para algo espiritual, limpio y en un estado puro. Se trata de un proceso filosófico comparable a los fundamentos más profundos del taoísmo encontrados en la representación gráfica del Yin y el Yang como su esencia. Por decirlo de otro modo: sería como si la mierda –porque no tiene otro nombre-, transmigrase hacia un macrocosmos universal para terminar convertida en conocimiento. Un final feliz para nuestros excrementos y una experiencia verdaderamente religiosa.

No se dejen engañar, ir a cagar es ir a enriquecerse y a crecer como persona. Nuestras heces son el abono que dan como fruto nuestro conocimiento y nuestra sabiduría.

Indudablemente uno de los días más felices de mi vida fue aquel en el que mi Yaya Lola y mi padre, se pusieron de acuerdo para hacer obras en casa y llamar a unos albañiles para que construyesen un lavabo. Derribaron el cobertizo del balcón y le restaron algo de espacio a la cocina para crear un pequeño cubículo en el que instalar una pica, un armario tipo romy, un mini plato de ducha y un inodoro. Se termino eso de lavarse las manos y los dientes en la pica de fregar platos, asearse adoptando difíciles posturas en el interior de un balde y desenjabonarse a cubetazos de agua calentada en los fogones de la cocina, pero por encima de todo... se terminó el rollo de poner el culo al aire ante las inclemencias del tiempo y con ello, llegó la posibilidad de leer compulsivamente todo cuanto caía en mis manos gracias a disponer en casa del lugar ideal, único e inmejorable para tal fin: un váter en condiciones y con una taza de la casa Roca, blanca, brillante, con una tapa en color verde claro sobre la que se me dormirían una y otra vez las piernas de los interminables ratos que invertí en esa época en la que justamente estaba aprendiendo a leer.

Poco más tarde, en 1969, llegó una gran novedad a los hogares de los privilegiados del barrio que teníamos un váter en el que pasarnos las horas. Se trataba ni más ni menos que del papel higiénico “El Elefante”, con su celofán de color amarillo y ese elefante rojo diseñado por el gran pintor Manuel Marcos. Limpiarse el culo con semejante invento era como quitarle el barniz a una puerta, pero contribuyó al crecimiento personal ya que a partir de ese momento ya no sólo era leer, yo podía encerrarme en el lavabo y aprovechando la fuerte textura de ese papel... podía escribir e incluso dibujar en él.

Parece mentira que hoy en día, si un cuarto de baño no tiene bañera con jacuzzi, nos parece que ni es cuarto de baño ni es nada. Que blandos nos hemos vuelto!

Créditos de las imágenes: 1).- Papel"El Elefante" de 1969. Colección Particular. 2).- Ilustración: Sergi Càmara.

sábado, 24 de octubre de 2009

Los Sugus

Debería tener yo unos seis años cuando mi yaya Lola se hizo testigo de Jehová; siempre he dicho que quería con locura a mi yaya Lola... nunca que fuese perfecta.

Los viernes, debido a que mis padres trabajaban hasta bien entrada la noche, mi yaya Lola me llevaba con ella a las reuniones en el Salón del Reino y allí pasábamos la tarde. Al parecer, yo daba bastante guerra mientras que los siervos discurseaban sus sermones, de modo que mi yaya tuvo la brillante idea de comprarme cada viernes, una bolsita de caramelos Sugus. Era un modo como otro de tenerme entretenido... supongo.

Siempre me fascinaron esos caramelos blanditos, paralelepípedos, perfectamente envueltos con doble papel: uno que contenía la marca y el sabor, así como su color correspondiente, y otro de color blanco que protegía a la viciosa chuche del calor. Lo mejor de lo mejor, lo más de lo más... era desenvolver uno de cada sabor: fresa, naranja, limón, piña, cereza y hacer con ellos una torre para meterla toda entera en el interior de la boca. Sin duda se trataba del súmmum extremo y mi expresión así lo describía: los carrillos hinchados y llenos de caramelos, la sublime explosión de todos los distintos sabores, los ojos en blanco y ligeramente entornados, la babilla resbalando por la comisura de los labios...

Viéndome esa cara, muchos de los allí congregados bien podían llegar a pensar que la palabra de Jehová estaba entrando y calando hondo en mi, pero... nada más lejos de la realidad. Se trataba de la casa chocolatera suiza Suchard la que verdaderamente me estaba haciendo tocar el cielo y convirtiéndome en un fiel adepto de los placeres más extremos.

