Nos da la sensación, a veces, de que las cosas suceden a gran velocidad, de que los cambios nos desbordan o de que el planeta gira a nuestros pies más aprisa de lo que nosotros podemos sostenernos sobre él. Pero simplemente se trata de éso... de una sensación. La realidad es bien distinta.
La realidad es que en los 60 y en los 70, cuando íbamos “al cole”, los niños desparramábamos nuestra ingenua crueldad los unos sobre los otros, pero sin el menor problema aparente, y al que llevaba gafas le llamábamos “gafotas” o “cuatro ojos”, al gordito que se caía por la escalera de camino al comedor y que a su paso arrollaba a media docena de nosotros le llamábamos “el boliche”. Recuerdo que había uno que siempre llevaba un par de enormes mocos colgando y al que le llamábamos “el velas”. Alguna vez, cuando uno de nosotros le decía: “Cuidado tío que te los vas a pisar!”. “El velas” sorbía con fuerza sus mocos y los devolvía a su nariz de origen. O eso... o se los limpiaba con la manga del jersey.
En los pueblos éso de ponerle un mote a alguien estaba a la orden del día ya que era el mejor modo de identificar de una forma genérica a toda una saga familiar: si los bisabuelos habían sido molineros, los abuelos eran también “los molineros”, y con ese mote se conocía a los padres, a los hijos y a los nietos; todos eran “los molineros” y en el caso de confundir a unos de una estirpe familiar con otros, todo se solucionaba inmediatamente aclarando: “No, yo no soy 'molinero', yo soy 'pastor' de toda la vida". A lo que la persona confundida respondía: “Ah!... Si hombre, es cierto, nieto de 'los pastores'. Es verdad, tienes la misma cara que tu abuelo”. Y ya no había duda de quien era quien.
Al pueblo de mi padre llegó en una ocasión un forastero; encontró empleo, se casó, se estableció definitivamente y tuvo allí a sus hijos. Pero su llegada fue triunfal ya que al parecer, estaba una noche tomando un vino en el bar del pueblo, y conocedor de ésa costumbre de ponerle un mote a todo el mundo, se dirigió a los que echaban la partidita al tute con él y les dijo: “En éste pueblo... no hay quien tenga la suficiente leche en los huevos como para ponerme a mí un mote”.
Desde ése día todo el pueblo le llamó “elpocaleche”, no “el-poca-leche” no... “elpocaleche”, así, todo junto. Su mujer fue “lapocaleche” y sus hijos y nietos siguen siendo conocidos hoy como “lospocaleche”. Y cuidado con meterse con alguien de la familia que enseguida salta uno u otro y te dice éso de: “Eh!... que soy 'pocaleche' así que conmigo pocas tonterías. Vale?". Es decir... que aunque en un principio ésos motes pudiesen llegar a sentar mal, al final eran motivo de orgullo, distinción, y eran defendidos por sus poseedores con una dignidad aplastante.
En la actualidad no han cambiado las cosas, simplemente se han maquillado con esa especie de potingue llamado “lo políticamente correcto” y que es de muy mal llevar. Dicho potingue sólo sirve para dar la sensación de que todo cambia más aprisa de lo que parece, pero en realidad no sirve para nada más que para no hacer absolutamente nada al respecto de nada. Por ejemplo:
Actualmente en los colegios, además de los que llevan gafas, de los gorditos y de aquellos a los que les cuelgan los mocos, también van niños y niñas de raza negra, árabe, china, etc, no obstante no es “políticamente correcto” llamar negro a un negro y hay que llamarle “de color”. Tampoco en clase puede haber uno que sea “el moro” o “el chino”, hay que llamarles por sus nombres aunque a veces... sean impronunciables, pero hay que hacer lo imposible con tal de no llamarle de un modo que la ley de “lo políticamente correcto” pueda denominar como “despectiva”, vaya... como si fuese despectivo ser de una raza u otra.
Es decir, que en los 60 – 70 que todos éramos iguales, o extremamente parecidos, podíamos distinguirnos entre nosotros por nuestro mote. Hoy, que vivimos inmersos en una rica variedad y enriquecedora para todos, distinguirnos por nuestro color de piel o por nuestro lugar de procedencia está mal visto y es mejor hacer ver que no nos hemos dado cuenta de que nuestro mejor amigo es negro.
Lo mismo sucede con los homosexuales y las lesbianas a quienes hay que llamar de una manera “políticamente correcta”... “colectivo gay”.
Y desafortunadamente, y a pesar de ser 8 de marzo, a la mujer que trabaja en su hogar, a la “ama de casa”, hay que llamarla “mujer trabajadora” y embarullarla y meterla en el mismo saco que al resto de mujeres que trabajan fuera de sus casas y que cobran un sueldo inferior al de un hombre en no pocas ocasiones. Pero está claro que para nuestros gobernantes, da igual cual sea su color ideológico, es mejor y más fácil maquillar la imagen de la mujer de toda la vida y denominarla “mujer trabajadora”, antes que normalizar una situación salarial en perfecta equidad con sus compañeros varones, o que estudiar seriamente una remuneración, con seguridad social y pensión de jubilación para todas aquellas que por necesidad o elección propia deciden ser “amas de casa”.
Y es que está claro, los gobiernos creen que como se trata de mujeres, un buen “maquillaje”... lo soluciona todo.
(Fotografías 1 y 2 tomadas de UP Comillas. Centenario de ICAI)
Os dejo un anuncio de "Cocinas Corcho" emitido en los 60 y que a mi juicio, muestra cómo era vista la mujer en ésa década. Una imagen bien distinta a la actual, está claro, pero... Quién sigue ocupándose hoy en día de la mayoría de hogares en España?
5 comentarios:
hola, acabo de descubrirte y me ha gustado mucho tu blog, ya te he añadido a mis listas y colocado mi ojillo mironcete...jeje!
Besitös
Bienvenida Chabel. Encantado de que ése ojillo ande por aquí :-D
Hola Kioskero, da gusto leerte, lo cuentas como si usaras mis propios recuerdos. Me refiero a esos días de colegio, por entonces yo era la cuatro ojos, la empollona. La inocencia y la carencia de agresividad hacía que por entonces yo pasara de todos esos comentarios. Hoy, la sensatez y la cautela logra que pase igualmente.
Yo soy un poco rara, y no celebro este día, porque me siento aludida el 1º de Mayo, no encuentro lógico hacer diferenciación de género pues esto ayuda a agudizar la no igualdad de la que tanto queremos huir. Conozco muchas familias donde el reparto del cuidado del hogar y de los hijos se hace de forma equitativa, encargándose un poco más el que trabaja más horas fuera de casa, y lo encuentro lógico. En otros casos donde la mujer asume toda la responsabilidad creo que hace falta una reeducación familiar. Es mi opinión personal.
Besos. Loli
Hola, yo ya hace un tiempo que ando por aqui, y realmente es verdad, explicas todas las cosas de una manera que parece que las vuelva a estar viviendo, me encanta volver a ver todos aquellos juguetes, libros de texto.... en fin todo, felicidades por todo esto. Hasta pronto.
Tremenda la anécdota de Elpocaleche. ¡Qué cosas pasaban! Ahora les ponemos motes a algunos vecinos en las ciudades, pero no compartimos la gracia y nadie más que nuestra familia lo sabe.
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