No recuerdo si por aquel entonces se llevaba eso de “la vuelta al cole” que nos publicitan los grandes almacenes. Lo que recuerdo perfectamente es que nuestros padres, nos agarraban una tarde del brazo y nos llevaban de ruta por tiendas, librerías, papelerías, y nos compraban absolutamente todo aquello que necesitábamos, pero nada de nada de lo que en realidad queríamos.
Chuches?, no... no era día para comprar chuches. Una Cocacola?, ni hablar... había que empezar a adaptarse a lo que sería el inminente horario escolar ya que durante las vacaciones nos habíamos asilvestrado bastante, así que la Cocacola quedaba radicalmente prohibida para que pudiésemos dormir como leños por las noches. Un helado? Tampoco; estábamos aún en verano, recién llegados de las vacaciones, hacía un calor de mil demonios y encima, estábamos sofocados de tanto entrar en tiendas y probarnos pantalones, jerseys, camisas y las dichosas batas del cole. Salíamos de los probadores colorados como pimientos de probarnos aquel jersey ajustado de cuello vuelto que nos haría falta para cuando el calor dejase paso al frío, pero lo malo era que estábamos en septiembre aún y dentro de un probador y al borde de una lipotimia... pues ni por esas, reclamábamos nuestro helado, pero era un esfuerzo vano ya que había que volar hacia la papelería no vaya a ser que se terminasen las libretas milimetradas o los cuadernos Rubio con los que hacer caligrafía.
El plumier era otro motivo de disputa importante. Todos queríamos el típico estuche de dos pisos con regla, escuadra, cartabón, compás, boli Bic, maquineta y goma Milán nata; eso en una de las caras del plumier, ya que las otras estaban dominadas por los colores Alpino o Festival en un piso, y por una preciosa gama de rotuladores Carioca en el otro. Un lujo de estuche, el más molón de la clase sin duda, pero... deberíamos conformarnos viendo como el gilipollas, empollón y pelota de la clase lo sacaría de su cajón cada día y nos lo restregaría por nuestras narices, mientras que nuestros padres, habiendo agotado su presupuesto con los jodidos jerseys de cuello vuelto; uno negro, otro marrón y un último en un apagado azul marino, nos compraban -y aún gracias- un estuche cutre con un dibujo serigrafiado y mal hecho del Calimero. Estuche que era de un sólo departamento con cremallera y en el que teníamos que meterlo todo a bulto, que luego, para encontrar la maldita cuchilla de la casa Puntax y hacerle punta al lápiz... nos habíamos perdido ya media clase de “mates” rebuscando y rebuscando, claro... y luego si cateábamos era por culpa nuestra. Que desconsideración!
Afortunadamente llegaba la hora de entrar en la tienda de calzados y comprarnos los zapatos Gorila. Marca que desde 1945 no sólo fue sinónimo de calidad, resistencia y dureza absoluta, sino que además, y después de no haber conseguido ninguno de nuestros objetivos, el regreso a casa se hacía medianamente agradable gracias a la pelota verde de goma que nos regalaban con aquellos maravillosos zapatos. Aquellas atentas y pacientes dependientas de las zapaterías nos hacían entrega de esa pelotita con una radiante sonrisa en sus labios.
A pesar de habernos quedado sin chuches, sin Cocacola, sin helado, de regresar a casa con los malditos jerseys y habiéndonos llevado un sofoco de tres pares en los probadores, al menos teníamos nuestra pelota de los zapatos Gorila y todo lo demás... eran tonterías.
Pelota de calzados gorila de mi colección particular.
9 comentarios:
Es curioso, pero aún siguen haciéndola. Hace un mes le compramos a mi hijo unos zapatos de esa marca y nos dieron la pelotita. No le dí importancia, pero ya veo que es todo un clásico.
Vaya... yo no recuerdo esos zapatos. Quizás porque en mi cole íbamos de uniforme y llevábamos mocasines marrones, así que eran los únicos zapatos que se compraban. Esos y las deportivas... nada más.
Así que me quedé sin pelotita. Eso sí, tuve estuches de dos pisos. Heredado de mis hermanos mayores en algún momento, regalo de cumpleaños en otras ocasiones... Qué ilusión hacía estrenarlo, abrir aquella cremallera y encontrar todos aquellos colores y objetos, colocar cada cosa en su goma correspondiente... Eran geniales!
Buen domingo!
"al menos teníamos nuestra pelota de los zapatos Gorila y todo lo demás... eran tonterías."
¡Qué tiempos aquellos en los que la felicidad podía ser una pelota de goma! (como tiempos me refiero más a la infancia en general, que a aquella época en concreto). Me gusta como preparas la narración, llena del agobio y la deprimente vuelta a la escuela (con detalles majos como la caja de colores, eso sí) hasta desembocar a la pelota, que viene a ser como una ventana de aire fresco. A mi también me molaban je, je.
Por cierto, las "atentas y pacientes dependientas", con sus "radiantes sonrisas en sus labios" las entreveo yo como un detalle tierno, desde luego, pero --dime cachondo mental--, que también revestía la inocente pelotita de un plus algo menos inocente. Un estímulo visual y oloroso extra, vaya.
En fin, gracias por estas descripciones de situaciones en las que nos podemos ver reflejados casi todos los que vivimos esa época, de un modo u otro.
Me quedo con lo de los estuches de dos pisos..para mi eran algo más que
guarda lápices y me refiero más bien
a plumier de madera.
Con imaginación servia de "casa " de
muñequillos o trasporte.
Todo para no aburrirse en clase de mates.
Los gerseys y zapatos no tenian nada que ver sin el regalito de marras,
pelota o lo que tocase.
Tu repaso del pasado ( no tan lejano ¿? ) muy bien, nos ayudas
a retrocer en el tiempo y sonreir.
Abrazos.
Recuerdo la pelota, pero la visión nítida me la has traído con aquel estuche cuya cremallera acababa rompiéndose al no cerrar bien por tanto lapiz, boli y rotuladores que en él queríamos meter. Yo tampoco disfruté del tan anhelado estuche de dos plantas que, sí, Kioskero, sólo tenían los empollones.
Ahora en cambio todos los niños lo tienen y qué, ¿alguno lo valora realmente?
La pelota de Gorila era el proyectil más temido cuando jugábamos al tin, una distracción brutal, visto ahora desde la lontananza de los años.
Un saludo
No veas como mola la pelota
Mi gata juega con una pelota de esas
Qué tiempos!! No le daba yo a la pelotita contra la pared, con el pie, con la mano,... Qué chula era!! Eso sí, me perdía la sonrisa de las dependientas. Mi padre tenía una de esas maravillosas tiendas de comercio en general, en un pueblo.Pero nada de tener lo que quería, a pesar de que veía todos los juguetes por Reyes. Los regalos,por Reyes o algún otro acontecimiento, no recuerdo, supongo que cumpleaños. Pero cuánto disfrutaba cada juguete, regalo!! Rompía antes los pantalones de arrastrar un coche por el suelo que el coche, jajaja!! Tocaban rodilleras y coderas. Estuches de dos pisos no recuerdo, o sí, quizá de mi hermana mayor. Yo más que nada el plumier de plástico a reventar de lápices y bolis bic. Bueno, y los Alpino, los Carioca,... Qué tiempos, qué alegría!!
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