Los dejaron de fabricar durante un tiempo, pero irremediablemente volvieron... será por algo. Los caminos de Suchard son inescrutables...

Amén.

viernes, 23 de octubre de 2009

Marica de terciopelo

Una celda en una cárcel no se trata de un lugar en el que uno deba pasar una temporadita de su vida a pan y agua por si acaso algún día comete un delito. A uno le meten a la sombra después de haber sido imputado como presunto culpable de algo, y después de haber demostrado su culpabilidad en un juicio, pero nunca antes, no sin haber sido previamente detenido, se le hayan leído sus derechos y se le haya juzgado.

No obstante, y pese a esta obviedad, existe en nuestra sociedad un punto extraño, un agujero negro anacrónico que nos condena a todos los ciudadanos a cumplir una pena preventiva, tanto si delinquimos, como si no.

Me explico: Hace poco que muchos regresamos de nuestras vacaciones y decidimos volcar nuestras fotos de viaje a un disco duro, grabarlas en un CD, llevarlas con nosotros en un Pen-Drive, e incluso imprimir algunas con nuestras impresoras. Me refiero a NUESTRAS FOTOS, cada uno las nuestras, las que tomamos con nuestras cámaras y de las que somos autores, pero por las que no percibiremos ningún beneficio recaudado por ninguna entidad gestora de derechos de autor; al contrario... por cada cámara digital que hayamos comprado, CD, Pen-Drive, disco duro, impresora, etc, lo que estaremos haciendo será pagar el canon a la SGAE, y eso, no es más que un castigo preventivo que nos impone dicha entidad, una condena por un delito que no hemos cometido, pero por el que aún y así... pagamos. No vaya a ser que con nuestra cámara se nos ocurra filmar algún fragmento de película en la que salga Pilar Bardem, o que en nuestro pen-drive llevemos música descargada de internet, o que con nuestra impresora nos imprimamos material protegido, o que llenemos nuestro disco duro de películas descargadas de la mula.

Vale, pero... Y si no lo hacemos? Aún somos muchos a los que si nos gusta una película preferimos comprar una copia original que una del top manta, y tampoco somos pocos los que gracias a descargarnos música de forma “ilegal” hemos terminando descubriendo a artistas que nos han encantado y de los cuales hemos comprado sus CD’s originales. Del mismo modo si vamos a hacer un regalo a alguien y optamos por música no se nos ocurre regalar un CD grabado en plan casero con una carátula escaneada, si optamos por un libro no nos presentamos con un ejemplar fotocopiado y grapado, o en el caso de querer regalar una película no mandamos vía e-mail un enlace con un texto que diga: “Mira colega; en el día de tu cumpleaños te mando este link para que te mires tal película del Cine Tube. Regalazo Eh???”. Vamos, que no somos tan cutres.

Ya no voy ni a entrar en el caso de los que realizamos algún tipo de trabajo autoral y por el que la gran mayoría de las veces no percibimos derechos de autor, pero a los que nuestros editores nos piden que las entregas de dichos trabajos las hagamos en CD’s, Pen-Drives, o que las subamos a servidores FTP; por todo eso también pagamos el canon de la SGAE y ahí ya no es sólo que se nos haga pagar por un delito que probablemente no vayamos a cometer jamás, ahí directamente y sin paños calientes lo que la SGAE está haciendo es robarnos nuestros derechos de autor además de hacernos pagar -vía canon de rigor- para dárselos a otros autores que probablemente lo sean mucho menos que nosotros. Cuanto tiempo llevan muchos de los de la SGAE sin dar un palo al agua? Quien ha oído hablar del último disco de Teddy Bautista, entre muchos otros?

Hoy es viernes y toca música, así que os dejo con un tema de Ramoncín del año 1978. El que fue durante 20 años miembro activo de SGAE y se dejó el alma en la lucha a favor del canon digital y en esa supuesta defensa por los derechos de autor, es ahora un indiscutible ídolo de mesas... no, no hay ningún error, he escrito bien: de “mesas”, ídolo de “mesas” ya que lo suyo es sentarse de tertuliano en alguna mesa de algún plató, opinar sobre el tema que sea y eso si... cobrar por todo. Antes cantaba, pero de eso... ya nadie se acuerda.

Nice weekend Friends ;-)



Pdt - Quedan dos cosas pendientes; a saber: contaros cómo pirateábamos música en los setenta, que tiene su tela, y una anécdota personal que tuve con Ramoncín en 1984, en Madrid.